ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

BAJO LA MISMA ESTRELLA. LAS VENTAJAS DE SER INVISIBLE. CIUDADES DE PAPEL


Enviado por   •  19 de Abril de 2016  •  Tareas  •  9.604 Palabras (39 Páginas)  •  337 Visitas

Página 1 de 39

BAJO LA MISMA ESTRELLA

Autor: Green John

A hazel y a Gus les gustaría tener vidas más comunes. Algunos dirían que no han nacido con estrella, que su mundo es injusto. Hazel y Gus sólo son adolescentes, pero si algo les ha enseñado el cáncer que padecen es que no hay tiempo para lamentaciones, porque, nos guste o no, sólo existe el hoy y el ahora. Y por ello, con la intención de hacer realidad el mayor deseo de Hazel -conocer a su escritor favorito-, cruzarán juntos el Atlántico para vivir una aventura contrarreloj, tan catártica como desgarradora. Destino: Amsterdam, el lugar donde reside el enigmático y malhumorado escritor, la única persona que tal vez pueda ayudarles a ordenar las piezas del enorme rompecabezas del que forman parte…“

CINCUENTA SOMBRAS DE GREY

Autor: James E. L

Ana Steel no es más que una estudiante de veintiún años cuando se enamora de Christian Grey, un millonario guapo y elegante de mirada penetrante. Sin embargo, Grey no es el clásico príncipe azul. Para que la relación siga adelante, Ana debe someterse por contrato a la práctica de una relación sexual sadomasoquista en la cual él será el dominante y ella la sometida. Porque Grey es un hombre cuyo pasado esconde muchas sombras pero a quien Ana, dispuesta a todo por amor, tratará de liberar de ellas.

LAS VENTAJAS DE SER INVISIBLE

Autor: Chbosky Stephen

CHARLI, un chico ingenuo, mordaz y solitario, que estudia secundaria. Vive con sus padres, su popular hermana y un hermano mayor que está a punto de comenzar la universidad. La cosa no pinta demasiado bien el primer día de instituto cuando solo consigue hacer un amigo: un alternativo profesor de lengua interesado en despertar el genio creativo de Charlie.

Cuando conoce a la bella Sam y al excéntrico Patrick, unos chicos llenos de ganas de exprimir la vida al máximo, empieza a comprender lo que es crecer y hacerse adulto.

Junto a  ellos recorrerá caminos nuevos e inesperados: descubrirá música nueva, empezara a beber, a fumar, a salir de fiesta… e incluso se enamorara por primera vez.

CIUDADES DE PAPEL

Autor: Green John

Supongo que a cada quien le corresponde su milagro. Por ejemplo, probablemente nunca me caerá encima un rayo, ni ganaré un Premio Nobel, ni llegaré a ser el dictador de un pequeño país de las islas del Pacífico, ni contraeré cáncer terminal de oído, ni entraré en combustión espontánea. Pero considerando todas las improbabilidades juntas, seguramente a cada uno de nosotros le sucederá una de ellas. Yo podría haber visto llover ranas. Podría haber pisado Marte. Podría haberme devorado una ballena. Podría haberme casado con la reina de Inglaterra o haber sobrevivido durante meses en medio del mar. Pero mi milagro fue diferente. Mi milagro fue el siguiente: de entre todas las casas de todas las urbanizaciones de toda Florida, acabé viviendo en la puerta de al lado de Margo Roth Spiegelman.

Nuestra urbanización, Jefferson Park, había sido una base naval. Pero llegó un momento en que la marina dejó de necesitarla, de modo que devolvió el terreno a los ciudadanos de Orlando, Florida, que decidieron construir una enorme urbanización, porque eso es lo que se hace en Florida con los terrenos. Mis padres y los padres de Margo empezaron a vivir puerta con puerta en cuanto se construyeron las primeras casas. Margo y yo teníamos dos años.

Antes de que Jefferson Park fuera Pleasantville, y antes de que fuera una base naval, era propiedad de un tipo que se apellidaba Jefferson, un tal Doctor Jefferson Jefferson. En Orlando hay una escuela que lleva el nombre del Doctor Jefferson Jefferson y también una gran fundación benéfica, aunque lo fascinante y lo increíble, pero cierto, del Doctor Jefferson Jefferson es que no era doctor en nada. Era un simple vendedor de zumo de naranja llamado Jefferson Jefferson. Al hacerse rico y poderoso, fue al juzgado, se puso «Jefferson» de segundo nombre y se cambió el primero por «Dr.», con D mayúscula.

Cuando Margo y yo teníamos nueve años, nuestros padres eran amigos, así que de vez en cuando jugábamos juntos, cogíamos las bicis, dejábamos atrás las calles sin salida y nos íbamos al parque, en el centro de la urbanización.

Me ponía nervioso cada vez que me decían que Margo iba a pasarse por mi casa, porque era la criatura más extraordinariamente hermosa que Dios había creado. La mañana en cuestión, se había puesto unos pantalones cortos blancos y una camiseta rosa con un dragón verde que lanzaba fuego de color naranja brillante. Me resulta difícil explicar lo genial que me pareció la camiseta en aquellos momentos.

Margo, como siempre, pedaleaba de pie, con el cuerpo inclinado sobre el manillar y con las zapatillas de deporte de color morado formando una mancha circular. Era un caluroso y húmedo día de marzo. El cielo estaba despejado, pero el aire tenía un sabor ácido, como si se avecinara una tormenta.

Por aquella época me creía inventor, así que, después de haber atado las bicis, mientras recorríamos a pie el corto camino que nos llevaría al parque infantil, le conté a Margo que se me había ocurrido un invento llamado Ringolator. El Ringolator sería un cañón gigante que dispararía enormes rocas de colores a una órbita muy baja, lo que proporcionaría a la Tierra anillos muy parecidos a los de Saturno. (Sigo pensando que sería una buena idea, pero resulta que construir un cañón que dispare rocas a una órbita baja es bastante complicado.)

Había estado en aquel parque tantas veces que me lo conocía palmo a palmo, así que apenas habíamos entrado cuando empecé a sentir que algo fallaba, aunque en un primer momento no vi qué había cambiado.

—Quentin —me dijo Margo en voz baja y tranquila.

Estaba señalando. Y entonces me di cuenta de lo que había cambiado.

A unos pasos de nosotros había un roble. Grueso, retorcido y con aspecto de tener muchos años. No era nuevo. El parque infantil, a nuestra derecha. Tampoco era nuevo. Pero de repente vi a un tipo con un traje gris desplomado a los pies del tronco del roble. No se movía. Eso sí era nuevo. Estaba rodeado de sangre. De la boca le salía un hilo medio seco. Tenía la boca abierta en un gesto que parecía imposible. Las moscas se posaban en su pálida frente.

—Está muerto —dijo Margo, como si no me hubiera dado cuenta.

Retrocedí dos pequeños pasos. Recuerdo que pensé que si hacía un movimiento brusco, se levantaría y me atacaría. Quizá era un zombi. Sabía que los zombis no existían, pero sin duda parecía un zombi en potencia.

Mientras retrocedía aquellos dos pasos, Margo dio otros dos, también pequeños y silenciosos, hacia delante.

—Tiene los ojos abiertos —me dijo.

—Vámonos a casa —contesté yo.

—Pensaba que cuando te mueres, cierras los ojos —dijo.

—Margo vámonos a casa a avisar.

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (56.5 Kb)   pdf (394 Kb)   docx (858.4 Kb)  
Leer 38 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com