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CELELARES EN NUESTRA ACTUALIDAD


Enviado por   •  3 de Junio de 2014  •  2.172 Palabras (9 Páginas)  •  263 Visitas

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Pero igual que en cualquier época, la gente se las arreglaba para lograr comunicaciones oportunas con cambios de hábitos o simplemente armándose de paciencia o adaptándose a la tecnología existente y sacando el máximo provecho que la misma ofrecía. En mi caso, yo pensaba: "las malas noticias vuelan y llegan a uno de cualquier modo; las buenas se demoran y llegan cuando tienen que llegar y las insulsas, pues que esperen o simplemente no me importan que lleguen, y punto".

En aquella época yo le decía a la gente que pudiera requerir comunicarse conmigo en cualquier momento: "me deja el mensaje en casa o a mi secretaria, o si no me ubica por ningún medio me pone un fax o me deja el mensaje en el contestador automático que al llegar a la oficina, o a mi casa, según el caso, yo revisaré lo que haya llegado o, incluso, si es un mensaje en el contestador, lo puedo consultar remotamente desde un teléfono fijo (todos los contestadores telefónicos ofrecían esa posibilidad)". Así y de otras formas nos las arreglábamos. Todo podía esperar, y uno vivía más tranquilo, con serenidad, sosiego y calma, sin la angustia de pensar que me va entrar una llamada que no quiero, o que me van a ubicar en cualquier lugar (gracias a las virtudes de omniubicación de las comunicaciones inalámbricas, en donde el celular es quizás el tecnofacto más representativo, más no el único) o que me tengo que comunicar a tal hora esté donde esté, en fin.

¿El celular: el mundo de la comunicación instantánea, en cualquier sitio, o el mundo de las angustias?

No obstante lo anterior, el celular, en aquél entonces, ofrecía el potencial de convertirse en un aliado pero también en una fuente de angustias que antes la gente no tenía, como lo han demostrado los hechos. Cuando el celular entró en sociedad y hasta nuestros días, se perdió parte de la privacidad al irrumpir una llamada en el momento y en el lugar más inoportunos; comenzaron a aparecer otros fenómenos del comportamiento que antes no existían. Es más, en un estudio realizado en Gran Bretaña en 2006, se encontró que para el 60% de los poseedores de celular, éste se convirtió en una fuente permanente de angustias y otros desórdenes denominados tecnopatías; en relación con ésto, algunos han desarrollado síndromes de pánico a las llamadas entrantes de un celular (sobre todo si la llamada es del jefe, de la señora o de un cobrador), o si la llamada entra justo cuando el destinatario está, por ejemplo, en un lugar non sancto, y otros, por su parte, han desarrollado tal dependencia con el aparato que ya no pueden vivir sin él; sienten pánico si salen de su casa y se percatan que no lo llevan consigo.

Sin el celular los celuadictos se sienten como soldados sin fusil en medio de una emboscada; es un compañero inseparable para pasar el tiempo de espera o sencillamente para evitar relacionarse con otras personas en algún espacio compartido porque se les ve muy ocupados haciendo llamadas que no tienen que hacer, o llamando ficticiamente para fingir una conversación, o muy concentrados manipulando la agenda electrónica o sencillamente viendo las fotosy videos grabados o jugando los múltiples juegos que traen o las canciones que tienen almacenadas. Es, a veces, un pretexto perfecto para intentar pasar desapercibido o evitar interactuar con la gente de su entorno o, sencillamente, para mostrarse como un individuo moderno, ejecutivo, y tecnologizado.

Para los estudiosos de los fenómenos sociales de masas y de los comportamientos individuales dentro y fuera de la masa, desde la psicología, la economía, la cultura, y la sociología, en el uso y consumo de dicha tecnología tienen un campo de acción muy interesante en materia de tecnopatías que van desde las tecnofobias hasta las tecnoadicciones.

En el año 1998 tuve la oportunidad de contar con un celular de la época, una "panela" como le llamábamos. Eran aparatos grandes, estorbosos, nada que ver con los miniaturizados de estos tiempos; pero eso sí, una verdadera novedad y sicológicamente algo impactante para quienes no lo tenían, quienes veían a los poseedores de un equipo de éstos como una especie de tecnófilos en emergencia, apoderándose del mundo. Como herramienta de trabajo era magnífica por la cuestión de la omniubicación pero, a la larga, generaba ciertas molestias cuando "cualquiera" podía localizarlo a uno, a "cualquier hora", y en "cualquier lugar". Por supuesto, uno se podía negar a contestar, pero eso era visto como descortesía y después había que ganarse la reprimenda: "Para que tenés celular si no vas a contestar o por qué lo mantenés apagado?", inconformismos que empezaban a fastidiar si se volvían recurrentes. Como el celular me lo dio la empresa con la que trabajaba (la empresa era de Bogotá y yo operaba en Medellín, lo cual lo hacía indispensable para la comunicación), una vez que me retiré de ella, me despedí, pero no con nostalgia, del celular que me acompañó durante más de un año, y el alivio que sentí al verme sin ese aparato fue realmente indescriptible. Algo sólo comparable a la santa paz que disfrutan las almas justas.

La felicidad y el celular

Durante muchos años, casi siete, me rehusé voluntariamente a tener celular, y esta negación era para mí una especie de símbolo de libertad, de tranquilidad, de privacidad, de control de las comunicaciones personales, de disfrute pleno del momento sin tener que soportar las interferencias súbitas que llegaban a través de este adminículo y al no recibir llamadas indeseables e inoportunas gozaba de un estado de permanente alegría, muy cercano a la felicidad. Hoy, la vida moderna con sus ritmos y condicionantes sociales casi que convierten en obligatorio el uso del aparato de marras, so pena de quedar "incomunicado" o "perder oportunidades" al no tener la posibilidad de comunicarse instantáneamente si se carece de él. De hecho, el celular se ha convertido en un ícono de la sociedad del bienestar. Ya el número de líneas celulares superó con creces las líneas fijas y con una tendencia siempre en aumento y carecer de un celular, sin importar la marca y el modelo, es un imperativo tal que quien no lo tenga es visto ahora como un bicho raro, un espécimen en vía de extinción, un sujeto "out" o algo así como el último de los mohicanos. Siempre que no tuve celular, fui feliz, muy feliz. Ahora procuro serlo, a pesar del celular.

Seis de cada diez personas en el mundo tienen un teléfono celular

¿Bueno para las personas? Malo para el medio ambiente. Bueno para las transnacionales de las comunicaciones.

Mientras

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