Colonialismo
tafyrafy126 de Mayo de 2015
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introduccion
La colonialidad es uno de los elementos constitutivos y específi cos del
patrón mundial de poder capitalista. Se funda en la imposición de una
clasifi cación racial/étnica de la población del mundo como piedra angular de
dicho patrón de poder y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones,
materiales y subjetivas, de la existencia social cotidiana y a escala
societal.1
Se origina y mundializa a partir de América.
Con la constitución de América (Latina),2
en el mismo momento y en el
mismo movimiento históricos, el emergente poder capitalista se hace mundial,
sus centros hegemónicos se localizan en las zonas situadas sobre el
Atlántico—que después se identifi carán como Europa—y como ejes centrales
de su nuevo patrón de dominación se establecen también la colonialidad
y la modernidad. En breve, con América (Latina) el capitalismo se hace
mundial, eurocentrado y la colonialidad y la modernidad se instalan asociadas
como los ejes constitutivos de su específi co patrón de poder,3
hasta hoy.
En el curso del despliegue de esas características del poder actual, se
fueron confi gurando las nuevas identidades societales de la colonialidad,
indios, negros, aceitunados, amarillos, blancos, mestizos y las geoculturales del
colonialismo, como América, Africa, Lejano Oriente, Cercano Oriente (ambas
últimas Asia, más tarde), Occidente o Europa (Europa Occidental después). Y
las relaciones intersubjetivas correspondientes, en las cuales se fueron fundiendo
las experiencias del colonialismo y de la colonialidad con las necesijournal
of world-systems research, vi, 2, summer/fall 2000, 342-386
Special Issue: Festchrift for Immanuel Wallerstein – Part I
http://jwsr.ucr.edu
issn 1076-156x
© 2000 Aníbal Quijano
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eran el momento y el nivel más avanzados en el camino lineal, unidireccional
y continuo de la especie. Se consolidó así, junto con esa idea, otro de los
núcleos principales de la colonialidad/modernidad eurocéntrica: una concepción
de humanidad según la cual la población del mundo se diferenciaba
en inferiores y superiores, irracionales y racionales, primitivos y civilizados,
tradicionales y modernos.
Más tarde, en especial desde mediados del siglo XIX y a pesar del continuado
despliegue de la mundialización del capitalismo, fue saliendo de
la perspectiva hegemónica la percepción de la totalidad mundial del poder
capitalista, y del tiempo largo de su reproducción, cambio y crisis. El lugar
del capitalismo mundial fue ocupado por el estado-nación y las relaciones
entre estados-nación, no sólo como unidad de análisis sino como el único
enfoque válido de conocimiento sobre el capitalismo. No sólo en el liberalismo
sino también en el llamado materialismo histórico, la más difundida
y la más eurocéntrica de las vertientes derivadas de la heterogénea herencia
de Marx.
La revuelta intelectual contra esa perspectiva y contra ese modo eurocentrista
de producir conocimiento nunca estuvo exactamente ausente, en
particular en América Latina.6
Pero no levanta vuelo realmente sino después
de la Segunda Guerra Mundial, comenzando por supuesto en las áreas
dominadas y dependientes del mundo capitalista. Cuando se trata del poder,
es siempre desde los márgenes que suele ser vista más, y más temprano,
porque entra en cuestión, la totalidad del campo de relaciones y de sentidos
que constituye tal poder.
Desde América Latina, sin duda la más infl uyente de las tentativas de
mostrar de nuevo la mundialidad del capitalismo, fue la propuesta de Raúl
Prebisch y sus asociados de pensar el capitalismo como un sistema mundial
diferenciado en “centro”y “periferia.” Fue retomada y reelaborada en la obra
de Immanuel Wallerstein, cuya propuesta teórica del “moderno sistemamundo,”
desde una perspectiva donde confl uyen la visión marxiana del
capitalismo como un sistema mundial y la braudeliana sobre la larga duración
histórica, ha reabierto y renovado de modo decisivo el debate sobre la
reconstitución de una perspectiva global, en la investigación científi co-social
del último cuarto del siglo XX.7
En ese nuevo contexto están hoy activos otros componentes del debate
latinoamericano que apuntan hacia una nueva idea de totalidad histó-
dades del capitalismo, se fueron confi gurando como un nuevo universo de
relaciones intersubjetivas de dominación bajo hegemonía eurocentrada. Ese
específi co universo es el que será después denominado como la modernidad.
Desde el siglo XVII, en los principales centros hegemónicos de ese
patrón mundial de poder, en esa centuria no por acaso Holanda (Descartes,
Spinoza) e Inglaterra (Locke, Newton), desde ese universo intersubjetivo
fue elaborado y formalizado un modo de producir conocimiento que daba
cuenta de las necesidades cognitivas del capitalismo: la medición, la cuantifi
cación, la externalización (u objetivación) de lo cognoscible respecto del
conocedor, para el control de las relaciones de las gentes con la naturaleza y
entre aquellas respecto de ésta, en especial la propiedad de los recursos de
producción. Dentro de esa misma orientación fueron también, ya formalmente,
naturalizadas las experiencias, identidades y relaciones históricas de la
colonialidad y de la distribución geocultural del poder capitalista mundial.
Ese modo de conocimiento fue, por su carácter y por su origen, eurocéntrico.
Denominado racional, fue impuesto y admitido en el conjunto del
mundo capitalista como la única racionalidad válida y como emblema de la
modernidad. Las líneas matrices de esa perspectiva cognitiva se han mantenido,
no obstante los cambios de sus contenidos específi cos y las críticas y los
debates, a lo largo de la duración del poder mundial del capitalismo colonial
y moderno. Esa es la modernidad/racionalidad que ahora está, fi nalmente,
en crisis.4
El eurocentrismo, por lo tanto, no es la perspectiva cognitiva de los europeos
exclusivamente, o sólo de los dominantes del capitalismo mundial, sino
del conjunto de los educados bajo su hegemonía. Y aunque implica un componente
etnocéntrico, éste no lo explica, ni es su fuente principal de sentido.
Se trata de la perspectiva cognitiva producida en el largo tiempo del
conjunto del mundo eurocentrado del capitalismo colonial/moderno y que
naturaliza la experiencia de las gentes en este patrón de poder. Esto es, las
hace percibir como naturales, en consecuencia como dados, no susceptibles
de ser cuestionados.
Desde el siglo XVIII, sobre todo con el Iluminismo, en el eurocentrismo
se fue afi rmando la mitológica idea de que Europa5
era pre-existente
a ese patrón de poder, que ya era antes un centro mundial del capitalismo
que colonizó al resto del mundo y elaboró por su cuenta y desde dentro la
modernidad y la racionalidad. Y que en esa calidad Europa y los europeos
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rico-social, núcleo de una racionalidad no-eurocéntrica. Principalmente, las
propuestas sobre la colonialidad del poder y sobre la heterogeneidad histó-
rico-estructural de todos los mundos de existencia social.
la cuestion del poder en el eurocentrismo
Tal como lo conocemos históricamente, a escala societal el poder es
un espacio y una malla de relaciones sociales de explotación/dominación/
confl icto articuladas, básicamente, en función y en torno de la disputa por
el control de los siguientes ámbitos de existencia social: (1) el trabajo y sus
productos; (2) en dependencia del anterior, la “naturaleza” y sus recursos de
producción; (3) el sexo, sus productos y la reproducción de la especie; (4) la
subjetividad y sus productos, materiales e intersubjetivos, incluído el conocimiento;
(5) la autoridad y sus instrumentos, de coerción en particular, para
asegurar la reproducción de ese patrón de relaciones sociales y regular sus
cambios.8
En las dos últimas centurias, sin embargo, y hasta la irrupción de las
cuestiones de subjetividad y de género en el debate, la mirada eurocéntrica
no ha podido percibir todos esos ámbitos en la confi guración del poder,
porque ha sido dominada por la confrontación entre dos principales vertientes
de ideas: una hegemónica, el liberalismo, y otra subalterna, aunque de
intención contestataria, el materialismo histórico.
El liberalismo no tiene una perspectiva unívoca sobre el poder. Su más
antigua variante (Hobbes) sostiene que es la autoridad, acordada por individuos
hasta entonces dispersos, lo que ubica los componentes de la existencia
social en un orden adecuado a las necesidades de la vida individual. Aunque
de nuevo actual, como sustento del neoliberalismo, durante gran parte del
siglo XX cedió terreno a
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