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Cuando Uno Escribe


Enviado por   •  22 de Octubre de 2013  •  2.295 Palabras (10 Páginas)  •  225 Visitas

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Cuando uno intenta escribir, imagina. Si no imagina, para qué escribe. Al imaginar, vislumbra imágenes propias, muy personales, que sólo él comprende. Pero en ocasiones también desarrolla estereotipos. Uno de esos estereotipos, que me ha acompañado toda mi vida, se derrumbó sin estrepito una tarde de este mes de enero, cuando visité en su casa a Paco Roca, autor de cómics o tebeos. Siempre creí que los dibujantes trabajaban en comandita, en una sala más o menos amplia, penumbrosa, con rácanas bombillas colgadas sobre sus mesas de dibujo, hostigados por el humo interminable de sus cigarrillos. Los veía gastándose bromas, eternos gamberros, proyectando aviones de papel unos contra otros, quitándose el bocadillo o escondiendo en el rincón más insospechado, una nevera por ejemplo, la página de sus últimas viñetas. Pues bien, todo eso se vino abajo como les decía, mis improbables lectores, aquella tarde.

Paco Roca.

Paco Roca (Valencia, 1969), autor además de otras muchas historietas de los álbumes "El juego lúgubre", "Hijos de la Alhambra" , "El Faro" o "Arrugas", trabaja en solitario en su casa-estudio. Como un anacoreta o un farero de la imagen y el texto. La soledad y el silencio, interrumpido a veces por una música de fondo, son sus principales aliados y, me temo, que también sus máximos enemigos. Precisamente "Arrugas", su última obra, ha sido elegida cómic del año en Francia y España por la crítica de ambos países.

Herme Cerezo / SIGLO XXI

Paco, ¿cómo se dice: dibujante, autor o artista de cómics?

Creo que si haces tú solo todo el trabajo, guión y dibujo, autor sería el término más adecuado.

¿Qué es el cómic?

El cómic es un medio expresivo en sí mismo, no es una mezcla de cosas, aunque como cualquier otro medio bebe de muchas fuentes. Hay temas que sólo pueden abordarse con el cómic y eso lo convierte en un medio dotado de un montón de posibilidades. Un ejemplo claro lo tenemos con "Maus", que fue Premio Pulitzer en 1992. La técnica narrativa de este cómic consigue meter en tu cabeza que unos ratoncitos y un gato son judíos y nazis e inspirarte unos sentimientos muy crueles. Eso sólo puede lograrse a través del cómic. En cine sería otra cosa y en animación tampoco funcionaría. "Arrugas", mi último trabajo, en película quizá resultase demasiado dura. Sin embargo, el cómic consigue que los ancianos resulten entrañables y te permite crear imágenes abstractas, fundidos en blanco o jugar con el tiempo de un modo

imposible para otros medios.

¿Cuándo se despertó en ti la pasión por el cómic?

Mira, yo he tenido la suerte de haber convertido en realidad mi sueño. De siempre me gustó dibujar y contar mis relatos. De pequeño ilustraba mis tebeítos, mis historias, y aunque he tenido momentos de desconexión, creo que es mi forma natural de narrar porque en el fondo quizá soy más guionista que dibujante.

¿Cómo te introdujiste en este mundo?

De pequeño leía a Astérix, Tintín y Blueberry. Después pasé a Carlos Giménez, a Corben, a "1984" y a muchos más. Fue difícil al principio porque no tuve mucha etapa de fanzine. Estudié Bellas Artes y comencé a trabajar en publicidad. Mucho más tarde volví al cómic.

Diste tus primeros pasos en "Kiss Cómix", ¿no?

Sí. Tenía un amigo, Rafa Fonteriz, que dibujaba para esta revista, que en aquella época era uno de los pocos caminos para acceder a este mundo.

Con sólo veinte años, tomaste una decisión arriesgada como era la de dedicarte al cómic.

Sí porque al principio, el dibujo es una afición pero luego, si te gusta, se convierte en un trabajo. Y ése es el salto que has de dar. En cuanto te dedicas a esto ya no eres un aficionado, eres uno más que tiene competir con los otros artistas. Y en cierta forma te deprimes al ver lo buenos que son los demás y lo que son capaces de hacer.

Y ¿cómo veían en tu casa tu vocación?

Mis padres se oponían a que dibujara, claro. De hecho, ahora que ya son mayores, siguen sin saber muy bien cómo se gana la vida su hijo. Mi padre era electricista y quería que yo continuase la tradición familiar. "Electricista es lo que tienes que ser, ¿dibujar, pero dónde vas tú a dibujar?", me decía.

¿Siempre has trabajado en solitario?

No, hubo un tiempo que trabajé con Juan Manuel Aguilera, un escritor de novela histórica que es muy bueno y sabe cómo contar una historia. Ilustrando sus guiones te enriqueces enormemente, aprendes muchas cosas, a estructurar una historia por ejemplo.

Dibujo o guión, ¿qué es más importante?

Lo importante es el guión, que te atrape la historia. Luego el dibujo y el ritmo que tú le imprimas a la narración te sirven de mucho, pero lo importante es el núcleo inicial.

¿Qué herramientas auxiliares utilizas en tu trabajo?

Para algunas cosas muy realistas, sobre todo portadas o para alguna pose complicada, utilizo la máquina de fotografiar, pero en la mayoría de casos no te da tiempo. También trabajo con ordenador, que me ayuda a colorear mis historietas. Es una herramienta muy útil porque permite hacer ampliaciones y travellings. Primero dibujo a mano, luego escaneo y, por último doy color. Hasta hace poco colorear era algo mecánico, que carecía de creatividad. Fue Corben quien empezó a darle importancia y en Francia, por ejemplo, el colorista ya aparece como una parte relevante del álbum.

Y tú ¿qué prefieres color o blanco y negro?

Depende. Creo que hay historias a las que el color no les afecta para nada. "Arrugas", por ejemplo, hubiese funcionado igual con color o sin él. Lo que ocurre es que el color la vuelve más comercial. Primero pensé en hacerla en blanco y negro, incluso con más páginas, pero el editor francés, Delcourt, que la publicó primero prefirió el color. Sin embargo, "Hijos de la Alhambra" es un relato de aventuras donde el color es muy importante para ambientar las escenas, para cambiar localizaciones.

Pues, a pesar de tu opinión, pienso que en "Arrugas" el color desempeña un papel esencial porque arropa y da vida al argumento.

En "Arrugas" lo difícil era hacer una historia sobre el aburrimiento. Con el color intenté imprimirle un poco de dinamismo a la narración. El escenario siempre era el mismo y únicamente podía jugar con los cambios horarios y el color me sirvió para crear sensaciones de día,

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