Cuento LA VIZCONDESA DESPRECIADA
majandragMonografía15 de Noviembre de 2015
89.779 Palabras (360 Páginas)494 Visitas
[pic 1]
LA VIZCONDESA DESPRECIADA
The Spurned Viscountess (2010)
Shelley Munro
ARGUMENTO:
Ella debe casarse con él…
Maldecida con la videncia y siendo presa de los continuos rumores sobre brujería que circulan sobre ella, la única oportunidad que tiene Rosalind de conseguir una vida medianamente normal es casándose con Lucien, el Vizconde Hastings. No espera amor, sólo seguridad y tener sus propios hijos. Decidida a llevar a cabo esa boda, no permite que nada de lo que encuentra en el sombrío Castillo St. Clare la disuada.
Él no quiere tener nada que ver con ella…
Habiendo regresado recientemente al Continente, Lucien no tiene tiempo para el ratón inglés con el que su familia ha acordado su matrimonio, y menos aún cuando está en medio de una conspiración creada para vengar la muerte de su amada Francesca. Desde luego, tampoco tiene ninguna intención de acostarse con Rosalind, ni siquiera para engendrar un heredero.
Oscuros secretos les unen…
Aunque es rechazada por su esposo, Rosalind busca su protección cuando es asediada por una serie de misteriosos accidentes y atormentada con terroríficas visiones. Obligado a mantenerse cerca de Rosalind, y tentado con sus apasionados besos, Lucien pronto se percata de que el también está en grave peligro… de enamorarse perdidamente de su esposa.
[pic 2]
SOBRE LA AUTORA:
Shelley Munro vive actualmente en Nueva Zelanda con su marido. Cómo típicos neolandeses, abandonaron su hogar poco después de casarse añorando la gran experiencia en el extranjero. Una larga aventura de un año se alargó en seis años recorriendo el mundo. Recuerdos duraderos que incluyen casi sentarse junto a un gorila en una montaña de Ruanda, deambular por playas de arena blanca en la India, avistar ballenas en Alaska, buscar duendes en Irlanda y tratar con fantasmas en un pub inglés.
Mientras viajar sigue siendo un el gran atractivo, estos días es más probable encontrar a Shelley frente a su ordenador siguiendo otro amor: escribir historias de romance y aventuras. Otros intereses incluyen ver la liga de rugby (estrictamente para fines de investigación) y acurrucarse en sofá con un buen libro.
CRÉDITOS
ÍNDICE | TRADUCIDO POR: | CORREGIDO POR: |
Capítulo 1 | Jessica | Eilyn |
Capítulo 2 | Kika | Ela |
Capítulo 3 | Carmen | Lunagris |
Capítulo 4 | aLiicee | Lara |
Capítulo 5 | Esperanza | Ela |
Capítulo 6 | Merce | Cristina |
Capítulo 7 | Esperanza | Ela |
Capítulo 8 | Roxana | Vanesa |
Capítulo 9 | Adriana C | Cristina |
Capítulo 10 | La Cuis | Rosaleda |
Capítulo 11 | Anne | Silvia |
Capítulo 12 | Daisy | Mª José |
Capítulo 13 | Carmen | Lara |
Capítulo 14 | Jessica | Cristina |
Capítulo 15 | Erika | Lunagris |
Capítulo 16 | aLiicee | Vanesa |
Capítulo 17 | Roxana | Ela |
Capítulo 18 | Kika | Lara |
Capítulo 19 | Adriana C | Tea |
Capítulo 20 | Merce | Lunagris |
Coordinación: Son&aM • Corrección General: Silvia • Lectura Final: Sonia
Edición: Mara Adilén
CAPÍTULO 01
Este de Sussex, Inglaterra, 1720
—Hastings, el carruaje se acerca. Tu prometida ha llegado.
Lucien se levantó de la silla, sacudió el encaje de los puños de su camisa y miró al anciano que se alejaba de la ventana, el hombre que lo reclamaba como su hijo.
—Mi nombre es Lucien.
El conde se agitó como un gallo pendenciero y luchador.
—¡Maldito granuja sin sentido! George es tu nombre cristiano. Si es lo suficientemente bueno para el rey, también lo es para ti.
Lucien caminó hacia los estantes de los libros antiguos y se detuvo frente a una figura de color ámbar de Oriente. Por lo que había escuchado desde su llegada a Inglaterra, la gente desaprobaba al rey, que venía de Hanover.
El hombre ni siquiera hablaba inglés. Lucien miró al conde directamente a los ojos.
—Mi nombre es Lucien —repitió, en tono implacable y decidido—. Lucien. No George o Hastings.
—Maldita sea muchacho, ¿por qué insistes en contradecirme? —La voz del conde de St. Clare denotaba un rastro de súplica—. ¿No puedes ver el parecido en los retratos de familia?
Lucien hizo una mueca. Si estudiara los retratos con un ojo cerrado y el otro bizco sin duda hallaría similitudes. Volvió a colocar la estatuilla y se paseó por la alfombra persa azul para mirar por una ventana que daba al patio.
La familia y los fieles sirvientes respaldaban la afirmación del conde de St. Clare, pero el papel no le sentaba bien a Lucien. Vivir en el montón de rocas llamado Castillo de St. Clare lo ponía nervioso y aprensivo.
Todos estaban equivocados.
Él no era el hijo del conde.
La idea era ridícula. Él, el heredero perdido tiempo atrás, el vizconde Hastings. No recordaba ninguna de las historias que le habían contado de su infancia mientras crecía en el castillo.
La puerta del despacho se abrió. Lucien se dio la vuelta con una postura defensiva, solo relajándose cuando el honorable Charles Soulden entró en la habitación.
—Hastings… —vaciló cuando interceptó la mirada de Lucien—. Quiero decir… ¡Lucien! Tu prometida está llegando.
—Eso me han dicho. —Lucien caminó lentamente hacia Charles, su primo recién descubierto—. Por supuesto, saludaremos a la mujer lo suficientemente valiente como para casarse con un hombre sin memoria.
El carruaje se tambaleó y rebotó sobre la carretera llena de baches. Con cada bache, el maldito conductor se sonrojaba más. Rosalind se apoderó de un asa, el excesivo traqueteo no hacía sino empeorar sus agitados nervios. Al final de este viaje, se reuniría con su prometido por primera vez. Las preguntas golpeaban su cabeza. ¿Le gustaría? ¿La aceptaría, a pesar de sus defectos?
Su amiga de la infancia y criada, Mary, apretó su nariz contra la ventanilla del carruaje.
—¡Oh, señorita! Creo que estamos llegando.
Rosalind se tensó. Forzó una sonrisa y reprimió un grito de alarma cuando el carruaje se sacudió. Se agarró del asiento para evitar caer al suelo, se enderezó y se deslizó por el asiento hasta Mary.
—¿Puedes ver el castillo de St. Clare?
Se asomó por la ventana cubierta de polvo, tratando de ver su futuro hogar.
Una gárgola apareció gruñendo a centímetros de sus rostros. El aliento de Rosalind se escapó con un suspiro.
A su lado, Mary gritó y se apartó de la ventana.
—Señorita Rosalind, ¿no cree que debería dar la vuelta y volver a Stow-on-the-Wold? —Tomó el antebrazo de Rosalind, alzando la voz con un chillido.
El temor de Mary, sus pensamientos frenéticos acerca de monstruos, bombardearon a Rosalind, que se encogió de hombros ante el agarre de su doncella para romper la conexión emocional.
—El conde nos espera, Mary. No podemos volver.
Aceleraron al cruzar la puerta de la entrada, el carruaje se sacudía con cada bache. A medida que resonaba a través de la puerta de piedra, Rosalind vislumbró dos gárgolas idénticas. Acechaban desde lo alto del muro de piedra y parecían estar vivas, como si pudieran dar un paso fuera de la prisión de granito por puro capricho.
...