DIAGO MUÑOZ

Querían un negocio propio para cubrir esos huecos cada vez más grandes de la economía familiar. Hubo quien solo tenía la intención de hacer un buen postre para el almuerzo. Con los años, el congelador casero quedó chico y con tanta demanda ya no se podía continuar con una producción artesanal. Hoy buscan competir con las marcas más reconocidas del mercado limeño.

Querían un negocio propio para cubrir esos huecos cada vez más grandes de la economía familiar. Hubo quien solo tenía la intención de hacer un buen postre para el almuerzo. Con los años, el congelador casero quedó chico y con tanta demanda ya no se podía continuar con una producción artesanal. Hoy buscan competir con las marcas más reconocidas del mercado limeño.

Por Jorge Loayza

Fotos: Melissa Merino y Claudia Alva

En la fábrica del señor Fredy Sacha Bastidas los helados salen como pan caliente. Es que el negocio, a pesar de la temperatura del lugar donde trabaja, no está para nada frío. Al contrario, en solo dos años y medio de trabajo, la marca de este ayacuchano, Yamboly, se pasea por las calles y supermercados. No teme derretirse ante cualquier gigante, así tenga nombre italiano. Además, el principal socio de este provinciano emprendedor está en el cielo y siempre lo acompaña: el Sol.

En Huanta, su tierra natal, un amigo le enseñó a procesar lúcuma y venderla como harina a las heladerías de mediana producción de la capital –como lo era entonces, hablamos de los ochentas, Lamborgini–. Así fue como don Fredy empezó a conocer este mercado, pero no se animaba a vender ni siquiera un chupete. La idea surgió cuando un funcionario de la firma Helados El Tigre, le dio una camioneta en parte de pago y le propuso, en lugar de regresar a su pueblo con la tolva vacía, llevarse una buena cantidad de helados.

El sol huantino fue su mejor aliado y al poco tiempo tuvo dos distribuidoras. En 1992 era el número uno de la provincia y en cada viaje llevaba 1,500 cubetas de helados. El negocio le interesó tanto que decidió venir a Lima para distribuir helados, por supuesto, pero de otras marcas. No estuvo solo en esta guerra fría, al poco tiempo trajo a sus hermanos para que también entren en el negocio y se repartieron la capital.

La oportunidad le llegó hace dos años y medio cuando se enteró que la empresa Chamtybon había quebrado y un banco la estaba rematando. Junto a su hermano Wílmer y su cuñada decidieron adquirirla, el dinero no alcanzaba y tuvieron que pedir préstamos a familiares y amigos. La empresa se llamaría Helatony´s y la marca Yamboly. "Mi madre se llamaba Antonieta, pero le decían la Tony, en honor a ella la empresa tiene esa razón social", cuenta don Fredy en el frío corazón de la fábrica y rodeado de sus trabajadores, huantinos en su mayoría.

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