Degradación y destrucción de ecosistemas
ingmemosTutorial2 de Noviembre de 2012
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DEGRADACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE ECOSISTEMAS
HAY diferentes grados de alteración de las comunidades naturales que constituyen un ecosistema, que van desde la simple explotación de algunos de sus recursos vegetales y animales que conduce a cambios en las densidades demográficas de las especies explotadas, hasta la radical destrucción de las comunidades y del suelo en que éstas se desarrollan, como ocurre en los casos más extremos de erosión.
La pirámide trófica que caracteriza a un ecosistema puede ser muy fácilmente alterada o modificada sin que a primera vista se aprecie un daño sobre la comunidad viviente, pero a la larga los efectos pueden aparecer y modificar la estructura de las comunidades. Un ejemplo muy citado de lo anterior es el caso del bosque de encinos, en el que existe una población de ardillas que utiliza una parte de las bellotas (semillas producidas por los encinos) en su alimentación, y existe también una población de halcones que utiliza a las ardillas como fuente principal de alimento. Supongamos que la cacería de los halcones, cuya posición en la pirámide trófica determina que su número sea relativamente pequeño, causa una fuerte disminución de su número en el bosque. Esto tendrá como consecuencia que las ardillas incrementen su número al disminuir su mortalidad y esto a su vez causará un incremento en la mortalidad de semillas de los encinos y por lo tanto una reducción en su capacidad de regeneración. A la larga, los encinos podrían verse gradualmente sustituidos por otras especies de árboles cuyas semillas no son apetecidas por las ardillas o que las produzcan en mayor número que los encinos originales. De esta manera la modificación gradual de una comunidad se dio por el simple hecho de alterarse la composición de su pirámide trófica (Figura 6).
Figura 6. Estructura de una pirámide trófica en un ecosistema terrestre árido. (a) Plantas fotosintéticas, (b) herbívoros, (c) omnívoros y carnívoros, (d) carroñeros.
Esto mismo puede ocurrir dentro de cualquier otro ambiente natural, y de hecho está ocurriendo continuamente sin que las personas interesadas en la ecología tengan suficientes elementos para interpretar estos cambios por falta de estudios prolundos. De hecho ya son pocos los lugares en los que no se presente la influencia de algún agente ambiental inducido por el hombre que esté causando una gradual modificación y empobrecimiento de las comunidades naturales.
Analizaremos a continuación algunos de estos agentes de cambio.
FUEGO
Para que en una comunidad natural exista la posibilidad de que se presenten fuegos recurrentes (es decir, que ocurren con cierta regularidad cada cierto tiempo) deben reunirse los siguientes requisitos: 1) que exista una clara alternancia entre la estación húmeda y la seca, ya que en lugares permanentemente húmedos el fuego no se propaga; 2) que durante la estación de crecimiento vegetal se genere suficiente material orgánico combustible; 3) que la cubierta vegetal tenga la continuidad necesaria para que el fuego se propague horizontalmente. Muchas comunidades naturales, ya sean bosques, matorrales o praderas presentan estas características y son por lo tanto susceptibles de incendiarse. Además de las anteriores condiciones, es necesario que exista un agente que provoque la ignición que da origen al fuego.
Antes de la aparición del hombre ocurrían fuegos naturales inducidos por el efecto de tormentas eléctricas en ausencia de precipitación pluvial, o por otros agentes mucho más improbables como las erupciones volcánicas. Después de la colonización humana, casi en cualquier lugar del planeta, el fuego se convierte en un disturbio recurrente que ha modificado el paisaje de extensas regiones.
Los agricultores y pastores han utilizado al fuego con varios propósitos, como la limpieza de los terrenos recién desmontados para la agricultura, la eliminación de residuos agrícolas, la eliminación de la vegetación con fines de destrucción de malezas, plagas y animales peligrosos y la quema de los pastizales para favorecer el desarrollo de renuevos verdes para el ganado y para la cacería, ya que el fuego puede facilitar el acorralamiento de animales en zonas restringidas o la salida de algunos de ellos de sus guaridas. El fuego es por lo tanto un instrumento importante de la colonización y expansión del hombre sobre la Tierra, pero esto ha tenido consecuencias en la generación de paisajes que difieren de lo que originalmente existía. Una prueba de lo anterior es el hecho de que ciertas praderas comienzan a cubrirse de árboles tan pronto como los fuegos periódicos son interrumpidos.
Muchas plantas y animales están adaptados a sobrevivir o tolerar en cierta medida los fuegos recurrentes. En el caso de las plantas, éstas tienen órganos de perennación subterráneos que sobreviven al incendio o cortezas gruesas y de dificil combustión y yemas de crecimiento cubiertas por envolturas de hojas verdes protectoras. Los animales tienen un ciclo de vida adaptado a los ciclos del fuego o pueden huir o resguardarse de los incendios en guaridas subterráneas. Estas plantas y animales son los que predominan en los lugares que se queman con regularidad, pero no sabemos a ciencia cierta los efectos que el fuego ha causado en la determinación de la fisonomía actual de muchas comunidades supuestamente naturales y en su composición de especies.
En México hay fuegos recurrentes frecuentes en grandes extensiones del país, que son fáciles de apreciar principalmente en la temporada seca. Algunos datos muestran la importancia de este factor en el deterioro del ambiente.
Los bosques de coníferas y pino-encino son actualmente los más extensos de la República, y cubren el 15% aproximadamente de la superficie del territorio. La mayoría de estos bosques sufren fuegos frecuentes que son de tres tipos: rasantes, en los que se quema principalmente la hojarasca; de copas, en los que los árboles se incendian también, y totales, en los que también desaparece del suelo parte de la materia orgánica en descomposición. Los más frecuentes son del primer tipo, y los técnicos forestales no les confieren mucha importancia pues incluso se piensa que tienen efectos benéficos para la conservación del bosque, como la eliminación de árboles competidores de los pinos y el favorecimiento de la vegetación herbácea que sirve de alimento a la fauna silvestre herbívora. Sin embargo, las cosas no son tan simples, ya que grandes extensiones de bosques han sufrido daños por las prácticas de extracción de ocote y resina que hacen más susceptibles a los árboles de quemarse. Los fuegos también se han asociado con el empobrecimiento del número de especies vegetales que forman los bosques, y en algunos casos con la diseminación de plagas. Aunque la mayor parte de los incendios de bosques de pinos en México son rasantes, sus consecuencias pueden ser muy importantes sobre la composición del bosque. Un estudio realizado en Michoacán (Pérez-Chávez, 1981) muestra que en condiciones de bosque deteriorado por el pastoreo, el ocoteo y el resinado, los incendios son responsables de la diseminación más eficiente de parásitos descortezadores del grupo de los escolítidos. El daño que éstos ocasionan a las diferentes especies de pinos es variable, siendo más susceptible Pinus leiphylla y menos su ceptible Pinus michoacana y las demás especies que ocupan posiciones intermedias. Así, el fuego puede llegar a determinar a la larga la composición del bosque y la desaparición de algunas especies.
Según cálculos de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, existen estados de la República donde hasta el 40% de la superficie arbolada puede verse afectada por incendios rasantes en un año seco. Algunos de estos incendios se propagan a las copas y al suelo dando lugar a la total destrucción de la comunidad, dependiendo de la cantidad de materia orgánica combustible acumulada y del grado de deshidratación de ésta. Algunos fuegos rasantes, al reducir la cantidad de material combustible, pueden evitar que más adelante se pueda producir un incendio de copas o total, de manera que los fuegos rasantes son frecuentemente utilizados como una práctica de manejo de los bosques de pinos por los técnicos forestales de los Estados Unidos y otros países.
Los bosques de coníferas han desaparecido en una superficie equivalente al 50% de su probable área original. Puede decirse que actualmente casi toda la extensión de bosques de coníferas del país tiene una fisonomía profundamente afectada por el fuego y en muchos casos el pastoreo y la explotación de madera, leña y carbón. De esta manera, podemos considerar que al contemplar uno de estos bosques no estamos en absoluto ante una comunidad prístina, por más hermosa que ésta parezca, sino ante un conjunto profundamente marcado por la acción humana.
Los fuegos también afectan comunidades en las que, en condiciones naturales, éstos serían muy improbables; por ejemplo, algunas selvas se ven afectadas por los fuegos que escapan del control de los agricultores que practican quemas con fines de desmonte, de manera que el fuego también ha contribuido en forma directa a la radical disminución que los bosques y selvas húmedas han sufrido en el país. Su efecto en los desiertos no es tan grave, ya que la falta de continuidad de la cubierta vegetal y la presencia de plantas suculentas en estas zonas impide su propagación horizontal.
Actualmente muchos de los fuegos más destructivos son el resultado de descuido o de actos de vandalismo de residentes citadinos que ocasionalmente viajan al campo. Como ejemplo de esto pueden mencionarse datos sobre las causas de los incendios reportados
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