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Enviado por   •  25 de Mayo de 2015  •  4.160 Palabras (17 Páginas)  •  134 Visitas

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“El joven y los valores en el siglo XXI”. Agradezco el honor que me conceden de expresar mi pensar y mi sentir. Mi nombre es Olga Osorto.

Quiero iniciar mi participación planteando una pregunta: ¿Cuál es la postura de los jóvenes cuando se les habla o se les exige actuar conforme a los valores? ¿Cómo nuestra sociedad puede reclamarnos los valores cuando nosotros mismos son producto de ella? Soy joven y me preocupo por responder estas preguntas, pero no he venido hoy para condenar a nadie, yo he venido para ser la portavoz de los jóvenes.

En honor a la verdad digo que no me gusta la suspicacia, por eso, hablo de frente: es cierto que, a diario nos equivocamos, es posible que en algún punto de nuestra vida no hayamos sido honestos y también es posible que no hayamos sido tolerantes con nuestro semejante. Si me preocupo es porque no quiero un mundo sórdido, sino impoluto. Algunos seguramente se preguntan en este instante: ¿Y qué hago yo si este es el mundo en el que me tocó vivir? Yo les digo: podemos hacer más que conformarnos, podemos transformarnos.

El mundo es así: hoy se nos exige respeto, tolerancia y honestidad, pero, mañana seremos nosotros los que exigiremos. Ésta es la buena noticia: los valores trascienden a las generaciones. Rompamos el círculo vicioso de exigir a otros lo que no hemos practicado. El papa Francisco dijo en la Jornada Mundial de la Juventud: “No se dejen robar la esperanza”. Yo creo mientras haya jóvenes, habrá esperanza porque si no…¿Quién hará los cambios?

Hoy somos el producto de una sociedad con la cual no estamos conformes; mañana seremos el producto del cambio que hagamos hoy. Nuestra postura debe ser firme: ¡Amemos a los valores! ¡Amemos a nuestra sociedad como el padre ama a su hijo que se ha desviado del camino! No nos sentemos a esperar ¡Levantémonos ya! Es el momento de poner de moda la honestidad, es el momento de bajar nuestra guardia para tolerar la opinión del otro.

¡Créanme! Mientras les hablo, estoy viendo otro mundo: un mundo de lo posible, un mundo donde el milagro es joven.

Que tengan todos, muy buenos días.

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Mi nombre es Tania Márquez y, hoy, tendré el honor de presentarles mi tema: “El joven y la tecnología”.

Comienzo mi participación citando a uno de los genios más sencillos que la humanidad ha producido: Albert Einstein. Entre tantas frases, me quedo con una: “La ciencia no es más que un refinamiento del pensamiento cotidiano”. Así entiendo yo a la tecnología: como una oportunidad de extender lo que ya tenemos: nuestra familia, nuestras amistades y la posibilidad de conocer a otros que están más allá de nuestras fronteras.

Yo veo siempre el polo positivo de las cosas, yo creo que la vida es tan efímera que perdemos más tiempo en criticar que en aprender. El mismo Einstein expresó: “Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. Creo que aquí las cosas están claras: el prejuicio es nuestro problema, pero ¿Qué tanto poder tiene un prejuicio? Bueno: observemos, no digo la realidad, sino las realidades. De un lado, la ineluctable tecnología que nos obliga cada vez más a interactuar con ella; por otro, aquellos que piensan que una computadora nos roba la vida.

Pregunto, auditorio que escucha mis palabras: ¿Interactuar o robar? Yo voto por interactuar. Porque no puede robarnos la vida algo que nosotros mismos, como especie humana, hemos creado. Las computadoras y los teléfonos celulares están al servicio de los seres humanos. ¿Acaso tiene algo de malo conversar? La respuesta es no. Todas las generaciones lo han hecho, pero tenemos que redefinir el concepto de conversación.

Éste es el estilo de los jóvenes: somos amigables con la tecnología. Que no nos subestimen: somos capaces de cumplir con nuestras obligaciones. Sabemos que tenemos familia y conocemos cuál es nuestro lugar. No renunciaremos a los nuestros por un aparato tecnológico, pero que nadie nos juzgue por lo que este mundo nos dio.

¿Hay que ser maduros para saber cómo usar adecuadamente la tecnología? Cierto es, pero dennos tiempo: somos jóvenes y mientras luchamos con los conflictos propios de ser joven, también aprendemos a ser adultos.

Poco a poco, el prejuicio de una tecnología satanizada irá desapareciendo. Definitivamente, Einstein tenía razón. Algún día aceptaremos que el pensamiento cotidiano también puede estar en Facebook o en twitter. Algún día desintegraremos, por completo, el átomo del prejuicio.

Buenos días a todos.

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“Solo hay dos palancas que mueven a los hombres: el miedo y el interés” Ésta es una frase del general Napoleón Bonaparte. Soy Edwin Singwaller y creo en la juventud de hoy. Mi tema es: el joven como protagonista en el siglo actual.

Dicen que el mundo está “de cabeza”, dicen que los jóvenes de este tiempo son amantes de la parsimonia, algunos más atrevidos dicen que tienen miedo de entregarnos el mundo. Yo les digo: el mundo nos pertenece. Otros ya tuvieron su oportunidad; ahora, nos corresponde a nosotros ser protagonistas.

Siento pena de ver cómo algunos jóvenes desperdician su vida en el andén del camino. Es cierto que no tenemos experiencia de vida, es cierto que nuestra sabiduría no llega a tanto como para saber qué puede ocurrirnos. Yo no quiero que caminemos por el andén, yo quiero que, con lozanía, caminemos por en medio del camino. ¿Tenemos miedo? Sí. Pero éste solo una parte del valor. Este siglo XXI es un siglo dinámico y porque es dinámico pertenece a los jóvenes protagonistas.

No nos convertiremos en líderes si no vivimos nuestra propia vida. Por eso, Bonaparte dijo: “La batalla más difícil la tengo conmigo mismo todos los días”. Jóvenes: hoy les hablo para que venzamos el miedo. Demostremos que somos capaces y dignos de recibir el mundo. La parsimonia solo vencerá a los que esperen ser ayudados, ¡la parsimonia no podrá vencer a los que somos como las águilas que tenemos al acantilado como horizonte!

Hay que volver a la vida. Hay que vivir los años que tenemos por delante. No dejemos a ningún joven atrás, no permitamos que una vida, que recién germina, se marchita antes de tiempo. Saquemos a aquellos que no creen en ellos mismos de su letargo. Hagamos honor a nuestra generación.

Más allá de las clases sociales, más allá de las frustraciones y de la falta de oportunidades, está un joven cuyo corazón arde por cambiar su presente y perfilar su destino. Por eso, bienvenidos sean los líderes que sean capaces

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