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Discurso


Enviado por   •  24 de Diciembre de 2013  •  Tesis  •  1.101 Palabras (5 Páginas)  •  232 Visitas

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Hace poco más de un año, esperaba con ansias conocer la resolución del Comité de Mando. Con casi catorce años embarcado en unidades de la Escuadra y habiendo sido dotación de casi todas sus unidades, sin duda la postulación y las esperanzas estaban puestas en Comandar una Fragata. Conocía todos sus sistemas, sus dotaciones, sus rutinas de navegación, forma de operar, defectos y virtudes. Además satisfacía plenamente mi vida familiar, especialmente porque nunca había sido transbordado fuera de Valparaíso donde todo mi grupo familiar se sentía muy cómodo. Además había elementos determinantes que imposibilitaban en mi mente considerar la alternativa de una Lancha Misilera. No las conocía, nunca había pisado las cubiertas de una de ellas y tampoco conocía el área de operaciones. Peor aún, las Lanchas Misileras en mi mente eran buques piratas, maleteros en sus ataques y que seguramente hacían todo a lo compadre, situación que difería significativamente de una escuela apegada a los procedimientos, la disciplina y el profesionalismo.

No puedo describir la sorpresa que significó ver la O.T. de los Mandos y comprobar, casi con espanto, que mi destino para el año 2002 era una Misilera en Punta Arenas.

Plantearlo a mi familia sería un drama, mis hijos manifestarían en forma inmediata que lo cambiara, mi señora perdería un trabajo en el cual había llegado a altos puestos durante esforzados 20 años, perderíamos un sueldo 3 o 4 veces superior al de un C.F. y al renunciar, perderíamos también su desahucio que equivalía en monto a la tan ansiada casa propia.

El mundo en mi mente se complicó. En un lado de la balanza estaba el bienestar familiar y en el otro el hobbie del papá de ser marino.

Primera sorpresa: Que equivocado estaba de su reacción. Me apoyaron desde el primer momento pese a todas las implicancias.

Así comenzó la aventura de transformarme en misilero.

Segunda sorpresa: Llegar transbordado y conocer una Lancha Misilera. Me habían contado que estaban muy buenas, que eran una joyita. Debo reconocer que ninguna de las descripciones que me habían hecho podría haberme llevado a pensar que un buque con 30 años de servicio fuese un buque casi nuevo. Ver su equipamiento, C.I.C., Máquinas, fue una sorpresa impactante. No sólo un buque sin Kaput o Defop, sino que con todos sus sistemas operativos, donde todo funciona. Sin duda que ya comenzaba a sentirme afortunado.

Tercera sorpresa: Navegar en una misilera, sentir la potencia de sus máquinas, alcanzar en menos de un minuto velocidades superiores a los 30 nudos, sentir la rapidez de fuego y precisión de los cañones, los tiempos casi instantáneos de designación y trinca de su radar de control de fuego, las distancias de detección y traqueo. Ahora además de afortunado comencé a sentirme poderoso.

Cuarta sorpresa: Conocer a los piratas. En el buque se cumplían todos los procedimientos que conocía, se exigían las POEs y los CPOs, cada miembro de la dotación no sólo conocía su puesto y obligaciones, sino que dominaban varios de ellos y tenían un conocimiento mucho mas profundo del buque del que hubiese visto nunca en otra unidad. Además, reinaba en el buque un espíritu misilero que impregna a toda la dotación. Todo se hace con prontitud, con agrado, con cariño. Al ver todo esto, además de afortunado y poderoso nació un sentimiento de profundo orgullo

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