ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El Hombre Que Plantaba Arboles


Enviado por   •  13 de Febrero de 2015  •  4.311 Palabras (18 Páginas)  •  343 Visitas

Página 1 de 18

La novela de Jean Giono que fue escrita alrededor de 1953, es poco conocida en Francia. El texto

se pudo recuperar gracias a que contrariamente a lo que sucede en Francia, la historia ha sido

ampliamente difundida en el mundo entero y ha sido traducida a trece idiomas. Lo que ha

contribuido también a que se hallan hecho numerosas preguntas alrededor de la personalidad de

Eleazar Bouffier y sobre de los bosques de Vergins. Si bien es cierto que el hombre que plantó los

encinos es un simple producto de la imaginación del autor; es importante aclarar que

efectivamente en ésta región se ha realizado un enorme esfuerzo de reforestación, sobretodo a

partir de 1880. Cien mil hectáreas han sido reforestadas antes de la Primera Guerra Mundial,

utilizando predominantemente pino negro de Austria y malezas de Europa. Estos bosques son

actualmente bellísimos y han efectivamente transformado el paisaje y el régimen de las aguas de

esta región.

He aquí el texto de la carta que Giono escribió al director del Departamento de Aguas y Bosques,

el señor Valderyon, en 1957 haciendo referencia a esta novela.

Querido Señor,

Siento mucho decepcionarlo, pero Eleazar Bouffier es un personaje inventado. El objetivo de esta historia

es el de hacer amar a los árboles, o con mayor precisión: hacer amar plantar árboles (lo que después de

todo, es una de mis ideas más preciadas). O, si se considera por el resultado; el objetivo es obtener el

mismo resultado de nuestro personaje imaginario. El texto que usted ha leído en "Trees and life" ha sido

traducido al Danés, Finés, Sueco, Noruego, Inglés, Alemán, Ruso, Checoslovaco, Húngaro, Español,

Italiano, Yddish y Polaco. Cedo mis derechos gratuitamente a todas las reproducciones. Un americano me

ha buscado recientemente para solicitarme la autorización para hacer un tiraje de 100 000 ejemplares del

texto que van a ser repartidas gratuitamente en América (algo que tengo bien entendido y aceptado). La

Universidad de Zagreb ha hecho una traducción al Yugoslavo. Este es uno de los textos que he escrito de

los que me siento más orgulloso, porque cumple con la función para la que fue escrito. Dicho sea de paso,

esta historia no me aporta ningún céntimo.

Si a usted le es posible, me encantaría que pudiéramos reunirnos para hablar precisamente de la

utilización práctica de este texto. Yo considero que es ya el tiempo de que hagamos una política favorable

al árbol, a pesar de que la palabra política parezca bastante mal adaptada.

Muy cordialmente

Jean Giono

2

El Hombre que plantaba árboles

Para que el carácter de un ser humano excepcional muestre sus verdaderas cualidades,

es necesario contar con la buena fortuna de poder observar sus acciones a lo largo de los

años. Si sus acciones están desprovistas de todo egoísmo, si la idea que las dirige es una

de generosidad sin ejemplo, si sus acciones son aquellas que ciertamente no buscan en

absoluto ninguna recompensa más que aquella de dejar sus marcas visibles; sin riesgo de

cometer ningún error, estamos entonces frente a un personaje inolvidable.

Hace aproximadamente cuarenta años, yo hacía una larga travesía a pie, en las regiones

altas, absolutamente desconocidas para los turistas, en la vieja región de los Alpes que

penetra hasta La Provenza.

Esta región está delimitada al sureste por el curso medio del Durance, entre Sisteron y

Marabeau; al norte por el curso superior del Drome, después de su nacimiento, justo al

oeste, por las planicies de Comtant Venaissin y al pie de monte de Mont-Ventoux.

Comprende toda la parte norte del Departamento de Bases - Alpes, el sur del Drome y un

pequeño enclave de Vaucluse.

En el momento en el que emprendí este largo viaje, entre los 1200 y 1300 metros de

altitud, el paisaje estaba dominado por desiertos, eran tierras tomadas por la monotonía.

Lo único que podía crecer ahí eran lavandas silvestres.

Yo pasaba por esta región en su parte más ancha cuando después de tres días de camino

me encontré en medio de una desolación sin igual. Acampaba al lado del esqueleto de un

pueblo abandonado. Ya no tenía agua. La que me quedaba del día anterior la había

utilizado durante la vigilia y necesitaba encontrar más. No pude encontrarla. Las casas, de

lo que alguna vez había sido un poblado, estaban aglomeradas al rededor de unas ruinas

apiladas, lo que me hizo pensar que en algún tiempo ahí debió haber habido una fuente o

un pozo. El arreglo de las cinco o seis casitas de piedra con techos volados y lavados por

el viento, y la pequeña capilla daban la apariencia de un pueblo habitado. Sin embargo,

cualquier resquicio de vida había desaparecido.

Era un hermoso día de junio, pleno de sol, pero en estas tierras sin abrigo, y a estas

alturas

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (27.5 Kb)  
Leer 17 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com