ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El Matrimonio, La Fiesta Nupcial, La Pareja Medieval, Tabúes Y Prejuicios


Enviado por   •  3 de Diciembre de 2012  •  1.530 Palabras (7 Páginas)  •  869 Visitas

Página 1 de 7

Desde el momento en que solo quedaba el matrimonio como esfera licita y legitima de la sexualidad, el acto procreador debía realizarse como deber natural, querido por Dios para la conservación de la humanidad. La simple satisfacción de los instintos o el placer erótico eran una desviación y una frustración de la institución matrimonial, como tales se consideraban pecados, tanto mas graves cuando, para conseguir un placer mayor, o para dar mayor incentivo al acto sexual, se recurría a trazas y a medios auxiliares, o se variaba caprichosamente la mecánica erótica. En el periodo carolingio se fue formando la doctrina del matrimonio canónico que fijo sus características religiosas, sociales y jurídicas. El matrimonio es el sacramentó por excelencia de los laicos: la condición de laicos se identifica con aquellos que en la ciudad de Dios que se quieren fundar en la tierra, se encargan de la reproducción sin otra función específica. La abstención de relaciones en los primeros días del matrimonio, además de tener razones y motivos también de orden social. Es sabido que, para el contrato matrimonial, el consentimiento de la mujer era un hecho irrelevante y con los usos que poco a poco fueron creándose, los protagonista de los acuerdos eran el futuro esposo y los familiares de la esposa, la cual frecuentemente llegaba al matrimonio sin haber visto aun al hombre con el que tendría que hacer vida en común. No pocas veces la primera noche era un encuentro íntimo entre desconocidos. Aplazándola dos o tres días, se creaba mientras tanto el conocimiento y la familiaridad indispensable para un resultado nupcial de reciproca satisfacción. También en áreas culturales alejadísimas de la Europa se aconsejaba el aplazamiento de la consumación del matrimonio con el fin de crear esa atmósfera propicia. Para la elección del día de la boda, el clero sabía que los fieles tenían sus prejuicios y se guardarían mucho de celebrarla en los días que consideraban infaustos o de mal agüero. La bendición de los esposos y del tálamo nupcial la noche de la consumación: el sacerdote, acompañado por los acólitos, se dirigía a la casa de la nueva familia y allí, después de haber recitado algunas formulas de bendición y de conjuro contra los espíritus malignos, rociaba con agua bendita a los esposos y el lecho. Lo que mas se temía eran los hechizos y el mal de ojo que cualquier malintencionado podía haber hecho para malograr o turbar de cualquier modo aquella unión. En los casos en que no se lograba la consumación, mas que a impotencia o frigidez se achacaba a cualquier oscuro encantamiento perpetrado por un amante o por una concubina abandonada. En las desavenencias entre mujer y marido a este propósito, solo era valido el testimonio del hombre, pues era el cabeza de familia, y la mujer le estaba completamente sometida. Incluso si ella lo había acusado de impotencia, de frigidez o de cualquier otro defecto semejante, pero el hombre lo desmentía, su palabra era ley. Si también la intermediaria aseguraba que el hombre no había podido cumplir su función, era condenada, y se continuaba dando crédito al marido impotente. Las prescripciones más precisas se refieren a los periodos en que los cónyuges debían abstenerse de las relaciones normales. En los más antiguos penitenciales, el periodo post- puerperal de abstención se establecía en 60 días después del parto, tanto si nacía varón como si hembra. Más tarde se fijo en 40 días. Los libros peniténciales nos sitúan frente a una ética matrimonial legalista, cristalizada en una normativa inmóvil, una casuística rígida y casi mecánica, en que las situaciones étnicas particulares, la vida afectiva y sentimental de los cónyuges y el juego infinito de reacciones psicológicas no tienen ninguna incidencia. En que medida la pareja medieval respondía fielmente a las prescripciones canónicas o respetaba las exhortaciones eclesiásticas, es difícil establecerlo: los testimonios y las indicaciones que podemos obtener de todas las fuentes disponibles se prestarían a valoraciones demasiado arbitrarias o por lo menos aleatorias. Mas que la piedad individual o el heroísmo de la virtud, que en muchos casos no faltaban, debían actuar como freno otros factores, como las incomodidades de una vida hecha de fatigas, ciertos prejuicios tradicionales y, no en ultimo lugar, el temor de castigo divinos o de enfermedades y de posibles desgracias. El terror a dar a luz hijos foco mélicos debía de ser un gran freno para la futura madre, obligada luego a confesar si se trataba de amores festivos o de encuentros libres. La densa serie de interdicciones y las numerosas limitaciones permiten ver

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (9.2 Kb)  
Leer 6 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com