El concepto de trabajo productivo
fasefaInforme4 de Agosto de 2013
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El concepto de trabajo productivo
Nota metodológica
Ruy Mauro Marini
Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini.
Indice
Los desdoblamientos de un concepto
Trabajo y clase obrera
Desde el nacimiento de la economía política, el concepto de trabajo productivo se ha constituido en materia polémica. Tras la formulación inicial de la teoría del valor-trabajo, que tuvo sus epígonos en Boisguillebert y Adam Smith y echó por tierra la tesis de los fisiócratas, según la cual sólo la tierra y quienes la trabajan crean valor (lo que haría de la industria y del comercio actividades improductivas), cupo a Marx darle su forma definitiva. Esta ha inducido sin embargo a muchas equivocaciones, que se reducen en última instancia a identificar trabajo productivo y creación material de valor y, por ende, de plusvalía. La clase obrera se ha convertido así en sinónimo de proletariado industrial (lo que, en sentido amplio, no excluye evidentemente los asalariados del campo).
Ello se debe, en parte, a la equiparación a nivel teórico del Capítulo VI inédito de El Capital a El Capital mismo. Trátase, sin duda, de un error, dado que fue Marx y no otro quien descartó su inclusión en la obra, para retomar allí solamente parte de lo que tratara de establecer en dicho capítulo, con lo que éste reviste el status de mero borrador. Débese, además, a una incomprensión de la obra de Marx, resultado de una lectura parcial de la misma, que lleva a ignorar los sucesivos enriquecimientos de que es allí objeto el concepto de trabajo, de acuerdo al plan de exposición que Marx se trazó.
Los desdoblamientos de un concepto
Sin embargo, la definición avanzada por Marx en el Libro I, capítulo XIV, de que “dentro del capitalismo, sólo es productivo el obrero que produce plusvalía o que trabaja por hacer rentable el capital” (I, p. 426, subrayados míos) [1], da cuenta perfectamente del conjunto del problema y contiene ya en embrión los desdoblamientos de que será objeto. Estos comienzan a aparecer en el Libro II, capítulo VI, cuando Marx distingue trabajo productivo y trabajo necesario o socialmente útil. Volveremos después a este punto.
Señalemos, por ahora, que la aplicación excluyente del concepto de clase obrera a los productores inmediatos de valores de uso es pasible de objeción. En efecto, desde el momento en que comienza a estudiar la subsunción real del trabajo al capital, en la sección IV del Libro I, dedicada a los procedimientos de extracción de plusvalía relativa, Marx señala que la cooperación simple, mediante la cual un grupo de obreros desempeña una operación productiva o, si esta se divide en más de una, se descompone en diferentes grupos para ejecutarla, revela ya el carácter social del trabajo o la combinación de una serie de jornadas individuales del trabajo. En esta etapa del desarrollo capitalista, “la fuerza productiva específica de la jornada de trabajo combinada es la fuerza productiva social del trabajo o la fuerza productiva del trabajo social” (I, p. 265), aunque aparezca ya como fuerza productiva del capital.
La situación comienza a cambiar en la manufactura, cuando, tras la división del proceso productivo en un conjunto de operaciones diversas de duración desigual e incluso la combinación de varios procesos productivos, se reúnen obreros de distintos tipos y se establecen normas de proporcionalidad en el modo cómo la masa colectiva de trabajo debe ser distribuida. A partir de entonces “cada grupo o conjunto de obreros que ejecutan la misma función parcial está integrado por elementos homogéneos y forma un órgano especial dentro del mecanismo colectivo” (p. 281), que recurre incluso de manera esporádica al uso de máquinas. Pero “la maquinaria específica del período de la manufactura es, desde luego, el mismo obrero colectivo, producto de la combinación de muchos obreros parciales” (I, p. 283). Se promueve así la diferenciación en materia de calificación (y pues de educación) en el seno del obrero colectivo, que da lugar a obreros especializados y peones, cuyo resultado en ambos casos es la reducción del valor de su fuerza de trabajo, aunque de manera desigual (I, p. 284-285).
El proceso se completa con el advenimiento de la industria fabril, cuando la división del trabajo en la fábrica se vuelve puramente técnica:
... El grupo orgánico de la manufactura es sustituido por la concatenación del obrero principal con unos pocos auxiliares. La distinción esencial es la que se establece entre los obreros que trabajan efectivamente en las máquinas-herramientas (incluyendo también en esta categoría a los obreros que vigilan o alimentan las máquinas motrices) y los simples peones que ayudan a estos obreros mecánicos (y que son casi exclusivamente niños). Entre los peones se cuentan sobre poco más o menos todos los feeders (que se limitan a suministrar a las máquinas los materiales trabajados por ellas). Además de estas clases, que son las principales, hay el personal, poco importante numéricamente, encargado del control de toda la maquinaria y de las reparaciones continuas: ingenieros, mecánicos, carpinteros, etc. Trátase de una categoría de trabajadores de nivel superior, que en parte tienen una cultura científica y en parte son simplemente artesanos, y que se mueve al margen de la órbita de los obreros fabriles, como elementos agregados a ellos... (I, p.347-348).
Como vemos, el obrero colectivo comprende distintos tipos de trabajadores y se organiza en estratos diferenciados, en algunos de los cuales sus miembros se mueven “al margen” de los productores directos de valor. Sin embargo, involucrados como los demás en la esfera productiva, estos son parte integrante del obrero colectivo. Desde luego, el modo como se presentaba ese obrero colectivo a mediados del siglo pasado se ha modificado: ni los peones se constituyen hoy prioritariamente de niños ni el personal de nivel superior es numéricamente poco importante, además de haberse diversificado notablemente. Es así como, con base en entrevistas a empleados y dirigentes de la IBM, Reich estima que menos de 20 mil de sus 400 mil funcionarios están clasificados como obreros de producción empleados en la manufactura tradicional; la inmensa mayoría de su personal se dedica a otras actividades, como investigación, diseño, ingeniería, venta y prestación de servicios. [2]
Esto, por lo que se refiere a la producción. Pero la reproducción del capital no se agota en ella, sino que comprende a la circulación y la distribución, cuyas actividades corresponden, en general, al trabajo improductivo, desde que no afectan al valor creado y no crean, pues, directamente plusvalía (salvo excepciones, como veremos). La ley general, aquí, es que “todos los gastos de circulación que responden simplemente a un cambio de forma de la mercancía no añaden a ésta ningún valor” (II, p. 132). Sin embargo, al considerar al trabajador de la circulación que se ocupa principalmente en la venta (así como en contabilidad, embalaje, clasificación etc.), Marx señala que él se paga mediante el desembolso de capital variable por parte del capitalista que opera en esa esfera, proporcionando al capitalista en cuestión una ganancia positiva y contribuyendo, pues, a hacer más rentable su capital. Por consiguiente, desde el punto de vista de la definición dada en el Libro I, estamos ante un trabajador productivo, dado que “hace rentable” el capital, cualquier que sea la forma bajo la cual éste se presenta. [3]
Los gastos de circulación referidos al almacenamiento de mercancías constituyen una variante: no se refieren a un cambio de forma, sino a la conservación del valor o, lo que es lo mismo, de su valor de uso, sin el cual no existiría valor alguno. Aunque represente una paralización de la circulación, el almacenamiento es paradojalmente condición de ésta, ya que “asegura la persistencia y continuidad del proceso de circulación y, por tanto, del proceso de reproducción...” (II, p 131) [4]. Señalemos que el almacenamiento abarca tanto a los bienes destinados al consumo como los que se refieren al capital constante fijo y circulante, y que en los cambios de forma que ha sufrido inciden el desarrollo del mercado mundial y de los medios de transporte. Como cualquier actividad económica, implica inversiones adicionales en capital constante y variable, que, aunque representen deducciones del valor social total y no dejen, pues, de ser gastos de circulación, se agregan al valor de las mercancías, “entran a formar parte de su valor, es decir, encarecen éstas” (II, p. 123). Tales gastos envuelven los que se destinan al pago de la fuerza de trabajo empleada en esa actividad y, en la misma línea del razonamiento precedente, concurren a hacer más rentable el capital.
La única situación en que lo que aparece como gastos de circulación añade valor a la mercancía es la del transporte, por la sencilla razón de que “el valor de uso de las cosas puede exigir su desplazamiento de lugar y, por tanto, el proceso adicional de producción de la industria del transporte” (II, p. 133, subrayado mío, RMM). En este caso, se realiza una adición de valor, que, como subraya Marx, se descompone necesariamente en reposición de salarios y creación de plusvalía. El transporte representa así una actividad productiva embutida en la circulación y aquél que desempeña esa actividad es un trabajador productivo, al mismo título del que es objeto de estudio en el Libro I, vale decir el productor de valor de uso en el marco de un sistema
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