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El tambor de piel de piojo


Enviado por   •  1 de Junio de 2017  •  Informes  •  1.207 Palabras (5 Páginas)  •  194 Visitas

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EL TAMBOR DE PIEL DE PIOJO

Había una vez una reina que tenía una hija llamada Elena. La niña, simpática y curiosa, era una enamorada de la naturaleza. Su afición favorita era caminar al aire libre, trepar por los árboles y observar el comportamiento de los insectos.

Como siempre andaba correteando por el campo se ensuciaba mucho, así que cada noche, se daba un buen baño caliente antes de irse a la cama. Después, su madre desenredaba con un peine de marfil su largo y dorado cabello.

Una noche, en el peine apareció un piojo. La niña, emocionada, quiso quedárselo.

– ¡Oh, qué piojito tan mono! Lo guardaré en una caja de madera y lo cuidaré yo misma.

La madre, que consentía todos los caprichos de su querida hija, aceptó a regañadientes. Elena  lo metió  en una caja dorada y lo cuidó y alimentó con esmero hasta que se hizo tan grande como un gato. La niña estaba emocionada, pero ocurrió una desgracia: el tamaño era tan poco habitual para un insecto, que el pobre un día reventó.

La princesita se puso muy triste porque era su mascota y ya no se imaginaba la vida sin él. Envuelta en un mar de lágrimas, se lamentaba:

– Ha sido culpa mía por darle tanta comida… ¡Yo sólo quería que no le faltara de nada! ¿Qué voy a hacer ahora?

La madre la vio tan disgustada que, abrazándola muy fuerte, le dijo:

– Utilizaremos su piel para fabricar un tambor, y así, cada vez que lo toques, recordarás a tu querido amigo ¿Qué te parece?

 A la niña se le iluminó la carita ¡Era una idea fantástica!

Esa misma tarde, el artesano real fabricó un lindo tambor de piel de piojo que sonaba fuerte y afinado. Elena lo cogió y ya no se separó de él ¡Se pasaba horas y horas tocándolo dentro y fuera del palacio!

Un día, el rey y la reina descansaban en el salón de la chimenea mientras escuchaban los continuos redobles del tambor.

– Querido, nuestra hija está entusiasmada con su nuevo juguete ¡Seguro que nadie se imagina que está hecho con piel de piojo!

– Tienes razón, amada esposa… ¿Sabes?  ¡Se me ocurre una idea muy divertida! Haré una apuesta con todos mis súbditos.

– ¿Una apuesta? ¿Qué quieres decir?

– Pues que daré una gran recompensa a quien consiga adivinar de qué está hecho el tambor de la niña, pero eso sí: todo aquel que venga y no lo sepa, deberá pagarme una moneda de oro.

– ¿Tendrán que darte una moneda de oro si fallan?

– ¡Claro, mujer!  ¡Como es imposible acertar, nos haremos inmensamente ricos! ¿No te parece una idea genial?…

A la reina le pareció bien. Acumularían mucha riqueza sin esfuerzo ¿Qué más se podía pedir?  ¡Era un plan perfecto!

El rey  mandó que los mensajeros de palacio hicieran llegar la convocatoria  a todo el reino. Tal y como esperaba, no tardaron en presentarse muchos jóvenes dispuestos a conseguir la recompensa,  aunque fuera un reto difícil.

Unos apostaban que estaba fabricado con piel de vaca, otros con piel de caballo, otros con piel de conejo… ¡Ninguno conseguía dar en el clavo! El avaricioso rey veía cómo el arcón de monedas de oro se llenaba un poco más cada día.

– ¡Esto es genial! ¡Qué manera más fácil de hacerse millonario! ¡Soy un auténtico genio!

Por aquellos días,  un campesino  que vivía por la comarca, había decidido abandonarlo todo e ir a recorrer el ancho mundo. Una mañana, cogió un petate con una muda y algo de comida, y se adentró en el bosque siguiendo un estrecho caminito de piedra. Al cabo de un rato,  vio a un joven pecoso de pelo rojizo, tumbado de lado sobre el suelo.

– ¡Buenos días! Disculpa mi curiosidad pero… ¿Qué haces tirado con la oreja pegada a la   tierra?

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