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Los Piojos


Enviado por   •  18 de Diciembre de 2012  •  4.065 Palabras (17 Páginas)  •  377 Visitas

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Todo empezó a fines del 87 en Ciudad Jardín, El Palomar. Cuando un grupo de amigos se juntaron para tocar. De esa primera formación que estaban Mickie, Piti, Pablo Guerra y un amigo del barrio formaron la primera versión de Los Piojos. Luego gracias a Pablo Guerra (que luego se iría a los caballeros de la quema), Andrés entro a la banda como armoniquista invitado para luego convertirse en letrista, compositor y cantante. En esa época Los Piojos tocaban en pubs, para luego pasar al under porteño.

Hacían rocanrol y metían algunas cositas interesantes y diferentes. Algún candombe, algún tanguito, algo que no se pareciera a lo que había para ver y escuchar por ese entonces. Los diez, los veinte, los cincuenta que desgarraban sus gargantas coreando Cruel sentían que era su banda, su descubrimiento más preciado, su tesoro. Ni en el terreno de la imaginación daba vueltas la idea de miles de personas cantando Tan solo en un estadio de fútbol repleto. O de Los mocosos sonando como una reliquia de los peleados viejos tiempos. Se acercaban los noventa, arrancaba el reinado de Carlos Menem, empezaban a vender el país. Los Piojos salían a los pequeños escenarios del rock porteño y bonaerense: Teatro Arlequines (donde alguna vez monologó Enrique Symms), Graf Zeppelin (de Ciudad Jardín), Baroqué, Always, Ma Baker (allí Andrés Ciro cantó por primera vez), La Plaza del Avión y Boa Vista, que ostenta una grabación pirata muy preciada. Esa noche, el guitarrista invitado fue Skay Beilinson, de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Fueron inolvidables las fechas en Villa Gesell en el verano del 1989/90. En el boliche Toulousse, sobre la costa, actuaron 13 veces en 15 noches. Los Piojos dormían en cuartitos de chapa, en camas marineras llenas de pulgas. Pero valió la pena: los vieron casi 100 personas por recital.

Eran poquitos -muy poquitos- en los primeros shows. Con Los Piojos ocurrió lo que con casi todas las bandas de rocanrol: los espectadores primarios eran los amigos más cercanos. El repertorio iba de algunas canciones propias (El blues del gato sarnoso, Ay qué maravilla) a covers (de los Stones y Lou Reed). A esa altura, todos los temas ya se veían teñidos por los sonidos característicos que la banda aseguró -con el tiempo- como marca registrada. El acento rioplantense y tanguero asomaba y se expandía de boca en boca por los colegios secundarios de Ciudad Jardín, Martín Coronado y Palomar.

Y fue promediando 1991 cuando dieron un paso muy grande e inesperado. Los Piojos fueron invitados a ser parte del Festival de Música Antirracista de Países del Tercer Mundo, nada menos que en una de las capitales de Europa, París. Antes y después de subir ellos al escenario, tocaron grupos de Cuba, de Marruecos, de Burkina Faso, de Malí, de España y de Francia. El número mayor era una banda que andaba revolucionando la música con sus influencias árabes y latinas: Mano Negra.

Si querés alto volar

De vuelta al barrio, no dejaba de rondar por sus cabezas la idea y la ilusión de grabar el primer disco. Ya los seguían chicos de colegios de la Capital. El Avellaneda (de Palermo) era uno fiel, y el Esnaola (de orientación musical) tenía entre sus alumnos a Tavo Kupinski, que tocaba en Los Sabuesos y conocía a la banda porque su chica era de Ciudad Jardín. Él pasó a reemplazar al violero Pablo Guerra, que recaló en Caballeros de la Quema.

Y fue en el invierno de 1992, entre junio y agosto, cuando por fin entraron a estudios en Del Cielito Records. En ese corto lapso registraron Chac tu chac, su primer disco.

La idea fue volcar todo lo compuesto entre el ‘88 y el ’92, todo lo que hacían en vivo. Fue la primera experiencia en grabaciones de estudio. La versión rocker del tango Yira yira los ubicó en un plano de atención mayor, por atrevidos. Las románticas Tan solo y A veces mostraban una veta sensible que siempre lucen con orgullo.

Los Piojos trataban de tocar todos los fines de semana, y mal no les iba. El año ’93 fue próspero en cuanto a presentaciones en vivo y una gira los llevó a Rosario, Mar del Plata y Bahía Blanca. Lo que ocurría era que llegaban a los lugares y nadie sabía que iban a tocar allí. El apoyo de la compañía era nulo.

Algo nena, algo está pasando

Si hay un lugar al que Los Piojos y sus seguidores de la primera hora recuerdan con cariño y nostalgia es el Teatro Arpegios, en la calle Cochabamba, cerca de la Autopista, en San Telmo. En ese lugar -en ese sótano- ya empezaban a colgarse las primeras banderas, los más desaforados invadían el escenario para bailar con Andrés Ciro, las chicas del público se renovaban fecha a fecha y los pogos crecían cada vez más. Eran shows íntimos y no tanto, porque se daba una fiesta que se grababa en las retinas de todos. Esa fue una buena época de siembra para la banda.

Otro recuerdo: en el colegio Mariano Acosta se organizaban los “contrafestejos” por el 12 de octubre, el llamado “Día de la Raza”, todos los años. Una vez participaron.

La escenografía en los escenarios, trabajada para cada fecha, ya era costumbre. El color rojo del segundo disco -Ay ay ay, de 1994- llenaba los ojos. Los piojitos en las remeras se empezaban a ver de a poco por los barrios y muchos pibes aprendían a tocan Ando ganas con sus guitarras, o silbaban Muy despacito en los colectivos, en los trenes, en los subtes. En una época, los subterráneos de Buenos Aires musicalizaban un spot propio con el tema Chac tu chac.

Ay ay ay fue el primer trabajo con el ex GIT Alfredo Toth y Adrián Bilbao como guías. Ellos les imprimieron una buena dosis de trabajo, haciéndolos ensayar un mes antes de entrar al estudio. Algunas cosas había que adaptar. El tema que le daba nombre al disco duraba en vivo entre quince y veinte minutos, y no podía grabarse de esa forma. Este segundo disco de Los Piojos fue dedicado a Diego Armando Maradona. Nacía un amor.

El invierno largo se fue

1996 fue el año que marcó a Los Piojos para siempre. No solo porque comenzó a darse eso de ritual que sólo entienden los que alguna vez vieron a la banda en directo, sino porque salieron al ruedo con un tercer álbum que los puso al frente de las ventas y los ojos de todo el mundillo del rock, y de otros también. Tercer arco fue presentado para la prensa de manera muy tímida en el Teatro Arpegios. Apenas un par de decenas de periodistas asistieron al evento y se llevaron de regalo uno de los discos más exitosos de los ’90. De fondo, mientras los invitados charlaban con los músicos, después de la conferencia de prensa, sonaba el primer corte elegido: El farolito. Cuando hablaban Andrés, Tavo,

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