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En Llamas - Susane Collins


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2013  •  3.033 Palabras (13 Páginas)  •  200 Visitas

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SUZANNE COLLINS

PRENDIÉNDOSE FUEGO

PARTE I "LA CHISPA"

Aferro el termo entre mis manos incluso aunque hace tiempo que el calor del té se ha filtrado en el aire helado. Mis músculos están contraídos con fuerza frente al frío. Si una manada de perros salvajes fuera a aparecer en este momento, las probabilidades de esca-lar a un árbol antes de que atacaran no están de mi parte. Debería levantarme, moverme algo, y trabajar en la rigidez de mis miembros. Pero en vez de ello me siento, tan inmó-vil como la roca debajo de mí, mientras el amanecer empieza a iluminar el bosque. No puedo luchar contra el sol. Sólo puedo mirar impotente cómo me arrastra hacia un día que he estado temiendo durante meses.

Al mediodía estarán en mi nueva casa en la Aldea de los Vencedores. Los periodistas, los cámaras, incluso Effie Trinket, mi antigua escolta, se habrán encaminado hacia el Distrito 12 desde el Capitolio. Me preguntó si Effie aún llevará esa estúpida peluca rosa, o si ahora lucirá algún otro color antinatural especialmente para el Tour de la Victoria. También habrá otros esperando. Personal para satisfacer todas mis necesidades en el lar-go viaje en tren. Un equipo de preparación para embellecerme para apariciones en púb-lico. Mi estilista y amigo, Cinna, que diseñó los preciosos conjuntos que hicieron que la audiencia se fijara en mí por primera vez en los Juegos del Hambre.

Si fuera por mí, intentaría olvidarme completamente de los Juegos del Hambre. Nun-ca hablar de ellos. Fingir que no fueron más que un mal sueño. Pero el Tour de la Victo-ria hace que eso sea imposible. Estratégicamente situado casi a medio camino entre los Juegos anuales, es la forma que tiene el Capitolio de mantener el horror fresco e inmedi-ato. No sólo nos obligan a nosotros en los distritos a recordar la mano de acero del po-der del Capitolio cada año, nos obligan a celebrarlo. Y este año, yo soy una de las estrel-las del espectáculo. Tendré que viajar de distrito en distrito, levantarme delante de mul-titudes que me ovacionan mientras me odian en secreto, mirar a los rostros de las famili-as cuyos hijos he matado…

El sol persiste en alzarse, así que me obligo a levantarme. Todas mis articulaciones protestan y mi pierna izquierda lleva tanto tiempo dormida que me lleva varios minutos de andar en círculos el poder devolverle la sensibilidad. He estado en el bosque tres ho-ras, pero ya que no he intentado cazar en serio, no tengo nada que mostrar por ello. Ya no importa para mi madre y mi hermana pequeña, Prim. Pueden permitirse comprar car-ne en la carnicería de la ciudad, aunque a ninguna nos gusta más que la caza fresca. Pe-ro mi mejor amigo Gale Hawthorne y su familia dependen del botín de hoy, y no puedo defraudarlos. Empiezo la caminata de hora y media que me llevará el recorrer nuestra lí-nea de trampas. Antes, cuando estábamos en el colegio, teníamos tiempo por las tardes para revisar la línea y cazar y recolectar y aún volver al trueque en la ciudad. Pero ahora que Gale se ha ido a trabajar a las minas de carbóny yo no tengo nada que hacer en todo el díahe tomado el trabajo.

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En este momento Gale ya habrá fichado en las minas, tomado hacia las profundidades de la tierra el ascensor que revuelve el estómago, y estará golpeando en una veta de car-bón. Sé cómo es todo allí abajo. Cada año en el colegio, como parte de nuestro entrena-miento, mi clase tenía que recorrer las minas. Cuando era pequeña, sólo era incómodo. Los túneles claustrofóbicos, el aire viciado, la oscuridad sofocante por todas partes. Pe-ro después de que mi padre y varios mineros más murieran en una explosión, apenas si podía entrar en el ascensor. El viaje anual se convirtió en una inmensa fuente de ansi-edad. Dos veces me había puesto tan enferma por la anticipación que mi madre me hizo quedarme en casa porque pensaba que había contraído la gripe.

Pienso en Gale, quien sólo está vivo en el bosque, con su aire fresco y su luz solar y su agua fresca y en continuo movimiento. No sé cómo lo soporta. Bueno… sí, lo sé. Lo soporta porque es la forma de alimentar a su madre y a sus dos hermanos y su hermana pequeños. Y aquí estoy yo con toneladas de dinero, mucho más que suficiente para ali-mentar ahora a nuestras dos familias, y él no quiere aceptar ni una sola moneda. Incluso es duro para él dejarme que le lleve carne, aunque con toda seguridad habría mantenido a mi madre y a Prim provistas si yo hubiera muerto en los Juegos. Le digo que me está haciendo un favor, que me vuelve loca estar todo el día por ahí sentada. Incluso así, nunca dejo la caza cuando él está en casa. Lo que es fácil dado que trabaja doce horas al día.

La única vez que veo ahora a Gale es los domingos, cuando nos encontramos en el bosque para cazar juntos. Aún es el mejor día de la semana, pero ya no es como solía ser, cuando nos podíamos contar el uno al otro cualquier cosa. Los Juegos han estrope-ado incluso eso. Sigo manteniendo la esperanza de que a medida que pase el tiempo re-cuperaremos la comodidad entre nosotros, pero una parte de mí sabe que es inútil. No hay vuelta atrás.

Consigo un buen botín en las trampasocho conejos, dos ardillas, y un castor que nadó hacia el artilugio de cable que diseñó el propio Gale. Es un hacha con las trampas, ajus-tándolas para que doblen árboles jóvenes y así aparten a sus presas del alcance de depre-dadores, equilibrando troncos sobre delicados gatillos de palos, tejiendo cestas ineludib-les para capturar peces. Mientras avanzo, recolocando cuidadosamente cada trampa, sé que nunca podré imitar con exactitud su ojo para el equilibrio, su instinto por dónde cru-zará la presa el camino. Es más que experiencia. Es un don natural. Como la forma en que yo puedo disparar a un animal en casi total oscuridad y aún así derribarlo con una única flecha.

Para cuando llego a la verja que rodea el Distrito 12, el sol está bien alto. Como siem-pre, escucho un momento, pero no está el delator zumbido de la corriente eléctrica cir-culando por la cadena de cables. Casi nunca la hay, incluso aunque la cosa se supone que debería estar cargada a tiempo completo. Me retuerzo por la apertura en la parte ba-ja de la verja y salgo en la Pradera, a sólo un tiro de piedra de mi casa. Mi antigua casa. Aún podemos quedárnosla ya que oficialmente es el hogar designado para mi madre y hermana. Si ahora yo cayera muerta, ellas tendrían que volver aquí. Pero por el momen-to, ambas están felizmente instaladas en la nueva casa de la Aldea de los Vencedores, y

yo soy la única que utiliza el lugarcito achaparrado donde me crié. Para mí, es mi verda-dera casa.

Ahora

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