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Falacias Argumentativas


Enviado por   •  14 de Julio de 2014  •  2.060 Palabras (9 Páginas)  •  311 Visitas

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Universidad del Bío Bío

Unidad de Formación Integral

Prof. Joanna Medina A.

FALACIAS ARGUMENTATIVAS

I.- Falacia Ad Hominem o Falacia Ad Personam

Se llama así todo mal argumento que, en lugar de refutar las afirmaciones de un adversario, intenta descalificarlo personalmente. Consiste, por ejemplo, en negar la razón a una persona alegando que es fea. Al describir a un oponente como estúpido, poco fiable, lleno de contradicciones o de prejuicios, se pretende que guarde silencio o, por lo menos, que pierda su credibilidad.

Si no puedes responder al argumento de un adversario, no está todo perdido: puedes insultarle. Elbert Hubbard.

Estamos ante un ataque dirigido hacia el hombre, no hacia sus razonamientos. Es una agresión, como la del jugador de fútbol que no logra alcanzar la pelota y da una patada a su adversario para derribarlo. Podemos distinguir dos variedades: el ataque directo y el indirecto.

a. Directo: Va derecho y suele ser insultante. Pone en duda la inteligencia, el carácter, la condición, o la buena fe del oponente.

Es estúpido y como tal no puede tener una opinión fiable.

Es poco cuidadoso con sus afirmaciones, un exaltado.

¡Claro que lo dice! ¿qué esperabas de una negra?

A esta misma familia pertenecen las tradicionales descalificaciones ideológicas: es comunista, es de derecha... y todo cuanto, en este sentido, pueda ser considerado perverso o al menos reprobable para cierto punto de vista: es católico, ateo, anarquista, capitalista, jesuita, del Opus Dei... esto es, gente incapaz de articular ideas respetables.

Ej. ¿Vas a creer lo que dice ese cerdo racista?.

Dice eso porque... es burgués, judío, español (o las tres cosas).

Clase social, raza, religión, nacionalidad, antecedentes, o hábitos de vida son irrelevantes a la hora de juzgar las opiniones ajenas.

Pensar que los razonamientos de los monstruos son monstruosos es una ensoñación de idealistas y, para lo que aquí nos ocupa, una falacia ad hominem.

Hay quien emplea esta falacia antes de escuchar el argumento del contrario, en una maniobra que coloquialmente se llama envenenar el pozo. Pretende negar que esté cualificado para dar una opinión:

Tú no eres mujer, así que lo que vayas a decir sobre el aborto no cuenta.

¿Qué puede saber un sacerdote sobre los hijos si no ha tenido ninguno?

Tal vez esté muy cualificado para opinar; tal vez sus consejos sean muy sensatos. Esta maniobra adelanta que nada de lo que diga se tomará en consideración. Los curas no pueden hablar sobre el matrimonio; los blancos no pueden hablar sobre las minorías de color; los hombres no pueden hablar sobre las mujeres.

En resumen, la falacia que llamamos ad hominem pretende eludir las razones del contrario, lograr el rechazo de una medida en razón de la supuesta mala condición de quienes la promueven (Bentham).

b. Indirecto o circunstancial: El ataque indirecto no se dirige abiertamente contra la persona sino contra las circunstancias en que se mueve: sus vínculos, sus relaciones, sus intereses, en una palabra, todo aquello que pueda poner de manifiesto los motivos que le empujan a sostener su punto de vista. Es la forma de ataque que sufre quien pertenece a un grupo (político, religioso, cultural) no porque sus ideas sean despreciables, sino porque se supone que disfraza con argumentos los intereses de su grupo. La denuncia de supuestas conspiraciones de la oposición, que tanto gustan a algunos políticos, adoptan la forma de esta falacia:

Usted hace las preguntas para perjudicar al gobierno.

Detrás de todo esto hay una estrategia para hundir al Presidente.

Se da por sentado que, aunque el oponente sea una bellísima persona, sus circunstancias le aconsejan ver las cosas de una manera determinada que le impide ser objetivo. No importa que sus razones lo sean. Aquí se trata de eludir las razones para, en su lugar, insinuar que el adversario habla por interés, que es sospechoso de parcialidad e incluso de mala fe, y, en consecuencia, que no se debe malgastar el tiempo rebatiéndole.

¡Claro, como a ti no te toca, te parece muy bien la reforma!

No puedes fiarte de ese estudio sobre el tabaco. Lo ha pagado la industria tabacalera.

Como acabamos de ver, tanto en el ataque ad hominem directo como en el indirecto, se dejan a un lado los razonamientos para provocar una actitud de rechazo hacia el oponente y, en consecuencia, hacia sus palabras. Nos inclinamos a contemplar un debate como si fuera una competencia.

Si somos víctimas de este abuso oratorio, podemos defendernos al estilo clásico: Verbera sed audi (Pega pero escucha); Ej. Si ha terminado usted con sus insultos, nos gustaría escuchar sus razonamientos; es más fácil escuchar sus insultos que sus razonamientos; o, como narraba Borges de aquel que fue refutado con un vaso de whisky en la cara: Eso es una digresión. Ahora espero su argumento.

Lo más importante es no perder el temple, porque la tentación de responder en parecidos términos suele ser atractiva. Es mejor contenerse, denunciar el abuso del adversario y solicitar cortésmente un argumento.

Sofisma Patético

Llamado así porque apela al pathos (la emoción) y no al logos (la razón). Comprende todos los medios de persuasión no argumentativos que pretenden sostener un punto de vista provocando las emociones de los oyentes.

¡Qué disgusto le vas a dar a tu padre!

¿Es que quieres hacer llorar a la Virgen?

Me decepcionaría que dijeras lo contrario.

No se nos explican las razones por las que debamos hacer o dejar de hacer algo. Se apela a nuestra sensibilidad para exhortarnos o disuadirnos una acción. No es que hurgar en nuestras emociones esté mal o sea condenable. Pero si ésa es toda la argumentación disponible, estamos ante una falacia. Deberíamos disponer de argumentos más sólidos, que tengan algo que ver con el fondo

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