GEORGE BERKELEY
frnabert6 de Julio de 2015
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GEORGE BERKELEY
Historia de la Filosofía. Tomo V Frederick Copleston
1. Vida
George Berkeley nació en Kilcrene, cerca de Kilkenny (Irlanda) el 12 de marzo de 1685, de familia de origen inglés. A los once años fue enviado al Kilkenny College y en marzo de 1700 ingresó en el Trinity College, en Dublín, a la edad de quince años. Después de haber estudiado matemáticas, idiomas, lógica y filosofía obtuvo su grado B. A. (Bachelor of Arts) en 1704. En 1707 publicó su Arithmetica y Miscellanea Mathematica, y en junio de este año se convirtió en profesor invitado del Colegio. Había comenzado ya a dudar de la existencia de la materia, estimulado en su interés hacia este tema por la lectura de Locke y de Malebranche. Cumpliendo las formalidades establecidas fue ordenado diácono en 1709 y sacerdote en 1710 por la Iglesia protestante, y obtuvo varias dignidades académicas. Pero en
1724, al obtener el cargo de deán de Derry, hubo de abandonar su pro- fesorado. Bien es verdad que no había residido ininterrumpidamente en el Colegio. Había visitado Londres, en donde había trabado conocimiento con Addison, Steele, Pope y otros hombres destacados; y había visitado también dos veces el Continente.
Poco después de su nombramiento como deán de Derry, Berkeley partió para Londres con la intención de interesar a la Corona y al Gobierno en su proyecto de fundar un Colegio en la Isla de Bermuda para la educación de los hijos de los plantadores ingleses y de los naturales indios. Consideraba, al parecer, que los jóvenes ingleses e indios vendrían desde lejanas tierras del continente americano para recibir educación general, y muy particularmente educación religiosa, para regresar, una vez recibida ésta, al Continente. Berkeley obtuvo la aprobación parlamentaria de la concesión y en 1728 puso rumbo con algunos compañeros a Newport, en Rhode Island. Al asaltarle dudas
sobre la viabilidad del plan primitivo, cambió su propósito, intentando construir el proyectado Colegio en Rhode Island mejor que en Bermuda. Pero fallaron los recursos, y Berkeley volvió a Inglaterra, llegando a Londres a fines de octubre de 1731.
Después de su vuelta a Inglaterra, Berkeley permaneció en Londres, hasta que fue nombrado obispo auxiliar de Cloyne. A este período de su vida pertenece la época en que se dedicó a la propaganda de las virtudes del agua de alquitrán, que consideraba como una panacea de las dolencias humanas. Cualquiera que sea la opinión que deba merecernos este supuesto remedio en concreto, es indudable el celo de Berkeley por aliviar el sufrimiento humano.
En 1745 Berkeley rehusó el más lucrativo obispado de Clogher, y en
1752 se instaló con su esposa y demás familia en Oxford, en donde alquiló una casa en Holywell Street. Murió en paz el 14 de enero de
1753, y fue enterrado en la capilla de la iglesia de Cristo, catedral de la diócesis de Oxford.
2. Obras.
Las más importantes obras filosóficas de Berkeley fueron escritas en una época temprana de su vida, cuando era profesor del Trinity College. En 1709 apareció An Essay towards a New Theory of Vision (Ensayo sobre una nueva teoría de la visión). En esta obra Berkeley trata del problema de la visión, analizando, por ejemplo, la fundamentación de los juicios de distancia, tamaño y posición. Pero aunque estaba ya convencido por esta época de la verdad del inmaterialismo, no hizo explícita en su Ensayo la doctrina que le hizo famoso. Esta doctrina fue formulada explícitamente en A Treatise concerning the Principies of
Human Knowledge (Tratado sobre los principios del conocimiento humano), parte I, que fue publicado en 1710, y en Three Dialogues between Hylas and Philonous (Tres diálogos entre Hilas y Filonús), publicado en 1713. Diversos trabajos preliminares para el Ensayo y para los Principios estaban contenidos en cuadernos de Berkeley que fueron escritos en 1707 y 1708, y que fueron publicados por A. C. Fraser en 1871 bajo el título de Commonplace Book of occasional Metaphysical Thougts y por el profesor A. A. Luce en 1944 bajo el título de Philosophical Commentaries (Comentarios Filosóficos). En 1712
Berkeley publicó su folleto Passive Obedience, en el que mantenía la doctrina de la obediencia pasiva, aunque la matizaba admitiendo el derecho de rebelión en casos extremos de tiranía.
El tratado De motu de Berkeley, en latín, apareció en 1721, el mismo año en que publicaba An Essay towards preventing the Ruin of Great Britain (Ensayo para impedir la ruina de la Gran Bretaña), con un llamamiento a la religiosidad, a la industriosidad, a la frugalidad y al espíritu ciudadano motivado por las calamidades originadas por el "escándalo del Pacífico" Durante su estancia en América escribió Alciphron or the Minute Philosopher (Alcifrón, o el filósofo menor), que publicó en Londres en 1732. Consta de siete diálogos, y es el más largo de sus libros, constituyendo esencialmente una obra apologética del cristianismo dirigida contra los librepensadores. En 1733 apareció la The Theory of Vision or Visual Language showing the immediate Presence and Providence of a Deity Vindicated and Explained (Teoría de la visión o lenguaje visual, que muestra la presencia y providencia inmediatas de una divinidad vindicada y explicada) y en 1734 Berkeley publicó The Analyst or a Discourse addressed to an Infidel Mathematician (El analista o Discurso a un matemático impío), en el que
atacaba la teoría de Newton y aducía que si hay misterios en matemáticas es razonable esperarlos en religión. Un tal doctor Jurin publicó una réplica, y Berkeley replicó a su vez con A defence of Free- thinking in Mathematics (Defensa del librepensamiento en matemáticas), publicada en 1735.
En 1745 Berkeley publicó dos cartas, una dirigida a sus propios fieles, otra a los católicos de la diócesis de Cloyne. En la última, exhortaba a no participar en el movimiento jacobita. Sus ideas sobre la cuestión del banco irlandés aparecieron anónimamente en Dublín, en tres entregas en 1735, 1736 y 1737 bajo el título de The Querist (El preguntón). Berkeley se interesó considerablemente por los problemas irlandeses, y en 1749 dirigió a los clérigos católicos del país A Word to the Wise (Una palabra para el cuerdo) exhortándoles a unirse en un movimiento para promover el progreso de las condiciones económicas y sociales. En conexión con su propaganda de las virtudes del agua de alquitrán, publicó en 1744 Siris, obra que también contenía una cierta dosis de reflexiones filosóficas. Su última obra conocida es Farther Thoughts on Tar-water (Más pensamientos sobre el agua de alquitrán), incluida como pieza inicial en su Miscellany, publicada en 1752.
3. El sentido del pensamiento de Berkeley.
La filosofía de Berkeley es sorprendente en el sentido de que una formulación abreviada de la misma (por ejemplo, sólo existen Dios, los espíritus finitos y las ideas de los espíritus) la hace aparecer tan alejada de la concepción del mundo del hombre corriente que atrae inevitablemente la atención. ¿Cómo puede un filósofo de talla satisfacerse negando la existencia de la materia? En realidad, cuando
Berkeley publicó los Principios del conocimiento humano, su obra se convirtió, no sin justificación, en blanco de críticas y de sarcasmo. A muchos les parecía que había negado lo más obvio, lo que es tan obvio que ningún hombre normal lo pondría en cuestión, asegurando que no era ni mucho menos tan obvio. Tal filosofía era una pura extravagancia. Su autor debía ser un desequilibrado mental, como algunos pensaban, o un perseguidor de novedades paradójicas, o un humorista irlandés entregado a un ingenioso juego. Pero nadie que creyera o que afectara creer que las casas, los árboles, las mesas y las montañas son ideas de las almas o de las inteligencias podía aspirar razonablemente a que los demás hombres compartieran sus opiniones. Algunos concedían que los argumentos de Berkeley eran ingeniosos, sutiles y difíciles de rebatir. Al mismo tiempo, tales argumentos debían encerrar algún error cuando llevaban a conclusiones tan paradójicas. Otros pensaban, por el contrario, que era fácil refutar la posición de Berkeley. Su reacción ante la filosofía de éste estaba perfectamente simbolizada por la célebre refutación de Samuel Johnson. El sabio doctor dio una patada a una gran piedra, exclamando, "yo le refuto así".
Sin embargo Berkeley estaba muy lejos de considerar su filosofía como una pieza de fantasía extravagante, contraria al sentido común o siquiera discrepante con la convicción espontánea del hombre común. Por el contrario, estaba convencido de que estaba de parte del sentido común, y se contaba explícitamente a él mismo entre "el vulgo" para distinguirse de los profesores, y en su opinión, descarriados metafísicos que proponían extrañas teorías. En sus cuadernos leemos esta significativa anotación: "Rec.: Rechazar continuamente metafísicos, etc. y volver a traer a los hombres al sentido común." Es verdad que no podemos resolvernos a considerar la filosofía
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