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Enviado por   •  6 de Julio de 2015  •  1.623 Palabras (7 Páginas)  •  135 Visitas

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Se paseaba el coyote por el campo cuando encontró al tlacuache echado de espaldas, con las

patas apoyadas contra la peña. Estaba allí descansando tranquilamente y contemplando el paisaje.

El coyote saltó hacia él, decidido a no perderse la oportunidad de vengar viejos agravios

—Ahora te voy a comer —le dijo.

—Pero, compadre, ¿por qué? ¿No ves acaso que estoy sosteniendo el cielo? Ya mismo se nos

viene encima y nos aplasta a todos. Podrías mejor ayudarme.

El coyote, muy asustado, aceptó colocarse en la misma posición en la que estaba el tlacuache,

apoyando las patas contra la peña.

—Aguanta hasta que venga, compadre. No tardaré —dijo el tlacuache—. ¿Me prestas

tu machete para cortar la viga?

—Sí, compadre, pero vete rápido —contestó el coyote.

El tlacuache salió disparado, mientras el coyote se quedaba ahí, patas arriba.

—¿Qué andará haciendo ese tlacuache bandido que no viene? —protestaba el coyote.

Siguió esperando, sin moverse. Pronto ya no pudo más. “Me voy aunque el cielo se

venga abajo”, pensó y se levantó rápidamente. Se asombró de ver que no pasaba nada y que las

cosas seguían en su sitio.

Una vez más el tlacuache había logrado engañar al coyote.

Se paseaba el coyote por el campo cuando encontró al tlacuache echado de espaldas, con las

patas apoyadas contra la peña. Estaba allí descansando tranquilamente y contemplando el paisaje.

El coyote saltó hacia él, decidido a no perderse la oportunidad de vengar viejos agravios

—Ahora te voy a comer —le dijo.

—Pero, compadre, ¿por qué? ¿No ves acaso que estoy sosteniendo el cielo? Ya mismo se nos

viene encima y nos aplasta a todos. Podrías mejor ayudarme.

El coyote, muy asustado, aceptó colocarse en la misma posición en la que estaba el tlacuache,

apoyando las patas contra la peña.

—Aguanta hasta que venga, compadre. No tardaré —dijo el tlacuache—. ¿Me prestas

tu machete para cortar la viga?

—Sí, compadre, pero vete rápido —contestó el coyote.

El tlacuache salió disparado, mientras el coyote se quedaba ahí, patas arriba.

—¿Qué andará haciendo ese tlacuache bandido que no viene? —protestaba el coyote.

Siguió esperando, sin moverse. Pronto ya no pudo más. “Me voy aunque el cielo se

venga abajo”, pensó y se levantó rápidamente. Se asombró de ver que no pasaba nada y que las

cosas seguían en su sitio.

Una vez más el tlacuache había logrado engañar al coyote.

Se paseaba el coyote por el campo cuando encontró al tlacuache echado de espaldas, con las

patas apoyadas contra la peña. Estaba allí descansando tranquilamente y contemplando el paisaje.

El coyote saltó hacia él, decidido a no perderse la oportunidad de vengar viejos agravios

—Ahora te voy a comer —le dijo.

—Pero, compadre, ¿por qué? ¿No ves acaso que estoy sosteniendo el cielo? Ya mismo se nos

viene encima y nos aplasta a todos. Podrías mejor ayudarme.

El coyote, muy asustado, aceptó colocarse en la misma posición en la que estaba el tlacuache,

apoyando las patas contra la peña.

—Aguanta hasta que venga, compadre. No tardaré —dijo el tlacuache—. ¿Me prestas

tu machete para cortar la viga?

—Sí, compadre, pero vete rápido —contestó el coyote.

El tlacuache salió disparado, mientras el coyote se quedaba ahí, patas arriba.

—¿Qué andará haciendo ese tlacuache bandido que no viene? —protestaba el coyote.

Siguió esperando, sin moverse. Pronto ya no pudo más. “Me voy aunque el cielo se

venga abajo”, pensó y se levantó rápidamente. Se asombró de ver que no pasaba nada y que las

cosas seguían en su sitio.

Una vez más el tlacuache había logrado engañar al coyote.

Se paseaba el coyote por el campo cuando encontró al tlacuache echado de espaldas, con las

patas apoyadas contra la peña. Estaba allí descansando tranquilamente y contemplando el paisaje.

El coyote saltó hacia él, decidido a no perderse la oportunidad de vengar viejos agravios

—Ahora te voy a comer —le dijo.

—Pero, compadre, ¿por qué? ¿No ves acaso que estoy sosteniendo el cielo? Ya mismo se nos

viene encima y nos aplasta a todos. Podrías mejor ayudarme.

El coyote, muy asustado, aceptó colocarse en la misma posición en la que estaba el tlacuache,

apoyando las patas contra la peña.

—Aguanta hasta que venga, compadre. No tardaré —dijo el tlacuache—. ¿Me prestas

tu machete para cortar la viga?

—Sí, compadre, pero vete rápido —contestó el coyote.

El tlacuache salió disparado, mientras el coyote se quedaba ahí, patas arriba.

—¿Qué andará haciendo ese tlacuache bandido que no viene? —protestaba el coyote.

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