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LA PREPARACIÓN LAS LECCIONES* Antonio Ballesteros y Usano**


Enviado por   •  6 de Octubre de 2015  •  Informes  •  2.456 Palabras (10 Páginas)  •  648 Visitas

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LA PREPARACIÓN LAS LECCIONES* Antonio Ballesteros y Usano**

 Valor y necesidad de la preparación de las lecciones. Demostrada en las páginas anteriores la importancia de la preparación del trabajo escolar y estudiadas las formas de realizar esa preparación en sus aspectos más generales, vamos a dedicar esta última parte del presente capítulo al examen de la preparación de la tarea concreta y directa de la enseñanza, de la actividad de los niños y los maestros para alcanzar los fines del aprendizaje. No vamos a insistir en la discusión de los argumentos que se oponen a que esta preparación se realice, ya que han sido examinados y valorados en sus diversos aspectos fundamentales, llegando a demostrar, tal es nuestra suposición al menos, que la educación, en cuanto acción intencionada y sistemática, exige como condición imperativa la previsión de sus objetivos y de los medios para alcanzarlos. Sólo añadiremos ahora, en cuanto a la preparación de las lecciones se refiere, que su valor y su necesidad vienen impuestos por las propias condiciones de la actividad infantil, por exigencias didácticas de la labor del maestro y por la índole de las funciones y fines del aprendizaje, especialmente en cuanto se refiere a su contenido. En efecto, la diferencia esencial entre la escuela tradicional verbalista y la actual escuela funcional estriba en que aquélla obliga al niño a subordinarse, mediante la coacción, a los imperativos de la enseñanza, viendo en él sólo al adulto futuro, mientras que la escuela funcional aspira a subordinar las técnicas, métodos y formas de la enseñanza a las necesidades y capacidades infantiles. Para satisfacer esta aspiración no basta con preparar el ambiente material y social de la escuela y los instrumentos de trabajo de manera amplia y en un plano de generalidad, mediante los programas, horarios, clasificación de los alumnos, etcétera, sino que es indispensable que en la relación directa e inmediata del maestro con sus alumnos se cumpla esa función educativa, teniendo siempre a la vista las verdaderas capacidades de los alumnos para satisfacerlas y desarrollarlas. Es decir, que la única manera de respetar la libertad y el normal desarrollo de las actividades infantiles será acomodar a ellas nuestra acción y sólo podremos lograrlo si prevemos, si meditamos, si preparamos cada día, las tareas que en la escuela han de ser realizadas. Es una concepción falsa la de creer que la autonomía absoluta de la clase y la improvisación" de lo ocasional son las formas auténticas de la educación activa. Por el contrario, la verdadera actividad de los alumnos ha de ser preparada, favorecida y estimulada por el maestro, mediante el conocimiento del propio alumno y de los métodos eficaces del aprendizaje. Incluso la realización extrema de la autonomía exige, para que la escuela no se convierta en una Babel cuya máxima perturbación sufrirán los propios niños, la presencia, el consejo, las sugestiones, la dirección, en suma, de un maestro. Vemos, pues, que desde el punto de vista de los intereses infantiles es necesaria una preparación del trabajo diario, no para coaccionar sino para estimular el desarrollo de las capacidades vitales del niño. Mirando igualmente no ya al interés de los alumnos sino a la misión que le corresponde cumplir al maestro, parece evidente el valor de la preparación de las lecciones y su necesidad. En efecto, cada aspecto del aprendizaje requiere un tipo de actividad del maestro, una técnica adecuada, una serie de tareas y de ejercicios peculiares adaptados a la índole de la finalidad educativa que se aspira alcanzar. Aun para el maestro mejor preparado, con más experiencia, con una cultura más sólida, cada lección tiene o debe tener un carácter de novedad y de creación. No sólo porque cada vez, en la sucesión de los años, sus alumnos formarán una comunidad con capacidades e intereses propios, sino porque la sucesión, el proceso de su trabajo será distinto, y ya hemos dicho que cada tarea ha de estar enlazada con la anterior, como debe ser fundamentalmente preparación y antecedente de la tarea futura. He aquí por qué, a nuestro juicio, la preparación, cuando es bien orientada, en vez de mecanizar la vida de la escuela y la actividad de los alumnos, se convierte o deberá convertirse en el instrumento, que le dé variedad, que le imprima originalidad y fuerza, que la presente como nueva aunque sea para tratar el mismo tema, asegurando así el interés de los alumnos y renovando y perfeccionando la experiencia y la técnica del maestro. Por último, la preparación es indispensable desde el punto de vista del objeto, del contenido del aprendizaje. De una parte, repitámoslo, la escuela actual se plantea como obligación primaria la necesidad de la adquisición de un mínimo de saber por los alumnos. Para que esa adquisición se realice, el maestro ha de dominar ese contenido, pero además ha de dosificarlo, asociarlo, adaptándolo a la índole de sus alumnos. Sea la enseñanza globalizada o por materias, esa necesidad de dominar el objeto del conocimiento se hace esencial para satisfacer las ansias de saber de los alumnos, para no producir lagunas, vacíos en el conocimiento, para no perderse en el detalle o en lo menos esencial abandonando lo sustancial del tema. Pero, además, cada lección junto al problema de contenido plantea el del método, y nuestro trabajo carecería de interés y de verdadera eficacia si no disponemos de los materiales que objetivicen la enseñanza, los ejercicios, problemas y prácticas que permitan a los niños aprender mediante su propio esfuerzo y actividad y si, en fin, no meditamos acerca de cuál debe ser nuestro propio papel, nuestra función para enseñar sin coacción, desarrollar capacidades sin abandonar las necesidades instructivas y hablar, conversar, estimular oralmente a nuestros alumnos sin caer en el discurso, en el verbalismo y la vana retórica. De todo lo anteriormente expuesto se desprende un concepto nuevo de la preparación que en realidad consiste en que el maestro, antes de iniciar la tarea de cada día, medite acerca de los temas y actividades que van a ocupar su tiempo y el de sus alumnos; domine y disponga su contenido para favorecer el aprendizaje; prepare los medios materiales y las formas de actividad que han de asegurar el interés y el trabajo de la clase y piense, sobre todas las cosas, en las preferencias, capacidades y necesidades de sus discípulos para adaptara ellas todo su trabajo. Sin esta labor previa perderá no sólo gran parte de su tiempo y el de sus alumnos, sino además mucha y buena parte de sus energías y su esfuerzo en tanteos, ensayos y pruebas que sembrarán la confusión entre los niños y acaso hagan perder al maestro lo más valioso para un educador: la autoridad, el prestigio y la confianza. La preparación de las lecciones y el diario de clase. Conviene hacer una distinción entre ambos instrumentos de información didáctica. Cuanto acabamos de decir se refiere a la preparación de las lecciones, es decir, al estudio que el maestro hace antes de ponerse en contacto con sus alumnos para prever, dentro de los límites de lo posible, lo que ha de ser su jornada de trabajo. El diario de clase, por el contrario, es la narración de lo realizado en cada jornada, después de que ésta se ha cubierto. Así como concedemos un alto valor pedagógico y estimamos necesaria la preparación, no nos parece que el diario responda a exigencias tan fundamentales. Puede tener dos finalidades estimables: como medio de comprobación y control de lo que en la escuela se hace, y como acopio de experiencias y de valiosas observaciones para el maestro. En el primer aspecto confesamos que su eficacia es mínima, si se tiene en cuenta que en la propia preparación puede haber un apartado dedicado a la autocrítica y estimación de lo hecho durante el día y, además, el mejor control lo ofrecerán los trabajos, ejercicios y problemas de los niños, conservados por el maestro. En cuanto al diario como impresión del maestro tiene a nuestro juicio el más alto valor, pero no puede ser convertido en tarea obligatoria recargando la que sobre los maestros pesa, sino dejarse a su propia iniciativa y a su gusto o afición por este tipo de actividad. ¿Debe llevarse obligatoriamente un cuaderno de preparación? La mayoría de las legislaciones escolares así lo aconsejan. Incluso se hacen formularios impresos en que se incluyen los datos que la preparación debe abarcar y que han de ser llenados diariamente por los maestros. Sin negar la conveniencia de que se consignen algunos datos esenciales, nuestro criterio se inclina más a favor de dejar a cada maestro en libertad para formular su propia preparación e incluso para consignar en el libro sólo aquellos aspectos que él crea de verdad indispensables para el desarrollo de sus lecciones, sin convertir la preparación en una tarea burocrática y formalista, porque es posible que así entendida no exprese el verdadero esfuerzo del educador y no le sirva de utilidad para el desarrollo de su trabajo; incluso puede suceder que los que mejor .lleven ese registro oficial sean los que menos en serio tomen la auténtica preparación del contenido y técnica del aprendizaje para la difícil misión educativa.

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