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LA PULGA TRAVESURAS

OLGA GÓMEZTarea18 de Mayo de 2017

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Lucecita era una pulga diminuta (mucho más que las que conocemos normalmente), para poder verla el oculista le dio a su madre unas gafas con un alto grado de aumento, porque desde que nació se le perdía cada segundo. Su progenitora ya no sabía qué hacer. Vivía haciendo bromas pesadas, ocultando cosas, asustando a sus amigas por la noche. Todo cuanto hacía le parecía muy gracioso. La comunidad de pulgas ya no la aguantaba más. Y aunque su madre entendía la situación, en su corazón sólo había amor y ternura por su hija. Pasaba las horas pensando en qué podía hacer para darle una lección de vida a lucecita, algo contundente que le hiciera cambiar su forma de actuar, sin perder su esencia. Porque por algo le había colocado Lucecita, ya que al nacer, después de un embarazo muy complicado, trajo alegría y esperanza a su vida. Era una pulguita muy risueña, inundaba de felicidad cada rincón del perro donde vivían. Así se durmió ideando una enseñanza para su hija.

Al día siguiente, al despertar. Se dio cuenta que todos corrían despavoridos por toda la casa. No encontraba una explicación lógica para lo que estaba pasando. Miró en derredor y no encontró a su hija. Se colocó las manos sobre la cabeza y gritó con todas sus fuerzas: ¡Lucecitaaaaaaaaaa!. Pero no encontró respuesta. Salió corriendo, estrellándose contra sus compañeras. Unas y otras caían a lado y lado de su morada. Nadie le daba razón. Todas huían tratando de salvarse, el piso se movía estrepitosamente.

Al ir corriendo se resbaló y por poco cae al vacío, pero se aferró con todas sus fuerzas a una garrapata que también estaba perpleja por los acontecimientos. De pronto, todo volvió a la calma. Ya el piso no se movía. Con alegría vio que muchas de sus amigas se habían salvado. Se abrazó con algunas de ellas. Instantáneamente reaccionó y volvió a la realidad. ¿Dónde estaba Lucecita? ¿Qué había sido de ella? ¿Tendría alguna participación en los hechos?. Se dirigió a su casa y al poco rato entró Lucecita. Venía agotada, pero pensativa. ¿Dónde estabas? Le preguntó. La pulguita la miró con un aire de travesura que no podía ocultar. Lo siento madre, creí que mi broma no traería tantas consecuencias y se echó a llorar. Lo siento, lo siento, repetía incansablemente.

Después de un momento, empezó a contarle a su mamá, que estando jugando en el patio trasero, se ideó una travesura formidable, se metería en el oído del perro, causándole tanta rasquiña, tirando de sus pelos internos, hasta enloquecerlo, le hablaría desde dentro, haciéndole creer que estaba poseído por un ser mágico y que debía correr hasta el cansancio si quería que éste abandonara su cuerpo. Soltó la risa y le dijo que casi instantáneamente el perro echó a correr sin control alguno. Se aferró fuertemente al martillo, pero esto causó aún más desespero en el canino, el cual se revolcaba en el piso y aullaba estruendosamente. Ahí fue cuando entendió que había sido una muy mala idea su travesura y a su mente vino la imagen aterradora de sus parientes. Empezó a orar y a pedirle al Dios Pulgonteco que por favor la hiciera salir ilesa de semejante incidente. Y al parecer la escuchó porque al instante… todo fue calma. Ya no se escuchaban gritos, ni carreras estrepitosas. Empezó a arrastrarse hacia fuera del oído, comenzó a caminar entre los pelos apelmazados del sabueso, abriéndose campo hacia su hogar. Luego, lo demás ya su madre lo sabía.

A pesar que el comportamiento de su hija era desde todo punto de vista reprochable, la abrazó contra su pecho, gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas. No hubo palabras, sólo un largo silencio. Silencio que le permitió a Lucecita entender el error que había cometido, el sufrimiento de su madre y el caos desastroso que se observaba a su alrededor, taladraron

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