MEMORIAS DE UNA PULGA
joseportugal29 de Enero de 2013
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MEMORIAS DE
UNA PULGA
TOMO I
EDASA
Traducción por : Ramón Ricardo
7ª Reimpresión 1984
Impreso en México
Printed in México
Esta edición consta de 1000 ejemplares y se
termino de imprimir el 20 de febrero de 1984 en los
talleres de la Edasa México D.F
M e m o r i a s d e u n a p u l g a
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ÍNDICE
INTRODUCCION ......................................................................................... 3
Capítulo I ....................................................................................................... 6
Capítulo II .................................................................................................... 12
Capítulo III .................................................................................................. 20
Capítulo IV .................................................................................................. 24
Capítulo V ................................................................................................... 30
Capítulo VI .................................................................................................. 36
Capítulo VII ................................................................................................. 38
Capítulo VIII ............................................................................................... 45
Capítulo IX .................................................................................................. 50
Capítulo X ................................................................................................... 56
Capítulo XI .................................................................................................. 64
Capítulo XII ................................................................................................. 71
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INTRODUCCION
Es fácil comprender porqué esta contenciosa narración permanece en el anonimato. Escrita en
tiempo en que el arte del simbolismo reemplazaba los peligros de las expresiones realistas, su autor
se propuso, sin duda, transmitir a sus lectores el impulso sexual interior de un hombre,
comparándolo con su aspecto exterior. A mi modo de ver, no cabe duda de que el narrador estaba
tan lleno de sus descarriadas fantasías, que imaginó todas las situaciones sexuales concebibles, por
muy irreales e increíbles que fuesen, con tal de dar satisfacción a su anormal lujuria.
El relato abarca un conjunto de perversiones o desviaciones sexuales comunes y anormales, y
da comienzo con el despertar del deseo sexual de una jovencita por el sexo opuesto, y que continúa
describiendo actos anormales, como aquel en el que el individuo encuentra placer sexual en ver
cómo otros realizan el coito, o el exhibicionismo, en méritos del cual el hombre muestra sus órganos
sexuales a una observadora del género femenino, y que encuentra satisfacción en el azoro con que
reacciona ella ante el espectáculo, sintiendo que ha efectuado un desfloramiento psíquico.
El autor, al presentar esta extraña situación, sitúa este aspecto desviacionista en el marco de
una situación no natural. El sadismo y el masoquismo están representados por tres hombres
maduros que entablan relaciones sexuales con la muchacha por las vías vaginal, anal y bucal. Sin
embargo, se introduce otro aspecto desviacionista cuando se presenta a la joven como siendo de
tipo ninfomaníaco, de deseos tan intensos que nunca pueden encontrar satisfacción completa, y
cuya libido va in crescendo con cada nueva conquista. El incesto, es decir, las relaciones sexuales
entre parientes próximos, se manifiesta cuando el tío de la muchacha la seduce también.
Por la palabra “símbolo” entendemos que se sugiere algo por relación, asociación de ideas o
mutuo convenio. Muchas de nuestras imágenes recordadas pueden ser realzadas y distorsionadas,
hasta el punto de convertirlas en grotescas. Pero en realidad no son sino fantasías, o combinaciones
de recuerdos varios. Durante los siglos XVII y XVIII, época en que se desarrolla la presente historia,
se produjo en Europa central un movimiento popular de protesta contra los convencionalismos,
llegándose al extremo de presentar a las figuras más astutas bajo extraños aspectos, en una
tentativa por escapar a los límites restrictivos. Thomas Paine dijo: “Lo sublime y lo ridículo se
encuentran a menudo tan próximos, que es difícil separar uno de otro. Un paso más arriba lo
sublime se vuelve ridículo; un paso por encima de lo ridículo nos lleva a lo sublime”. El presente
relato, de ribaldo simbolismo, se ajusta extraordinariamente a esta definición.
El narrador de nuestra novelita es una pulga común y corriente (O extraordinaria, por mejor
decir, en el sentido del relato); una pulga que no es sino un insecto succionador de sangre,
altamente capacitado para la vida parasitaria y con gran capacidad para deslizarse entre los pelos y
las plumas. La pulga humana —Pulex Irritans— acecha al hombre como lo hace la nigua. Algunos
seres humanos son inmunes a las picaduras de la pulga, y no experimentan efectos irritantes, aun
cuando permanezcan por largo tiempo expuestos a las mismas. Esto explica por qué nuestro amigo
—el señor Pulga— pudo viajar por todas partes, inspeccionarlo todo y contárnoslo todo. A título de
digresión, diremos que es notable la gran complejidad que pueden llegar a alcanzar los parásitos.
Por ejemplo, en una determinada oruga pudieron descubrirse otras 23 variedades de insectos, cada
uno de los cuales soportaba a otros 13, los que, a su vez, daban también albergue a dos o más cada
uno.
Observada en este nivel tan bajo, la vida, en cualquiera de sus manifestaciones, tiene que ser
considerada en un nuevo aspecto. Tengo para mí que el autor, con un caprichoso toque de sátira, se
valió de la pulga como un símbolo de los ojos humanos, que desean ver las cosas que no pueden
observar abiertamente. De esta manera las visualiza mentalmente, con lo que. de paso, para
provocar sus emociones, profundiza hasta lo más hondo de la marea sexual. Los necios son mi
tema; dejad que la sátira sea mi canción”. Este pensamiento, tomado de English Bards and Scotch
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Reuiewers, suele ser aplicable cuando los hombres frustrados pugnan por desprenderse de sus
inhibiciones.
Los motines iniciados al grito de “¡Abajo el papismo!”, desencadenados en 1780, revelan la
inquietud en aquellos tiempos de un populacho soliviantado contra el autoritarismo y rebelándose
para separar las leyes de la naturaleza de las de los hombres, al parecer diametralmente opuestas.
El hombre, desde los albores de la humanidad, ha discrepado de las leyes de la naturaleza y las ha
alterado para adaptarlas mejor a sus impulsos egoístas. Es a menudo cierto que aquellos individuos
que más se ajustan a un código ético abrigan en su seno los deseos sexuales más heterodoxos e
insatisfechos, aunque es este subconsciente el que los encamina hacia el campo opuesto.
De manera similar, en la misma época, en las colonias de Norteamérica los puritanos
sujetaban al pueblo a leyes tan estrictas que, en realidad, constituían la negación de una existencia
normal. Las leyes matrimoniales significaron la separación de muchos enamorados, quienes,
temerosos de disgustar a sus padres, recurrieron a entrevistas furtivas y a desahogos clandestinos.
El amor fue estigmatizado en todos sus aspectos por los teólogos puritanos como el más
poderoso instrumento de Satanás, y hasta el simple idilio fue desaprobado, asociándolo con el
pecado original. Con el más fútil pretexto los jóvenes eran clasificados entre la gente más baja,
anatematizándolos con palabras en las que, lisa y llanamente, se proclamaba que “es práctica
común en diversos lugares destinados a los jóvenes que éstos muestren sus malvados propósitos, y
se acerquen a las doncellas con fines malévolos, por lo cual se ha desarrollado mucha maldad en
torno a nosotros para menosprecio de Dios y daño de nuestras personas.
No hay que decir que en tales circunstancias los adolescentes, como es el caso de la juvenil
Bella y de su admirador, se juntaran a escondidas para dar satisfacción a sus necesidades íntimas,
En el caso de los puritanos, las leyes contra el galanteo secreto que acabamos de mencionar no
aseguraron la moral, como lo prueba un simple examen de los registros judiciales de la época. En
realidad, el vicio de una legislación excesiva tiende más bien a extender los males que trata de
prevenir. Esta rara situación vino a agravarse con la costumbre del “enfardamiento”, que se hacia
necesario cuando un joven había caminado mucho para ver a su amada, y no tenía ya tiempo para
regresar a su hogar.
Se le permitía entonces quedarse en la casa de la familia de la novia, en la que dormía junto
con los familiares de ella, cubriéndose todos con mantas y pieles. De esto resultaba el coito entre el
mozalbete y la doncella, y el acto, realizado tan cerca de
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