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LA dama duende-análisis


Enviado por   •  24 de Octubre de 2018  •  Ensayos  •  3.684 Palabras (15 Páginas)  •  346 Visitas

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LA DAMA DUENDE

Análisis de su relación con la sociedad de la Edad Moderna

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Tabla de contenido

1.        Introducción.        1

2.        Autor.        2

3.        Resumen de la obra.        4

4.        La sociedad.        5

5.        Las estructuras familiares.        6

6.        La vivienda.        7

7.        Otros aspectos culturales.        8

7.1.        La alimentación.        8

7.2.        Fuentes para el estudio de la vida cotidiana.        9

7.3.        La indumentaria.        9

7.4.        Trabajo y ocio.        11

8.        Conclusiones.        12

9.        Bibliografía.        14

  1. Introducción.

En el estudio de la sociedad de cualquier época, no se pueden pasar por alto las obras literarias de dicho momento histórico como fuente de información. A través del análisis de La Dama Duende con respecto a cuestiones tan cotidianas como la indumentaria o la distribución de las alcobas en la vivienda, obtenemos un fiel reflejo del modo de vida y costumbres de la nobleza aburguesada en la España del Siglo XVII, así como de momentos clave en la historia de nuestro país acontecidos en el momento de la escritura de la obra a los que hace referencia el autor, o ciertas localizaciones características de la ciudad en que se desarrollan los hechos. Con el estudio de las fuentes literarias obtenemos, pues, valiosa información sobre el contexto espacio-temporal en que se escribió la misma, fechas y datos explicados con más detalle en los epígrafes expuestos a continuación y que componen este trabajo.

  1. Autor. [pic 4]

Pedro Calderón de la Barca nació en Madrid, el 17 de enero del año 1600, en el seno de una familia hidalga de burócratas. Poeta y dramaturgo, su trayectoria recorrió el esplendor del Siglo de Oro casi al completo, testigo de tres reinados diferentes y atento espectador de las oposiciones binarias habituales entre periodos de esplendor y crisis, en su obra supo conjugar la vitalidad del pueblo con la escrupulosidad militar y eclesiástica de las que fue cronista y ejemplo.

Estudiante en el Colegio Imperial de los Jesuitas de Madrid desde 1608 hasta 1613, pronto entró en contacto con los clásicos latinos, prosiguió sus estudios en la Universidad de Alcalá, pero la muerte de su padre y los pleitos con su madrastra lo dejaron bajo la tutela de un tío materno, por lo que hubo de trasladarse a la Universidad de Salamanca, donde cursó Derecho Canónico y  civil sin llegar a ordenarse. De hecho, dejó la carrera religiosa por la militar, llevando en su juventud una vida pendenciera que le llevó a verse involucrado en un homicidio y en otros incidentes violentos.

Desde 1625, Calderón fue ganándose la estima del propio rey Felipe IV como dramaturgo de la corte, proveyéndola de un extenso repertorio de obras hasta 1629, año en cuya salvaje irrupción en un convento de clausura (en persecución de un actor allí escondido) le costó la antipatía de Lope de Vega. El estreno ese mismo año de la comedia que nos ocupa y su rotundo éxito, La Dama Duende, le proporcionó al fin la tan merecida fama y le devolvió el favor y reconocimiento del Fénix de los Ingenios. El rey lo nombró director del Coliseo del Buen Retiro, y se ganó asimismo al público en los corrales de comedias madrileños con el pleno desarrollo de su habilidosa pluma en las “comedias de capa y espada”.

En 1636, Calderón entra como caballero en la Orden de Santiago, y participa en la Guerra de Secesión de Cataluña en la compañía de caballería de coraceros en 1940,  donde resultó herido de no más gravedad que la herida producida en una riña en los ensayos de carnaval ese mismo año.

Tras una década de plenitud creativa y estabilidad política le sucede otra, la de 1640, de crisis e incerteza. Las muertes de la Reina Isabel y el heredero al trono, Baltasar Carlos, la independencia de Flandes y la marginación de España en el contexto europeo, marcan una época de malestar social que culmina con el cierre de los teatros públicos; en el contexto personal, además, hay que sumar la muerte de los hermanos del dramaturgo madrileño, la cual configura de este modo el caldo de cultivo idóneo para las crisis espiritual y profesional que le llevan a ordenarse sacerdote en 1651.  

Con la reapertura de los teatros en 1649, la trayectoria de Calderón entra en otra fase creativa alejada de la anterior, más abstracta y seria, en la que los “autos sacramentales” pasan a convertirse en el centro de su creación. En efecto, no puede hablarse del teatro asociado a la fiesta del Corpus Christi sin subrayar el nombre del literato barroco: desde su regreso a Madrid en 1663 como capellán de honor, se dedicó en exclusiva a la composición de estos autos en los que logra transmitir al público el punto de vista más ético del dogma cristiano, como muestra su obra El gran teatro del mundo.

En mayo de 1881, mientras escribía los autos para el Corpus de ese año, Calderón muere dejando tras de sí una profunda huella en la literatura universal, así como un variado legado de autos, comedias y tragedias, en el que refleja tanto los aspectos palpables como los más psicológicos de la sociedad, y en el que nos proporciona, en muchos casos, una visión vanguardista –liberal, progresista e incluso proto-feminista- en la versión más crítica de dicha sociedad, la que aún hoy lo mantiene vivo en escena.

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