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La Lectura


Enviado por   •  14 de Mayo de 2013  •  1.344 Palabras (6 Páginas)  •  284 Visitas

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de despedida, suicidas; poemas, canciones, acrósticos; dedicatorias, chismógrafos, graffitis, diarios, autobiografías, horóscopos, tarjetas, chistes; cuentos de terror, de amor y fantásticos. Pero si bien nadie desconoce la importancia y la necesidad de que aprendan y pongan en práctica esos géneros, lo que es más importante aquí es el hecho de que existe esa motivación que no estamos atendiendo. Es comprensible que no pueden reemplazarse unos por otros, pues tanto la intención como la estructura formal y el contexto en que se producen son diferentes, pero sí se podría trabajar desde ahí ese deseo innato que mueve la escritura y que hace que las palabras fluyan con libertad. Ahora, ¿cómo?, es lo que deben explorar la pedagogía y la didáctica; es en lo que debemos trabajar antes de entrar a imponer directamente las temáticas escriturales que les cortan la motivación por escribir ese otro tipo de textos requeridos en la escuela.

De otro lado, la motivación por la escritura no se considera como una solución individual que permita a las personas asumir actitudes críticas que estructuren el pensamiento, sino como requisito de programas académicos. Tanto colegios como universidades buscan cumplir con las exigencias impuestas en sus currículos, transmitiendo a los estudiantes la idea de que escribir es una actividad instrumental que se debe cumplir ocasionalmente, pero no un acto comunicativo esencial en las relaciones humanas y la vida ciudadana. En este sentido no se puede hablar de motivación, pues la escritura es transmisión de experiencias, sensaciones, emociones; la escritura debe transmitir formas de pensar y debe formar para el intercambio de ideas, para el debate, para la confrontación que lleve a la comprensión y la tolerancia; en general para ser mejor individuo social. De aquí que los profesionales que se forman en las universidades caigan en el iletrismo de que habla Emilia Ferreiro,**** cuando se refiere a que una vez terminada la preparación académica, no utilizan la escritura y la lectura como parte de su vida, ya sea porque no siente motivación o porque cuando la necesitan, no saben cómo emplearla y deben buscar ayuda tomando cursos acelerados de redacción.

La reeducación de los maestros

Hay que suplir este vacío, esa transición que probablemente ayudaría a recuperar poco a paco la cultura de la escritura que no poseemos. Jorge Orlando Melo ya lo planteo en su polémico ensayo Más libros y menos maestros*****: nuestra sociedad pasó de la cultura oral casi directamente a la cultura audiovisual. No se experimentó la transición por la escritura.

Pero más que eso, el problema está en que nuestra educación apenas la está valorando. Son muchas décadas perdidas en el gramaticalismo y en la llamada lectura de imágenes. El hecho de que existan los medios como un relativo obstáculo para llegar a la lectura, no justifica que se hubieran podido desarrollar proyectos educativos que fomentaran la escritura. La imagen puede alejar al estudiante del interés por la lectura, pero no tiene porque hacerlo de la actividad de la escritura, solamente que nuestro sistema educativo no reconoció sino hasta hace muy poco, las deficiencias en esta competencia lingüística. ¿Por qué razón? En buena parte porque los maestros tampoco la tuvimos, porque se educó desde la falsa creencia del conocimiento transmitido. Escribir era tan solo copiar, responder escuetamente, reafirmar, pero nunca crear o transmitir ordenadamente un pensamiento crítico. Personalmente me contaría, en gran parte, en esa generación que asistimos a las escuelas públicas en la década del setenta. Regidos por principios morales fuertes y también por la férrea disciplina del respeto, el libro y la escritura nos eran presentados como medios reducidos, a los que no podíamos acceder con libertad, pues no sólo eran escasos, sino que además eran vistos como algo casi sagrado exclusivo de los academicistas. Tan solo nos estaba dado resumir, y en muchos casos, únicamente lo que leía el maestro. Apenas unos pocos por circunstancias particulares logramos descubrir la literatura por nuestra cuenta. Así, pasamos a ser maestros con esas debilidades que sólo pudimos superar parcialmente en parte en la universidad, e incluso hasta hace apenas unos años con los nuevos enfoques impulsados casi a la fuerza

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