La Maestra
abigailperez2 de Mayo de 2014
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CARTA
A UNA MAESTRA
Nueva versión completa
HOGAR DEL LIBRO
Bergara, 3
08002 BARCELONA
Ediciones
istmo
Colombia, 18
28016 Madrid
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Alumnos de la escuela de Barbiana - Carta a una maestra - pág. 4
Este libro no se ha escrito para los profesores, sino para los
padres. Es una invitación para que se organicen.
A primera vista parece escrito por un solo muchacho. Sin
embargo los autores somos ocho chicos de la escuela de Barbiana.
Otros compañeros nuestros que están trabajando nos han
ayudado los domingos.
Ante todo debemos dar las gracias a nuestro párroco, que nos
ha educado, nos ha enseñado las reglas del arte y ha dirigido los
trabajos.
Después, a muchísimos amigos que han colaborado de otras
maneras.
En la simplificación del texto, varios padres.
En recoger datos estadísticos, secretarios, profesores, jefes,
directores, funcionarios del Ministerio y del Instituto Central de
Estadística, párrocos.
En otras noticias, sindicalistas, periodistas, empleados municipales,
historiadores, sociólogos, juristas. *
* Esta nueva traducción de la Lettera a una Professoressa pretende ser
completamente fiel a la "humilde técnica del arte de escribir" que utilizaron
los chavales italianos autores del libro y que ellos mismos cuentan en
la segunda parte. Para ello hemos realizado un trabajo de equipo destinado
a eliminar todas las palabras difíciles, expresiones complicadas, etc.
que apartan de la lectura a sus principales lectores: los pobres padres de
chicos y chicas acribillados por la escuela. Más aún: hemos buscado en
cada caso la forma castellana más fácil y popular, como hicieron ellos en
su lengua. Para lograrlo, nuestro maestro hacía en voz alta una lectura de
un párrafo italiano y lo traducía y explicaba en castellano. Luego, uno de
nosotros leía la versión de la traducción uruguaya, que es muy buena, y
otro la versión castellana anterior a esta, que es peor. Entre todos —y con
ayuda de la pizarra— ajustábamos la frase a nuestra forma de decir y a los
oídos más sencillos de nuestros padres. Este método lento y largo puede
aplicarse en una escuela como la nuestra, que sigue el consejo de Barbia____________________________________________________________
Alumnos de la escuela de Barbiana - Carta a una maestra - pág. 5
Primera parte
La escuela obligatoria
no puede hacer repetidores
Querida señora:
Usted ni siquiera se acordará de mi nombre. ¡Se ha cargado a
tantos!
Yo, en cambio, he pensado muchas veces en usted, en sus
compañeros, en esa institución que llamáis escuela, en los chicos
que "rechazáis".
Nos echáis al campo y a las fábricas y nos olvidáis.
Hace dos años, en primero de magisterio,* me daba usted
na de hacer la escuela a pleno tiempo (hasta sábados y domingos). Aun así
no tuvimos tiempo de acabar el libro entero y el final tuvo que traducirlo
Corzo solo para entregarlo a tiempo. Es un buen método para escribir mejor
el castellano y recordar de paso el otro idioma. (Algo habíamos aprendido
de italiano para preparar nuestro viaje a Barbiana, Florencia y Roma
en 1979). En el método completo de escritura colectiva, que explican aquí
los de Barbiana, ya estamos entrenados por nuestro libro Escritos Colectivos
de Muchachos del Pueblo (Ed. Popular, Madrid 1979) y por muchos
otros ejercicios de clase. Pronto daremos en un libro aparte una explicación
muy detallada y clara de cómo se hace, según dicen don Milani y sus
chicos en varios escritos y según hemos probado nosotros muchas veces en
grupos más numerosos. (Escribir colectivamente como en Barbiana. Ediciones
Anaya, Madrid 1982)
* En Italia después de la Enseñanza General Básica (EGB), el alumno puede
escoger entre diversas enseñanzas medias-superiores, que duran cinco
años: o el Bachillerato (Liceo clásico —letras— y científico) o la Forma____________________________________________________________
Alumnos de la escuela de Barbiana - Carta a una maestra - pág. 6
miedo.
Aunque la verdad es que la timidez me ha acompañado toda
mi vida. De niño no levantaba los ojos del suelo. Me pegaba a
las paredes para que no me vieran.
Al principio creí que sería una enfermedad mía, o acaso de
mi familia. Mi madre es de esas personas que se ponen nerviosas
para rellenar un telegrama. Mi padre observa y escucha, pero
no habla.
Después creí que la timidez era un mal de los montañeses.
Los campesinos de la llanura me parecían más seguros de sí
mismos. ¡Y no hablemos de los obreros!
Ahora veo que los obreros dejan a los hijos de papá todos los
puestos de responsabilidad en los partidos y todos los asientos
del Parlamento.
Así que son como nosotros. Y la timidez de los pobres es un
misterio muy viejo. Yo que estoy dentro de él no sabría explicárselo.
Acaso no sea ni cobardía ni heroismo. Sólo falta de
orgullo para creerse superior.
ción Profesional (Institutos Técnicos de varias especialidades) u otras Escuelas
Superiores no universitarias, como la Normal de Maestros, donde
se, forman únicamente los maestros de la primera etapa de EGB. De
hecho, en Italia la segunda etapa (que ellos llaman Escuela Media) está
reservada a profesores que tengan título de licenciado universitario. A
éstos los llaman profesores y a los de primera etapa maestros. El título
original de este libro a una Professoressa indica que no va dirigido a una
maestra de primera etapa, sino a una de estas profesoras superiores y concretamente
de la escuela de Magisterio, profesora de lengua. (Spadolini es
su apellido un poco alterado). El protagonista del libro era alumno suyo
una vez acabada la EGB a los 14 o 15 años. A pesar de esto, la primera
parte del libro trata de la EGB y la segunda del Magisterio. Desde una
persona concreta salta a todos los profesores relacionados con la EGB.
Nosotros hemos transportado el libro al sistema educativo español, pero
hay que tener en cuenta esas diferencias de escuelas, de titulación del profesorado
y de edad de los alumnos.
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Alumnos de la escuela de Barbiana - Carta a una maestra - pág. 7
LOS CHICOS DE LA MONTAÑA
En la primera etapa de EGB el Estado me ofreció una escuela
de segunda categoría. Cinco cursos en la misma clase. Una quinta
parte de la escuela a la que tenía derecho.
Es el sistema que emplean los americanos para crear las diferencias
entre blancos y negros. Desde pequeños, escuela peor
para los pobres.
Acabada la primera etapa, tenía derecho a otros tres años de
escuela. Más aún, la Constitución dice que tenía obligación de
acudir a ella. Pero en Vicchio (se pronuncia Viquio), todavía no
había segunda etapa.
Ir a Borgo era toda una aventura. Quien lo había probado,
había gastado dinero en cantidad para acabar suspendido y
echado a la calle como un perro.
Además, la maestra había dicho a mis padres que no malgastaran
el dinero: "Mándenlo al campo. No sirve para estudiar".
Mi padre no le dijo nada. Para sus adentros pensaba: "Si viviéramos
en Barbiana, serviría".
En Barbiana todos los chicos iban a la escuela con el cura.
Desde por la mañana temprano hasta por la noche, verano e invierno.
Ninguno era "inútil para los estudios".
Pero nosotros éramos de otro pueblo bastante alejado. Mi padre
estaba a punto de rendirse. Luego se enteró de que iba hasta
un chico de San Martino. Entonces se animó y fue a ver.
Cuando volvió, ví que me había comprado una linterna para
la noche, una fiambrera y unas botas de goma para la nieve.
El primer día me acompañó él. Tardamos dos horas, porque
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Alumnos de la escuela de Barbiana - Carta a una maestra - pág. 8
tuvimos que abrirnos camino con el machete y la hoz. Luego me
las arreglaba en poco más de una hora.
Pasaba junto a dos casas solitarias. Con los cristales rotos,
abandonadas recientemente. A ratos echaba a correr por una
víbora, o por un loco que vivía solo en La Roca y me llamaba
desde lejos.
Tenía once años. Usted se hubiera muerto de miedo. ¿Se da
cuenta?, cada cual tiene su miedo. Así que estamos empatados.
Pero sólo si cada uno se queda en su casa o si a usted tuviéramos
que examinarla nosotros. Pero a usted no le hace falta.
Barbiana no me pareció una escuela, cuando llegué. Ni tarima,
ni pizarra, ni pupitres. Sólo grandes mesas en las que se
aprendía y se comía.
De cada libro no había más que un ejemplar. Los chicos se
apretujaban sobre él. Era difícil darse cuenta de que uno de ellos
era algo mayor
...