Lengua Española
Fefiampuero26 de Julio de 2014
597 Palabras (3 Páginas)175 Visitas
,Esta obra, que funda el género novelístico en nuestras letras, aparece hoy injustamente olvidada por el grueso público. Peor aún, no han sido pocos los “expertos literarios”, académicos de escaso vuelo y altas ínfulas, que señalan a Alberto Blest Gana, como el Padre de la novela chilena y a su estupendo Martín Rivas, le cuelgan el título de primera novela en nuestra república. Primero, debemos reconocer que Martín Rivas se publicó dos años después de Don Guillermo y que, en justicia, es José Victorino Lastarria el primer novelista chileno, lo que en nada resta méritos al escritor y diplomático Blest Gana, pero sí ayuda a valorar la obra pionera del ícono liberal del siglo XIX.
Qué duda cabe que su compromiso político y social se revela en una obra como Don Guillermo (1842), novela breve que contiene un compromiso extraliterario que, quizás, explique por qué los investigadores y críticos contemporáneos, esos sabios académicos que mencioné más arriba, la consideran con un menor valor literario y la reduzcan a una mera alegoría política, lo que por supuesto es una opinión muy básica para enmarcar esta compleja obra.
Partamos señalando que esta novela es una aventura fantástica protagonizada por Don Guillermo Livingston, ciudadano inglés, que va a dar con su humanidad a la Cueva del Espelunco (nótese el anagrama de pelucones, término que se daba a los miembros del Partido Conservador) en pleno Valparaíso, para enfrentar a cuatro monstruos horribles: Mentira, Ignorancia, Fanatismo y Ambición, que tienen sumidos en la falta de libertad a los pobres habitantes de aquella abisal república. Aventura de tal índole, no sólo es la primera novela chilena, sino que la primera representante de la literatura fantástica en nuestro país. Pero no es todo, la obra hunde sus raíces en una exquisita mitología e imaginario mapuche a manera de homenaje, reconocimiento, justificación y contexto.
No puede olvidarse que Lastarria fue hombre de pasiones y exigencias políticas, sociales e incluso supranacionales para su época, curiosamente inspiradas en el Romanticismo, tan opuesto al racionalismo francés del siglo XVIII, del que también es heredero.
Cabe destacar la apropiada utilización literaria de una serie de mitos y leyendas mapuches que logra actualizar con especial acierto en su novela, declarando de ese modo su apego a las costumbres más arraigadas de la patria.
Pero no es todo, la novela, además, como alegoría política plantea una comparación entre Espelunco, una cueva abisal, que representa la oposición entre un mundo subterráneo oscuro y demoniaco, que se identifica con el pasado y la colonia y al que se opone otro, racional, claro y moderno, que es la a nueva Patria Transparente, en la superficie, que se habrá de fundar luego de vencer a los monstruos retrógrados.
Lo notable, en todo caso, para quienes valoramos en la literatura de género fantástico, el aporte que siempre ha hecho a las letras nacionales, es que la primera novela chilena propiamente tal, se enmarque de manera tan propia en el género y desde allí logre unir una historia literaria, una alegoría histórico-política, una reactualización de leyendas autóctonas y una suerte de utopía social que es el mensaje final de ella. Para quienes siguen sosteniendo que este género es sólo entretención, nuestra primera novela los desmiente con la autoridad y fuerza de su calidad literaria y su condición de obra fundacional.
En fin, abundan las razones para leer o releer esta obrita que tanto revuelo causó en su época, y que hoy sufre el injusto olvido de las generaciones lectoras más educadas, por la imperdonable estulticia de negarle su valor literario fantástico, y aumentarle hasta la exageración más ridícula su valor documental y político.
...