Leyendas Y Mitos Prehispanicos
Zsasz24 de Octubre de 2012
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LEYENDAS
El callejón de la Condesa
La Casa de los Azulejos, ahora mejor conocida como el Sanborn's de los Azulejos, tiene una fachada que da al Callejón de la Condesa. Su nombre se debe a que por ahí salían los carruajes de la Condesa del Valle, y ese callejón, llamado de Dolores, con el tiempo y hasta nuestros días se le conoció como el Callejón de la Condesa.
Sólo a través de los siglos y en aras de la tradición, ha llegado hasta nuestros oídos una curiosa anécdota, referente al Callejón de la Condesa, que tomó su nombre de alguna de las del Valle. Cuentan las consejas que cierta vez entraron por los extremos del callejón, dos hidalgos, cada uno en su coche y que por lo estrecho de la vía se encontraron frente a frente sin que ninguno quisiera retroceder, alegando que su nobleza se rebajaría si cualquiera de los dos tomara la retaguardia.
Por fortuna, como asienta un grave autor, la sangre no llegó al arroyo ni mucho menos, ni si quiera hirvió en las venas de los dos Quijotes; pero a falta de cuchilladas salió paciencia a los hidalgos quienes estuvieron en sus coches tres días de claro en claro y tres noches de turbio en turbio. De no intervenir la autoridad, de seguro se momifican los hidalgos; el Virrey previno, pues, que los dos coches retrocedieran hasta salir, uno hacia la calle de San Andrés, y otro hasta la Plazuela de Guardiola.
El charro y la partera
En cierta localidad a la parte norte del pais solía cabalgar un misterioso charro que se aparecía repentinamente a los habitantes. Una noche allí llegó un charro a solicitar los servicios de una partera y la llevó a su jacal, donde la partera asistió a su mujer hasta que parió. El charro regresó al lugar y le pago con varias monedas de oro, pero le advirtió que guardara en secreto el parto o se moriría. Indignada y asustada por la advertencia la partera entró a su hogar y espero a que se retirara el charro. Como no escucho las pisadas de su caballo pensó que seguía fuera de su casa y se asomó a la ventana para descubrir asombrada que no había nadie.
Ella estuvo confundida y recelosa durante varios días por la advertencia y la silenciosa desaparición del charro. Durante varias semanas estuvo absorta en sus pensamientos, y miraba extrañada a sus conocidos. Cierto día le platicó todo lo sucedido a una vecina quien le aconsejó no contárselo a nadie más y dejar las monedas en la iglesia, así lo hizo la partera. Sin embargo, a la mañana siguiente la partera amaneció muerta, pero con el aspecto de seguir durmiendo y algunos rumoraron que escucharon cabalgar al charro cerca de ahí. Se cumplió la advertencia de aquel charro, aquellas monedas desaparecieron y se rumoró que el charro regresó a recogerlas.
La leyenda de Tepoztecatl
Se dice que Tepoztécatl nació de una princesa cuyo embarazo fue producto del amor de un pajarillo (o según otra versión, del dios Ehécatl). Los padres de la princesa, enojados, la obligaron a deshacerse del niño, quien fue abandonado en un hormiguero, pero las hormigas en vez de devorarlo lo alimentaron con gotas de miel.
Luego fue dejado entre las pencas de un maguey, mas éste lo abrazó con sus pencas, lo alimentó con aguamiel y finalmente lo mandó corriente abajo del río Atongo en una caja de madera. De ahí lo recogió una pareja de ancianos que lo adoptaron, criaron y enseñaron todo lo que sabían.
Años después, en Xochicalco, Tepoztécatl derrotó al monstruo Xochicálatl, por lo que fue festejado a su regreso a Cuernavaca. Al salir de Cuernavaca se llevó el sonoro teponaztli y corrió con él a Tepoztlán, evitando que lo alcanzaran al provocar con su orina una gran barranca, lo que le permitió llegar a tocar el teponaxtli sobre el cerro del Tepozteco.
En 1538 Tepoztécatl fue convertido al cristianismo por fray Domingo de la Anunciación, quien lo bautizó el 8 de septiembre, dando origen así a la fiesta que cada año se realiza en ese día.
La Leyenda del Murciélago
Cuenta la leyenda que el murciélago una vez fue el ave más bella de la Creación.
El murciélago al principio era tal y como lo conocemos hoy y se llamaba biguidibela (biguidi = mariposa y bela = carne; el nombre venía a significar algo así como mariposa desnuda).
Un día frío subió al cielo y le pidió plumas al creador, como había visto en otros animales que volaban. Pero el creador no tenía plumas, así que le recomendó bajar de nuevo a la tierra y pedir una pluma a cada ave. Y así lo hizo el murciélago, eso sí, recurriendo solamente a las aves con plumas más vistosas y de más colores.
Cuando acabó su recorrido, el murciélago se había hecho con un gran número de plumas que envolvían su cuerpo.
Consciente de su belleza, volaba y volaba mostrándola orgulloso a todos los pájaros, que paraban su vuelo para admirarle. Agitaba sus alas ahora emplumadas, aleteando feliz y con cierto aire de prepotencia. Una vez, como un eco de su vuelo, creó el arco iris. Era todo belleza.
Pero era tanto su orgullo que la soberbia lo transformó en un ser cada vez más ofensivo para con las aves.
Con su continuo pavoneo, hacía sentirse chiquitos a cuantos estaban a su lado, sin importar las cualidades que ellos tuvieran. Hasta al colibrí le reprochaba no llegar a ser dueño de una décima parte de su belleza.
Cuando el Creador vio que el murciélago no se contentaba con disfrutar de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le pidió que subiera al cielo, donde también se pavoneó y aleteó feliz. Aleteó y aleteó mientras sus plumas se desprendían una a una, descubriéndose de nuevo desnudo como al principio.
Durante todo el día llovieron plumas del cielo, y desde entonces nuestro murciélago ha permanecido desnudo, retirándose a vivir en cuevas y olvidando su sentido de la vista para no tener que recordar todos los colores que una vez tuvo y perdió.
El Tesoro de la Peña del Valle de Bravo
Desde hace mucho tiempo se ha venido contando de generación en generación y todas lo han creído al pie de la letra, en que la peña del valle de bravo hay enterrado un valiosísimo tesoro.
Refiérese que en tiempo de la guerra de independencia, los insurgentes perseguían a muerte a los españoles que por lo general, eran dueños de cuantiosas fortunas, extendidos latifundios y ricas minas de oro y plata en completa bonanza. He aquí la historia:
En el Valle de Bravo, poseedores de una gran extensión de tierra, había unos españoles sumamente ricos y que temiendo ser presa de los terribles guerrilleros, determinaron separarse de la nueva España para encaminarse a su patria; pero antes de hacerlo enterraron una cuantiosa fortuna en la Peña del valle.
Consumada la Independencia por el gran libertador D. Agustín de Iturbide y cuando él país comenzó vivir separado de la corona de castilla, aquellos españoles que Habían dejado sepultada enorme fortuna en la peña del valle, enviaron a 2 personas de su confianza a México para que encaminándose a la población del valle buscaran en la peña aquel tesoro; y para que con facilidad dieran con él les dijeron que encontrarían como señal un enorme clavo.
Aquellos españoles llegaron a México y ya en el pueblo del Valle y más aún en la peña buscaron con todo empeño y gran tenacidad la fortuna oculta; pero nunca la encontraron porque jamás dieron con el enorme clavo que les había dado como señal. Por lo tanto se tiene plena seguridad de que en los ricos del valle de bravo denominados la peña permanece aún ocultó aquel tesoro que dejaron escondido los riquísimos españoles.
La Vainilla
Cuentan que Xanath, hija de nobles totonacas, célebre por su belleza, vivía en un palacio cercano al centro ceremonial de Tajín, sede de su pueblo.
Cierto día en que la joven acudió a depositar una ofrenda sobre el plato colocado en el abdomen de Chac-Mool ("Mensajero Divino"), encontró casualmente a Tzarahuín (jilguero), un alegre doncel al que le agradaba silbar, y surgió entre ambos amor a primera vista.
Sin embargo, el romance mostró dificultades para prosperar, porque Tzarahuin era pobre y vivía en una choza humilde rodeada de tierra fértil en que abundaban las anonas, las piñas y las calabazas. A pesar de la diferencia de clases, los enamorados se reunían casi a diario, de manera fugaz, cuando el mancebo llevaba al mercado la cosecha de sus siembras, y en poco tiempo una sincera pasión se apoderó de sus corazones.
Una tarde en que Xanath pasó junto al templo sagrado de los nichos, la sorprendió la mirada penetrante del dios gordo, que se caracterizaba por su vientre abultado, la frente rapada y su triple penacho; y desde entonces el señor de la felicidad se dedicó a cortejarla. La doncella logró esquivarlo en un principio, mas el astuto dios encontró la forma de revelarle sus sentimientos y, al ser rechazado, su alegría habitual se tornó en cólera y amenazó a la joven con desatar la furia de Tajín, si no accedía a sus reclamos amorosos.
La advertencia hizo temblar de miedo a Xanath, pero no traicionó a Tzarahuín.
El astuto dios gordo resolvió
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