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Los mitos de la antigua Griega


Enviado por   •  17 de Septiembre de 2014  •  Informes  •  4.207 Palabras (17 Páginas)  •  211 Visitas

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zeus

Este rey de los dioses, llamado Zeus, se casó con Hera, estableció su morada en el monte Olimpo y gobernó Grecia y la parte de Oriente de donde descendían sus ancestros, siendo célebre por su valor, su prudencia y su justicia.

Fue el dios del trueno, el relámpago y el rayo y ocupó el primer lugar entre las divinidades greco-latinas, siendo su culto el más extendido.

En su altar se ofrecían sacrificios de animales, como la cabra, el cordero y el toro blanco, pero nunca se sacrificaron humanos.

La harina, la sal y el incienso eran también ofrecidos en los rituales y el olivo y la encina eran los árboles consagrados a él.

Era un dios generoso, franco, entusiasta y con gran sentido del humor y la justicia.

Zeus es el dios Júpiter de los romanos, es el que sostiene el universo por medio de una serie de luchas y con sus dones de clarividencia, poderío y conocimiento todas las cosas.

Este dios era representado con un aspecto majestuoso, con barba, sentado en su trono y sosteniendo en la mano derecha el rayo y armado de dos flechas, y esta representación así como otras que le adjudicaban, simbolizaban sus poderes.

La diosa Hera era la esposa de Zeus y también su hermana; por lo tanto era además hija de Rea y Cronos y hermana de Poseidón, Hades, Deméter y Hestia.

El mito relata que Zeus se enamoró de Hera y la engañó disfrazándose de un ave, el cuclillo.

Para su casamiento fueron invitados todos los dioses, todos los hombres y todos los animales. Asistieron todos, con excepción de la ninfa Quelona que por esa razón fue convertida en tortuga.

Pero Hera no vivió mucho tiempo con Zeus, debido a su maltrato y sus constantes disputas y hasta guerras. Un día llegó a colgarla con una cadena de oro entre el Cielo y la Tierra con un yunque en cada pie y cuando uno de sus hijos quiso liberarla Zeus le dio un puntapié que lo hizo caer del Cielo a la Tierra.

Además Zeus le era infiel a Hera, provocándole muy crueles celos y rencores.

Hera no era tampoco una mujer muy virtuosa, tenía mal humor constante y también tuvo relaciones amorosas con muchos hombres, además de conspirar para destronar a su marido.

La leyenda cuenta que Hera se bañaba todos los años en una fuente que la tornaba virgen.

Hera concibió muchos hijos de manera alegórica, comiendo lechuga o tocando una flor o extrayendo de la tierra los vapores que acogía en su seno.

Se preocupaba mucho por su belleza y pretendía ser la más bella del Olimpo. Se dedicaba a presidir los casamientos y los nacimientos y en Roma también controlaba la moneda.

Realizó muchos prodigios y tomó muchas venganzas e inspiró gran temor y respeto. Su culto se extendió hasta Asia, llegó a África a través de Egipto y en todas partes se podían encontrar templos dedicados a esta diosa.

Edipo

Labdaco, de la familia de Carmo, tuvo un hijo llamado Laio, el cual, después de la muerte de Antión y de Zeto, usurpadores del trono cadmeio, fue rey de Tebas y se casó con Yocasta, hermana de Creón, hija de Meneceo. Como este matrimonio era estéril, los esposos se encaminaron a consultar el oráculo de Apolo, y les respondió la Pitia que, en caso de nacerles un hijo, éste mataría a su padre.

Al poco tiempo, Yocasta dio a luz un niño. Laio, temeroso del cumplimiento del oráculo, abandonó al recién nacido en el monte Citerón. Agujereados los pies y atados con fuertes ligaduras, quedó pendiente de un árbol. Pasó por allí el pastor Forbas, quien apiadándose de la criatura lo recogió, llamándole Oidipus, a causa de la deformidad de sus pies, y lo llevó al palacio de su amo, el rey de Corinto, Polibo.

Tanto el rey como la reina Merope, quedaron encantados con el niño y resolvieron adoptarlo. Edipo creció así bajo la tutela y amparo de los reyes y como si fuera hijo de los soberanos. Ya crecido, se dio cuenta de que el pueblo corintio le hacía objeto de crueles mofas, y oyó en reiteradas ocasiones que se ponía en duda su descendencia de la regia estirpe.

En seguida se dirigió a Delfos, y el oráculo, sin revelarle el secreto de su nacimiento, le anuncia que él será el matador de su padre y que cometerá incesto con su madre. Preso de horror y repugnancia, persuadido como estaba de que Polibo era su padre y Merope su madre, no quiso volver a Corinto, y tomó el camino de la Pócida.

El destino inexorable iba, sin embargo, a cumplirse, a su pesar. En el camino que conduce de Delfos a Daulis, donde se parte en dos, y al ir a tomar Edipo el de Tebas, un carro tirado por poderosas mulas le obstruyó el paso, y una voz injuriosa y dominante le ordenó con insolencia que dejara libre el camino. Irritado, contestó en mala forma el joven Edipo y trabándose en lucha con los ocupantes del carro dio muerte al dueño y a sus cinco escuderos: Edipo había dado muerte, sin saberlo, a su padre Laio.

A consecuencia de este crimen, Creón, hermano de Yocasta, ocupó el trono de Tebas. Poco tiempo después un monstruo terrible, que tenía cabeza y seno de mujer, cuerpo de perro, garras de león, alas de águila y una cola armada de un dardo agudo, hacía sensibles estragos en el país. Era la Esfinge, mandada por Juno para vengarse de ofensas e impiedades de los tebanos: apostada en el monte Fikión, en las cercanías de Tebas, proponía terribles enigmas a cuantos pasaban, y devoraba o arrojaba a las olas a quienes no respondían satisfactoriamente.

Ya llevaba causadas numerosas víctimas, y el rey Creón, queriendo poner término al mal, ofreció su corona y la mano de su hermana Yocasta a quien lograse vencer al monstruo. En esa época llegó a Tebas Edipo, y se resolvió a tentar la suerte. Fue en busca de la Esfinge y oyó de sus labios estas preguntas: ¿Cuál es el animal que tiene cuatro pies por la mañana, dos al mediodía y tres por la tarde?

Edipo resolvió en seguida la cuestión que a tantos había costado la vida.

Ese animal -contestó- es el hombre, que por la mañana, es decir, en su infancia, anda con pies y manos (gateando), al mediodía, esto es, en la plenitud de la edad, se sostiene sobre sus piernas, y en la tarde de la vejez necesita de un bastón para apoyarse.

Apenas terminó de pronunciar estas palabras, la Esfinge se arrojó del monte a las olas que había devorado a tantos tebanos. Vencedor, Edipo obtuvo a la vez el cetro de Creón y el

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