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Montaigne "La Mirada Del Otro Americano"


Enviado por   •  22 de Junio de 2014  •  2.914 Palabras (12 Páginas)  •  239 Visitas

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Mariana Avalos

Materia: Literatura Francesa

Carrera: Licenciatura en Letras

Montaigne:

La mirada del Otro americano

Universidad Nacional de La Plata

Julio 2012

“Uno puede descubrir a los otros en uno mismo,

[..]yo es otro. Pero los otros también son yos: sujetos como yo,

Que sólo mi punto de vista, para el cual todos están allí

Y yo sólo estoy aquí, separa y distingue verdaderamente de mí.”

Todorov, T. “La conquista de América, el problema del otro”

La mirada del otro americano en los “Ensayos” de Montaigne está atravesada por un lado por la problematización del orden natural en el que Montaigne pone al hombre como uno más entre los seres e incluso los animales como seres superiores en ética moral a los hombres y por otro lado es una mirada atravesada por la influencia de tres culturas distintas: Europa en la época del Renacimiento, la antigüedad clásica y la cultura de los pueblos originarios de América. A partir de estas cuestiones Montaigne construye la mirada hacia el “otro americano” de una manera muy distinta que la de los conquistadores y los hombres de su época en general, Montaigne es un “otro” en su época porque no concibe la crueldad que le toca a vivir respecto de las guerras de religión, y también respecto de cómo esos conquistadores avasallaron los pueblos originarios para imponer su cultura. El autor se posiciona para mirar al “otro americano” en un “nosotros” que le es incomodo, un “nosotros” que es bien distinto del grecolatino al que admira y pone de ejemplo constantemente en su obra, un “otro clásico” del que desearía formar parte.

En cuanto a la problematización del orden natural, el orden isabelino; o como lo denomina Spencer “la teoría optimista”; tiene como axioma básico la representación en el imaginario popular de “la cadena del ser”; en la que cada elemento, de las piedras, los objetos, hasta Dios, tiene un lugar fijo e inamovible. Cada elemento está en relación con los demás y las tres esferas, la del cosmos, la de las cosas creadas sobre la tierra y la de la sociedad de los hombres (el Estado) están íntimamente ligadas. El universo es un todo, una unidad, en la que cada cosa juega su papel. Si alguno de los seres se descoloca se produce un desorden en la totalidad de la cadena y en el universo entero.

Copérnico cuestionó la esfera del cosmos, la teoría optimista ha sido creada sobre la base del sistema ptolemaico que situaba al planeta tierra en el centro del cosmos. La pérdida de sentido de toda esa estructura con la nueva centralidad del Sol en el universo cambiaba literalmente la óptica desde la cual los hombres veían el universo y se veían a sí mismos.

Maquiavelo cuestiona la esfera del gobierno humano. En el sistema de ideas políticas de Maquiavelo, el hombre es malo por naturaleza, y los únicos medios con los que cuenta el “príncipe” para gobernarlo son el temor y la fuerza. Oponiéndose a la filosofía de Cicerón, en la que la base teórica es siempre la vida racional y atemperada para el cultivo de la virtud moral que deriva en la justicia y en el bien moral como cimientos fundamentales a los que debería estar sujeta la acción humana, Maquiavelo subraya la importancia del manejo y del uso que el hombre debe tener sobre su lado bestial, sobre su fuerza, no solo sobre su lado humano y racional. El gobierno de un Estado no se asemeja, en este contexto, al reino de Dios sino al reino animal.

Montaigne cuestiona la esfera del orden natural. El hombre, que hasta ese momento había sido tomado como el rey de los animales, y estaba inevitablemente unido a Dios, ahora pasa a ser considerado un animal más. La cualidad de la Razón, que era lo que supuestamente lo situaba en un escalón más arriba que el resto del mundo de lo sensual comienza a pensarse meramente como un refinamiento de los sentidos. El hombre debe aceptar que los sentidos que posee son insuficientes y engañosos y que, por lo tanto, el conocimiento de la realidad en todos sus órdenes (el alma, la razón, la naturaleza, y hasta de su propio cuerpo), se le hace imposible. Debe reconocerse ignorante de Dios (del que sufre un severo alejamiento debido a su nuevo posicionamiento con respecto al mundo animal) y hasta de él mismo, y débil. Los animales, para Montaigne, no son seres inferiores al hombre sino por el contrario lo igualan en muchas de sus virtudes e incluso lo sobrepasan, se problematiza la dignidad misma del hombre y su miseria, y éste, pasa de pensarse como el superior de los animales a ser, entre ellos, el más miserable: “Reconocemos, en la mayor parte de las obras, cómo los animales poseen facultades que sobrepasan las nuestras y cómo nuestro ingenio es incapaz de imitarlo.” “A mi ver,

quien examinara de cerca cuanto vemos entre los animales que viven entre nosotros, encontraría sucesos tan admirables como los que se nos dice que acontecieron en países y siglos remotos.” Este derrumbe de la posición jerárquica natural del hombre, trae como consecuencia inmediata una visión del mundo en desorden, en el que las normas parecen diluirse. Esto se revela, claramente, en la ideología maquiavélica. En este posicionamiento de Montaigne debe considerarse el contexto en el que se encuentra: las guerras de religión, donde católicos y protestantes se disputan el poder. Durante la época de las guerras de religión, Montaigne, católico él mismo, pero con dos hermanos protestantes, trató de ser un moderador y de contemporizar con los dos bandos enfrentados, “era un hombre de su tiempo, el de la Inquisición y las hogueras, el saqueo de Roma y sus cámaras ardientes, el duque de Alba que aterrorizaba los Países Bajos y, más cerca de él, el señor Langoiran, gran desollador de curas…” , sin olvidarnos de la matanza de Burdeos donde se asesinaron a 300 hugonotes.

Yo vivo en una época pródiga en ejemplos increíbles de crueldad, ocasionados por nuestras licencias de guerras intestinas; ningún horror se ve en los historiadores antiguos semejante a los que a todos los días presenciamos, a pesar de que he logrado familiarizarme con tan atroces espectáculos. Apenas podía yo persuadirme, antes de haberlo visto con mis propios ojos, de que existieran almas tan feroces, que por el solo placer de matar, cometieran muertes sin cuento… .

Este es el contexto en el cual Montaigne se desenvuelve.

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