NOVELA AMOR ADOLESCENTE
CRIATUTA8813 de Noviembre de 2012
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AMOR ADOLESCENTE
La puerta de la calle se abrió para cerrarse poco después. Era la una y media de la tarde.
- Hola buenas tardes, tengo tanta hambre que me comería un caballo.
Juan llegaba exhausto a su casa después de una dura jornada de trabajo, la sonrisa que le acompañaba delataba su buen humor.
María tenía por costumbre fijarse en el rostro de su único hijo cuando éste llegaba a casa. Le observaba, si veía que sus ojos brillaban, sabía que la conversación estaba asegurada, por el contrario, si los ojos de su descendiente carecían de brillo y sus párpados parecían pesados, lo mejor era no llevarle la contraria y hablar lo menos posible con él.
- Sabes Juan que tu tía, la de Santander, la mujer del hermano de tu padre, ¿te acuerdas de ella?, bueno, pues esa. Eras muy pequeño la última vez que la viste. El caso es que va a venir a visitarnos. Su marido murió hace tres meses, fíjate y ni tan siquiera nos habíamos enterado. Se encuentra sola y lo está pasando muy mal, por eso ha decidido venirse a Salamanca antes de irse definitivamente a vivir al sur. Mientras arregla todo lo de su pensión y vende el chalet que tiene allí en el norte, permanecerá aquí, después, con el dinero que consiga, se comprará un apartamento en Málaga. Ese compás de espera ha decidido vivirlo conmigo. No te molesta, ¿verdad?. Seguro que te cae bien, es una mujer alegre y divertida, aunque como hace tan poco que se ha quedado viuda lo mismo nos viene con la mirada llena de tristeza.
- No sé madre, nuestra casa es muy humilde. Según me cuentas, ella está acostumbrada a vivir con más comodidades que las que aquí va a encontrar, encima han comenzado a bajar las temperaturas y esta casa es tan fría que lo mismo hasta la acaba aborreciendo, aunque si es para poco tiempo, puede que tenga suerte y el invierno decida no hostigarnos con demasiada crudeza.
Tú verás, a mí me da igual.
Si quieres, que duerma en mi habitación, yo dormiré aquí en el salón. Hace mucho tiempo que no utilizamos el sofá cama.
- Hijo mío, has de comprender que me resulta muy difícil negarle este favor, no deja de ser de la familia aunque haga tanto tiempo que no la vemos. Pero has de saber, que si por cualquier cosa deseas que no venga, ya inventaré alguna excusa con la que deshacerme de ella.
- No, madre, tú tranquila, si yo lo decía por ella, a mí me da igual, lo que pasa es que si es una de esas remilgadas, aquí lo va a pasar mal, ¿me entiendes?.
- No, hombre, remilgada no es, no creo que se queje de dinero, pero sus raíces son idénticas a las nuestras. Se acostumbrará, además, ¿no dicen eso de: a caballo regalado no se le mires los dientes?, pues eso.
- Me muero y no soy capaz de ponerte en la onda, el refrán, antiguamente puede que fuera así, pero ahora se dice: a jaco regalao no le mires los piños.
Los dos soltaron una sonora carcajada.
María, sin dejar de reírse, se levantó de la mesa para apartarle a su única razón de vivir un caliente y oloroso plato de lentejas. Cuando se hallaba con el cazo en la mano derecha y el plato en la mano izquierda recordó que el día anterior su hijo había comido lo mismo. "Pobrecillo, se merece algo mejor. Señor acuérdate de él, es un buen chaval, no me lo abandones”.
- Madre, ¿cuándo dijiste que venía?.
- No te lo he dicho, ni tan siquiera yo lo sé, pero creo que de esta semana no pasa.
¿A qué día estamos hoy?.
- A veinte, ¿no?.
- No, pregunto que si estamos a miércoles o a jueves. Que cabeza la mía.
Voy para vieja hijo mío, dentro de poco tendrás que meterme en una de esas residencias del Inserso.
- Eso nunca madre, eso nunca, bien sabes tú que yo no soy capaz de hacerte eso.
- Sí hijo mío, pero no te pienses que la vida es tan fácil. Tú probablemente quieras tenerme cerca pero cuando te cases, ¿querrá verme cerca también tu mujer?. No te preocupes, mi felicidad está basada en tu felicidad y yo seré feliz sólo cuando lo seas tú. Así pues, lo que hagas, bien hecho estará.
- Mi mujer tendrá que aceptarte. Todo lo que has hecho por mí no lo voy a olvidar tan fácilmente. Ella sabrá lo que hace. Si por casualidad llega a pensar que uno de los tres sobra, la decisión la tendrá muy fácil. Yo pienso que si me encuentro mal en un sitio, me voy y punto. No voy a echar a todos los que en ese sitio se encuentran para estar yo más cómodo, ¿no te parece así madre?.
- No, cariño mío, no me parece así. Por de pronto estás pensando que cuando te cases vivirás aquí, y eso lo veo más que improbable. No vas a estar trabajando tan duro como trabajas para luego no poder comprarte tu propia casa. Ahora eres joven y lo ves todo demasiado claro, los años te darán madurez y también te darán confusión. Cuando seas un hombretón te darás cuenta que las decisiones son cada vez más difíciles de tomar, pero eso no hace falta que te lo diga yo, eso te lo dirá la vida. Pues como dice el refrán, más sabe el Diablo por viejo, que por Diablo, y no me vengas diciendo que ahora ese refrán se dice de otra manera, porque te tiro con lo primero que encuentre.
¿Está claro colega?, ¿o no está claro?.
- Sí señora, está clarísimo, lo que usted diga, cómo voy yo a llevarle la contraria a tan preciada dama.
Las carcajadas volvieron a inundar de amistad la pequeña cocina.
- Vamos dormilón, que son las seis y media.
Tienes ya preparado el café. El bocadillo te lo he puesto de salchichón, hace mucho que no comes embutido.
Abrígate bien que hace frío.
Cuando llegues al mediodía, estará aquí ya tu tía. Espero que cuando entres en casa tus ojos brillen como el sol, no quisiera que le dieras una mala impresión a nuestra invitada, así pues, no riñas con nadie y tómatelo con filosofía, ¿vale?.
- Joder tía, me parece mentira que te levantes con tantas ganas de cascar, cállate un ratito que mi mente no está preparada todavía para cavilar.
- Vaya juventud, si no te quedaras a ver la tele hasta tan tarde, te levantarías con mejor humor, ¿no ves a tu madre?, a las diez como muy tardar en la cama y a las seis y media de la mañana como una rosa.
- A las diez, pero si son las ocho de la tarde y ya estás dando cabezazos. Si duermes más que la Hilaria, que se levantaba de la cama sólo para poderse echar la siesta.
- Pero a ti quién te enseña esas frases, ¿cómo puedes decir tantas gilipolleces?. Yo creo que te las inventas tú. Voy a coger un día papel y lápiz y te las voy a ir apuntando, para que dentro de unos años te des cuenta de las paridas que decías.
- Paridas, tú si que dices paridas. No te pongo en la onda ni pa dios. Hala, vete a la cama y duérmete otras dos o tres horitas.
- Claro que me voy a la cama, pero porque hace mucho frío y porque no tengo nada que hacer, ¿pero que te piensas tú?, ¿qué crees, que me duermo?, sería incapaz de cerrar los ojos.
- Vale, vale, lo que tú digas.
Juan echó mano a la ropa que se iba a poner y la metió en la cama. Al notarla tan fría se imaginó una espesa capa de hielo cubriendo los escasos coches que aparcaban cerca de su casa. "Joder y me toca hoy quedarme con la cuba del hormigón, allí parado me va a dar algo. Aunque como haya helado tanto como parece, lo mismo ni podemos hormigonar".
Segundos después la ropa había cogido algo de calor. Como realizando un acto heroico, salió de la cama y se vistió con toda la rapidez que le fue posible. "Cuando sea rico compraré una casa con calefacción, qué felices vamos a ser mi madre y yo, cuando, en mangas de camisa, veamos desde la ventana cómo la ciudad se va vistiendo de ese manto, entre transparente y blanco, que, sin conseguirlo, intenta reflejar los millones de estrellas que viven en el negro firmamento. Mi madre no se merece tanta miseria. Si mi padre viviera seguramente nos irían mejor las cosas. La muerte siempre se ceba con las mejores personas, anda que no hay hijos de puta danzando por las calles haciendo el mal y amargándole la vida a los demás, esos nunca mueren jóvenes, aunque tal vez mi madre tenga razón, Dios se lleva pronto a los buenos para que este mundo no los estropee. Pero si miramos la vida desde ese punto de vista, no interesa ser bueno, interesa ser malo y al final arrepentirse, total, te va a dar igual y encima vas a vivir más años. Claro que para ser malo hay que valer, la conciencia no le deja a uno actuar sin escrúpulos. Qué filosófico me he levantado esta mañana, chungo, cuando a mí me da por filosofar siempre acabo increpando al Divino, porque no lo comprendo, porque no entiendo sus actos. Claro, eso suponiendo que el Divino exista, que ese ya es otro tema en el que no entraré. Yo a lo mío, a preparar mi cuerpo con un buen cafetito caliente, para soportar las bajas temperaturas que van a golpearlo".
Después de fundirse en un cariñoso abrazo, las dos cuñadas se miraron a los ojos sin pestañear. Sus rostros estaban tan próximos que sus narices casi llegaban a tocarse. Se podían palpar los recuerdos de esa ilusionada pareja.
- Adela, cuánto lo siento, pero, ¿cómo fue?, ¿por qué no nos dijiste nada?.
- No lo sé, ahora me arrepiento de no haber avisado a nadie. Como Luis era tan raro y como
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