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POESÍA DE BÉCQUER


Enviado por   •  8 de Enero de 2021  •  Trabajos  •  1.964 Palabras (8 Páginas)  •  116 Visitas

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Breve biografía

Gustavo Adolfo Bécquer nace en Sevilla en 1836 y falleció en Madrid en 1870. Su padre, el famoso pintor José María Bécquer, fallece cuando el niño Bécquer cuenta apenas con cinco años de edad. Debido a la situación económica por la que atraviesa la familia, ingresa, en 1846, en el colegio de Náutica de San Telmo, un internado para huérfanos de familias nobles sin recursos.

Al año siguiente, en 1847, se produce el fallecimiento de su madre, y Gustavo Adolfo es recogido por su madrina, Manuela Monnehay. En la biblioteca de esta, lee a Chateaubriand, Hoffmann, Byron, Victor Hugo, Espronceda y a autores clásicos, además de aficionarse al arte y a la historia.

En 1852 comienza sus estudios de pintura en el taller de su tío Joaquín y, pese a no ser mal pintor, su destreza con la pluma ya comenzaba a florecer. Es en 1854 cuando, siguiendo el consejo de su tío, parte hacia Madrid con el deseo de alcanzar la gloria literaria. En esta época cuando comenzó a escribir zarzuelas y obras de teatro e inicia junto a su hermano, en un viaje a Toledo, el proyecto Historia de los templos de España, una obra en la que pretendía «sintetizar la vida española a través de sus construcciones más significativas».

En mayo de 1961 se une en matrimonio con Casta Esteban, con la que tendría tres hijos, pese a que su matrimonio resultase un fracaso y se viera abocado a la separación en 1868. En este mismo año le entrega un manuscrito de las Rimas a su amigo González Bravo, a fin de que este las prologase y las publicase, pero este se pierde en el incendio que sufrió la casa de su amigo. La pérdida de este manuscrito obliga al poeta andaluz a reconstruir, en el llamado Libro de los gorriones, las rimas desaparecidas, trabajo que finalizaría en 1869.

Llegado 1870, a causa de un enfriamiento, cae gravemente enfermo, falleciendo el día 22 de diciembre de 1870.

  1. Tematización poética en Bécquer

La poesía de Bécquer se encuadra en un contexto posromántico, un periodo de transición entre el Romanticismo y el Realismo, por lo que su producción literaria se verá impregnada por características de estas dos corrientes. En este periodo posromántico, «la poesía de la intimidad, hecha sobre todo de toques rápidos, se fortalece».

Hablamos, pues, de una poesía simple, con un lenguaje conciso. Una poesía que deja atrás la grandilocuencia retórica romántica, mostrándose accesible en la gran mayoría de los poemas. Es accesible por su forma, más despreocupada que en épocas anteriores; por su métrica, en la que predominan los versos heptasílabos y endecasílabos; por su leve asonancia en los versos impares, dejando los pares libres.

Podría parecer, a tenor de lo hasta ahora expuesto, que Bécquer es un poeta sencillo, simple, sin enjundia poética. Pero, tras esta apariencia de sencillez, se esconde un magnífico dominio de ese «rebelde, mezquino idioma», del que habla el poeta andaluz en su rima I; y un empleo no menos dificultoso de estructuras paralelísticas exquisitamente interconectadas entre sí y que, sin un análisis riguroso y exhaustivo, son normalmente pasadas por alto.

Tras la muerte del poeta, sus amigos se encontraron con 86 rimas sueltas, desprovistas de un orden, de una interrelación explícita entre ellas. Desde ese mismo momento, emprendieron la ardua tarea de clasificar estos poemas, tomando como base el

tema sobre el que versaban e, incluso, los lugares en los que sucedía el relato. El resultado final de este trabajo fue la clasificación de las rimas en cuatro bloques temáticos diferenciados, estableciendo un orden con números romanos, que es el que se ha tomado como referencia para la realización de este estudio.

  1. Bloque I: Poesía sobre la creación literaria

Este bloque comprende entre las rimas I y XI y, en estas once rimas, el tema principal es la poesía misma, el propio proceso de creación literaria. Fuera de la poesía, Bécquer trata, en la reseña que dedicó en 1861 a La soledad de Augusto Ferrán, su idea de la poesía en los siguientes términos: «hay otra (poesía) natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye, y desnuda de artificio, (…), despierta, (…), las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía».

Para resultar en esta poesía que describe Gustavo Adolfo, este afirma que se debe evitar escribir en un momento de exaltación. Por el contrario, conviene dejar madurar las ideas que brotan en su mente, pues el manejo de los materiales expresivos requiere de una lucidez que se ve afectada por el impacto emocional. Busca, por tanto, ese equilibrio entre la pasión y la inteligencia, ese término medio entre la inspiración y la destreza, que le permitirá completar satisfactoriamente ese tan complicado proceso de la creación literaria.

Veíamos antes como, en la primera de sus rimas y, por lo tanto, en este bloque temático, Bécquer se lastimaba de la dificultad de dominar el lenguaje. No hace mención a esto únicamente en sus rimas, también podemos leer en la segunda de las Cartas

literarias a una mujer lo siguiente: «si tú supieras cómo las ideas más grandes se empequeñecen al encerrarse en el círculo de hierro de la palabra…». El perfecto dominio de la poesía –entendida como el proceso de la creación literaria– es, por tanto, una continua preocupación en Bécquer, que parece influenciado por el Ars poetica de Horacio.

  1. Bloque II: Poesía de amor en tono esperanzado

Como el propio nombre del epígrafe indica, entramos en una serie de rimas (XII-

XXIX) que tienen por tema principal a ese amor en sentido afirmativo, esa comunicación amorosa entre el poeta y la amada. Se exalta, además, la belleza femenina, descrita en ocasiones como algo inalcanzable, ideal, misterioso.

Hay, al respecto, críticos que afirman que la protagonista de estas rimas no es una mujer, sino la Poesía misma, poesía en mayúsculas, pues pertenece a lo que defienden como la Trinidad de Bécquer: Poesía-mujer-Dios. Según esta corriente, la poesía no sería para Bécquer simplemente el proceso literario, sino también su amor y su religión. El proceso literario, la mujer de pupilas azules y el Dios al que se adora «mudo y absorto y de rodillas» son, en definitiva, la misma cosa: la Poesía.

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