Perspectivas En Torno A Una Escritura De Lo Femenino
Tlacotzin18 de Noviembre de 2013
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Perspectivas en torno a una escritura de lo femenino
Presenta: Hugo Israel López Coronel
“…el otro no es una otredad absoluta imaginada
sino una alteridad como exclusión interna…”
Michael Foucault
Cuando una sociedad se recrea en algún aspecto en la praxis de su realidad, lo primero que lo evidencia es el lenguaje. La crítica de la sociedad, en consecuencia, comienza con la gramática que establece los significados dentro de un universo diseñado para buscar y restituir el sentido que articula precisamente la praxis de esa realidad. Al lado de la cultura, en todas sus posibilidades, coexiste la oratoria que modula las esferas de la significación que nos establece en ese espacio que llamamos realidad, aspecto que nos conduce, a su vez, a una crítica de nuestra propia complicidad como parte del acontecer en los procesos de elaboración de los discursos que se manifiestan en esas posibilidades.
Una gran preocupación del ser humano en el devenir de sus actos culturales ha sido el poder de comunicar. Pensar, simplemente, que en la comunicación lingüística por medio de la palabra escrita se persiga la “belleza” por sí misma como oposición a la “fealdad”, nos instalaría en una afirmación con valores muy pretensiosos. El acto de comunicación, per se, radica en la más lograda manifestación de los conceptos, sentimientos y vivencias que necesitan ser transmitidos de manera que sean adecuadamente captados. La motivación, que se deriva de la labor de quienes han estudiado el funcionamiento lingüístico de las lenguas que configuran nuestra realidad, se esboza cuando realizamos una reflexión más profunda de las leyes internas que modelan la estructura de los sistemas lingüísticos, hasta ahora estudiados, para transitar hacia el usufructo de ese mismo sistema materializado en el texto. Por ello, los significados y las interacciones, que en nuestros actos de comunicación se derivan de un proceso de negociación de significados, están sujetos a pautas de acción que van más allá de la mera intención de quien los “produce” o de quien los “negocia”, ya que éstos se enmarcan en un ámbito de mayor extensión.
En el proceso de análisis del discurso es cada vez más evidente que la configuración de la conciencia individual está impresa hasta en sus capas más profundas por contenidos pertenecientes a la conciencia colectiva, puesto que la ficción contemporánea de nuestra realidad se sustenta sobre discursos elaborados históricamente sobre muchos aspectos del comportamiento social; la construcción histórica de nuestro presente, como imaginario colectivo, y sus posibles proyecciones en el tiempo, se realizan a través de los discursos que nos proporcionan concepciones de valores que hacemos propios. Nuestra visión del mundo se compone de innumerables imágenes almacenadas y también actualizadas como ideas. El proceso de ideologización de un discurso, según Blauberg (1992), se inscribe en sistemas de ideas, teorías y puntos de vista políticos, jurídicos, religiosos, étnicos, estéticos y filosóficos; en este sentido, el proceso de ideologización es parte de la conciencia social, la cual está determinada por las condiciones de la vida material de la sociedad y refleja las relaciones sociales entre clases (179).
El discurso, como concepto, es una de las unidades fundamentales de la actividad del pensamiento, es forma que da lógica a la interpretación del pensamiento y coadyuva a la elaboración de otras formas de pensar -juicio, conclusión-. El discurso, desde un acercamiento dialéctico, permite conocer con mayor profundidad la realidad en su propia existencia, existencia en la que circunscribimos el discurso propio, de ahí su importancia. Así mismo, el discurso es la síntesis del conjunto de aspectos de la actividad transformadora del ser humano y de la sociedad, y los resultados que de esa actividad devengan, es decir la cultura, son los ámbitos del entendimiento de nuestra propia realidad; por ello, el análisis crítico del discurso, de acuerdo con Van Dick (1997) nos propone un acercamiento analítico a la función del discurso en la construcción y reproducción de las ideologías, aspecto que es así mismo un problema en el estudio mismo de la ideología, pues “no se trata sólo de un análisis descriptivo y analítico, es también un análisis social y político” (2), ya que ello implica comprender problemas más que teorías particulares.
Dado que las personas generalmente adquieren, expresan y reproducen sus ideologías por medio del texto o del habla, es muy pertinente un estudio analítico del discurso de la ideología. Aunque el enfoque en esta perspectiva está en la interfaz de discurso-ideología, su marco teórico multidisciplinario está articulado, de acuerdo con Althusser (1970) por la triangulación fundamental de discurso, cognición y sociedad (1). Este marco es crítico de los acercamientos tradicionales a la ideología –sobre todo desde las ciencias sociales y la filosofía– para teorizar acerca de la naturaleza sociocognitiva y de las estructuras de las ideologías y su reproducción discursiva. Este trabajo, sin embargo, no trata en extenso los acercamientos clásicos a la ideología (entre muchos estudios históricos de ideologías).
Todo acto discursivo, afirma Althusser, parte de la simple práctica productiva, la cual se incorpora a nuestra conciencia cotidiana y permite su reproducción (1); es decir, “que toda formación social depende de un modo de producción dominante” (2), ya que no hay producción posible si no se asegura la reproducción de las condiciones materiales de la producción, es decir, a través de los medios de producción.
La ficción de la realidad fomenta actitudes y creencias determinadas que se transmiten por medio de la eficacia simbólica del mensaje que subyace como sustrato en todo discurso, tanto en su lenguaje verbal como visual y paralingüístico. Estos modelos se presentan en su versión positiva (los héroes: seres imitables, con una conducta ejemplar) y en su versión negativa (los antihéroes: personajes que entran en conflicto con los valores convencionales). La idea de realidad en el hecho literario equivale al acto consciente para elaborar juicios en el proceso discursivo; dicho lo anterior, entendemos que todo proceso discursivo -el cual parte de un juicio ya elaborado- pertenece a un universo determinado, un conjunto de sistemas relacionados entre sí, que se elaboran en sí mismos en el proceso de conocimiento que tiene lugar durante el razonamiento, éste, a través de un doble carácter: conocimiento intuitivo (directo) y conocimiento discursivo, donde para el primero se requiere la evidencia, en tanto en el segundo sólo es indispensable aplicar correctamente los conceptos.
Dentro del proceso de análisis literario debemos atender, de manera imprescindible, al papel primordial que juega el lenguaje como código convencional de transmisión de las ideas, ya al ocultar o ya al revelar una determinada realidad y, también, a los procesos de ideologización que se llevan a cabo en el proceso mismo. En lo que a discurso se refiere durante el acto literario, es fundamental ejercer la crítica ideológica, tanto en el acto de escribir como en el de leer, porque el texto en sus diversas manifestaciones se ideologiza y se refuerza, o aspira a un estatus determinado. De ninguna manera se pretende un hecho literario estéticamente puro y carente de visión y propuesta ante el hecho social e histórico; sólo se señala que el autor y el lector deben ser conscientes de la propuesta ideológica del texto literario porque ambos son seres históricos, construidos históricamente y por lo tanto ideológicamente: “Cada lector es una respuesta particular y cada lector es diferente ante cada libro” (Castellanos: 39).
Gran parte de nuestra actividad intelectual refiere poner en función procesos de razonamiento para resolver problemas y recuperar conocimientos organizados de la realidad que configuramos de manera cotidiana. El pensamiento y el lenguaje son funciones psicológicas superiores . Por una parte, el pensamiento es la capacidad mental para ordenar, dar sentido e interpretar la información disponible en el cerebro que nos permite combinar procesos perceptivos, memorísticos y racionales, con los cuales formamos conceptos o tomamos decisiones para la solución de problemas. Por otro lado, el lenguaje es un sistema de signos y de reglas convencionales que nos permite expresar y representar ideas acerca de la realidad. En la lengua podemos dar perfiles definidos a ámbitos de la realidad que son muy difusos y de contornos indecisos. La función profunda de la lengua es nombrar, es decir, hacer surgir una representación. La lengua es, por así decirlo, referencia instaurada por el ser humano donde los conceptos que se comunican son las referencias.
Recordemos la ya clásica relación que estableciera Ferdinand de Saussure en los planos de contenido y de expresión dentro del signo lingüístico, ello, nos trae al presente que dicha dicotomía orienta el concepto de la lengua como un sistema de signos lingüísticos, donde el plano del contenido refiere a la imagen mental, y el de la expresión
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