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Poema "Nosotros Los Hombres"


Enviado por   •  3 de Marzo de 2015  •  1.409 Palabras (6 Páginas)  •  497 Visitas

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Vengo a buscarte, hermano, porque traigo el poema,

que es traer el mundo a las espaldas.

Soy como un perro que ruge a solas, ladra

a las fieras del odio y de la angustia,

echa a rodar la vida en mitad de la noche.

Traigo sueños, tristezas, alegrías, mansedumbres,

democracias quebradas como cántaros,

religiones mohosas hasta el alma,

rebeliones en germen echando lenguas de humo,

árboles que no tienen

suficientes resinas amorosas.

Estamos sin amor, hermano mío,

y esto es como estar ciegos en mitad de la tierra.

Ven/go a/ bus/car/te, her/ma/no,/ por/que/ trai/go el/ po/e/ma,/ = 14 sílabas

que es/ tra/er/ el/ mun/do a/ las/ es/pal/das./ = 10 sílabas

Soy/ co/mo un/ pe/rro/ que/ ru/ge a/ so/las,/ la/dra/ = 12 sílabas

a/ las/ fie/ras/ del/ o/dio y/ de/ la an/gus/tia,/ = 11 sílabas

e/cha a/ ro/dar/ la/ vi/da en/ mi/tad/ de/ la/ no/che./ = 13 sílabas

Trai/go/ sue/ños,/ tris/te/zas,/ a/le/grí/as,/ man/se/dum/bres,/ = 15 sílabas

de/mo/cra/cias/ que/bra/das/ co/mo/ cán/ta/ros,/ = 11 sílabas (12 - 1)

re/li/gio/nes/ mo/ho/sas/ has/ta el/ al/ma,/ = 11 sílabas

re/be/lio/nes/ en/ ger/men/ e/chan/do/ len/guas/ de hu/mo,/ = 14 sílabas

ár/bo/les/ que/ no/ tie/nen/ = 7 sílabas

su/fi/cien/tes/ re/si/nas/ a/mo/ro/sas./ = 11 sílabas

Es/ta/mos/ sin/ a/mor,/ her/ma/no/ mí/o,/ = 11 sílabas

y es/to es/ co/mo es/tar/ cie/gos/ en/ mi/tad/ de/ la/ tie/rra./ = 14 sílabas

Soy hombre, mis dos hijos son hombres, al igual que mi padre y tres hermanos de cuatro que somos. La mayoría de mis amigos, y sin duda los más íntimos, son hombres, como lo son muchos compañeros de trabajo… No tengo nada contra los hombres y ninguno de ellos me ha dicho jamás que tenga algo en contra nuestra, sin embargo es algo que con frecuencia se utiliza como argumento para cuestionar algunas de las críticas que hago a esa forma de entender y ejercer la masculinidad, que la cultura y la sociedad que nace de ella nos impone a los hombres.

A lo largo de estas semanas se han producido algunos comentarios a los textos que he colgado en el blog que merecen compartir una reflexión, participación que agradezco con independencia del tono más o menos crítico en lo personal, sobre todo porque algunos son un ejemplo muy claro de lo que quiero explicar.

En algunos de los posts que he subido al blog “Autopsia” he realizado críticas directas a conductas, argumentos, actitudes, modelos, estrategias… protagonizadas por hombres y, sobre todo, diseñadas a partir de unas referencias que permiten que dichas situaciones sean entendidas como parte de la normalidad y que, por tanto, no sean reprobadas, salvo que se traspasen ciertos límites, bien sea en la forma o intensidad de llevarlas a cabo, o en los muros que se levantan alrededor de ellas, unas veces muros de silencio otras paredes de despachos, hogares, bares o clubes. Y en muchos casos he puesto el ejemplo de cómo esas mismas conductas son justificadas cuando las lleva a cabo un hombre y magnificadas cuando las hace una mujer, como por ejemplo, las “denuncias falsas” por violencia o agresiones sexuales, o la propia violencia.

En ningún caso, ni nunca, he dicho ni diré nada de los dos argumentos que se insinúan en los comentarios que hablan de mi teórica “animadversión” hacia los hombres: uno de ellos es que parece que doy a entender que los hombres son malos por naturaleza y las mujeres buenas, y el otro, que las conductas que crítico son presentadas como exclusivas de los hombres. Y no es así. Hay hombres buenos, maravillosos, pacíficos, entregados a los suyos, afectivos y afectuosos… y mujeres malas, violentas, abusadoras, dominantes, perversas... No estoy hablando de eso.

De lo que hablo es de cómo la cultura ha establecido identidades rígidas para hombres y mujeres, y de cómo bajo esa

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