Presentación de la obra reseñada Coraline
AnaMgggReseña16 de Octubre de 2025
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Ficha técnica de Coraline (2009)
Título original: Coraline
Año: 2009 Cinemanet+2Moviefone+2
Duración: 100 minutos Cinemanet+2Sitges Film Festival+2
País: Estados Unidos Cinemanet+2Moviefone+2
Director: Henry Selick Moviefone+3Cinemanet+3Apple TV+3
Guión: Henry Selick, basado en la novela Coraline de Neil Gaiman Cinemanet+2Moviefone+2
Música: Bruno Coulais Cinemanet+1
Fotografía: Pete Kozachik Moviefone+1
Montaje: Christopher Murrie y Ronald Sanders Cinemanet+1
Reparto (voces principales):
Dakota Fanning; Teri Hatcher; Jennifer Saunders; Dawn French; Keith David; John Hodgman; Robert Bailey Jr.; Ian McShane Moviefone+2Cinemanet+2
Género: Animación / Fantasía familiar / Fantasía oscura Sitges Film Festival+2Cinemanet+2
Presentación de la obra reseñada
Coraline (2009), dirigida por Henry Selick y basada en la novela homónima de Neil Gaiman, es una joya del cine animado que combina fantasía, oscuridad y reflexión. Lejos de ser una simple película infantil, se adentra en el territorio del miedo y la curiosidad, mostrando que la infancia también puede tener sombras. La técnica de stop motion, con su precisión artesanal y su atmósfera táctil, otorga a la historia una sensación de extrañeza viva, como si los personajes fueran marionetas encantadas atrapadas entre el sueño y la vigilia. Desde su primera escena, la película envuelve al espectador en un mundo donde lo cotidiano se deforma lentamente hasta volverse inquietante.
La música de Bruno Coulais y la fotografía de Pete Kozachik complementan ese universo visual de colores apagados, luces frías y contrastes que oscilan entre lo tierno y lo macabro. La dirección de Selick logra un equilibrio singular entre el arte y la emoción, evocando las atmósferas de Tim Burton pero con una identidad propia: menos gótica, más psicológica. Coraline invita a los espectadores a asomarse a una puerta prohibida que simboliza el deseo humano de escapar de la realidad, pero también el peligro de perderse en ella. Es una obra que, sin renunciar al asombro, se atreve a mirar el lado oscuro de los sueños.
Síntesis comentada del contenido de la película
La historia de Coraline comienza con el traslado de la joven protagonista y sus padres a una antigua y algo sombría casa llamada El Palacio Rosa. Sus padres, absorbidos por el trabajo, apenas le prestan atención, y esa indiferencia cotidiana va moldeando en Coraline un sentimiento de soledad y desarraigo. En medio de la rutina y el tedio, la niña emprende una serie de exploraciones curiosas por la casa y sus alrededores. Es durante una de esas exploraciones cuando encuentra una pequeña puerta oculta tras la pared, una entrada diminuta que, en apariencia, no conduce a ninguna parte. Pero una noche, movida por la curiosidad, Coraline la atraviesa y descubre un mundo alternativo que parece ser todo lo que siempre había deseado: allí la comida es deliciosa, el jardín florece con formas mágicas, y sus “otros padres” —idénticos a los reales pero con botones en lugar de ojos— la colman de cariño y atención.
Sin embargo, el encanto inicial pronto se transforma en inquietud. La perfección del “otro mundo” comienza a mostrar fisuras: los gestos de la otra madre se vuelven inquietantes, su sonrisa demasiado fija, sus palabras demasiado dulces. Cuando Coraline comprende que la intención de esa figura no es amarla sino poseerla, comienza una lucha por escapar de esa realidad ilusoria. Con la ayuda de un misterioso gato que puede moverse entre los dos mundos, la protagonista descubre que la “otra madre” ha atrapado las almas de varios niños que, como ella, fueron seducidos por la promesa de una vida perfecta. Armándose de valor, Coraline enfrenta sus temores y logra liberar a los niños perdidos, comprendiendo al final que el amor auténtico —aun con sus defectos y frustraciones— es infinitamente más valioso que cualquier fantasía ideal.
La película, bajo su apariencia de cuento gótico, es en realidad una reflexión sobre el crecimiento, la autonomía y la aceptación de la realidad. Coraline pasa de ser una niña caprichosa y solitaria a una joven que aprende el valor de la valentía y del amor imperfecto.
Crítica (Reseña crítica)
Coraline es, ante todo, una película que se atreve a mirar el lado oscuro de la infancia sin recurrir a fórmulas predecibles ni moralejas superficiales. Henry Selick, reconocido por su trabajo en The Nightmare Before Christmas, demuestra aquí una madurez artística que lo distingue como un narrador visual de enorme sensibilidad. En lugar de ofrecer una historia de terror o una simple fábula moral, construye un relato simbólico sobre el deseo, la carencia y la necesidad de reconocimiento. A través de una atmósfera que combina lo bello con lo perturbador, la película logra mantener al espectador en un constante estado de fascinación y desconcierto. Cada elemento —desde los movimientos lentos del stop motion hasta los contrastes entre colores cálidos y fríos— contribuye a crear un universo coherente en su extrañeza, donde nada ocurre por casualidad.
La “Otra Madre”, con sus botones en lugar de ojos, es uno de los símbolos más inquietantes del cine animado contemporáneo. Representa la tentación de lo perfecto, la figura del amor posesivo que busca sustituir la libertad por el control. A través de ella, Selick y Gaiman plantean una crítica sutil al ideal de felicidad artificial que muchas veces nos promete la sociedad moderna: un mundo sin errores, sin límites, donde todo está bajo control… pero a cambio del alma. Coraline, al resistirse a esa ilusión, encarna la valentía de quien elige lo real, aunque duela. Esa elección la convierte en una heroína distinta: no lucha con espadas ni poderes, sino con inteligencia, empatía y determinación. Su triunfo no es solo escapar del peligro, sino reconciliarse con el mundo imperfecto que había querido abandonar.
Desde el punto de vista técnico, la película es una obra maestra del cine artesanal. Cada escenario, cada hilo de tela, cada parpadeo fue animado manualmente, cuadro por cuadro, lo que confiere a la historia un realismo táctil que ninguna animación digital puede igualar. Esa materialidad, casi palpable, refuerza la sensación de estar dentro de un sueño hecho a mano, donde los objetos parecen tener memoria. La fotografía de Pete Kozachik logra un delicado equilibrio entre lo doméstico y lo siniestro, mientras que la música de Bruno Coulais otorga un aire de enigma y melancolía que acompaña los silencios más profundos de la narración. El resultado es una película que no solo se mira, sino que se siente, se escucha y se respira.
En cuanto a su impacto emocional, Coraline se aparta de la mayoría de producciones animadas de su tiempo. No busca hacer reír constantemente ni simplificar los conflictos para un público infantil. Al contrario, confía en la capacidad del espectador —sea niño o adulto— para enfrentarse a la oscuridad y reflexionar sobre ella. Algunos críticos la han considerado “demasiado aterradora” para los más pequeños, pero ese mismo elemento es el que la vuelve necesaria: Coraline entiende que el miedo también forma parte del crecimiento, que aprender a enfrentarlo es una forma de madurez. En este sentido, el film se sitúa en la tradición de los cuentos clásicos, donde el bosque, los monstruos y las brujas no son enemigos externos, sino metáforas de los temores interiores.
A nivel simbólico, la puerta que Coraline abre funciona como una alegoría del deseo de evasión. Todos, en algún momento, hemos querido cruzar esa puerta: huir del aburrimiento, de la indiferencia, del dolor cotidiano, para entrar en un lugar donde todo funcione según nuestros deseos. Pero Coraline nos recuerda que toda perfección aparente es una trampa, y que incluso los mundos más hermosos pueden ocultar cadenas invisibles. En la medida en que la protagonista comprende esto, el espectador también se reconoce en ella: aprende que solo al aceptar las imperfecciones del mundo real puede hallarse la verdadera libertad.
En conclusión, Coraline es mucho más que una película animada; es una reflexión sobre el poder del amor, la identidad y el miedo. Su estética detallista, su guion simbólico y su valentía para explorar lo sombrío la convierten en una obra indispensable dentro del cine contemporáneo. Cada plano, cada textura y cada silencio cuentan una historia que trasciende la pantalla, recordándonos que el verdadero coraje no está en huir de la oscuridad, sino en atravesarla para encontrar la luz.
Coraline review – delightfully creepy coming-of-age fantasy offers more than just scares
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