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Que Viva La Musica


Enviado por   •  29 de Abril de 2013  •  6.786 Palabras (28 Páginas)  •  478 Visitas

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Sexo, drogas, rock & roll y mucha salsa en esa Cali de los años setenta que nos describe en una prosa energética el para siempre joven escritor caleño Andrés Caicedo. Cuenta la historia de María del Carmen Huerta, una "niña bien", hija de un fotógrafo de la alta sociedad de Cali. La pequeña niña pronto se da cuenta de lo miserable que puede ser la vida burguesa de la "buena sociedad", pacata y aburrida, moralista y obsoleta, y se lanza a la conquista de la calle, del mundo verde que la rodea y que entonces bota candela como un volcán. Anda con un grupo de marxistas, que en esa época pululaban no sólo en Cali, sino también en Bogotá, mechudos, con mochila al hombro se reunían a leer El Capital.

Pero la niña se aburría y se iba en busca de emociones más puras. Aparece entonces el mundo psicodélico del Rock, importado por los hijos de papi y mami que podían ir, dizque a estudiar, a los United States y llegaban vestidos como pandilleros, con los ojos perdidos en una nube de ensoñaciones. Se dieron en probar cuanta cosa encontraron para transgredir la consciencia: pepas, perico, ácidos, crack, marihuana, que no puede faltar, y los deliciosos hongos alucinógenos, que salían de la tierra como niños en domingo.

Se encerraban en una casa a escuchar a los Rolling Stones y a meter y fumar hasta que terminaban vueltos nada, tirados en el piso sin saber de quién eran hijos, pero habiendo hablado de todo lo que se podía hablar sobre la vida y el Rock. Verdaderos eruditos de la música y el cine, reconocían al instante el sonido de Keith Richards y sabían el motivo de sus disputas con Mick Jagger y todo lo demás, todo lo que había que saber y aprender antes de cumplir venti cinco años y suicidarse de alguna forma, porque vergüenza daba llegar a los años fofos y alienados de la vejez. Entonces esta reina de la noche, esta maga de los sueños caleños, se les abría a los rockeros y se iba a los barrios bajos, a donde los pobres, a confundirse con los sonidos de una salsa que ponía patas arriba las emociones de los caleños. Richie Ray y Bobby Cruz: "Agúzate, que te están velando" cantaba la niña, que ya sabía que lo suyo era la rumba y nada más que la rumba, y que todo lo demás era lujo y vanidad. Y recorrió la niña los parajes de su tierra virgen, alucinándose con cualquier loco que encontraba por el camino y que apenas si podía seguir el ritmo de la niña.

"¡Que viva la música!" es un sueño que se vive rápido, sin mente, sin reflexión. ¿Tendrías el valor de entregarte al mundo de la sin razón? Nos pregunta la niña. Cuando Andrés Caicedo, de 25 años, recibió de una editorial argentina las primeras copias de su novela, comprendió que su legado a la posteridad estaba listo y se tomó sesenta pastillas de seconal para dejar ¡por fin! este mundo estúpido y perezoso.

Aunque la mitad inicial de la obra está determinada musicalmente por el Rock, la primera canción mencionada, Babalú, Ray & Cruz, pertenece ala Salsa, expresión musical que en la parte restante la protagonista asumirá en forma total cuando ya tenga una “conciencia política estructurada”, producto de su confrontación entre Rock y Salsa. Cuando incursiona en el Rock siente de pronto que la música se multiplica, en una especie de alegoría bíblica. Y comienza a manifestar sus postulados: “la música es la solución a lo que yo no enfrento”, entre otras cosas, la lectura y el cine. Este comentario le resta toda validez cultural a otros medios de expresión: “El libro miente, el cine agota, quémenlos ambos, no dejen sino música”, dirá hacia el final. Al llegar a la tercera parte de la novela, ocasionalmente escucha doce horas de música y en breve lapso 24, gracias a la cocaína que impide dormir. La música se transforma, para ella, en el más eficaz vehículo cultural, no sólo en motivo sino en sinónimo de vida: “acumulé una cultura impresionante”, dice para intentar conmover. Un poco más adelante, aprende a repetir letras, hecho que hasta ese momento se constituía en desafío y ofensa a la vez.

De repente, su vida cambia radicalmente de dirección cuando descubre que no es de la casa de Leopoldo Brook sino del Sur —con mayúscula— “de donde venía la música”. El Sur no es el punto cardinal sino la clase social de la que proviene una música de “Cobres altos, cuerdas, cuero y ese piano” que marcaba su búsqueda y la hacía sonreír —el de Ricardo Ray, como se comprobará. Llega a la puerta, abre, oye la letra. De esta forma, ella pasa del anonimato de quien simplemente oye música, incluso con letras que no entiende, a protagonista y sinónimo de música, reflejo de una actitud generacional. Surge entonces Cabo E, canción de Ray & Cruz. Dice la protagonista: “Vaya uno a saber cómo y quién le va signando el recorrido por este mundo, por este Cali bello en el que yo soy la Reina del Guaguancó”, letra correspondiente al tema que aparece como epígrafe de la novela: “Qué rico pero qué bajo, Changó”, canción popular que, como se notará, al final será utilizada para responder a los marxistas cuandola Mona suponga lo que ellos pensarán al verla convertida en objeto (ya no sujeto) degradado: “Observen lo bajo que puede llegar la burguesía”, en una rotunda crítica a la lucha de clases. Y ella responde de igual forma pero, eso sí, cuidándose de no citar a Changó pues quedaría mal parada, su fortaleza apocalíptica se debilitaría y su amonestación ulterior perdería sentido, lo mismo que su desclasamiento, el que prefiere al arribismo. Changó es uno de los 22 Orishas de la mitología cubana “Uno de los dioses mayores de la brujería afrocubana, representado indistintamente en los altares por la imagen de Santa Bárbara, por un ídolo vestido de encarnado o por un hacha de hierro” (Alejo Carpentier); “Dios del Trueno y que se anuncia por el fuego libertario” (Alfonso Nieto); “Dios de la libertad y de la guerra liberadora de todas las formas de sujeción; Dios de la música, danza y amores masculinos” (Teodoro Díaz Fabelo).

CONTROL: CABO E, RAY & CRUZ: 4:15

Aunque se hace una ligera alusión al Guaguancó triste, tema de Ray & Cruz, la segunda canción claramente citada es Amparo Arrebato, dedicada por aquéllos, en una de sus tantas visitas a Colombia, a la atleta Amparo Caicedo, ya fallecida, quien fuera declarada en Panamá La Mejor Bailarina de Salsa del Mundo, cuyo texto alude a la marginalidad de la mujer, a su afán de independencia y a los logros alcanzados: “La letra decía: ‘Tiene fama de Colombia a Panamá. Ella enreda a los hombres y los sabe controlar’”.

CONTROL:

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