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Relato Sobre Las Experiencias Afectivas Y Sentimentales En El Proceso Educativo.


Enviado por   •  10 de Abril de 2013  •  1.162 Palabras (5 Páginas)  •  5.820 Visitas

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Me resulta complicado empezar a escribir este producto aún cuando el tema es de mi interés y lo he reflexionado desde hace algunos años. Y mi cuestionamiento sigue vigente: ¿Hay lugar o no para los sentimientos en los procesos de aprendizaje en la educación?

Se trata de escribir sobre un tema que, al mismo tiempo que me interesa, lo encuentro difícil y complejo en el que no tengo muchas respuestas, aunque sí algunas preguntas, como las siguientes:

¿Qué lugar hay para los sentimientos y emociones en la educación? ¿Cómo participan, intervienen y se hacen presentes los sentimientos en los procesos de aprendizaje? ¿Cómo estorban y cómo ayudan? ¿De veras los dejamos fuera cuando los ignoramos?....

¿Podemos comprender y asimilar significativamente los conceptos independientemente de los sentimientos que suscitan en nosotros? ¿O será que los sentimientos forman parte de dicha comprensión y asimilación?.... Y cuando se trata de resolver problemas o intervenir profesionalmente en situaciones concretas ¿será posible, será deseable, recomendable, ignorar o excluir nuestros sentimientos? ¿Podemos educarnos sin integrar en nuestra vida, aprendizajes y sentimientos?...

Encontramos prejuicios, racismo, intolerancia, discriminación, violencia, por ejemplo. Identificamos conflictos serios en las familias y en las parejas; reconocemos que en el ámbito laboral la apatía y falta de interés con frecuencia repercuten en la baja productividad. En las escuelas identificamos problemas serios de falta de motivación y entusiasmo, de indiferencia y poca dedicación a los aprendizajes significativos, de falta de solidaridad y respeto entre estudiantes y maestros, sin hablar de los relacionados con la drogadicción y la inseguridad. Además de la intolerancia y falta de comunicación de los padres con sus hijos y maestros. ¿No es la educación un proceso de aprender a vivir bien? ¿Por qué no hacemos algo más propositivo e intencionado para promover un adecuado desarrollo e integración de nuestros sentimientos, de modo que se conviertan en una energía constructiva en nuestra vida y en las relaciones con los demás?

Desde otra perspectiva, nos damos cuenta de que hay ocasiones en las que nos sentimos muy contentos y satisfechos, mientras que en otros momentos andamos tristes y desalentados, frustrados y desconcertados. Sin embargo, ¿cuándo nos detenemos a tomar conciencia de lo que dichos sentimientos nos muestran respecto a cómo vamos viviendo? ¿Cuándo nos preguntamos lo que los sentimientos expresan y muestran de nosotros mismos en relación con las situaciones que vivimos?

Los sentimientos están siempre de algún modo presentes en nuestra experiencia, así que nuestras alternativas son, en realidad, reconocerlos e integrarlos explícitamente al proceso educativo, o tratarlos como si no estuvieran aunque sin por ello dejar de sentir sus efectos.

Quizá no es muy frecuente que nos preguntemos cómo se sienten los estudiantes en clases; cómo se sienten en el grupo y con respecto a los contenidos que les proponemos aprender. Si lo hiciéramos encontraríamos pistas valiosas que nos ayudarían a comprender el entusiasmo y el comportamiento productivo de los alumnos, o bien su apatía, desinterés y falta de rendimiento. Darnos cuenta de los estados afectivos de los alumnos, ayuda a comprender aspectos importantes de la dinámica grupal y personal respecto al trabajo de aprender y, por lo mismo, sirve para orientar nuestra toma de decisiones respecto a qué hacer y cómo promover los aprendizajes significativos que convergen en las competencias para la vida. Sin embargo, cuando pensamos que los alumnos están mal por sentir lo que sienten, entonces es más probable que equivoquemos el rumbo con nuestras acciones ya que, en lugar de comprender

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