ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Resumen La laguna de los coipos


Enviado por   •  1 de Octubre de 2015  •  Resúmenes  •  6.670 Palabras (27 Páginas)  •  10.094 Visitas

Página 1 de 27

“La Laguna de Los Coipos”

Acontecimientos

  • Sebastián Alcántara era un veterinario que durante el segundo semestre se dedicada a dar clases a los estudiantes de una importante universidad de la capital.
  • Durante el verano, cumplía las misiones más sorprendentes sin que le importara el lugar donde debía ir, por lo que entre Enero y febrero era muy difícil que alguien lo pudiera localizar en su granja.
  • La granja de Sebastián tenía muchas hectáreas: tenía aves chilenas y de Sudamérica. Los establos para animales altiplánicos tenían alpacas, llamas y guanacos. Lejos de los establos, estaban los cubículos de vidrio donde vivían los reptiles: culebras, tortugas, etc. Cerca del bosque de bambúes, estaban los panales de abeja y detrás de los panales, había una acequia (riachuelo) que llegaba al corazón de la granja, donde había una laguna en la que se mezclaban los patos de la granja con los que llegaban del sur. “Quédense aquí, que ya es verano”, parecían decir los patos de Sebastián. En la laguna también había cisnes de cuello negro, bidenes negros, bandurrias, garzas y peces.
  • Esa mañana de Diciembre, Sebastián mostró a sus alumnos un par de quirquinchos. Se sabía que los pueblos altiplánicos cazaban los quirquinchos para hacer una especie de guitarra llamada charango. Los fabricaban desde tiempo inmemoriales, pero ahora las cosas habían cambiado, porque las tiendas de música presionaban a los artesanos para que fabricaran más porque la demanda por estos instrumentos había subido muchísimo, debido a los conjuntos de música folclórica que habían puesto de moda las canciones del altiplano, en la que se lucían los charangos.
  • Los animalitos fueron entregados a Sebastián, quien era reconocido por mucha gente por la defensa que hacía de la fauna. Él aparecía de vez en cuando en reportajes de TV dedicados a la defensa del medio ambiente o bien la gente leía sus libros acerca de la naturaleza.
  • Sebastián les cuenta a sus alumnos que en México se comen a los quirquinchos y que allá los conocen con el nombre de armadillos. Uno de los alumnos, llamado Pedro, cuenta que los quirquinchos habitan en casi todo el continente americano, en lugares de climas cálidos, secos y con suelos arenosos, donde cavan sus madrigueras. Cuenta también que cuando los quirquinchos creen estar en peligro, se transforman de una verdadera pelota y se vuelven impenetrables.
  • El profesor le cuenta a sus alumnos que la caparazón equivale a la casa de algunos animales como las tortugas, caracoles y mariscos. Les cuenta a los muchachos que la población de quirquinchos está disminuyendo peligrosamente, especialmente por causa de la fabricación de charangos. Por eso, harían una campaña para salvarlos. Les cuenta que su par de quirquinchos se los quitaron a unos cazadores de Huara, un lugar ubicado en la precordillera de la Primera Región. Sebastián se encontraba allá investigando sobre las costumbres de las alpacas cuando unos carabineros le entregaron los quirquinchos. Sabían que tenía una granja donde se protegían a los animales y confiaban en que los cuidaría para después regresarlos al lugar donde pertenecían.
  • Uno de los alumnos le avisa al veterinario que tiene una llamada de larga distancia. Mientras, Pedro le comenta a los demás que el quirquincho esta emparentado con el mylodón, un famoso mamífero parecido a un perezoso gigante que vivió en Sudamérica hace miles de años, y que también estaban emparentados con el oso hormiguero. Los estudiantes continuaron caminando hacia la laguna de los patos.
  • Cuando Sebastián regresó de la llamada tan inesperada, dio por finalizada la visita de los estudiantes, pero los más suspicaces (observadores) de dieron cuenta de que su querido profesor tenía un brillo especial en los ojos, pero nadie se atrevió a preguntarle nada.
  • Sebastián les organizó a los estudiantes una serie de trabajos a partir de lo que habían observado en la granja y los animó a que realizaran una buena presentación, para finalizar el año.
  • Una de sus alumnas, Alejandra, se atreve a decirle que lo notaba con un nuevo entusiasmo. El veterinario contestó enigmáticamente que cuando una llamada se transformaba en invitación, no era cualquier llamada la que estaban haciendo.
  • Sebastián se encontraba feliz de estar en las montañas, sobre todo al pensar en lo que dejaba atrás, una ciudad contaminada por los gases tóxicos que producían los vehículos y por los ruidos provocados por las máquinas que deambulaban viejos edificios, horadaban (hacían agujeros) en el suelo para renovar las alcantarillas o reparar los ductos de gas o de las redes de agua potable.Por eso, Sebastián sabía que lo más valioso de la ciudad donde vivía era su granja ubicada cerca de la ciudad, camino a la costa.
  • Ahora se encontraba viajando en dirección de las SIERRAS DE BELLAVISTA, pueblo cordillerano ubicado enfrente de la ciudad de San Fernando (6ª Región). Iba a cumplir una nueva misión: estudiar a los coipos que se encontraban en peligro de extinción, como los quirquinchos del altiplano nortino.
  • A los coipos los cazaban por su valiosa piel, con la que confeccionaban abrigos de alto precio. Su amigo, el guardabosque JAVIER MENCHACA, lo había invitado porque conocía los intereses de Sebastián. Le contó por teléfono que había descubierto una familia de coipos que vivía en un pequeño montículo en la laguna de la sierra. Eran 4 coipos adultos y su coipito que más parecía rata. El coipito era muy juguetón y se lo pasaba nadando cerca de su madre. Javier había invitado a Sebastián para que estudiara a la familia de coipos, junto a su familia (Rebeca, esposa de Sebastián, y David, su hijo). Javier, su esposa Cecilia y su hijo Tomás estarían muy felices de verlos nuevamente.

Javier aprovechó para pedirle algunos encargos a Sebastián:

  1. Pilas grandes para su linterna
  2. Una lupa.
  3. Un par de revistas Condorito para su hijo Tomás.
  4. Un libro de plantas y otro de la zona central, uno de aromaterapia y de cultivo de la lavanda para su esposa Cecilia.
  5. Un libro de leyendas de Oreste Plath (porque Javier era muy “cuentero”)

Además de los encargos, Sebastián le llevó a su amigo guardabosques y su familia:

  1. Una caja de chocolates
  2. Unas fotos del verano pasado cuando el veterinario los había visitado junto a su esposa Rebeca y a su hijo David.
  3. Un pequeño, pero potente telescopio.
  4. Un bello libro sobre el cultivo de lavandas para Cecilia, de parte de Rebeca.

  • El veterinario le cuenta a su amigo que su familia no podrá acompañarlo, porque su esposa Rebeca es profesora y en el colegio tenía un curso de perfeccionamiento durante el mes de enero, mientras que a su hijo David sus amigos lo habían invitado a las playas de Maitencillo.
  • Al ver el montón de paquetes que llevaba en su vehículo, Sebastián se sentía como Papá Noel. Estaba en eso cuando lo detuvo un par de carabineros a caballo, preguntándole dónde se dirigía. El veterinario les reposnde que donde su amigo Javier Menchaca, el guardabosque de las Sierras de Bellavista.
  • Los carabineros le preguntan de dónde conocía a “el Javiero” y Sebastián comenzó a sentirse incómodo con sus preguntas, pero les contestó que Javier era un viejo amigo que visitaba a menudo, porque él (Sebastián) era científico y se dedicaba a estudiar la naturaleza. Les dice que se llama Sebastián Alcántara y los carabineros se sorprenden y lo reconocen como el que “sale en la tele”.
  • Uno de los carabineros le cuenta a Sebastián que la semana pasada había visto un reportaje sobre los coipos y las fábricas de abrigos, lo cual era una crueldad. Le comenta que habían visto una familia de coipos en la laguna y que “el Javiero” se los podía mostrar, porque se lo pasaba observándolos y anotando sus observaciones en un cuaderno. Sebastián les responde que a eso venía, porque su amigo le había contado de su descubrimiento y le estaba ayudando con la observación de los coipos.
  • Los carabineros le piden disculpas a Sebastián por hacerle tantas preguntas  y le explican que están vigilando que no suceda alguna desgracia en los bosques, porque había costado mucho que crecieran esos árboles. Le cuentan que los bosques de Sierra Bellavista existen desde antes de la industrialización del pino radiata (otros lo llaman pino insigne). Ellos protegían esos pinos, a pesar de que habían muchos detractores (opositores, contrarios) a sus bondades.
  • Sebastián les comenta que conoce esa situación: que la caída de las hojas de pino produce en el suelo una acidez que no permite que crezcan otras plantas nativas (boldo, maqui, quillayes, litre) y con ello se empobrecen los bosques.
  • Los carabineros le cuentan al veterinario que en el interior de los pinares (bosques de pinos) no existe ni un solo árbol que no sea pino. Pero que ellos no culpaban a los árboles, sino a que se deben distribuir bien los terrenos y las plantaciones. A ellos, les encantaban los pinos, por su aroma fresco en primavera.
  • El pino radiata se usa para fabricar muebles, construir viviendas, para fabricar papel y con ello, libros, diarios, revistas, láminas artísticas, mapas, cuadernos, etc.
  • Los carabineros de marcharon y Sebastián continuó su viaje a las montañas.
  • Javier y su familia organizan una fogata como bienvenida para Sebastián. Tomás, el hijo de Javier, era el encargado de que las salchichas no se quemaran. Pensaba cómo habría disfrutado esa fogata con su amigo David, el hijo de Sebastián. Pero lo perdonó al pensar que sus amigos lo habían invitado a la playa. Él habría hecho lo mismo.
  • Cecilia, la esposa de Javier, preparaba una ensalada mientras Javier intentaba tocar en guitarra una canción de Los Beatles. La canción de llamaba Blackbird (“pájaro negro”). Hablaba de un misterioso pájaro que volaba en una noche oscura y solitaria. El pájaro cantaba y cantaba cuando ya nadie parecía que lo escuchaba. Pero estaba herido. Tenía las alas rotas y, aun así, a pesar de las dificultades, alguien lo animaba para que volara.
  • Javier había sido hippie a fines de los años sesenta. Fue un profesor de castellano que lo abandonó todo para ir a vivir a la cordillera con una familia que nació en medio de los cerros y del aroma de los pinares. Su esposa Cecilia no dudó en seguirlo. Ella supo que en la cordillera podría conocer las plantas, hiernas u flores d elos montes, hasta podría preparar un vivero de plantas aromáticas y medicinales. Ella había conocido a Javier en la universidad. Ella pensaba que había sido una extraña decisión para un hombre de libros partir a cuidar bosques a las montañas. Era el guarbosques más singular que podía existir.
  • A lo lejos de la fogata, se escuchó nadar a los coipos. A ellos les encanta salir a explorar de noche, para descansar sobre los montículos de tierra y ramas que tenían en la orilla de la laguna y a alimentarse con pequeñas raíces de plantas.
  • Javier le pregunta a Sebastián cómo los coipos podían resistir tanto tiempo bajo el agua. Los había observado y había contado que duraban más de una hora sin ahogarse.
  • Sebastián le cuenta que los coipos tenían su madriguera en el montículo que había cerca de la orilla de la laguna. Ellos construyen largos túneles con salida bajo las aguas de la laguna. Cuando se sumergen y se espera que salgan a respirar, ellos se meten por esos túneles hasta que llegan a sus madrigueras que son cavidades bajo la tierra situadas sobre el nivel de las aguas. Allí se protegen y cuidan a sus crías. La madriguera es su hogar.
  • Javier pensó y se dio cuenta de que la mayor parte del tiempo los coipos se zambullían en la laguna en dirección al islote. Javier siguió cantando la canción, mientras su hijo Tomás estaba entretenido con el telescopio que les llevó el veterinario. Mientras observaba el cielo, pensaba en la canción que estaba cantando su papá y en todo lo que tenía que hacer en el futuro. “Hay que aprender a volar, son siquiera considerar que se pueda tener alguna vez, las alas rotas…”
  • A la mañana siguiente, Sebastián se despierta cuando toda la familia ya se ha levantado. Su amigo guardabosque se disponía a bajar a San Fernando y antes iba a dejar a su hijo Tomás en Puente Negro, donde visitaría a su amigo Alfonso. Tomás estudiaba en el villorio (pueblo pequeño) de Puente Negro. Iba en cuarto básico y sus compañeros tenían la piel tostada por el aire de la cordillera y venían de pequeñas aldeas y casas aisladas de la precordillera. La escuela donde asistía Tomás era pequeña y estaba situada junto al río. Su mejor amigo, Alfonso, se sentía orgulloso por tener dos perros, un loro tricahue encerrado en una jaula y en otra, una pareja de jilgueros.
  • Esa mañana, Javier preparaba el desayuno, Cecilia revisaba su huerto de plantas medicinales y Tomás jugaba en el patio con su perra labradora DANKA. Tomás escuchó a lo lejos chapoteo en la laguna y vio que el coipito lo miraba fijamente desde una roca sobre el montículo, estando especialmente preocupado por la perra. El coipito se notaba muy nervioso.
  • Tomás lo saludó: “Buenos días, Forestín”. Le había puesto Forestín después de haber conocido y conversado con los integrantes de una brigada de la CONAF (Corporación Nacional Forestal), que inspeccionaba el bosque y con quienes su papá siempre colaboraba. Ellos llevaban en sus chaquetas una insignia con la figura de un coipo que tenía puesto un casco. Se veía muy sonriente con su tenida de brigadista defensor de los bosques. Los brigadistas de la CONAF le habían contado que el coipo era el animal símbolo de su trabajo y que lo habían bautizado con el nombre de Forestín. Los brigadistas no sólo cuidaban los bosques de pino, sino también los bosques nativos (boldos, arrayanes y maquis, árboles propios de la cordillera central). Lo que más les preocupaba de los pinares era que las inmediaciones no dejaban que se desarrollaran otros árboles nativos.
  • Tomás le ordenó a su perra que se fuera a la casa, porque asustaba al coipito Forestín. La perra obedeció enojada y celosa y se quedó en la puerta mirando a Tomás.
  • Tomás le dio a Forestín su desayuno, ofreciéndolo unos pequeños bulbos muy húmedos que había arrancado de entre las plantas acuáticas que se desarrollaban en la laguna. El coipito se notaba muy nervioso por la presencia de Danka, aunque la perra era inofensiva. Ella sólo quería jugar y que le hicieran cariño. No entendía que Tomás pudiera tener ojos para otro animal. El niño se sentía orgulloso de su peeea, porque sabía que Danka valía por ocho. También tenía a dos gatas que siempre observaban a la distancia para después seguir con su siesta eterna. Y también tenía a Forestín, a quien cada día se acercaba un poco más, para llegar a ser su amigo.
  • El coipito se fue acercando lentamente a la mano del niño y comenzó a mordisquear lo que le ofrecía. Tomás acarició el mojado lomo al animal y, por primera vez, el coipo se dejó hacer cariño. Esto duró hasta que se escuchó la fuerte voz de su mamá (Cecilia) quien llamaba a Tomás para que desayunaran. Se estaba haciendo tarde: Tomás debía prepararse para ir con su padre hasta Puente Negro; allí visitaría a su amigo Alfonso y después lo recogería su papá de regreso de su viaje a San Fernando.
  • Danka se aprovechó del pánico y se fue a reunir con el niño y el coipo, a quien asustó, sumergiéndose en las aguas de la laguna.
  • En la cocina vio a su papá conversando con Sebastián y a su mamá tomado un vaso de yogurt preparado con “pajaritos”, que ella cuidaba mucho y que a Tomás le daban asco. Según él, eran unos bichos apestosos, como si fuera divertido comer gusanos blancos. Más que de tomar desayuno, Tomás estaba preocupado de la conversación de su papá con su amigo Sebastián.
  • Javier le contaba a Sebastián que en San Fernando iba a comprar veneno para los roedores y algún pesticida para detener el ataque de las polillas del brote que se estaban comiendo todos los pinos. Sebastián le sugirió tener cuidado con lo que compraba, porque si eliminaba los roedores, iba a provocar un desequilibrio demasiado grave en la población de lechuzas y zorros, que se alimentan de roedores. Le recuerda al guardabosques que debe cuidar los bosques de pinos (que consideraba más vulnerables), pero también los bosques nativos. Los bosques de pinos no dejan que ningún vegetal importante viva en medio; en cambio, en los bosques nativos conviven libremente todas las plantas y coexisten árboles, arbustos y cualquier vegetal es bienvenido.
  • Javier le cuenta a Sebastián que en los bosques de pinos ha visto pocos animales: unos pocos coleópteros, hormigas, polillas, abundantes roedores, los típicos hongos que destruyen árboles y algunos pájaros que andan de paso, porque a muy pocos  les gusta hacer su nido en los pinos. Los pájaros prefieren anidar en lugares con vegetación variada. Javier ha aprendido todo esto por observación directa y a través de sus largas conversaciones con sus amigos de CONAF.
  • Javier sentía la responsabilidad de cuidar de todos los bosques, pero en especial de los pinares, para que produzcan eficazmente y para que sean vendidos como madera. Ese era su trabajo y debía cumplirlo, sino perdería su empleo. Por eso, por el momento sólo se preocuparía más por las polillas del brote que de los roedores. Por eso compraría un pesticida. Había descubierto qque en bosque había una abundante plaga que estaba destruyendo los pinares.
  • Sebastián le sugiere que cumpla su trabajo, sin provocar un daño ecológico. Le comenta que había un proyecto para controlar las polillas del brote, que destruían las ramas nuevas de los pinos. Se estaba aplicando en el sur del país y consistía control biológico de la plaga a través de una pequeña avispa llamada orgilus, la que se alimenta de la larva de las polillas.
  • Javier se había dado cuenta que a los jilgueros y a los tordos les gustaba comer polillas, pero que los pájaros no se atrevían a entrar al bosque de pinos, salvo cuando tenían mucha hambre. Le pregunta al veterinario dónde puede conseguir la avispa orgilus. Sebastián le recomienda que en San Fernando converse con sus amigos de la CONAF.
  • Una vez que se fueron Javier y Tomás, Cecilia se fue a su huerto de plantas medicinales y Sebastián partió a su excursión montaña arriba con el fin de observar a los animales del lugar. El científico caminó durante un par de horas hasta que salió del límite del bosque de pinos. Más arriba, el paisaje cambió abruptamente, porque aparecía abundante vegetación nativa, muchos pájaros entusiasmados que cantaban y volaban, además de conejos.
  • Sebastián se encontró con un campesino que llevaba en sus manos un par de conejos muertos. Saludó al veterinario y le ofreció vendérselos. Sebastián le preguntó cómo los cazaba, porque había oído que los campesinos eran hábiles cazadores de liebres y conejos. El campesino le contó que los cazaba con trampas que ponía en la noche. Ese era un método muy cruel. Como Sebastián lo miraba sorprendido, el campesino le dijo que no se escandalizara tanto, porque  allí los conejos eran la peor de las plagas.
  • Sebastián le preguntó por las vizcachas y el campesino le dijo que eran bien escasas. Ellas hacían sus madrigueras entremedio de las rocas más difíciles de llegar. Al alejarse, el campesino le gritó al veterinario que podía encontrarse con un zorro culpeo, a quienes les encantaba cazar liebres y vizcachas, aunque también se alimentaban de lagartijas, ranas, insectos y frutas.
  • El veterinario continuó su camino y bajó hacia los roqueríos. Se escondió detrás de una gran roca y permaneció allí por largo rato, en espera del famoso silbido de las vizcachas. A lo lejos sintió el silbido, que espantó a los otros animales. Con la ayuda de sus binoculares vio entre los roqueríos a una vizcacha. En su aspecto, es muy parecida a la liebre, pero a diferencia de las liebres, las vizcachas tienen una enorme cola con pelos muy largos. Además, sus patas delanteras las tenían mucho más cortas y menos poderosas que las traseras.

  • Sebastián se dio cuenta que en el cielo, los cóndores planeaban buscando presa, lo cual alertó a la vizcacha, al igual que un campamento de veraneantes que se había instalado abajo, en la ribera del río. Además, la vizcacha había dado un nuevo silbido porque notó la presencia del veterinario y aterrorizada se metió nuevamente entre las rocas.
  • De regreso a casa, Sebastián encuentra a Cecilia atendiendo su huerto. Le cuenta que vió una vizcacha silbando en una quebrada cerca del camino que va en dirección del bosque de los árboles nativos. Cecilia le preguntó cómo era su silbido. Sebastián le respondió que muy agudo y de gran alcance. Entonces, sin pensarlo mucho, Cecilia le dice que es una señal de peligro, que algo grave iba a suceder.
  • A  las tres de la tarde, llegaron de San Fernando Javier y Tomás. Traían varias cajas: tres venían selladas herméticamente y otras tres tenían unas finas rejillas. También venía una de plumavit que fue la primera que abrió Tomás. Era helado de chocolate y lúcuma. A continuación, abrieron las cajas que tenían rejillas. Eran cajas con avispas orgilus, los insectos que se comían la polilla del brote y que le habían recomendado los amigos de CONAF.  Esas avispas eran el mejor método natural de control de las polillas del borte, que atacaban los brotes de los pinos. Ya Sebastián se lo había dicho a Javier: al usarlas, no se ponía en riesgo de la vegetación, de la fauna ni las personas, evitando los plaguicidas.
  • Javier sugiere que coman y que después de reposar se bañen en la laguna. Era viernes en la tarde y para Javier siempre los viernes en la tarde tenían algo mágico. Era una costumbre que mantenía desde que vivía en Santiago, cuando esperaba ansiosamente el inicio del fin de semana.
  • En la tarde, se metieron todos a la laguna, hasta Danka. Armaron tal escándalo que los coipos asomaron sus cabezas y después se sumergieron para no salir por el resto de la tarde. Curiosamente, en la tarde empezó a correr un viento extraño. Sebastián le preguntó a Javier qué significaba ese viento y Javier le contó que en la cordillera, el viento tiene dos tipos de movimientos: uno que durante el día sube hacia las alturas y otro que de noche regresa bajando de las montañas con toda su fuerza. Al viento violento y frío se le conoce como viento puelche, y puede hacer creer que se va a echar a perder el tiempo y que puede estar anunciando algún temporal. Javier pensaba que era el mismo viento que hacía doble recorrido, buscando que alguien le dé un nombre a su personalidad de subida (cuando sube a las montañas sereno y tibio). Su esposa Cecilia sonreía, pensando cómo alguien podía ser tan bueno para contar cuentos.
  • A Sebastián se le ocurrió preguntar por el nombre de la laguna La Misurina. Cecilia y Tomás se sabían la historia de memoria, pero era una historia tan simpática que nunca estaba de más escucharla de labios de Javier, nadie como él la contaba con tanta gracia.
  • La tarde era muy agradable en la laguna. Hacía tanto calor que llegaron varias persona a bañarse en el extremo contrario a donde ellos estaban. Había hasta un bote inflable donde unos niños se entretenían echando al agua botellas de plástico con mensajes. Tomás se molestó al verlos, pensaban que eran tontos al jugar con las botellas, pensando que la laguna era el mar. Las botellas terminarían enterradas en el barro o en la orilla.
  • Sebastián le insiste a Javier para que le cuente la historia de la laguna La Misurina. Javier cuenta que es una historia muy bella que tiene que ver con el nombre de esa laguna. Jamás se habría llamado así si no fuera por los italianos que habían llegado al lugar hacía muchos años y que habían construido las hermosas cabañas que aparecían en medio de los cerros.
  • La historia contaba que en las montañas alpinas (Los Alpes, en Europa) existió un rey gigante llamado Sorapis, quien tenía una hija, Misurina, una niña tan pequeñita que perfectamente podía caber en el bolsillo de su chaleco. El rey la quería tanto que la consentía en todos sus caprichos. Un buen día, una de las damas de compañía de Misurina le dijo que una señorita como ella debía poseer el espejo “Todo-lo-sé”, un espejo en el que bastaba reflejarse para saber todo lo que se desea saber. La nodriza le dijo a Misurina que su papá, el rey Sorapis, cómo podía obtener el espejo. Al ir a pedírselo a su papá, el rey le dijo a su hija que no sabía lo que estaba pidiendo. El espejo era propiedas del hada del Monte de Cristal. Misurina le dijo a su papá que no importaba, porque él se lo iba a comprar. El pobre rey se dirigió a la casa del hada de la Montaña de Cristal quien habitaba a muy poca distancia del reino del rey gigante.
  • El hada no se mostró sorprendida de la visita del rey, quien le pidió poder comprarle el espejo “Todo-lo-sé” para su hija. El hada se negó, pero el rey le insistió que si no se lo daba, su hija moriría. El hada le preguntó al rey cómo se llamaba su hija. El rey le dijo que Misurina. El hada conocía a Misurina por su fama, por sus gritos y pataletas que llegaban hasta ella cuando se le ocurría alguno de sus innumerables caprichos. El hada sabía que el espejo también era un capricho de Misurina, así que le puso al rey una condición para entregárselo. El sol caía de la mañana a la noche sobre el jardín del hada y quemaba sus flores. Por eso, la condición para darle el espejo, era que el rey Sorapis, que era grande y robusto, se convirtiera en una bellísima montaña y le diera sombra a su jardín.
  • El hada sacó el espejo (un gran espejo verde) de su joyero y se lo dio al rey. Pero como se percató de que el pobre Sorapis estaba tan pálido, tuvo piedad de él y le dio la opción de que volviera a su castillo y le contara a su hija la condición que le había puesto para entregarle el espejo (que el rey se convirtiera en montaña). Si Misurina quería a su papá, renunciaría a tener el espejo y el rey se lo devolvería al hada. Pero si su hija contestaba otra cosa, el rey tendría que convertirse en montaña. El rey aceptó feliz el nuevo trato con el hada.
  • El rey regresó a su castillo. Su hija lo estaba esperando con mucho interés. Estaba esperándolo en el balcón de la habitación más alta del castillo. Apenas vio llegar a su papá, le preguntó si le había traído el espejo. El rey le contestó que sí. Cuando estuvo junto a ella, le tomó de la mano y le contó la condición que el hada había puesto para darle el espejo. Misurina pensó que era poca cosa, que quería igualmente el espejo y que su papá no debía pensar tanto en transformarse en una montaña, porque ya no moriría y se cubriría de prados y bosques donde ella se divertiría.
  • El rey palideció y se entristeció. Sabía que su condena había sido decretada. Apenas Misurina tomó el espejo, el rey se transformó en una gran montaña que todavía hoy se alza enfrente del Monte de Cristal.
  • Misurina estaba sobre la montaña y desde la cumbre nevada vio como poco a poco los ojos de su padre morían. Entonces lanzó un grito terrible y presa del vértigo, se precipitó montaña abajo, con el espejo verde aferrado con ambas manos.
  • El pobre rey Sorapis no pudo resistir lo que le había sucedido a su hija y a pesar de que ya se había convertido en montaña, de sus ojos comenzaron a caer lágrimas y más lágrimas, con las que formó el lago bajo el cual yacen Misurina y su espejo. Y en ese lago, el rey Sorapis ya hecho una montaña, se refleja y busca con su mirada desesperada a su hija muerta.
  • Quienes viajan a los montes Dolomitas, en plenos Alpes, pueden visitar el bello lago Misurina y ver reflejado en él el monte Sorapis, cercano al Monte de Cristal. Es un lugar rodeados de muchos pinares (bosques de pinos) que se reflejan en el lago Misurina, del mismo modo que lo hacían en ese lugar de la cordillera de Los Andes llamado Sierras de Bellavista.
  • Sebastián quedó sorprendido con el relato de su amigo Javier. Al caer la tarde, toda la gente se fue a sus casas y la laguna quedó completamente desierta. Fue cuando los coipos asomaron sus cabezas sobre la superficie de las aguas. Nadarin tranquilos alrededor del pequeño islote, sabiendo que nadie los molestaría. Tampoco Danka, a quien su amo había encerrado para poder jugar con Forestín. El pequeño coipo se acercaba lentamente hasta quedar a poca distancia de Tomás. Allí permanecía largo rato, levantando sus patas delanteras y escuchando al niño, que le contaba las aventuras de aquel día.
  • Al caer la noche, todos entraron a la cabaña, sin darse cuenta de un humo azulino que se veía a la distancia.

  • Los coipos se alimentan mayoritariamente de algas y raicillas que se encuentran en el fondo de los lagos y lagunas, pero lo que más les apetece es ramonear (cortar) la hierba tierna o bien saborear la vegetación bulbosa que se encuentra en las orillas. Cuando cae la noche y ven que ya no existe peligro pare ellos, salen de sus madrigueras y recorren cuidadosamente los bordes de las aguas en busca de alimentación tierna.
  • Esa noche inolvidable de viernes, el primero en explorar la superficie fue Forestín. Parecía comprender que era una noche distinta a todas. Algo extraño estaba sucediendo. Había muchas señales:

-  Murciélagos orejones planeaban sobre la superficie de las aguas.

-  Habían cinco liebres en la orilla de la laguna

-  La perra Danka aullaba en dirección a las altas montañas.

  • Forestín no sabía si Danka aullaba por el silbido de las vizcachas que llegaban desde las montañas o por el resplandor permanente que se veía en el cielo cordillerano. No eran los típicos relampampagueos que producía el lejano volcán Tinguiririca en las noches de verano.
  • Forestín, asustado, bajó a su madriguera para alertar a su familia y pronto todos los coipos asomaron sus cabezas sobre la superficie del agua.
  • También habían llegado más animales a la laguna: pájaros, conejos, ratas y desde lejos se escuchaba el silbido de las vizcachas.
  • En el horizonte cordillerano se avistaba (veía) una terrorífica franja de una luminosidad rojiza, propia de los grandes incendios. Todos los coipos, asomando sus cabezas sobre las aguas, chillaron asustados. Forestín se había ido a reunir con sus padres. Luego, toda la familia de coipos se refugió en la madriguera, salvo Forestín, quien permaneció con la cabeza afuera del agua y se fue nadando a la orilla de la laguna. El coipo corrió hacia la cabaña donde dormía Tomás y se asomó por la ventana del dormitorio. Forestín trató de entrar por la ventana , pero no pudo. Estaba todo oscuro. Luego decidió hacer ruido. Dio cabezazos al vidrio y nada.
  • En situaciones tan graves, no hay diferencias entre los seres, ni siquiera entre los animales y las personas. Todos necesitan sobrevivir y tratan entre todos de buscar la manera de lograrlo.
  • Mientras tanto, en la orilla de la laguna se seguían juntando los animales más diversos, que estaban juntos sin atacarse. Todos querían estar cerca de las aguas de la laguna, hasta un par de vizcachas que silbaban escondidas en unas rocas que estaban alrededor de la laguna.
  • Cuando Forestín vio que sobre la laguna se reflejaba una luz naranja que no era la luna, se asustó mucho y volvió a sus cabezazos. Pero Tomás no despertaba. En su desesperación, Forestín se puso a chillar a más no poder. Tomás despertó y vio a Forestín en la ventana mirándolo con los ojos llenos de miedo. El coipito no sabía cómo comunicarse con el niño, a pesar de que hacía tanto tiempo que se miraban y el niño hablaba con él. Forestín no entendía lo que Tomás decía, pero sentía que era amigable, que le contaba cosas buenas. Forestín comenzó a saltar para llamar la atención del niño. Tomás no entendía hasta que abrió la ventana y vio el cielo que se cubría de una luz del color de la sangre. Muy lejos, se había declarado un terrible incendio y el coipo alertaba a la familia del guardabosque. El niño se levantó rápidamente, sin darse cuenta que Forestín había vuelto a la laguna a reunirse con su familia.
  • Cuando Tomás despertó a su papá, Javier supo que algo terrible estaba sucediendo y que la zona estaba en peligro. Se vistió rápidamente, alertó a Cecilia y vio que Sebastián ya se estaba comunicando por radio con los bomberos de San Fernando y los carabineros de Puente Negro. Luego, Sebastián dejó que Javier se comunicara por radio con la CONAF de San Fernando.
  • Afuera, muchos animales habían buscado refugio cerca de la laguna: zorros culpeos, vizcachas, ratas, conejos, liebres, murciélagos, pájaros y lechuzas.
  • A lo lejos, el sonido de la campana anunciaba a los pobladores de Sierras de Bellavista que tenían que tomar precauciones.
  • El fuego se había declarado en La Rufina, a unos cuantos kilómetros más abajo en dirección a Puente Negro. El viento puelche que bajaba de noche permitía que cualquier peligro de fuego que viniera de lugares que estaban más abajo de Sierras de Bellavista no provocarían problemas a sus habitantes ni mucho menos a los que tuvieran sus casa en los sectores de la laguna La Misurina. Sin embargo, Javier sabía que durante la mañana siguiente sería todo lo contrario, porque los vientos subirían hacia las montañas y el fuego se expandiría rápidamente hacia las Sierras de Bellavista.
  • Javier y Sebastián fueron en camioneta hacia el villorrio de Puente Negro para buscar ayuda. Al acercarse a La Rufina, se encontraron con una cortina de humo anaranjado y caliente. El fuego quemaba los pinares y pronto cortaría el camino y evitaría que la gente pudiera ser evacuada.
  • Era una noche de verano con un cielo estrellado y una luna llena rojiza rodeada de nubes amarillas. No era la luna blanca y luminosa como la luna de queso que sueñan los niños.
  • Cuando llegaron a Puente Negro, se encontraron con los carabineros que estaban listos para evacuar a la gente de La Rufina (los pocos que quedaban, porque la mayoría había bajado asustada por el fuego). También ahí se organizaba la brigada de CONAF de San Fernando, aquéllos que eran amigos de Javier y que el día anterior le habían dado las avispas orgilus.
  • Javier le dice a la gente de la CONAF que deben obligar a los habitantes de la villa Sierras de Bellavista a bajar a Puente Negro antes de que sea demasiado tarde, porque los pobladores piensan que el fuego no llegará tan arriba. Al día siguiente, el viento subiría con fuerza. Al estar en verano, a temperatura es más alta y hace al viento más liviano, más veloz y más peligroso. Los brigadistas lo escucharon con respeto, aunque ya sabían lo que Javier les decía. Javier sugirió que se salvara primero a la gente, porque  en situaciones como estas las personas buscan salvar sus pertenencias.
  • En Puente Negro ya estaban trabajando varias compañías de bomberos de San Fernando, de Rengo, de Pelequén y de otros pueblos aledaños (cercanos).
  • Javier y Sebastián regresaron a la laguna, porque había mucho que hacer en Sierras de Bellavista. Primero, convencer a la gente para que abandonen sus hogares y bajen lo más pronto posible.
  • De regreso a la montaña, se encontraron con muchos vehículos de familias de origen italiano de las cabañas entre las montañas que escapaban para salvar sus vidas, aunque perdieran todas sus pertenencias. Javier repetía que la gente de Sierras de Bellavista no había bajado. Sebastián permanecía silencioso. No sólo le preocupaban las personas de Sierras de Bellavista, sino también la destrucción de la flora y fauna. Costaría tantos años recuperar esos paisajes tan bellos, paisajes que se habían demorado muchísimos años en crecer y desarrollarse. Es que nadie tiene conciencia de lo que demora un árbol en crecer.
  • Cuando llegaron, Cecilia los esperaba muy nerviosa. En el villorrio todos estaban de pie y había gran convulsión (desorden). A la orilla de la laguna seguían juntándose los animales más diversos. Tomás alimentaba a Forestín, quien no dejaba de preocuparse de la perra Danka, que estaba encerrada en una pieza para que no asustara a los animales que llegaban en busca de refugio.
  • Javier insistía en que había que convencer a los pobladores de que tenían que abandonar sus casas. Cecilia creía que era difícil, porque era todo lo que tenían. Pensaba que hasta los animales sabían que la laguna sería el último lugar donde el fuego los atacara. Ninguno se agredía.
  • Sebastián sabía que no todos los animales resistirían la destrucción de la vegetación. Debían evacuarlos también. Pensaba llevarse algunos a su granja.
  • A la mañana siguiente, los primeros en llegar a las Sierras de Bellavista fueron los carabineros de Puente Negro, seguidos de los brigadistas de CONAF. Los carabineros trataban de evacuar a las personas, mientras que los brigadistas revisaban en terreno si el fuego llegaría a los bosques de árboles autóctonos y de pinos insignes.
  • El jefe de la CONAF informa que en La Rufina había una gran destrucción. Sebastián preguntó por los animales. El jefe de la CONAF le informa que habían muerto muchas especies por causa del fuego y que otras lo harían cuando no encuentren alimento. Las habían visto huir a lugares más protegidos. Los animales parecen entender cuando las tragedias vienen y las adivinan un poco antes.
  • A media mañana, el fuego ingresó hasta acercarse al pequeño poblado de Sierras de Bellavista y ya estaban trabajando los carabineros, el ejército y los helicópteros. Los primeros en llegar a al laguna fueron los ancianos y los niños. Se armó un campamento de emergencia y los animales se retiraron un poco hacia el bosque de pinos. Los hombres y mujeres más jóvenes del poblado se negaron a abandonar sus casas. La cabaña del guardabosques se transformó rápidamente en eun hospital.
  • Cuando anochecía, volvió a soplar el frío viento cordillerano y lo hizo en dirección contraria.
  • El resultado de los siguientes días fue espantoso. Los incendios no pudieron ser controlados por varios días y alrededor de 25.000 hectáreas de praderas y pastizales andinos, bosques nativos y bosques de pino insigne fueron destruidas por el fuego.
  • También esta catástrofe provocó el empobrecimiento de la capa vegetal de los suelos. Los suelos se cubrieron con ceniza que imposibilitaba que se regenerara alguna señal de vida, tanto animal como vegetal.
  • La acumulación de ceniza y la eliminación de los árboles traería el peligro de aluviones y bajada de aguas cordilleranas para los habitantes de las Sierras de Bellavista, debido a que no existiría vegetación que los impidiera.
  • Día del incendio = 8 de Enero
  • Los días siguientes fueron muy duros para Sebastián. Bajaba de la montaña y se llevaba a la familia de coipos. Dejaba a sus amigos desolados. Las persona de la villa vivían en campamentos y la naturaleza mostraba gran destrucción.
  • El guardabosque y Cecilia no quisieron abandonar el lugar, ahí vivían y allí pertenecían. Ellos se unieron al trabajo de reconstrucción natural de ese lugar.
  • Tomás se fue con Sebastián para no abandonar a sus amigos, los coipos, Quería comprobar cómo vivirían lejos de la laguna. Quedaba tranquilo porque sus papás estarían bien. Al cabo de un par de semanas, regresaría a las montañas y se uniría al trabajo de reconstrucción. Se sentía contento de pasar esas semanas con su buen amigo David.

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (39.2 Kb)   pdf (275.2 Kb)   docx (30.4 Kb)  
Leer 26 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com