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Resumen: capítulo 2 “Persuasión y seducción”, libro “La seducción de las palabras” de Alex Grijelmo


Enviado por   •  31 de Marzo de 2020  •  Apuntes  •  488 Palabras (2 Páginas)  •  701 Visitas

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Resumen: capítulo 2 “Persuasión y seducción”, libro “La seducción de las palabras” de Alex Grijelmo.

Las palabras tienen un poder de persuasión y un poder de disuasión, las cuales nacen en un argumento que se dirige al intelecto y la razón del receptor, quien decide tras interpretarlo, llevara a consecuencias negativas o positivas. Ante un mensaje persuasivo, se presenta cierta desconfianza la cual dependerá de la intensidad de este y/o carácter del receptor.

En cambio, la seducción de las palabras no se dirige a la zona racional, sino a sus emociones. La seducción no se basa tanto en los argumentos, sino en las palabras y su aroma, tanto como su historia.

La seducción de las palabras no requiere de la construcción de unos argumentos que se dirijan a la razón, sino que busca lo expresivo, que adorna con un aroma distinguible. No apela a un razonamiento se comprenda, sino que se sienta. Seduce a la naturaleza del ser humano.

Algunas palabras cumplen con su aroma llegar al cerebro sensible del ser humano, donde se activa la herencia contenida desde el tiempo de las cavernas. El aroma de la seducción de las palabras, reside en efectos, no en razonamientos. Ante determinadas palabras, se generan estímulos físicos que desatan el sentimiento de aprecio o rechazo, independientemente de los teoremas verdaderos o falsos. Es lo singular frente a lo general.

Las palabras denotan por que significan, pero connotan por que se contaminan. La seducción de las palabras parte del mensaje entre línea, de la connotación de las palabras, la palabra no llega directo a la mente racional, sino que se percibe por los sentidos y termina, por tanto, en los sentimientos, por esto, podemos saber que en cada contexto existen unas palabras frías y unas palabras calientes, donde las primeras trasladan precisión y las segundas muestran sobre todo la arbitrariedad.

La historia del concepto “seducir” da a este vocablo un cierto sentido peyorativo, condenado desde su propio registro oficial. El diccionario de 1739 lo definía como: “engañar con arte y maña, persuadir suavemente al mal”.

Por tanto, la seducción no se ha entendido históricamente como algo positivo, ya que se ocultaba en las palabras el temor religioso. No se reflejaba en el aserto del diccionario la seducción más generalizada, por las pequeñas cosas, posteriormente en el diccionario actual se añade una segunda acepción: “embargar o cautivar el ánimo”. No hay en esta segunda posibilidad palabra que descalifique moralmente la seducción, pero se acentúa en la idea de que el efecto se busca en la abstracción de los sentimientos, algo similar ocurre con el verbo fascinar, por ende, tanto la seducción como la fascinación se pueden utilizar para fines, positivos o negativos, sin advertir al receptor que está siendo convencido o manipulado.

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