Del caudillo al maximato resumen capitulo 2 libro a la sombra de la revolucion mexicana
oliver1007Resumen5 de Noviembre de 2017
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Diez años después:
El memorable paisanaje sonorense ocupó por vez primera la silla presidencial, la guerra y sus secuelas- epidemias y emigración se habían llevado del territorio mexicano a 825 mil habitantes. Quince millones 160 mil había acumulado el progreso porfiriano hasta 1910; el censo de noviembre de 1921 arrojo una población de catorce millones 355 mil mexicanos.
El costo económico de la revolución Mexicana, su costo de oportunidad ha sido calculado por los expertos en un 37 por ciento términos de ingreso no producidos. Durante la década de la violencia todos los sectores de la economía, con la sola excepción del petróleo, sufrieron un considerable descenso. La industria petrolera mantuvo un incremento promedio de 43 por ciento entre 1910 y 1921, hizo pasar a México de una exportación neta de 200 mil barriles de petróleo en 1910 a una de 516 millones 800 mil barriles en 1921. Única fuente verdadera dinámica de producción en la deprimida economía revolucionaria y verdadero islote de dominio empresas extranjeras en cuya resistencia habría de ejercitarse, el emergente nacionalismo revolucionario.
Según el perfil laboral de la sociedad posrevolucionaria trabajaban solo 324 de cada mil mexicanos (330 en 1910) y de ellos 224 en el campo (237 en 1910), 40 de cada mil en la industria, 19 en el comercio y las finanzas esos por mencionar algunos sectores. Las enfermedades también tuvieron su aparición, enfermedades estomacales (349 de cada mil difuntos), otro tanto igual por padecimientos pulmonares y del sistema respiratorio (influenza, neumonías, tuberculosis y bronquitis), una porción alta de paludismo (148 por millar) y solo un puñado por padecimientos cardiacos (31 al millar), accidentes (47 al millar) o patología criminal (24 homicidios por cada mil muertos).
La sociedad que heredaban los sonorenses de la guerra civil seguía siendo rural pero deprimida en su producción agrícola y ganadera, demográficamente mermada en ochocientos mil desaparecidos sustraídos por la guerra, las epidemias y la emigración; severamente dañada en su infraestructura y en su sistema monetario por los excesos destructivos y financieros de los ejércitos combatientes, insegura fuera de las ciudades, que empezaron en esos años a crecer, y con un solo enclave prospero que era en sí mismo un desafío al nacionalismo.
Los gobernantes:
Obregón gobernó como presidente constitucional el cuatrienio 1921 – 1924, entrego el poder a su paisano Plutarco Elías Calles para el periodo siguiente (1925-1928) e incurrió en la debilidad porfiriana por excelencia de reelegirse presidente de México para el siguiente cuatrienio (1928-1932). En esa condición de presidente reelecto lo sorprendió la muerte por manos de un católico, José de León Toral, que lo mató a balazos durante un desayuno político en el restaurante La Bombilla, el martes 17 de julio de 1928. El presidente en función Plutarco Elías Calles informo el fin de la era de los caudillos con la muerte de Obregón. Emilio Portes Gil es nombrado presidente provisional por dos años luego convocaría las elecciones que fueron ganadas por Pascual Ortiz Rubio, primer candidato presidencial del Partido Nacional Revolucionario.
Más tarde renuncia Ortiz Rubio ante el congreso, el 2 de septiembre de 1932, dio paso al último presidente interino de la historia contemporánea de México, el empresario y general sonorense Abelardo Rodríguez, designado por unanimidad en el congreso para gobernar del 3 de septiembre de 1932 al 1 de diciembre de 1934.
La estabilidad trajo reactivación económica. La riqueza producida en el país creció a menos del uno por ciento anual entre 1920 y 1925 pero en el quinquenio siguiente, bajo la presidencia de Calles dio un salto considerable hasta 5.8 por ciento anual y el país acudió al inicio de su siguiente transformación territorial decisiva.
Quince años después de la lucha armada, en vísperas del ascenso al poder Lázaro Cárdenas en 1934, el perfil económico básico de la sociedad mexicana apenas había cambiado por siembra, cría o sus derivados inmediatos; los que tenían oficios y beneficios en las ciudades, el comercio y las profesiones eran quince de cada cien; y catorce de cada centena le daban a la industria. Era una sociedad que cambio sus estructuras materiales, pero también una sociedad restaurada, que había pospuesto impulsos y demandas fundamentales de la guerra social que la había sacudido. Su activo nacionalismo económico se había moderado y tenía con Estados Unidos una especie de acuerdo conservador luego de varios intentos de profundizar el control nacional de intervenciones y empresas extranjeras.
Cámara rápida:
Esos quince años de dominio sonorense trajeron al país un alud de novedades cuya sucesión en cámara rápida debe de influir en primer término no la pacificación casi total del país y el inicio de la fiebre de la reconstrucción, el ánimo público del gobierno obregonista de dar por concluida la revolución para inaugurar la época constructiva y promisoria del país. Fueron los años también de la dura y sinuosa búsqueda de una negociación con los Estados Unidos, que juzgaban confiscatoria la constitución de 1917 y expendían largas cuentas pendientes por la deuda externa y por daños a propiedades norteamericanas durante la revolución. A principios de los años 20 se introdujeron los sistemas de comunicación, hubo primeros vuelos comerciales; se generalizo el teléfono y el cinematógrafo, el automóvil. En 1921 se aplica el reparto agrario y México se convirtió en el segundo productor mundial de petróleo. En 1925 se firma contrato colectivo laboral del país se incrementa el auge de la confederación regional obrera (CROM) modelo de sindicalismo conciliador este programa se esbozó en el artículo 123 constitucional. En 1929 se funda el partido nacional revolucionario (PNR).
El equilibrio catastrófico:
A la estabilidad restaurada condujeron dos caminos. El primero, que habría de llamar del equilibrio catastrófico, incluye el ajuste de cuentas entre las facciones revolucionarias, la subordinación de los señores de la guerra heredados de la guerra civil y el institucionalismo de las fuerzas armadas. El segundo recoge los temas de la reconstrucción del estado e incluye el enfrentamiento con las tradiciones y las creencias de la vieja sociedad, la guerra cristera de 1926-29, el litigio con los Estados Unidos por el dominio sobre los recursos estratégicos del país, los primeros arrestos del estado como instrumento de acción de regularización económica, educativa y cultural, y la incorporación de los movimientos sociales al estado mediante una representación sectorial organizada. El lugar por excelencia de esa incorporación masiva es también el aparato de la negociación en la cúpula, el Partido Nacional Revolucionario creado en 1929.
La sombra de Washington:
La revolución mexicana tuvo un impacto decisivo en el ámbito interno y trastoco también las relaciones exteriores de México. Desde luego los efectos más notables y peligrosos fueron en las relaciones con las grandes potencias, en particular con Estados Unidos, y en las ligas de México con los países norteamericanos. La constitución de 1917 en particular su artículo 27 pendía como una espada sobre las propiedades agrícolas y petroleras de los extranjeros, pues abría las posibilidades a su expropiación o nacionalización. Al desaparecer Carranza, el gobierno de Washington considero que se abría una excelente oportunidad para replantear todas sus quejas contra México.
El primer paso fue declarar que Adolfo de la Huerta llego al poder de manera institucional y retirar el conocimiento que con tantos titubeos había logrado el gobierno de Carranza. Las relaciones oficiales entre los gobiernos Washington y México quedaron suspendidas. Otras naciones europeas y latinoamericanas imitaron la conducta de Estados Unidos. En mayo de 1920 México volvió a quedar formalmente aislado de los principales centros de decisión mundial.
En mayo de 1921, el gobierno norteamericano propuso a Obregón la firma de un tratado de ´´Amistad y Comercio´´ el proyecto incluía garantías contra la nacionalización, la no aplicación retroactiva de las clausuras de la constitución de 1917, el reconocimiento de los derechos mineros y petroleros adquiridos por ciudadanos norteamericanos, así como el pago de todas las propiedades norteamericanas tomadas a partir de 1910.
La posición de Washington era políticamente inaceptable para Obregón porque la firma del tratado pondría en entredicho la soberanía nacional y la esencia misma de la revolución. Obregón opto por satisfacer en la medida de lo posible las demandas norteamericanas e insistió que solo negociaría en un acuerdo formal como el que se le pedía si antes se le otorgaba un reconocimiento incondicional. El gobierno norteamericano se negó: tenía todas las buenas cartas en la mano y no veía razón para no jugarlas a fondo.
La rebelión conciliadora:
El impasse en las relaciones entre ambos países se mantuvo hasta 1923. Ninguna de las partes cedió en sus posiciones originales, pese a que algunas potencias europeas se impacientaron con Estados Unidos, pues al bloquear sus relaciones con México les impedían tener en ese país la representación adecuada para velar por sus intereses. Para evitar una mayor crisis Obregón consiguió que la suprema corte dictaminara que la legislación que nacionalizaba el petróleo no podía ser aplicada a las propiedades adquiridas por las grandes empresas extranjeras andes de 1917. En 1922 envió a Nueva York a su secretario de hacienda Adolfo de la Huerta para que negociara con los banqueros el acuerdo sobre los términos en que México pagaría su deuda externa.
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