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Roberto Por El Buen Camino

piny029031 de Julio de 2013

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ROBERTO POR EL BUEN CAMINO

Justo Arosemena hace siglo y medio dijo…

“El sistema penal es más propio para empeorar que para corregir a un delincuente. Nuestros presidios son focos de infección física y moral, escuelas de perversidad, a donde el hombre todavía sano se corrompe, y el malvado se perfecciona en el crimen perdiendo el último resto de pudor”.

Esta frase del estadista Justo Arosemena representa una profecía de autorrealización que todos los días se cumple en nuestros jóvenes privados de libertad, y en la población carcelaria en general. En este sentido, la obra de la novelista Rose Marie Tapia, se convierte en una crítica social e individual, pues nos conecta con nuestros propios valores y nuestra responsabilidad como entes de cambio.

Las estadísticas del Ministerio de Gobierno y Justicia son frías y sin caras, y nos hablan que en el 2002 la tasa de incidentes policivos fue de 21.9 x 1,000 habitantes y que desde 1999 a 2002 hubo un aumento en 5,026 incidentes policivos. Lo que no dicen estas cifras es por qué mató, por qué robó, cuál fue su historia de vida, qué siente en cuanto a las oportunidades que le brinda la sociedad, cómo es su realidad social, su vivienda, su familia. Es esta realidad la que nos invita a escudriñar la autora, pero sobre todo nos introduce en los pensamientos y emociones de los personajes, sus dramas, sus pérdidas, sus ilusiones que inician o acaban con el sonido de un disparo y el correr de la sangre.

Nos propone entrar tanto en el sub-mundo de la delincuencia como en el de las víctimas, pero con una visión esperanzadora, y hasta a veces inocente, con el fin de realzar la plenitud humana y los valores sociales que subyacen en todos nosotros, que en condiciones favorables, puede ser la diferencia entre la perdición o el crecimiento personal. Trasciende las clases sociales, dejando claro que todos somos susceptibles a ser víctimas del flagelo de las drogas y la delincuencia, sumergiéndonos en convencionalismos sociales de poder y riqueza, dejando de lado los valores básicos que sustentan a la familia y la sociedad, volviéndonos esclavos de nuestros propios paradigmas.

Refleja en los personajes tanto la fuerza del odio y venganza como la capacidad de amar y perdonar, presentándolos a su vez como personas reales y no como seres idealizados, con sólo sentimientos nobles y puros. Incluso las personas que enfrentan los retos de promover la resocialización de los jóvenes delincuentes, tienen que viajar por esta montaña rusa de emociones con desalientos y frustraciones, así como también con discretos éxitos, que como a manera de peldaños, forman parte de la cotidianeidad.

“Roberto por el buen camino”, nos presenta una gran gama de personajes los cuales podemos identificar en nuestro diario vivir, unos viviendo del dolor ajeno por medio del sensacionalismo periodístico o como bandera política, otros lucrando a manera de mercenarios sublimando el odio y la violencia, otros con capacidad de dar de sí antes de pensar en sí y entregarse a sus ideales...en fin, todos estamos ahí, o por lo menos partes de nosotros. Incluso exalta la fuerza que hay en las personas anónimas, que consideramos hasta ignorantes, pero que en situaciones difíciles y con apoyo, pueden mostrar recursos emocionales y ser protagonistas de sus propias vidas y no una carga para la sociedad.

La obra nos lleva sutilmente por una metamorfosis de los personajes, que pasan por la ira hasta los deseos de redención, de sentimientos de culpa al de reconciliación con la vida, a reparar heridas por medio de cruzadas, pero sobretodo nos enseña que es cuando la vida nos estremece que sacamos lo mejor de nosotros mismos. La realidad deprivante de algunos sectores de la sociedad nos explota en la cara y nos lleva hasta avergonzarnos de nuestra indiferencia, racionalizando esta situación con frases vacías y sin sentido para el que sufre hambre, convirtiendo todo en un show para alimentar el morbo.

En fin, es una historia del redescubrimiento de la propia humanidad del joven delincuente en el contexto de la horda primitiva, en la que se refugia para lograr valorizarse y obtener reconocimiento. Es la fotografía del joven que vive un día a la vez, sin futuro, sin grandes expectativas, en busca de un disfrute rápido y fácil pues la vida es efímera y regida por el principio del placer, sin trabajar por metas u objetivos mediatos o remotos. Dibuja la dificultad de aceptar las consecuencias de sus actos y la falta de empatía con las víctimas o sus familiares, la pobre autoconcepción de su delito, la rebeldía y los antivalores.

Observamos una gran gama de temas que se mencionan, cual actores secundarios de la obra, y que matizan el contexto social de la delincuencia: la pobreza extrema, familiares con comportamiento antisocial, rigidez o sobreprotección parental, violencia intrafamiliar, deserción escolar, impulsividad elevada, amigos delincuentes, los tatuajes y el lenguaje propio de estos jóvenes, abuso de drogas, precocidad sexual, uso de objetos lesivos, en fin…el significado y simbolismo de todo lo que rodea a estos jóvenes y que le da un sentido a sus vidas, aunque sea para sentir que por sus malas acciones son tomados en cuenta por una sociedad cada vez más alienante, o sus fantasías de control por medio del miedo y la violencia.

Implícito en esto están juicios de tipo legal, que pone énfasis en lo represivo y estigmatizante, y no en lo preventivo, en la rehabilitación y resocialización. Nos deja entrever en forma general, como con la participación interdisciplinaria y de todos los sectores de la sociedad, podemos ir haciendo pequeñas contribuciones que repercutirán en nosotros mismos, cual seguro de vida.

Cuando analizamos el Censo de Población y Vivienda de 2000 encontramos que la pobreza extrema es de 26.5 %, que el 48.9 % de la población gana menos de $100.00 mensuales, y que el 54 % de la población total vive con menos de $2.00 diarios, lo que refleja los componentes multifactoriales que inciden en esta problemática y que la hacen compleja, revelando crisis de valores individuales - familiares - sociales, exclusión económica - política - sociocultural, e inequidad en la distribución de riquezas.

Esta obra nos obliga a ver una verdad que nos resistimos a internalizar, y es que nuestro mundo perfecto y hermoso puede ser un espejismo, que no tenemos un mundo privado sino que es compartido por casi 3 millones de habitantes, y que todos somos responsables de que ... Roberto ande por el buen camino.

Es pues, esta la filosofía de trabajo que trata de implementarse con el joven privado de libertad en el Centro de Cumplimiento para que de manera integral (familiar, laboral, educativa-fomativa, espiritual, socio-cultural, física y mental, y deportiva) puedan desarrollarse y prepararse para afrontar un nuevo rol en la sociedad.

ROBERTO POR EL BUEN CAMINO

El presentar esta noche la última obra literaria de Rose Marie Tapia, titulada: ROBERTO POR EL BUEN CAMINO, es la responsabilidad más difícil que tengo desde que estoy inmerso en el mundo literario, pues me encuentro en una situación ambivalente. Y es que no puedo justificar la delincuencia con argumentos paternalistas ni con excusas baladíes, pero tampoco puedo juzgar al privado de libertad, pues esta experiencia me ha permitido ver la realidad de muchos, y valorar sus sueños, metas y aspiraciones.

Sí, aunque para algunos suene extraño, el privado de libertad también tiene propósitos positivos que alcanzar, tareas importantes que cumplir y un afán de superación que seguir.

Mucho de esto es olvidado por algunos en su difícil crecer y cometen grandes errores tales como los de Tuti, uno de los protagonistas principales de esta obra, la cual se desarrolla en el escenario de nuestra realidad social, la acción narrativa está matizada con toques, no de fantasía, sino de magia.

Cada cual podrá designar como personaje principal a quien mejor le parezca, ya que la novela nos presenta diferentes historias que nacen desde polos opuestos para luego converger en una tragedia que marca el inicio de un nuevo capítulo en las vidas de nuestros protagonistas. Posturas que tocan los más profundos sentimientos del lector son parte de lo que encontraremos en esta obra, ya que “Roberto por el buen camino” confronta las más azarosas circunstancias en una gran gama de emociones encontradas. Hechos que nos causan empatía con los personajes y que no podemos excluir pues todos las sentimos a diario, ya sean buenas o malas. La trama también nos muestra hasta dónde podemos llegar a causa del rencor y el odio, actitudes que nos pueden llevar a proceder con aquello que más repudiamos, por tanto, aunque sea difícil , debemos tratar de controlarlos y reemplazarlos por los atributos de Dios: el amor y la misericordia. Por supuesto que es imposible olvidar el vicio más grande de nuestra sociedad “el prejuicio”, y es que son numerosos los adictos al etiquetamiento, a recondenar una y otra vez a quienes ya pagan por sus faltas, errores, delitos o infracciones a la ley o como quieran llamarlos, ya ellos pagan con la privación de libertad, entonces, por qué siempre condenarlos cuando encuentran cómo enmendar el error cometido, cuando descubren que tienen una nueva oportunidad para ir… por el buen camino.

En el análisis de la obra en reiteradas ocasiones, he hablado en tercera persona como si fuese una forma de exclusión; en realidad lo que quiero reflejar es la doble dimensión de nuestras vivencias y de cómo aprecio la vida y los problemas que sufrimos y sobre todo la responsabilidad social que nos toca asumir como parte

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