Trabajo lengua castellana.
Fatima Donado FernándezApuntes11 de Octubre de 2016
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Prólogo
Allí estaba, tan apetecible como lejana, los diferentes colores brillaban bajo el sol creando un sinfín de tonalidades que únicamente contribuían a hacerla más apetecible. Escuchó el sonido de las tripas y recordó lo mucho que le dolían. Y decidió intentarlo, se movía sigilosa tal como le habían enseñado pero el temblor de sus piernas no le concedía ventaja. Pero la fortuna le brindó un golpe de suerte, mientras los soldados entretenían al tendero, cogió toda la fruta que le fue posible y corrió. Corría, necesitaba llegar a la casa, tenía que lograrlo... Pero un golpe seco la frenó, le retorcieron el brazo hasta que no pudo moverse mientras la fruta se desparramaba por todas partes. No necesitó mirarles para saber quiénes eran, mientras el dolor aumentaba se mordía los labios, tanto que notaba la sangre en ellos, tal como había aprendido. Levantó la mirada y vio cómo se las comían, le podrían haberle durado días.
-Suéltala Marco- cumplió la orden, como una más, todos obedecían a Cicerón- la próxima vez esta ladronzuela podría evitar que le roben
-Devuélvemelas- esto solo provoco que Cicerón se echara a reír.
-¿Y qué vas a hacer?- mientras recogía la última manzana. Entonces la muchacha se abalanzó sobre él, no tuvo oportunidad con un mano la tumbo y con la otro le dio un mordisco a la manzana- Por cierto, ¿Qué decías?- antes de pronunciar palabra Cicerón le había inmovilizado con el pie, con solo presionar un poco evitaba que se levantará- Eo, te estoy hablando- impotente había comenzado a llorar- ¿qué dices?, es que no puedo oírte
-Cicerón para, y vosotros marcharos, YA- nadie oso desobedecer, nadie de las calles desobedecía a Klaus. Se acercó y golpeo a Cicerón con el bastón, no pronuncio palabra, no le cabía duda que había captado el mensaje- y que voy hacer contigo Lilian- intentó mirar para otro lado para esconder los ojos llorosos, pero Klaus la agarro del mentón y le obligo a mirarlo, el primer bofetón no tardó en llegar, ni el segundo, ni el tercero… - ninguno de los dos cenará durante tres días
-Pero…
-Tienes algo que objetar Lilian, porque no me has dejado acabar, también te has ganado cinco latigazos- cuando escuchó estas palabras Lilian noto como un escalofrío recorría su cuerpo de arriba a abajo, pero la risa de Cicerón la enfado
-No es justo-no llego a acabar la frase está vez le cruzo la cara con el bastón, después la cogió por el cuello, y esperó hasta que empezó a ponerse pálida y la soltó
-Quince, y tú tendrás el honor de acompañarla -le colocó el bastón en el pecho y ejerció una leve presión dificultándole recobrar la respiración- levántate Lilian, jamás vuelvas a replicarme, ¿entendido?
-Si-puso las manos delante de la cara esperando otro bofetón mientras añadía-si señor
-Así me gusta, y ahora dime te estoy pareciendo injusto- rápidamente se apresuró a negarlo- ¿A no? Por un momento tuve la impresión de que te lo parecía. Espero que no sea necesario añadir nada más- hizo una pausa esperando ver su reacción y ninguno se movió-Bien, se acabó el robar fruta, llévala al coliseo y traerme algo por lo que me plantee dejaros entrar en casa.-Cicerón cogió a Lilian del brazo y la saco del callejón, cuando se aseguró de que Klaus estaba lejos, resoplo y sonrió, ese gesto enardeció a Lilian
-En serio, ¿no puedes dejar de sonreír, ni un momento?-ya estaba, ya lo había dicho y no había tenido ningún efecto
-Relájate, Lily-el tono desenfadado no ayudo a que la Lilian se calmara
-Perdóname, si me ha molestado que por tu culpa haya pasado esto- dijo señalando la mejilla más enrojecida de las dos-Además, aún por encima me he llevado la peor parte
-Bueno, bueno, si no fue idea mía y te saque a Marco de encima- Lilian frunció el ceño, y le fulminó con la mirada tanto que Cicerón abandono su posición desenfadada- Vale Lily, tú ganas-Lilian, lo empujo, adelantándole
-No vuelvas a llamarme así-Cicerón se quedó observando un puesto y luego corrió detrás de ella, y al alcanzarla la envolvió en sus brazos
-Es con cariño, venga ponte esto para que te baje el hinchazón
-¿Qué es?- Pregunto, mirando con total desconfianza el saquito de tela de saco que le ofrecía
-No puedes darme las gracias y punto, solo eso- Entonces Lilian, lo cogió y le dio las gracias a pesar de eso no pudo evitar que refunfuñara en un idioma desconocido
-Pero sigo enfadada- lo dijo lo más seria posible, y el hecho de que su estómago rugiese recordándole el hambre que tenía, no ayudaba. Pero si lo hacían las dos naranjas que Cicerón había guardado y le ofrecía.
Pararon a comérselas, tan pronto como acabaron se dirigieron al Coliseo, fue una jornada bastante transitada, gracias a algún truco de Cicerón consiguieron quince reales, cinco pañuelos de seda, tres colgantes, unos tickets para el balneario y un par de anillos. Aún con el botín sabían que Klaus no se ablandaría. De regreso a casa pasaron por la columna lactancia y Lilian notó un escalofrío siempre lo hacía cuando veía ese lugar, allí había sido abandonada al nacer como tantos otros niños, niños enfermos, provenientes del adulterio de familias nobles, otros de familias que no podían permitirse una boca más, por ejemplo. Algunos tenían la suerte de contar con matronas, pero era una brutal lucha por la supervivencia. Lilian estaba a punto de conseguir cumplir los cuatros todo un triunfo en aquel lugar, no tenía muchos recuerdos de cómo consiguió sobrevivir pero alguien debía estar ayudándole, a pesar de esto la desnutrición y la deshidratación estuvieron a punto de llevársela en verano. Llevaba tres días sin comer, caminaba por la ciudad, desesperada por encontrar algo, sus pies se movían más por inercia que por intención, por casualidad llegó a un callejón donde estaba Klaus un hombre alto y delgado que junto con su palidez le daba un aire de cansancio y moribundo a lo que contribuía su cabello rubio y ojos azules, sin lugar a dudas no era el típico romano debía venir del norte, sin embargo a pesar de andar por callejones no vestía de forma harapienta, sino que vestía varias togas, pero lo que llamó la atención de Lilian fue un enorme y dorado bastón que acababa con la cabeza de león. Decidió seguir al hombre hasta el mercado y cuando apoyo el bastón, lo cogió y huyo. Pequeña e inexperta Lilian no había tenido cuidado con los guardias y estos no tardaron en perseguirla, todo había acabado, cayó al suelo solo se mantenía erguida por los brazos de los soldados, y los ojos se le entrecerraban se estaba muriendo, era lo mejor, los soldados ya no le castigarían. Sin embargo despertó y se encontró con unos ojos azules que le miraban, era Klaus. No solo la había salvado sino que le proponía la que era su única opción para seguir con vida, la cuidaría y evitaría que se muriera de hambre pero tendría que trabajar para él, le enseñaría a robar y robaría para él, no sería su esclava a pesar de que tenía que haber comprado su vida a los soldados, pero en el fondo le pertenecía, tendría que devolverle todo lo que gastará en ella más una serie de intereses y su deuda estaría saldada. A pesar de su inocencia Lilian sabía que era su salvación pero también una larga condena pero sobre todo sabía que no tenía alternativa, negarse no era una opción.
Consiguió sobrevivir, aún le faltaba mucho por pagar y muchas cosas por aprender, pero poco a poco se estaba convirtiendo en toda un ladrona, también aprendía a alimentarse a soportar el dolor y un sinfín de cosas muy diversas pero no aprendería a leer, ni escribir. A pesar de que tenía que obedecer a Klaus en el fondo le debía su gratitud puesto que sin él no habría sobrevivido, jamás habría llegado a cumplir siete años, no estaba rellenita como las niñas de la alta sociedad pero tampoco se le notaban los huesos tanto como cuando era pequeña, aunque siempre se acentuaban en las épocas de escasez. Lilian desconocía su origen pero sus padres debían provenir del sur como delataba su tez aceitunada y su larga melena negra que contrastaban con unos ojos verdes. Cicerón tampoco era romano pero a diferencia de todos los niños y jóvenes que tenían Klaus a su cargo era el único que no había nacido en roma pero jamás hablaba de su vida antes de llegar a Roma o más bien antes de unirse a Klaus con ocho años, ahora tenía diez y sin duda era el mejor. Se parecía mucho a Lilian solo que sus ojos eran grises, muy alto para su edad y a pesar del hambre tenía un cuerpo mucho más atlético. No solían coincidir mucho. Lilian aún era una aprendiz, andaba sola como era costumbre al principio y se dedicaba hacer los trabajos más simples y mediocres, Cicerón ya andaba en grupo y tenía otros tipos de trabajo. Sin embargo se guardaban un poco de cariño desde hacía uno o dos años, dado que Cicerón había evitado que Lilian regresara con las manos vacías y así poder evitar la ira de Klaus. Cicerón quería que sobreviviera y para ello era necesario aprender aunque fuera así
¿Llevas mucho rato despierta?-Cicerón se encontraba al lado de la chimenea reavivando el fuego, siempre se encargaba él, le encantaba recolocar la madera o juguetear con las cenizas mientras se quedaba absorto con las llamas. Lily se desperezaba en la cama y se cambiaba la túnica
-Un rato, voy a preparar algo para desayunar- cogió los dos últimos trozos que quedaban del pan de los días anteriores, un poco de queso y unas uvas. El queso lo colocó sobre el fuego para que se derritiera y untarlo sobre el pan, era la única forma de poder comerlo. Envuelta con un manta se arrejunto a Cicerón y se repartieron las uvas
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