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Travesias Magicas


Enviado por   •  17 de Julio de 2014  •  4.714 Palabras (19 Páginas)  •  309 Visitas

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CAPITULO I

Esa mañana, como todos los sábados, Rosa Elena se vestía apresurada para visitar a su querido sobrino. Ese era su compromiso más importante. Se esmeraba en su arreglo y buscó un atuendo elegante, pues Raulito era un niño muy observador y le gustaba que ella se vistiera muy bonita. Siempre que llegaba a su casa, él la esperaba con los brazos abiertos. Ella era su tía preferida porque jugaba con él como si fuera de su misma edad y no cometía el error de explicarle las cosas varias veces. La gente adulta lo aburría con las repeticiones. Él era un niño y no por eso era bruto. Podía comprender con facilidad desde un comienzo muchas cosas, no necesitaba de reiteraciones. La tía Memi no cometía esa equivocación. Esa mañana en especial Rosa Elena observó que Raulito estaba triste. Se acercó a él, lo besó tiernamente y le preguntó.

—¿Por qué estás tan alicaído, amor de mi vida?

—¡Me siento solo y no tengo con quien jugar!

—¿No tienes amiguitos?

—Sí, tengo amigos en la escuela, pero ninguno sale de su casa. Todos están igual que yo... Encerrados.

La tristeza se apoderó de Rosa Elena, quien comprendía perfectamente a su sobrino. De niña experimentó en carne propia la soledad, el aislamiento y la clausura; además conocía el sabor amargo que causa la ausencia de compañía. A pesar de tener cinco hermanos, ella por su condición de salud vivió aislada. Sin embargo, tenía un amigo imaginario y fueron muchas las aventuras que juntos vivieron. Raulito le tocó la rodilla con su pequeña manito y le preguntó.

—¿En qué piensas, tía Memi?

—Recordaba que en mi niñez hubo una ocasión cuando me sentí tan sola como tú. Sin embargo, yo tenía un amigo imaginario.

—¿Un amigo imaginario? —preguntó Raulito muy intrigado.

—Sí, se llamaba Rafael.

—Yo quiero tener un amigo así. ¿Qué debo hacer?

—Lo único que necesitas es tener el deseo y éste se convertirá en realidad.

Rosa Elena contempló a su sobrino, era un niño de cinco años, vivaz, de piel trigueña como su madre, con los cabellos rubios cenizos y los ojos pardos como los de su padre. El encanto que tenía el niño, ella no sabía de quién lo había heredado.

Raulito permaneció en silencio por varios minutos. Se levantó de la silla y expresó.

—Tía Memi no entiendo mucho eso del amigo imaginario. Me lo puedes explicar mejor.

—Con mucho gusto, mi amor. Comenzaré por decirte que ese amigo tú lo vas a crear. Tendrá la edad que tú quieras, lo mismo que el tamaño, el color de la piel, los cabellos y cualquier otro atributo que desees. No olvides ponerle un corazón pleno de amor y compasión. Eso será lo más importante de tu creación, porque la magia, querido mío, no es otra cosa que una de las más grandes manifestaciones del amor.

Raulito miró a Rosa Elena entre divertido e intrigado, y preguntó.

—Tía, ¿tú crees que eso sea posible?

—Si tu tía lo pudo hacer cuando era una niña, no veo por qué razón tú no lo puedas hacer.

Raulito comenzó a pasearse por la sala de su casa. Vivía en un lujoso apartamento de la ciudad de Panamá. Decorado con buen gusto y distinción. Rosa Elena observó el entorno. Era muy bello, sin embargo ese pequeño niño era víctima de la inseguridad del país. Cuánta incertidumbre había en las calles, producto de la delincuencia, y los niños eran los más afectados. Los que no estaban presos por la inseguridad estaban presos por la necesidad. Raulito sacó a su tía de sus reflexiones y solicitó.

—Explícame cómo puedo hacer para crear ese amigo que tú dices.

Rosa Elena tenía que buscar las palabras adecuadas para especificarle lo que debía hacer. Respiró profundo y afirmó.

—Raulito, si te pidiera que dibujaras a un niño para que fuera tu amiguito, ¿cómo lo harías?

—Tomaría un papel y un lápiz y lo dibujaría.

—Hazlo y así será tu amigo.

Raulito tomó una hoja de papel y los lápices de colores. Pasados quince minutos el dibujo estaba listo. Rosa Elena lo observó, era un niño más o menos de la edad de su sobrino, con cabellos rubios, la piel blanca y los ojos grises.

—Está muy bonito el dibujo de tu amigo. Ahora vas a soplar para darle vida y como por arte de magia, a partir de este momento, así será tu amigo imaginario.

Raulito estaba realmente encantado con las locuras de Rosa Elena. Sopló el papel y nada ocurrió. Con una mirada de severidad y desconfianza objetó.

—Tía Memi, ¡no ha pasado nada! Todavía mi amiguito está en el papel.

Rosa Elena sonrió, era un encanto su querido sobrino. Tendría que ser más explícita.

—Querido mío, no pienses que ese niño va a ser como tú o como yo. No es así la magia, él va a vivir en tu imaginación, pero va a estar a tu disponibilidad para cada vez que quieras jugar.

—Ahora si entiendo, tú quieres decir que voy a jugar con ese amigo en mi mente.

—Más o menos, pero con una diferencia. No es que tú solamente vas a jugar con tu amigo en la mente. Tú puedes jugar con él, carritos y todos los juegos imaginables. Pero debes saber que el único con el poder para verlo serás tú. Además ese niño tendrá todos las facultades para hacer lo que le pidas, que sea para tu bien y el de la humanidad.

—¿Qué es la humanidad? —preguntó Raulito

—La gente, esa es la humanidad. Lo que te quiero decir es que siempre le debes pedir cosas buenas. Si no tu amiguito no te complacerá.

Raulito deseaba tanto darle vida a su amigo imaginario y Rosa Elena sabía que como todo niño no quitaría el dedo del renglón hasta ver sus deseos satisfechos. Además ningún daño le

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