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Una Luz Que Se Apaga


Enviado por   •  14 de Marzo de 2013  •  1.736 Palabras (7 Páginas)  •  516 Visitas

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A medida de que un hijo se debilita y se aproxima a la muerte, se pregunta hasta que punto debe de informarse sobre el posible resultado final de la enfermedad.

Un niño sabe más por intuición que por conciencia cual será el desenlace de su enfermedad, todos los niños tienen conciencia, no a nivel intelectual sino espiritual, los padres sabrán en este momento si le dicen a su hijo que sucederá, algunos niños mayores escriben poemas o un diario.

Toda persona grande o pequeña, necesita a otra en quien confiar. Los niños con frecuencia eligen a la más inesperada. Un auxiliar del personal de salud, una enfermera, o algún niño con quien se haya identificado, entre niños sostienen platicas en las que los adultos quedarían maravillados en lo que no queda más que pensar en que Dios compensa con mas sabiduría a los niños que sufren de enfermedades con sabiduría y conocimiento intuitivo.

No se debe de engañar al menor, hay que decirles que estamos tristes y que nos sentimos inútiles e incapaces de ayudar, ellos tenderán sus brazos y se darán consuelo mutuo. Es mucho más fácil conllevar la tristeza compartiéndola, que dejarlos a ellos con sentimientos de culpa y con el temor de que son la causa de toda su ansiedad.

Los hermanos deben de estar involucrados y informados de todo el proceso, si el paciente se encuentra en casa hay que darles tareas especificas para que se sientan útiles, es muy importante que en la familia sigan lo mas normal posible y no se dejen de hacer las actividades que antes se hacían para pasar el tiempo. Si se hace todo lo que el paciente quiera y se cumplen todos sus caprichos pueden perjudicar notablemente la situación familiar y esto es muy negativo para los sobrevivientes.

Los niños de todas las edades que han participado en la atención domestica de un niño en etapa terminal no se impresionan por la visión final del hermano, ellos ven con ojos diferentes y tienen diferentes formas de comunicarse con el.

Cuando el niño muere es necesario que la familia pase un tiempo con el niño que esta pasando por una etapa de transición, a todos los hermanos, sin importar la edad, se les debe de permitir la participación en la reunión final de la familia esto claro sin obligarlos a hacer algo en contra de su voluntad.

Las personas que más sufren son aquellas cuyo sistema de apoyo no esta disponible en el momento de producirse estas crisis.

Cuando los niños se hacen un poco mayores, empiezan a contemplar la muerte como un hecho permanente y la personalizan (coco, la bruja etc…) después de los mocho o nueve años, los muchachos, lo mismo que los adultos, reconocen la permanencia de la muerte.

El temor de tener más hijos es muy real para muchos padres, especial para las madres jóvenes que ya han sufrido la pérdida; un niño. Si ésta ocurrió como resultado de un accidente, los padres estaban completamente impreparados para ello y quizá se les permitió ver el cuerpo de su niño o niña.

El hombre nace con cinco emociones naturales, todas las cuales tendemos a retorcer hasta que las hacemos antinaturales. Drenan nuestra energía y nos dejan con lágrimas no derramadas, con ira reprimida y con deseos de venganza, envidia y compe¬tencia, así como con problemas de propia compasión, contribu¬yendo de este modo a la mala salud física y emocional y a mu¬chos de nuestros problemas de violencia contra otros y contra nosotros mismos.

Ya sea consciente o inconscientemente, transmitimos nues¬tros temores adquiridos a nuestros hijos y no nos damos cuenta hasta que es demasiado tarde, de que estos causan indescriptible daño y dolor. Por ejemplo, los padres que tienen miedo de dejar que su hijo que empieza a andar monte en triciclo o que un niño mayor se arriesgue en una bicicleta, incapacitarán a sus vástagos y crearán otra generación de personas que basan sus vidas en el temor.

Los niños muy pequeños no tienen miedo a la muerte, si bien tienen dos temores innatos de ruidos fuertes inesperados y de caer de lugares altos. Más tarde, los chicos están naturalmente temerosos de la separación, ya que el miedo al abandono y la ausencia de una persona amada que lo cuide es básico y signifi¬cativo. Los niños están conscientes de su dependencia, y los que han sido expuestos a tempranos traumas en la vida, quedan asus¬tados. Necesitarán recordar el trauma y aprender a liberarse del pánico, el dolor, la ansiedad, y el enojo del abandono.

Estos sentimientos violentos surgen a menudo, no sólo cuan¬do un miembro de la familia muere. Los abandonos de todos ti¬pos ocurren miles de veces en nuestra sociedad, y si la pérdida no va asociada con la muerte de un ser amado, pocas personas la notarán. No se requerirá apoyo de emergencia ni vendrán los vecinos a dar el pésame. De este modo, el niño que de alguna forma se siente abandonado, es vulnerable; las ideas que alberga en su mente incluyen una desconfianza general, el temor de no permitir ya una relación íntima, una alienación de la persona a quien considera culpable de la separación y un dolor profundo por lo que considera ausencia de amor.

La atención del enfermo en el hogar hace posible que los últi¬mos días o semanas que preceden a su muerte no constituyan una pesadilla sino que sean una hermosa experiencia familiar que conduzca a la aceptación.

Los celos son

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