El deseo o sobre quiénes somos
Dario VivasApuntes21 de Agosto de 2023
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Darío Antonio Vivas
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El deseo o sobre quiénes somos
Emmanuel y Próspera agarrados de manos van caminando de vuelta a casa luego de haber tenido su salida de costumbre. De la nada y sin pensarlo Próspera detiene el paso, tira de la mano de Emmanuel de forma suave pero firme, el joven de unos 26 años aligera el paso y voltea la mirada buscando de manera intrigada los ojos de su compañera:
- ¿Qué sucede?- Pregunta Emmanuel, con una leve sonrisa en sus labios al tiempo que voltea su cuerpo hacia el de Próspera.
Ella, con su acostumbrada voz firme, pero con un tono apenado, le plantea una pregunta que lo agarra de sorpresa.
-Emmanuel, mírame a los ojos y dime con honestidad, ¿me amas?-
-Mi amor, claro que sí- responde Emmanuel sin dudarlo.
Aprovechando el impulso de la primera pregunta, Próspera, muy inteligentemente, lanza una segunda
-Emmanuel ¿por qué me amas?-
Emmanuel sin vacilar responde de la manera más honesta que puede:
-Mi amor, de verdad no lo sé, el corazón tiene razones que la razón ignora. Si yo supiera porqué te amo, entonces no estaría contigo por amor, sino esto sería una relación de transacción en la que yo hago lo que te gusta para que me des lo que yo espero recibir-
La respuesta, a pesar de clara y honesta, no dejó muy contenta a la joven Próspera a lo que ella insistió una vez más pero con otra pregunta:
-Emmanuel, respóndeme seriamente, tú y yo ¿qué somos?-
Con una sonrisa traviesa Emmanuel gira la mirada en busca de la consternada Próspera y sin detenerse, responde lo siguiente:
-¡Ay, mi querida Próspera!- Suspirando -¿Cómo responder una pregunta tan complicada?- Inquiere Emmanuel- Somos estructuras disipativas[1]- dice con un tono de voz elocuente al mismo tiempo que levanta los hombros demostrando que para él la respuesta es bastante sencilla y la pregunta, a lo mínimo, jocosa.
-Emanuel no vayas a empezar- dice Próspera antecediéndose a lo ella sabe que viene.
El joven ignora su cometario y prosigue
-Somos, querida, materia autoorganizada en un flujo constante de energía, la manifestación visual de una condición de desequilibrio energético sostenido de manera indefinida
-En otras palabras, yo, o este que conocemos como Emmanuel y que pronuncia estas palabras, no soy más que el resultado de la intolerabilidad por parte de la entropía[2] a los gradientes humanos.
-Pero Emmanuel ¡¿de qué estás hablando?!- refuta Próspera mientras busca la mirada perdida de su acompañante en el horizonte
-La entropía, querida, siempre va a buscar el equilibrio, para ello crea estructuras disipativas que permitan crear un flujo de energía de un punto a otro. Unos claros ejemplos son: el fuego, las ciudades y cualquier ecosistema.
-Emmanuel ¿esto qué tiene que ver con nosotros?- la desesperación en la voz de Próspera se hace notar un poco más.
Bueno, querida, tú me preguntaste qué somos, y esto es lo que somos. Las estructuras disipativas han existido desde siempre, desde que en aquellos caldos primogénitos de la tierra se reunieron los ingredientes para la sopa que llamamos vida. Fue allí, justo allí, en ese manjar de células, hijas del sistema físico que les dio forma, que la entropía interna y externa de cada una de ellas disminuía y aumentaba respectivamente.
-¿Quién lo diría? La madre entropía, en su eterna pugna para encontrar el equilibrio, creó máquinas de desequilibrio orgánico.
-¡Emmanuel siempre evades mis preguntas!- dice Próspera soltando la mano del joven que ya no parece tan interesado en lo romántico sino en lo filosófico, puesto como buen peripatético, sigue caminando y hablando sin reparar en su compañera.
-Aquí es donde está lo curioso, mi amada Próspera, un día una de esas células se unió a otra mediante un proceso de simbiosis y de homeostasis, creando así al primer organismo pluricelular, estos últimos a su vez crearon los organismos complejos que nos dieron vida a nosotros, a ti y a mí
-¿Estás diciendo que eso es lo que somos? ¿Organismos compuestos de células? Deja de hacerte el tonto, Emmanuel-
-No, cariño, tú y yo somos más, mucho más, puesto yo contengo multitudes[3]-
-Entonces, Emmanuel, ¿qué somos?- Pregunta Próspera en un último intento desesperado por sacar una respuesta coherente a la pregunta que generó el monólogo de su acompañante.
-Somos parte de un gran proceso; somos crecimiento en complejidad mediante la autoorganización; somos materia organizada en nichos químicos que permitieron la evolución de la vida hasta el sol de hoy. La misma vida autoorganizada por otro desequilibrio metabólico, abrió otro nicho energético y creó la vida compleja. La vida compleja, autoorganizada por la selección natural nos creó a nosotros: monos con poco pelaje que autoorganizados por nuestras propias trivialidades y el desequilibrio de recursos descrito en el principio de Pareto, nos organizamos en sociedades que, y al mismo tiempo, autoorganizadas por el mismo desequilibrio de fuerzas y tendencias, creamos nichos energéticos, tecnológicos y de conocimiento. Nuestra madre entropía intenta disipar la energía de Gaia[4] mientras que nosotros, la vida misma, le ayudamos a cumplir con su titánica tarea. Nuevamente aquí está algo bastante curioso, puesto a medida que el sistema crece en complejidad, nosotros también, y si nosotros crecemos en complejidad entonces, y por mera entropía, toda la complejidad seguirá creciendo en el mismo grado. Un ciclo de retroalimentación eterno que no tiene síntomas de querer detenerse en algún punto cercano a la actualidad.
Próspera interrumpe a Emmanuel, se detiene en seco y tira de su brazo de manera brusca a la par que dice:
-Pero, Emmanuel, no te estoy preguntando por el planeta, las células, o las sociedades, te estoy preguntando por nosotros: tú y yo como individuos ¿qué somos?-
-Palabra curiosa ¿no?- prosigue Emmanuel
-Individuo, del latín individuus; lo que no se puede dividir. Y a pesar de ello, creo que todos podemos estar de acuerdo en que yo no soy solo yo, sino que soy la suma de todas las fuerzas, tendencias e impulsos sensoriales que tiran de mí hacia un lado y el otro. Por un lado, tengo hambre, por el otro tengo sueño, por el otro quiero ir al baño, y por el otro quiero salir corriendo. La tarea de la razón es, pues, coordinar todos esos deseos[5] e impulsos y decir: “ESTO SOY”
-Pero en realidad ¿qué soy?
-Bueno, puesto hoy día nos consideramos gentes modernes podemos referirnos a nosotros mismo como una psique que, a pesar de ser una sola, ella está dividida (más por una categorización académica que por una verdadera división funcional) en el consciente y el inconsciente.
-En la parte consciente tenemos a la persona, es decir, aquel conjunto de compromisos y responsabilidades que le enseñamos a la sociedad. Es la parte de nosotros mismos que busca bailar al ritmo de las reglas societales, es mi nombre y mi apellido, es mi número de cédula y mi cuenta en el banco, es mi jerarquía en este mundo de monos pelones que me tocó asumir solamente por ser el espermatozoide más rápido.
-La persona es la medida de qué tan libre soy alrededor de otros seres humanos.
-Todos tenemos impulsos y deseos, la sociedad aprueba unos y rechaza otros (lo que llamamos tabú), y si solo hacemos lo que la sociedad dice, entonces seríamos pura persona o, mejor dicho, esclavos de nuestra propia persona. Como dijo Carl Jung[6]:
“Tengan cuidado con aquellos que son pura persona puesto son ciegos altavoces de la sociedad que les dio forma”
-Pero eso no es todo, la cara de esta moneda es mandar a la sociedad al carajo y ser “tú mismo”, el problema con esto, mi querida Próspera, es que al dejarte llevar por tus impulsos y deseos, la sociedad solo aprobara unos cuentas y rechazará una mayor cantidad de ellos. Esto conllevará a que esa misma sociedad te cierre ciertas puertas puesto, y cual perro con rabia, te definen como un elemento ajeno a lo “aceptado”. La libertad, mi amor, es un camino absolutamente solitario. Bueno, esta libertad de la que hablo, puesto eres totalmente libre de jugar bajo las reglas de la sociedad o, en su defecto, puedes escoger ser “tú mismo”, en otras palabras, serías esclavos de tus propios impulsos.
-Los sabios buscarán un balance, un saludable punto medio entre las reglas de la sociedad y sus deseos propios. Los necios, querida, son los que escogen un extremo y dejan de ser personas con ideas para pasar a ser ideas que poseen su persona. Algunas veces me llaman tibio por no escoger un bando, yo prefiero mandarlos a bañar con agua ,caliente para que se caldeen en sus propias creencias.
-Pero volvamos a lo que nos compete, querida Próspera, puesto esta persona, del latín personare, es un acto artístico, es un performance, en realidad no eres tú. Lo que de verdad se siente ser tú no es otra cosa sino tu ego, es una autopercepción del yo que se siente como el centro de la psique, ella informa a la persona de las necesidades de la yo y, a la vez, lleva al yo a las necesidades de la persona. El yo es el verdadero centro, es la percepción pura de la realidad, es un puente entre la mente consciente y el inconsciente, el yo está en constante coqueteo con el ego para ver quién seduce a quién. Cuando gana el yo, entonces el ego es asimilado y cae bajo el paraguas del inconsciente, dejas de sentir que estás en control de ti y que la vida te sucede. Cuando gana el ego, el yo pasa a ser asimilado mientras que el mismo ego es inflado, crees que estás en control no solo de ti sino de la vida misma.
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