10 enseñanzas de Buda
Arturo SuárezDocumentos de Investigación19 de Febrero de 2020
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10 Enseñanzas de Buda...
¿Qué te puede ayudar a cambiar tu vida para bien y deshacerte de lo que sobra? Presta atención a estas enseñanzas que, aunque no te obligan a nada, pueden cambiar tu vida de la mejor manera.[pic 1]
1. Empezar de poco es algo normal
Una jarra se llena poco a poco, gota a gota. Como un hombre sabio se llena gradualmente con el bien. Ralph Waldo Emerson dijo “todo maestro fue un aprendiz alguna vez“. Todos empezamos de poco, no lo olvidas. Si eres organizado y paciente llegarás a tener éxito. Nadie obtiene nada bueno de la noche a la mañana. Dichoso aquel que está listo a empezar de poco y trabaja con ahínco hasta que su jarra se llena.
2. Los pensamientos son materiales.
”Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos construimos el mundo. Habla o actúa con mente pura y la felicidad te seguirá como tú misma sombra, inseparable.“
Buda aseguraba: “Todo está en la mente. Nos convertimos en lo que pensamos”. Para vivir correctamente debes llenar tu mente de pensamientos ”correctos“. Los pensamientos malos te destruyen. Tu forma de pensar define acciones, tus acciones definen el resultado. Si cambias tu forma de pensar cambiarás también tu vida.
3. Perdonar
“El odio no se apacigua con el odio, sino con el amor“.
Cuando liberas a aquellos que están en la cárcel de la falta de perdón, te liberas a tí mismo. No es posible oprimir a alguien sin oprimirse a si mismo también. Aprende a perdonar lo más pronto posible. Buda dijo ”No existe en el mundo un fuego más fuerte que la pasión, no hay tiburón más feroz que el odio, ni huracán más devastador que la codicia“
4. Las acciones tienen importancia
“Si debes hacer algo, hazlo de todo corazón”. Para crecer hay que trabajar cada día. El proverbio dice ”Dios da a cada pájaro un gusano, pero no lo tira en el nido“. Si te comprometiste a hacer algo, hazlo de todo corazón.
5. Intentar entender al otro
”Responde siempre con el bien; sólo así es posible hacer de este mundo un mejor lugar. Responde con bondad o no respondas. Si respondes con maldad a la maldad sólo habrá más maldad”.
Stephen Covey dijo “Intenta primero comprender, y sólo después intenta que te comprendan”. Es fácil decirlo pero difícil hacerlo: debes emplear todas tus fuerzas para entender el punto de vista del otro. Cuando te sientas enojado, intenta olvidarlo. Escucha a los demás y trata de comprender su punto de vista y recibirás a cambio tranquilidad. Concéntrate en ser feliz, antes que en tener la razón.
6. Controlar la propia mente.
“Domina tus palabras, domina tus pensamientos, no hagas daño a nadie. Sigue fielmente estas indicaciones y avanzarás en el camino de los sabios.“
La máxima victoria es la que se obtiene sobre uno mismo. Para vencerse a uno mismo hay que controlar la propia mente. Debes controlar tus pensamientos, no deben deambular como olas en el
mar. Puedes pensar ”No puedo controlar mis pensamientos, los pensamientos aparecen por si solos”. Hay una respuesta para eso: no puedes prohibirle a un ave que vuele sobre ti, pero sin duda puedes evitar que haga un nido en tu cabeza.
7. Vivir en armonía
“La victoria genera el rencor que da paso al odio al no ser feliz el vencido. La máxima victoria es la que se obtiene sobre uno mismo”.
No busques afuera lo que sólo puede estar en tu corazón. Con mucha frecuencia tendemos a perdernos buscando afuera para no ver la verdad en el interior. La armonía no está en un nuevo trabajo, ni en un nuevo automóvil ni en un nuevo matrimonio. La armonía está en nuestro interior.
8. Ser agradecido
“La salud es el regalo más grande, la alegría la mayor riqueza“.
Siempre hay algo por lo que vale la pena agradecer. No todos han podido despertarse hoy en la mañana, anoche alguien se quedó dormido por última vez.
9. Ser fiel a lo que se sabe
”Así como no sacude el viento a la enorme roca, así tampoco sacuden al sabio, el halago o el reproche“.
Sabemos muchas cosas pero no siempre hacemos lo que sabemos. Si has tenido que soportar la derrota seguramente eso sucedió no porque no supieses cómo actuar; eso sucedió porque no hiciste lo que sabías. Se fiel a ti y a lo que sabes.
10. Comparte la felicidad
“Miles de velas se pueden encender con una sola vela, y la vida de la vela no se acortará. La felicidad nunca disminuye cuando se comparte.” La felicidad no sólo no disminuye, sino que crece. Por eso no la ocultes de las personas, haz más felices a quienes te rodean.
Y por último: ”No aceptes lo que digo simplemente por el respeto que me tenéis; del mismo modo que el oro es puesto a prueba en el fuego, pon mis palabras a prueba en el fuego de vuestra experiencia espiritual
Buda
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A lo largo de los siglos, se ha representado la imagen de Buda tantas veces que incluso en Occidente su efigie resulta tan familiar como cualquier otro objeto artístico. Solemos verle sentado sobre sus piernas en actitud meditativa, con una protuberancia más o menos saliente en la cúspide del cráneo y un lunar piloso entre las cejas, cubierto por un vaporoso manto sacerdotal y aureolado su rostro por una serenidad y una dulzura entrañables. Hay algo, sin embargo, que sorprende a veces: para ser un asceta que ha renunciado a los placeres del mundo y que conoce a fondo las miserias humanas, en ciertas representaciones parece excesivamente bien alimentado y demasiado satisfecho.
[pic 2]
Buda en una de sus primeras representaciones
en la antigua región de Gandhara (siglos I-II)
Es creencia común considerar que los santos llevaban una vida eremítica de lucha y sacrificio en busca de la paz interior, y así era, efectivamente, en la India que Buda conoció, unos quinientos años antes de Cristo. La idea de la purificación a través del sufrimiento era usual entre hombres ya maduros o ancianos, horrorizados y confusos ante la perversidad de sus contemporáneos. Con frecuencia, abandonaban a sus familias y se refugiaban en las montañas, cubiertos de harapos y con un cuenco de madera como única posesión, que usaban para mendigar comida. Antes de convertirse en Buda, que significa "el Iluminado", Siddharta Gautama también practicó estas disciplinas corporales abnegadamente, pero no tardó en comprobar que eran inútiles.
Una vida de príncipe
Siddharta Gautama nació probablemente en el año 558 antes de Cristo en Kapilavastu, ciudad amurallada del reino de Sakya situada en la región meridional del Himalaya, en la India. Conocido también con el nombre de Sakyamuni ("el sabio de Sakya"), Siddharta era hijo de Suddhodana, rey de Sakya, y de la reina Maya, que procedía de una poderosa familia del reino. Según la tradición, Siddharta nació en los jardines de Lumbini, cuando su madre se dirigía a visitar a su propia familia. La reina Maya murió a los siete días de haber dado a luz y el recién nacido fue criado por su tía materna Mahaprajapati.
[pic 3]
El nacimiento de Buda
Siddharta creció rodeado de lujo: tenía tres palacios, uno de invierno, otro de verano y un tercero para la estación de las lluvias. En ellos disfrutaba de la presencia de numerosas doncellas, bailarinas y músicos; vestía ropa interior de seda y un criado le acompañaba con un parasol. Se le describe como un muchacho de constitución esbelta, muy delicado y con una esmerada educación. De sus años de estudio, posiblemente dirigidos por dos brahamanes, sólo se sabe que asombró a sus maestros por sus rápidos progresos, tanto en letras como en matemáticas. Mucho se ha hablado del carácter sensible de Buda; pero siendo hijo de un rey y aspirante al trono, debió de ser educado también en las artes marciales y en todas aquellas disciplinas necesarias para un monarca. Con todo, el reino de Sakya apenas si era un principado del reino de Kosala, del que dependía.
Siddharta se casó con su prima Yasodhara cuando tenía alrededor de dieciséis años, según algunas fuentes, o diecinueve o acaso más, según otras. En algunas leyendas se dice que la conquistó en una prueba de armas luchando contra varios rivales. Nada se sabe de este matrimonio, excepto que tuvo un hijo llamado Rahula que se convertiría muchos años después en uno de sus principales discípulos. El hecho de tener un hijo varón como continuador de la dinastía le habría facilitado la renuncia a sus derechos y su consagración a la vida religiosa.
La vida de Siddharta transcurría la mayor parte del tiempo en el palacio real, bajo la protección paterna. Según la tradición, durante sus salidas furtivas a la ciudad, en que era acompañado por un cochero, se produjeron los llamados «cuatro encuentros». En cierta ocasión que salía por la puerta oriental del palacio, se encontró con un anciano; en otra ocasión que salió por la puerta meridional, vio a un enfermo; cuando lo hizo por la puerta occidental, vio un cadáver, y otro día, al cruzar la puerta septentrional, se encontró con un religioso mendicante. La vejez, la enfermedad y la muerte indicaban el sufrimiento inherente a la vida humana; el religioso, la necesidad de hallarle un sentido. Ello le llevaría a dejar atrás los muros del palacio en el que se había desarrollado la mayor parte de su vida.
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