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ALCANCES SOBRE EL ORIGEN DE LA TÉCNICA:


Enviado por   •  16 de Agosto de 2016  •  Ensayos  •  2.734 Palabras (11 Páginas)  •  208 Visitas

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ALCANCES SOBRE EL ORIGEN DE LA TÉCNICA:

Cristian Matamala Poblete

Profesor de Filosofìa

Hablar del origen de la técnica, es sin duda hablar del origen del hombre, y justamente por ello, hablar de aquella serie de consideraciones que hacen, desde su surgimiento como tal, que el hombre sea lo que es y no otra cosa. A saber, un ser en esencia técnico.

II.1. El hombre como ser desfondado:

Valiéndonos de una precisión antropológica, podemos afirmar que cuando nos referimos al hombre –entendido en términos genéricos y no en tanto diferenciación sexual o de género- no lo hacemos, sino de un ser, en variados aspectos caracterizado por la insoslayable plenitud de la carencia y que entenderemos, en relación a nuestro propósito, como un ser desfondado.  

        A diferencia del resto de los animales, cuya movilidad responde, sin más, a una determinación de carácter instintiva propia para cada especie, y que podríamos juzgar como una base desde la cual conduce la totalidad de los actos propios de su repertorio vital (alimentarse, comunicarse, proporcionarse abrigo, etc.), esto no ocurriría en medida alguna en el caso del hombre puesto que, “…el ser humano carece de una base naturalmente dada, de una vez para siempre, desde la cual comprender y comprenderse, valorar y optar…”[1]. Es decir (en las palabras del antropólogo español L. Cencillo), el hombre se nos presenta, sin más, como un ser ineludiblemente desfondado, sin una determinación directriz que le venga dada en forma originaria, sin una pauta vital desde donde desarrollarse unívocamente, en fin, “sin un fondo dado por naturaleza que provea verdades, creencias, costumbres, valores, etc., aceptados y reconocidos siempre por todos los pueblos”[2] 

        De este modo, podemos afirmar que el ser humano, al no poseer esta pauta universal a nivel de especie desde donde guiar la totalidad de sus actos, se encuentra frente a la naturaleza (lo que rodea al hombre) por una parte y frente a sí mismo, por otra, como un ser plenamente indeterminado, o lo que es lo mismo: “un ente cuyo ser consiste, no en lo que ya es, sino en lo que aún no es, un ser que consiste en aún no ser.”[3] y que como tal, se encuentra, en tanto pro-yecto (plan-a-realizar), sometido a la ineludible dificultad de tener, él mismo, que constituirse como un algo distinto de las cosas que lo rodean.

        Ahora bien, si consensuamos en el hecho de que la movilidad del hombre (desde que surgiese la humanidad del homínido como advierte el profesor Patricio Oyaneder Jara en el texto ya citado), no responde meramente a una determinación instintiva sino más bien a un determinado programa vital impuesto desde sí mismo, resulta obvio, considerando la multiplicidad de formas de hacer frente a las circunstancias, que todo relacionarse con la naturaleza, lejos de hacer manifiesta una condición natural innata o preestablecida, responderá más bien, a la elaboración propia y característica, tanto de un determinado grupo de sujetos, como de las posibilidades de interacción que el medio les proporciona. “Más para el hombre existir es tener que combatir incesantemente con las dificultades que el contorno le ofrece; por lo tanto, es tener que hacerse en cada momento su propia existencia”[4]. 

        En efecto, aún cuando exista en el hombre una cierta predisposición natural hacia, por ejemplo, la satisfacción de sus necesidades básicas (concepto que ampliaremos más adelante), debido justamente a la indeterminación aludida anteriormente (el carácter de desfondado propio del hombre), es que no es otro sino el mismo hombre, enfrentado a su exigencia vital, quien se ve forzado a operar con aquello que lo rodea, configurar una realidad para sí mismo y dar así sentido y justificación a su estar-en-el-mundo. Incluso, además de lo señalado, y siguiendo al antropólogo y sociólogo francés Marcel Mauss (1872-1950) cabe precisar que la respuesta misma conducente a la satisfacción de las necesidades orgánicas del hombre, responde de igual modo, a un hacer de carácter técnico, o lo que es lo mismo, se inserta dentro de las referencias otorgadas culturalmente a los individuo a través de la educación impuesta por el grupo o cultura a la que pertenece. A estos actos (el parto, la lactancia, el descanso durante el sueño, etc.) que “no suponen más que la presencia del cuerpo humano”[5], Mauss los denomina como: técnicas del cuerpo.

        De este modo, y justamente subrayando en la idea de que no es sino operando tanto sobre sí mismo como sobre la naturaleza que el hombre avanza hacia la realización del proyecto que es, cabe precisar en adelante el carácter técnico del hombre:

II.2. El hombre como “ser técnico”:  

        Tal procedimiento, específicamente humano al que ya aludimos y que pasa a constituir tanto el mundo para el hombre, como el fondo (aunque nunca definitivo sino más bien provisional[6]) desde donde lleva a cabo el desenvolvimiento de su madeja vital, es a lo que denominamos como cultura o universo cultural.  La cultura, que dicho sea de paso debe ser entendida como el conjunto de puntos de referencia establecidos por el hombre como producto del proceso de formalización de la realidad sustrato (siguiendo a Oyaneder) y no en relación a expresiones estéticas o alicientes al nivel cognitivo de los sujetos, sería propiamente la representación más objetiva del carácter técnico del hombre. Tanto es así que cuando, en la actualidad, investigadores e intérpretes de vestigios arqueológicos advierten encontrarse frente a la presencia de restos humanos, a diferencia de concepciones pretéritas, en las cuales se consideraban solamente aspectos físicos tales como la postura erguida, o más estrictamente, el tamaño del cráneo como garante de “humanidad”, no lo hacen sino tras haber constatado entre los mismos la debida presencia de instrumentos como muestra de un determinado estado de cultura. Sobre este punto, cabe señalar las apreciaciones del profesor Marco García de la Huerta quien señala: “El primado de la inteligencia y de la esfera noética en general sobre lo práctico y poiético a sido una de las secuelas más tenaces que ha dejado la preocupación por la verdad que caracteriza a la tradición teológico-filosófica del pensamiento occidental.

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