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Anarquismo Baico

9cesar99 de Enero de 2012

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ANARQUISMO BÁSICO*

(ANTOLOGÍA)

Extractos de: N. Converti, S. Faure, P. Gori, P. Kropotkin

LA ANARQUÍA

N. Converti

ANARQUÍA Y DESDORDEN

No pretendemos desarrollar todos los principios anarquistas. El tema es vasto. Iremos dando ideas a medida que broten de la pluma.

No se quiere comprender la palabra ANARQUÍA. Los burgueses tienen un interés en que no se comprenda. Para ello ANARQUÍA y desorden son una misma cosa. ¡Y pensar que han perdido tantos años yendo a la escuela!

Veamos: a-n-arquía viene del griego y significa no-gobierno (alfa privativa, -la n es eufónica- y arquía gobierno). Ahora bien; cuando con la organización, con el régimen del Estado vemos la propiedad que engendra el lujo por una parte y la miseria por la otra, el matrimonio y la prostitución, y propiedad, matrimonio y familia que engendran la depravación general bajo todas sus formas; cuando para sostener semejante organización social es necesaria la fuerza brutal -ejército, policía, magistratura-; cuando como consecuencia inevitable de tal organización vemos la lucha en todas sus formas, la guerra, forzosamente debemos sacar, en conclusión, que el gobierno y la autoridad son el desorden, y que, al contraria, la ANARQUÍA es el orden, a no ser que por orden se quiera entender el que reina en los cementerios. Para la burguesía el orden debe ser las hecatombes de Satory, las jornadas de Junio, y las matanzas en las guerras, la muerte por el hambre y las enfermedades consiguientes, la prostitución, el embrutecimiento y el delito.

ANTIAUTORITARISMO

Todo individuo tiende a satisfacer sus necesidades, cuando no con sus propias fuerzas, explotando las de los demás. Por este motivo fue por el que los más astutos y los más fuertes se impusieron a los más débiles y les obligaron a trabajar para ellos. Las leyes, los tribunales, la magistratura, la policía, en una palabra, todos los instrumentos de opresión, fueron creados más tarde, produciendo la organización de la explotación del hombre por el hombre, la opresión bajo todas sus formas. Siendo este estado de cosas contrario a la naturaleza humana, los hombres procuraron siempre sustraerse a tal yugo. De aquí que la historia del género humano sea una secuela de hechos encaminados a abolir la organización autoritaria: es la tendencia inconsciente, pero natural, potente, de la humanidad hacia la ANARQUÍA. Los hombres han comprendido siempre la necesidad de la libertad y se han rebelado contra la autoridad, negación de aquélla. Pero de una parte la astucia, la ambición y los intereses de unos pocos, y de otra la ignorancia del pueblo, han sido motivo de que, en vez de destruir la causa de la opresión: gobierno y autoridad, no se haya hecho más que cambiarla de forma. A un gobierno lo ha sustituido otro. Después de una larga y dura experiencia es cuando hemos llegado a la conclusión de que todos los gobiernos son iguales; de que la autoridad, cualquiera que sea la forma que revista, ya se denomine de derecho divino o deba su origen al sufragio universal, es la negación de la libertad, y que para salir de este estado de opresión es necesario destruir toda especie de gobierno, de autoridad, pues de otro modo la libertad no es posible.

MISIÓN REVOLUCIONARIA DEL ANARQUISMO

La miseria es causa de la ignorancia y es inútil predicar instrucción mientras aquélla subsista. Verdad es que el pueblo, precisamente porque no ha tenido nunca conciencia de sus derechos, se ha dejado engañar en cada revolución, y que aún en la próxima es posible que se deje engañar otra vez. Entre la masa popular hay ya bastantes hombres que, aunque no sean francamente anarquistas, están por la abolición de la autoridad y principian a tener conciencia de su significación. Por otra parte, el pueblo no tiene ya confianza en nadie, y si a veces nos mira de soslayo a los anarquistas y no nos hace caso, es porque supone que también somos, como los políticos, fabricantes de programas que queremos dirigir y mangonear, cuando precisamente queremos lo contrario, o sea que el pueblo obre por sí mismo, sin delegar en nadie su soberanía. Deber de los anarquistas es educar al pueblo con hechos repetidos, constantes, para la revolución; para que aprenda a dejar de reverenciar leyes autoridades; para que con actos populares destruya todo lo que significa opresión. Por otra parte, la causa real de la revolución está en la misma organización social: independientemente de nuestra acción revolucionaria, la está incubando, y fatalmente estallará. Y cuando el pueblo se insurreccione, nuestra misión, la misión de los anarquistas, será oponernos con todas nuestras fuerzas a que se constituyan nuevas autoridades. Puesto que el pueblo desconfía ya de todas, es posible que entonces nos escuche si le decimos que obre por cuenta propia y no atienda a los que quieran dirigirle para mandarle. La revolución social no es cosa de un día, de un mes o de un año. A través de mil errores el pueblo irá adquiriendo conciencia de sus derechos. Inútil pretender que los conquiste antes. Verdad es que cuanta más propaganda se haya hecho, menos durará el período violento de la revolución, doloroso, pero necesario; mas también es cierto que nuestras ideas se comprenderán mejor al resplandor de la lucha. Los síntomas precursores de la revolución se ven ya en todas partes. Puede estallar cuando menos se piense. Estamos en pie de guerra y no debemos descuidarnos.

ANARQUÍA Y GOBIERNO

La ANARQUÍA es la expresión real del contrato libre, el cual puede y debe ser modificado continuamente, en virtud de la constante evolución de la sociedad. Las necesidades humanas se modifican sin cesar, y sólo por ello es posible el progreso humano y el de la sociedad. Pero del propio modo que se modifican las necesidades es preciso que se modifique la forma social. Ley de todas las cosas es la transformación continua. La ANARQUÍA sustituirá a los gobiernos porque se basa en esta ley natural. Los gobiernos la desconocen y de ahí que impidan a los hombres desenvolverse libremente.

Los estadistas más avanzados sostienen que el gobierno se creó para hacer respetar el pacto social. Absolutamente falso. La historia nos da la razón. El gobierno es un organismo que sirve para mantener los privilegios de la clase dominante y sólo puede sustituir con la división de la sociedad en clases. Pero aun admitiendo que el gobierno pueda hacer respetar el pacto social, siempre continúa siendo, empero, una violación permanente de la libertad, porque un pacto libremente contraído debe poder ser en todo momento libremente modificado, y una fuerza que nos obligue a respetar lo que voluntariamente se aceptó y queremos modificar, viola nuestra libertad. “El soberano -escribió Rousseau-, es decir, el pueblo, puede muy bien decir: Quiero actualmente lo que quiere fulano o, por lo menos, lo que dice querer; pero no puede decir que lo que fulano querrá mañana lo querrá él también, y por lo tanto es absurdo imponer cadenas a la voluntad futura, que no debe depender sino de sí misma”. El gobierno, pues, considerándolo desde el punto de vista más favorable, no puede conciliarse con la libertad. Tendrá que hacer respetar el pacto que le dio origen, pero como la sociedad varía continuamente, al día siguiente de constituirse un gobierno se halla, por su misma esencia, en oposición con las necesidades del pueblo. La sociedad progresa, el gobierno es estacionario. Por esto no es posible un progreso continuo, sustituir la revolución sangrienta por la evolución constante de la sociedad, sin quitar de un medio lo que se opone a esta evolución: el gobierno.

“La acción de todo gobierno es tan despótica -escribe G. Ferrari- que los escritores no saben ni conciliarla con la libertad del hombre, ni deducirla de un contrato primitivo, ni explicar el suicidio que es indispensable para constituir la república o el dominio de uno solo. Todo gobierno es necesariamente conservador, se funda en la fuerza y se sostiene con los policías. El verdugo es su personaje más necesario, y si alguna vez parece innovador, revolucionario o liberal, esto se debe a un error de perspectiva, a causa de su enemiga contra un gobierno anterior, contra la generación que suplanta, pero para sí mismo conserva siempre el pacto que le dio origen, lo custodia, es su ejecutor. Tanto si el jefe del gobierno se llama Luis XIV como si se llama Napoleón, Diocleciano o Constantino, no es más que el instrumento de un principio externo a su acción, extraño a su esencia, perfectamente separado de sus funciones. Reducidas siempre sus funciones a hacer la guerra a la paz, a armar o defender la patria, a tenerla siempre dispuesta contra todo ataque eventual, siempre es invariablemente el mismo con todos los principios, en el paganismo como en el cristianismo; truena igualmente trátese de defender al Papa o a Lutero, y su proceder es tan extraño a las ideas que sirve que puede decirse que es exclusivamente mecánico. El gobierno no piensa, no es nunca ni inventor ni innovador; si protege las ciencias, las artes y la industria, es porque piensa en sí mismo, para sacar la industria un impuesto, del comercio una contribución, de las artes una instrucción que pueda ser más productiva, de la moral una adhesión al orden establecido, del bienestar una garantía de su tranquilidad, de la religión un esfuerzo para el código penal, del infierno una economía carcelaria. Indudablemente recompensa a los poetas, pero es para que le adulen; acepta los descubrimientos, pero para

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