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Apuntes éticos: Esperanza Guisán Y Un Utilitarismo Cordial E Ilustrado


Enviado por   •  1 de Mayo de 2013  •  6.519 Palabras (27 Páginas)  •  535 Visitas

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Apuntes éticos: Esperanza Guisán y un utilitarismo cordial e ilustrado

Édgar Roy Ramírez Briceño

“Probablemente, de todos los elementos que constituyen el goce humano, la libertad sea uno de los mayores, junto con los afectos privados y la solidaridad.”(E. Guisón)

“En un mundo que sufre, las ideas y los proyectos utilitaristas tienen evidentemente sentido y merecen respeto.” (I. Murdoch)

“Salvaguardar la racionalidad de la ética es tan importante como evitar el dogma.” (E. Guisón)

I

Tareas de la ética

“Si la moral existe… es porque existen problemas dentro del hombre, o en la relación hombre a hombre que es preciso solucionar. La moral existe no solo porque las cosas inherentemente van mal, como la concepción de Warnock supone, o porque el individuo es miope, corto de vista para su propio beneficio como Hume ya resaltó, sino porque la sociedad humana es la historia de las humillaciones y las alienaciones. Lamento disentir de Nietzsche y no ver más que estercoleros donde él encuentra grandeza y heroicidad” (1). Esperanza Guisán plantea la presencia del conflicto como justificación de la existencia de la ética: sin conflicto no hay ética. La moral es necesaria porque, para decirlo en lenguaje bíblico, la imagen y semejanza están muy desdibujadas o nunca quedaron bien; y, hay que reconstruirlas para no avergonzar a Dios o para no avergonzarnos de Dios. En otro registro, porque hay mucha cosa que solucionar, porque hay mucho menoscabo, dado que hay mucha pérdida de opciones positivas, porque hay mucha victimización y no solo de otros seres humanos, porque hay escasez de posibilidades de alegría, porque también vemos que la caverna no es un destino inevitable, porque puede haber calor y luz, porque el mundo no tiene que seguir siendo una porquería, porque el futuro alguna vez se podrá construir y no tiene que ser una caricatura del pasado, porque hemos vislumbrado que las cosas pueden cambiar si las cambiamos, porque nos percatamos de todo lo que perdemos en justicia, en alegría y libertad, si las cosas siguen igual.

La manera de enfrentar y resolver conflictos mide la calidad de los códigos y los proyectos morales, y la necesidad de su remozamiento en caso de que no puedan lidiar bien con los conflictos. No se vale partir del supuesto de que un determinado conflicto es irresoluble. Habría que descubrirlo y entender por qué es irresoluble: si es meramente falta de desarrollo de un mejor nivel moral, si es un aferrarse a unos prejuicios o a unos intereses. La complejidad debe mostrarse y exhibir cuáles son las razones.

La ética se mira a sí misma, se examina, se critica. En ese sentido, hay vocación de lucidez, de ilustración, e veracidad, de honradez para que las cosas no sigan igual: que la libertad de unos no sea la servidumbre de otros; que el poder de unos no sea la impotencia de otros. Para lograr una vida buena (libertad para todos, acceso a los bienes materiales para todos, acceso a los bienes culturales para todos, participación en la toma de las decisiones para todos) es preciso distinguir entre ideales y prejuicios, entre juicios éticos y juicios religiosos, juicios económicos, poner a la razón y a la imaginación a trabajar de consuno. Hay que sacar saldos y aprovechar acumulados: “… agudizar las capacidades críticas a fin de discernir lo que hay de valioso en cada una de las ofertas de la ética normativa, a través de distintas épocas y dentro de distintas corrientes y autores.” (2). No se comienza de cero, mucha agua ha pasado por debajo de los puentes. Hay diversidad de acumulados a los que se puede echar mano. Es la deuda con el pasado: cómo se enfrentaron conflictos, cómo se resolvieron, cuáles no se pudieron resolver, en qué contextos, con qué razones. Es una capacitación para juzgar el presente, la sociedad y el mundo que se vive. Estamos ante un entrecruce sano de teoría y práctica: sabiduría, saber vivir y saber convivir.

“Si la ética, al revisar normas y prejuicios que reducen a las personas a seres heterónomos y atemorizados, que imploran el favor de los señores y los dioses, devuelve a los seres humanos el dominio de sí y el dominio del mundo, la pregunta de por qué ser moral, cuando entendemos por moral una serie de normas contrastadas y reguladas por las razones, resultará tan ociosa como preguntar por qué disfrutar el día.” (3). Las propuestas que invitan a la heteronomía, a la obediencia ciega a una autoridad poderosa, y son menoscabadoras, aunque se presenten de otra manera, de las potencialidades humanas, de las posibilidades de felicidad, fracasan en su “invitación”, por falta de persuasión y buenas razones, a ser moral. En sentido contrario, es la ética liberadora (la que critica, la que sopesa, la que examina, la que se toma como objeto de examen, la que plantea el derecho a ser moral), la que se legitima como un fin supersuficiente (4) y se autorecomienda como aire limpio y comida saludable, como buena compañía y conversación inteligente y generosa.

“La tarea liberadora de la ética… consiste precisamente en revisar las obligaciones y deberes inherentes a los distintos papeles sociales” (5). La vinculación entre lo que somos y lo que hacemos socialmente están estrechamente relacionada con nuestro desarrollo ético. De ahí la importancia del examen crítico de las funciones sociales que nos ha tocado ejercer, para ver si estimulan o entorpecen lo que podemos ser desde el punto de vista ético, para ver si nos ayuda a ser una buena persona y no sólo un buen funcionario. Es preciso hacerse preguntas como las siguientes: ¿cuál es la contribución que un curso de acción hace al bienestar de todos? ¿Cómo los pone en el camino de ser mejores, de lograr la excelencia, la areté? ¿Cuál es la contribución de un programa de educación, de los servicios de salud? ¿Cuánto contribuye el curso de acción a la autoestima?

Es neceario reconocer que “…a no ser que nos situemos en un nivel crítico y sometemos a escrutinio los valores y normas heredados, nuestra conciencia será tan poco nuestra como poco nuestra es la lengua que hemos recibido pasivamente de una tradición” (6). Una parte del aprendizaje ético es espontanea, atmosférica, la recibimos con la socialización que nos hace miembros de una comunidad. De hecho, somos parte de una o varias comunidades como punto de partida. La historia, obviamente, no termina ahí, continua con el examen del acumulado recibido, con el examen crítico de la herencia ética. El objetivo del examen crítico radica en ver que se considera genuinamente valioso, que merezca conservarse y profundizarse, y que abandonar porque retrasa el despliegue eudaimónico de los seres humanos. No hay indiferencia, por tanto, se hacen evaluaciones aunque se sepa que son evaluaciones y conclusiones que luego podrán ser retomadas a su vez. La provisionalidad apunta a la revisibilidad y al proyecto de ir saliendo de diferentes cavernas.

Esperanza Guisán postula y defiende un derecho a ser moral porque esta frente a una propuesta ética crítica y expansiva de las capacidades humanas, que, por no quedarse en la caverna, no toma como una moralidad a “conjuntos cualesquiera de mores, costumbres, usos vigentes es una sociedad dada y en un tiempo dados” (7). Pasar por el tamiz de la crítica y ser construida a la luz de la condición humana (que pone requisitos de lo que se puede o no puede hacer con los seres humanos), son necesidades de la ética que se construye en la interlocución, en la lucidez, en la inclusión y en la libertad, y se juzga a la luz de la autoestima, de la autosatisfacción que produce y a la luz de la felicidad sin exclusión.

Para todo ello se sabe que es necesario la “posesión de recursos culturales, materiales y de índole diversa” (8). Hay aquí una autoreferencia virtuosa: la consecución de tales bienes no es superflua: es generar condiciones a la libertad, a la lucidez, a la interlocución. La autonomía no se construye con el vacío.

Hay un gusto heroico y gozoso en el planteamiento de Esperanza Guisán: grandes tareas que emprender y grandes alegrías que generar. Se aspira a posibilitar seres humanos que no sientan vergüenza por ser felices procurando la felicidad de los otros. No hay ninguna, ni la más mínima inclinación por un solipsismo ético porque la ética mira al bien de todos, al bien de sí mismo, es un intento de universalizar la felicidad y el bienestar: lo autocentrado y lo heterocentrado son momentos de un mismo proceso. Por ello, la calidad de la sociedad (instituciones, formas de convivencia e intercambio) se valora por la mejora de las opciones que produce en las personas.

No se quiere migajas de placer, ni pequeñas dadivas de gozo. La calidad del gozo es central, se quiere una excelencia en el goce. Proyecto, a todas luces, ambicioso en procura del areté: “el goce de la propia libertad, la autodeterminación, la programación de la vida de cada uno figuran entre los bienes preciosos patrimonio de la humanidad” (9). Por eso, los placeres se juzgan, se evalúan, se hace resistencia cultural y se renuncia al automatismo. El hedonismo ético en juego supone un proceso arduo de conquista y exige inteligencia, valentía y solidaridad, jamás será un logro solitario.

“incluso comer, beber y relacionarse sexualmente de un modo satisfactorio supone una serie de esfuerzos y refinamientos a los que muchos renuncian en aras de la inmediatez en la satisfacción del deseo” (10). El hedonismo del utilitarismo defendido con tanto entusiasmo por Esperanza Guisán no entraña ningún automatismo: habría que crear, y recrear, un arte de comer, un arte de beber y un arte de amar. Ningún recetario, ninguna vía fija y trillada.

La ética será un quehacer y un que pensar inacabados, puesto que toca lo más profundo de lo que somos y queremos ser, de los intereses y anhelos más genuinos, en una búsqueda incesante y revisión de los encontrado. Se penetra la costra de las costumbres o las prácticas vigentes y brota “del diálogo humano acerca de aquello que más nos importa, cuando lo que más nos importa no nos es dictado ni por la costumbre, la divinidad o las normas al uso.” (11)

II

Razones y pasiones

“La ética necesita de buenos razonamientos, pero conseguir la vida buena, la moralización de la sociedad, solo es posible mediante la fuerza robusta del apasionamiento.” (12). Ni una razón que esclavice las pasiones, ni una pasión que esclavice la razón: ni Kant, no hume, En cualesquiera de los casos, se reduce o se menoscaba al ser humano, se rechaza la complejidad a favor de una simplicidad distorsionante. La meta es lograr un desarrollo integralde los seres humanos y para ello necesitamos todos los recursos a nuestra disposición. “La razón y la pasión en los humanos se coordinan para alcanzar los máximos goces y el máximo desarrollo intrasubjetivo e intersubjetivo.” (13). Razón – pasión, razón – deseo, entendimiento – sentimiento, no son compartimentos estancos. Cabe hablar, como lo hace acertadamente Esperanza Guisán, de una “razón apasionada” o de una “pasión racional”, sin incurrir en ninguna insensatez. Por el contrario, es reconocer una unidad del ser humano, que variedad de dualismos han intentado oscurecer. Habrá momentos en que lo racional sea dejarse llevar por las pasiones; y, también puede haber una búsqueda apasionada de tareas racionales.

“La imaginación y la razón trabajan al unísono; los deseos, pasiones y razones humanas operan conjuntamente.” (14). Esta es una perspicacia aristotélica que ha llevado tiempo en ser reconocida: diferentes capacidades humanas tienen su unidad en el ser humano. Se recupera una visión unitaria de cómo somos y cómo funcionamos. Estamos en presencia de una doble vía: los razonamientos encarnados, contextualizados por las preocupaciones y anhelos humanos, y son necesarias las buenas razones para defender las buenas causas. En suma, se trata de exigirle a los sentimientos buenas defensas y exigirle a las razones buenas orientaciones. Cabría decir que sin la pasión, las razones son débiles y que las pasiones sin la razón, son ciegas y peligrosas: necesitamos claridad y compromiso; necesitamos entender e interesarnos, que nos importe, que no nos dé lo mismo; entender el bien y querer ser buenos, movilizar la energía, cambiarnos y cambiar, para crear una sociedad, tan indispensable por lo demás, donde el florecimiento, la eudaimonía, vaya aparejada con la procura de la justicia, donde el bienestar de unos no sea a costa del bienestar de los otros, donde ganarse el pan no sea renunciar a las flores, donde podamos ganarnos la vida y las casas se vuelvan hogares, moradas hospitalarias y no haya que huir de la ciudad. Es una tarea ingente, no cabe duda, pero merece intentarse. En resumen, una sociedad en la que no sea vergonzoso ayudarnos, en que la suerte de sus miembros no la defina la lotería genética, en la que podamos hacernos la vida más llevadera, más rica, más promisoria.

Volvamos a insistir, la “razón apasionada” no es una contradicción en los términos. Por supuesto que la razón puede ser desapasionada así como la pasión puede ser irracional; pero, no tienen por qué serlo. La razón puede buscar la modificación, la orientación, la justificación de las pasiones. Igualmente, las pasiones pueden educar a la razón, ponerla acorde con las exigencias pasionales y evitar los excesos de la racionalidad. De ahí la insistencia en “la necesidad de que la filosofía moral contemporánea reconozca la unión inseparable razón – pasión, como momentos distintos, aunque continuos, no escindidos, sino interconexos, entre las capacidades reflexivas del hombre y sus capacidades de sentir, padecer, compadecer y sentir con otros.” (15).

Habría que decir que la racionalidad se construye en la interlocución, diálogo, que vamos aprendiendo a ser racionales. Hay aquí un círculo virtuoso: aprendemos a ser racionales en el diálogo y el diálogo es racionalidad compartida e interiorizada. (16). Allí radica la importancia del quehacer racional en cuanto quehacer social. La racionalidad no se constituye en soledad. El diálogo es también cercanía, proyecto, aspiración. Hay una pasión por el diálogo, tan ausente en las morales autoritarias. Al construirse la racionalidad en la interacción y en la interlocución, no hay una racionalidad previa o anterior que estipule lo que ha de hacerse. Es, por tanto, la razón humana, todo lo frágil y provisional. De otra manera, no entenderíamos de qué se habla.

Esperanza Guisán escribe a su vez sobre la “pasión ética” y la llama “una pasión peculiar. En primer lugar porque está entreverada de racionalidad. En un segundo lugar porque, a diferencia de otras pasiones más individualistas, éste abarca por igual a la persona que soy yo y a las personas que son los demás seres humanos.” (17). La pasión ética reconoce nuestra dimensión claramente social, en el sentido de que no es una pasión que se cultive en el aislamiento, sino que remite a los otros, y acoge la aceptación inteligente de que me juego mi destino con las otras personas. Es una visión apasionada de la ética con gran aprecio del aporte de la razón; es una visión racional de la ética con gran aprecio del aporte de la razón; es una visión racional de la ética con gran aprecio del aporte de la pasión. Es también una pasión por la crítica de cuanto obstáculo nos empobrece o nos deja al margen de intentar una vida más abundante en posibilidades y despliegues. Se trata de una combinación simultánea de combatir inercias y perezas morales con el fomento de actividades, destrezas, modos de vida que nos benefician a todos sin exclusión.

III

Felicidad

Descubrir lo que nos hace felices y descubrir lo que nos hace infelices, no son meras cuestiones de definición. Frente al riesgo de desear una cosa y necesitar otra, lo que cabe es el examen de las posiciones en un diálogo ético. No es un asunto caprichoso si entramos en un intercambio, en una interlocución en la que no perdamos la opción de tomar decisiones. No nos queda otra vía que la de la participación respetuosa que incorpora el mejor conocimiento que sobre los seres humanos está disponible en las diferentes fuentes. Es, además, la manera de no caer en el autoritarismo.

La búsqueda de la felicidad no es automática, es voluntaria y no se logra sin empeño, sin conocimiento, ni sin la cooperación de otras personas, sin bienes materiales y culturales. Es una conquista donde confluyen los esfuerzos personales y sociales.

Aprender a gozar toma tiempo. El goce es un producto de la cultura y no un producto espontáneo de nuestra naturaleza. Es producto del cultivo y no un mero dejarse llevar. El arte de vivir no es cosa fácil pero no hay tarea más gratificante. El hedonismo es un resultado muy inteligente y refinado. Exige creatividad, disciplina, práctica, exploración. Por ser los seres humanos seres complejos, no cualquier placer vale igual. Puede haber jerarquías de placeres o placeres mejores que otros. De manera tal, al menos, que la felicidad no puede ser a costa de la muerte de un inocente o a costa de la tortura de éste. El hedonismo no está en contra de la justicia bien entendida, la incorpora como medio y como componente, como fuente de felicidad. En razón de ello, la eliminación de oportunidades, la pasividad, la indigencia, la generación de víctimas son claramente antihedonistas. “Importa el desarrollo de un modelo de felicidad y no cualquier tipo de satisfacciones.” (18).

Esperanza Guisán da una respuesta, aunque no lo mencione a Robert Nozick y su máquina de sensaciones: “una sociedad que no garantizase la igual libertad de todos sus componentes contribuiría muy poco a incrementar las expectativas de felicidad.” (19). Se da un doble reconocimiento: la complejidad del ser humano y la riqueza del concepto de “felicidad”. También se le responde a cualquier concepción exclusivamente individualista de la felicidad o al hedonismo que la defiende.

“Habrá que insistir… que no existe un orden prioritario fijo de felicidades y goces. Pero tampoco todo es subjetivo y arbitrario. Existen múltiples dudas pero también algunas certezas. Por lo menos la certeza suficiente para saber que la vida, la libertad, la igual consideración, el desarrollo individual, etc., constituyen fuentes de gozo profundo que no puede ser sobrepasado por consideraciones relativas a satisfacciones de menor colado que puedan ser disfrutadas por un número mayor de seres humanos.” (20). Entre la Escila de la fijeza y la Caribdis de la indeterminación, están las pistas de algunas certezas. Ni dogmatismo, ni escepticismo. El utilitarismo defendido por Esperanza Guisán logra un amplio ámbito medio de rasgos de cómo puede irse desplegando y, dadas las condiciones de ilustración, autonomía, desarrollo de la sensibilidad y la racionalidad, desplegarse; de cómo el ser humano va descubriendo qué le produce un gozo profundo, en el sentido de pulsar las cuerdas más vinculadas a una identidad de mayor riqueza que se reconoce desde la lucidez y la solidaridad. Tales rasgos son claramente defendibles. Sin jerarquías fijas o inamovibles, ni la indeterminación total. Eso hace que la reflexión ética sea ineludible. Hay pistas pero no caminos hechos. Eso hace la tarea ética más difícil a la vez que más apasionante.

Que la “felicidad” “(en el sentido de bienestar psicológico, alegría interna, satisfacción con los proyectos de vida, relaciones cordiales con todos los humanos)…” (21), es un concepto de una rica y abundante complejidad. Es como dice en el Manifiesto una abreviatura de condiciones, anhelos, proyectos, ideales, aspiraciones de gran colado, entreveramiento de lo personal y lo colectivo, del esfuerzo y las posibilidades previstas y otras por crear. El concepto de “felicidad” no tiene por qué padecer una simplificación e incluye entre sus componentes a los factores que defienden otras éticas: no hay felicidad sin libertad; no hay felicidad sin bienestar; no hay felicidad sin la procura de la dignidad; no hay felicidad sin solidaridad; no hay felicidad sin ilustración; no hay felicidad sin autonomía. La presencia de John Stuart Mill es clara. El concepto es complejo y la tarea hacer posible la felicidad es, a todas luces, una mayor tarea.

IV

La condición humana

Los seres humanos no somos de cualquier manera, ni seres inflexibles, ni seres completamente maleables: no hay absoluta fijeza, ni la tabula rasa: “si hay cosas que clara y evidentemente nos dañan a los seres humanos (pasar hambre, frío, ser azotados, privados de libertad, reducidos o mermados en nuestras capacidades físicas, psíquicas, intelectuales, etc.) parece que clara y evidentemente se sigue que estas cosas serán siempre malas con independencia de lo que seres humanos opinen, incluso mayoritariamente”. (22). Estamos frente al reconocimiento de un factum. Esto es así dado el tipo de seres que somos, la forma como estamos constituidos o como estamos hechos. No todo da igual, hay puntos de partida de lo que es importante de acuerdo con nuestra constitución de seres finitos. “Importa saciar la sed, el hambre, mitigar la fatiga, desarrollar el talento, unir nuestro cuerpo a otro cuerpo cálido, nuestra mente a otra mente inteligente.” (23). La condición humana le pone limitaciones a la tolerancia de lo que se le puede hacer a un ser humano o lo que se le puede hacer a una sociedad. No todo está permitido. Sin importar lo que digan los portavoces de los poderes fácticos, hay cosas que es preciso resistir: la explotación, el menoscabo, el empobrecimiento de posibilidades positivas, las reducciones de la libertad, el aumento de los temores, el predominio del dogmatismo, la venta de ilusiones sin puerto. Los ideales son para resistir las dimensiones ásperas o ríspidas de la realidad.

No obstante, la fundamental es objeto de decisión: en qué consista la naturaleza o la condición humana, cuál es nuestra naturaleza tiene que ser decidida por una mayoría etizada. La búsqueda ha de ser tenaz y generosa porque hay mucho descubrimiento que llevar a cabo. La especificidad de nuestra condición, indudablemente, no está dada de antemano. Tal tarea de descubrimiento ha de ser llevada a cabo para evitar que los propugnadores de una “naturaleza humana” llena con los deseos, temores y prejuicios de los intereses de su posición no puesta a crítica, ni acrisolada por ello, y que tiene las respuestas antes de que aparezcan las preguntas. En otras palabras, entre una naturaleza inmutable, establecida para siempre, y la total ausencia de ella, se da un reconocimiento crítico de las condiciones humanas. En un acto de conocimiento y decisión, se prescinde de dos posiciones muy parecidas por lo paralizadoras: el dogmatismo y el escepticismo.

La empresa no es fácil, dista mucho de serlo, Esperanza Guisán reconoce que “es imprescindible que trabajemos laboriosamente por descubrir qué cosas nos benefician y qué cosas nos hacen mal.” (24). Esta es otra tarea autorreferentemente ética y de gran importancia. Tarea ardua porque no todas las cosas están claras y no hay visos de la existencia de vías rápidas. Por ello, ninguna fuente ha de excluirse: historia, psicología, biología, sociología, antropología, arte, poesía, literatura, etc. Tendrá que darse una combinación inteligente de exploración, descubrimiento y confirmación.

Esperanza Guisán hace su propuesta para la discusión crítica: “Podría formularse una lista casi inagotable de cosas que son valiosas por “naturaleza”, es decir, válidas para los seres humanos de todas las culturas: la salud, la alimentación, el descanso, la amistad, el amor, el sexo, el reconocimiento público, el status, el acceso a la educación y el saber, la participación en el poder, la vida en comunidad, las relaciones armónicas, etc., son generalmente valiosas con independencia del lugar geográfico donde hayamos nacido.” (25). Mucho conocimiento y mucha acción han pasado por debajo de los puentes para poder hacer una propuesta como la anterior. En suma, no somos tan diferentes como a veces nos pensamos. Las manifestaciones pueden ser diferentes por la diversidad de las condiciones posibilitantes. Son además cosas valiosas que necesitan la participación de los otros. En sentido estricto, ninguna es exclusivamente individual: los otros están presentes haciéndoles posibles o participando en ellas. Estamos ante el nos-otros. Ninguna, a su vez, es estrictamente social en el sentido de hacer desaparecer al individuo.

El individualismo ha hecho que sea necesario insistir en que un individuo no quiere decir átomo, mónada. El individuo es también un haz de relaciones. Somos seres sociales a quienes nos viene bien desarrollar nuestra individualidad. A veces cuesta tanto reconocer lo obvio, que nuestro bienestar, que la satisfacción de nuestras necesidades pasa por lo que posibilita el colectivo y que el estar entre bienes de los demás y la satisfacción de sus necesidades no solamente nos beneficia, sino que nos complace, nos da gusto, al igual que la risa segura y espontánea de un niño. Nos apoyamos, nos ayudamos, nos alegramos.

El individualismo no capta el aporte decisivo de la sociedad, el colectivismo pasa por alto la importancia del aporte individual. La relación entre individuo y sociedad es indisoluble. La sociedad provee posibilidades, el individuo puede apropiárselas y contribuir así a mejorar su entorno social. La manera de hacer viable al individuo en mejorar la sociedad. Por supuesto que la relación no se da sin conflictos. Hay encuentros, desencuentros, ampliaciones, profundizaciones, avances, retrocesos, revisiones críticas.

“También es necesario postular mecanismos de compensación a fin de que los peor dotados por la naturaleza y la sociedad vean paliados los sufrimientos originales que han venido padeciendo, superando al mismo tiempo su status y su autoestima.” (26). Aquí no puede haber olvido. No cabe dejar a cada quien a sus medios o a su suerte. Hacerlo es faltar a la justicia. Es olvidarse que la convivencia ha de tener su legitimación en los beneficios para todos. La justificación puede ir en dos sentidos: 1. Todos hemos necesitado el cuidado de los otros y podríamos volver a necesitarlo, dada nuestra vulnerabilidad relativa. No cabe pasar por alto que fuimos niños, hemos estado enfermos y la vejez puede ser difícil. Esta reciprocidad puede sonar meramente prudencial pero, también, cabe verse como una expresión genuina de agradecimiento; 2. Por el gozo generado al ver al otro desplegar algunas de sus potencialidades, obtener gozo generando gozo. El beneficio en algún sentido se devuelve: la “gentileza genera gentileza”, como dice un poeta callejero de Río de Janeiro. ¿Acaso no es una fuente de admiración y gratificación ver a Stephen Hawking “explorar” los confines del universo? Un mundo que permite, que posibilita, a alguien como Hawking es un mejor mundo. Todos ganamos en humanidad.

No tiene sentido dejar a alguien abandonado a su suerte, no al menos en una sociedad que busca como exigencia ética el ser una sociedad organizada solidariamente para proveer y hacer posible la mayor felicidad para todos. Cualquier otro arreglo es éticamente deficiente.

V

Ser una persona buena

No basta hacer daño: no robar, no mentir, no matar, no infringir las leyes. Si así fuera, los muertos serian buenos. Hay mucho que hacer para ser bueno y no tiene nada que ver con la pasividad. Ser bueno en sentido ético “es postular que todos somos hijos de la tierra y por tanto hermanos y que es impensable que los unos se enriquezcan a costa de los otros, que se mantengan sin correctivos las desigualdades derivadas de la mala suerte, el infortunio, la carga genética, el ambiente social, etc.”(27).

En virtud de ello, la ética se desdobla en política y la política se desdobla en ética. Innegable la presencia a Aristóteles así como el afán reformista de John Stuart Mill.

A pesar de que la condición ciudadana le llega a buena mayoría de personas automáticamente, Esperanza Guisan se resiste al automatismo, al conformismo. Por ello, quiere etizar la democracia (y la política). Consecuencia de ello, es el interés por el “buen ciudadano” con características deseables en otros ámbitos también: el desarrollo de si, la libertad, la solidaridad.

Es la suma del esfuerzo de cada quien y el esfuerzo social: el despliegue de las potenciales propias desarrolladas en un empeño solidario por el desarrollo, a su vez, de las capacidades de las otras personas, a sabiendas que lo mejor de los otros en una fuente de gozo y redundancia en el enriquecimiento propio. Por los tiempos que corren, hay que decir que el buen ciudadano abarca, como condición necesaria, el pago de los impuestos que le corresponden, el interés por la solidaridad institucional, por la buena recaudación y por la inversión inteligente.

No es obvio y hay que decirlo: no bastan las buenas acciones, importantísimas sin el menor viso de duda, también es decisivo tomar en serio y en cuenta en personas de que tipo más convertimos al realizar las buenas acciones: ¿nos hacen mejores personas? A saber: personas más atentas a las necesidades y aspiraciones legítimas de otras personas, mas dispuestas a luchar contra obstáculos, resistencias, limitaciones, que dificultan el logro de condiciones areteicas y a luchar por mejoras reales que beneficia a las otras en la consecuencia de una vida gratificante.

Esperanza Guisán hace una distinción ulterior entre una persona buena, la que cumple bien “con las obligaciones y deberes socialmente establecidas”, sin pasar por la revisión crítica, y la persona excelente, la que procure su areté, la que no se conforma con hacer bien lo que tiene que hacer, si no que va más allá de hacer bien las cosas y “muestra signos de magnanimidad, se derrocha, se entrega de forma apasionada y voluptuosa a la vida moral”(28). Se trata de ser mejores y hacer mejoresy hacer aparecer capacidades, que no lo harían, sin ese esfuerzo gozoso. Está claro por qué Esperanza Guisán habla de “pasión moral”.

En todo ello se da la combinación de lo que somos y que recibimos, somos esa mezcla de dotación natural y lo que nuestro medio hace y nos permite hacer. Somos lo que hacemos y lo que nos hacen. Somos los obstáculos y lo que hacemos por superarlos. Somos la tradición y lo que hacemos con ella.

VI

Ética y política

De acuerdo con Esperanza Guisán, la ética y la política, ambas críticamente entendidas, están allí para corregir las injusticias de la visa, expresadas en la posición que a cada quien le toco en la lotería social y en la lotería genética, las desigualdades de punto de partida, sobre todo las desigualdades menoscabadoras. La idea no es, por supuesto, nivelar, si no corregir y potenciar, que cada quien tenga opciones de lograr su areté. Para ello hay que ponerle fin a esa “cadena infinita de inmerecidas desigualdades” (29). Si no infinitas, si un numerosas: “la injusticia profunda que supone el infligir dolor necesario, o privar innecesariamente de gozo a los seres humanos” (30). Con el menoscabo, la humillación, el desprecio, la victimización, la obstaculización de florecimiento de potencialidades positivas, se falta a la justicia, se despilfarra recursos humanos, se hace del mundo un lugar más hostil, menos bello. No cabe la menor duda que la historia de la humanidad da múltiples ejemplos de todo ello. Se necesita, entonces, explorar lo inédito, determinar obstáculos eliminables y emprender una búsqueda o construcción solidaria del gozo.

La madurez ética solo es alcanzable “en una sociedad en la que se garanticen las estructuras adecuadas para que el individuo pueda proseguir en el desarrollo de sus capacidades críticas” (31). Y hay que agregar que lograr una sociedad tal es de un interés ético central.Exigencia política inspirada éticamente; exigencia ética inspirada políticamente.

La propuesta de Esperanza Guisán es claramente un reto, es un proyecto ético-político, proyecto sumamente exigente porque plantea que cada quien tiene que lograr y dar lo mejor de sí, para el beneficio propio y beneficio común. Se está muy lejos de una actitud paternalista que promueve la infancia o la inmadurez moral.

Luna visión ética de lo político y una visión política de la ética: “la buena acción y el buen gobierno deben tratar de conseguir que los seres humanos todos disfruten solidariamente de goce mas profundo” (32).

En esta vinculación clara entre ética y política, Esperanza Guisán pasa revista a algunos conceptos centrales. Por ejemplo, plantea que los derechos son una condensación histórica de la defensa de los bienes importantes para los seres humanos, una convergencia de aspectos importantes para contribuir a la felicidad, protectores de la integridad, dignidad y bienestar. No habría felicidad genuina si no incluyera como componentes de su propia constitución a la libertas, al bienestar, a la justicia: “los derechos humanos no son sino un reducto de protección de las necesidades nucleares de la persona humana” (33). Son logros en la tarea de conseguir aquello que hace de los humanos seres más realizados, más humanamente ricos.

La justicia esta para que no se hunda el mundo. No es un asunto meramente procedimental: “con justicia y equidad podemos distribuir igualmente bienes y males, beneficios y perjuicios, salud y enfermedad, potencia e impotencia, crecimiento o decadencia” (34). La justicia y la equidad tienen que ser evaluadas en relación con lo que proveen y el bienestar que generan. Se puede ser justo repartiendo males. Caben, en consecuencia, las preguntas: justo o equitativo, ¿respecto de qué? Hay que tomar en serio lo que se da o se obtiene. La justicia en el mejor sentido es un reparto de bienes, satisfacciones, bienestar. “justicia” y “bienestar” no son conceptos lejanos ni en conflicto. La justicia sería un componente central de un bienestar amplio e inclusivo. El “bienestar” (el estar entre bienes), se dice a menudo muy rápidamente sin reparar que sin justicia y libertad no habría bienestar.

La protección de los derechos y la generación de los mecanismos para superar la condición de minoría en que tiene de exclusión, de menoscabo, de disminución, es un acompañamiento con inteligencia y generosidad. Hay que saber ayudar sin ofender (y en tal tarea se incluye a individuos, grupos, instituciones). Semejante empeño le corresponde a la democracia moral: “no solo no marginar a las minorías, si no hacer lo posible para que dejaron de ser un grupo residual por motivos de carencia económica, etc” (35).

Las miras son amplias y el proyecto ambicioso, lograr la etización de la democracia, utopista en el buen sentido. Se aspira a una sociedad justa que reparta bienes, a una democracia sin exclusiones, “donde la libertad en el sentido positivo del termino (que connote no solo la falta de impedimentos sino emancipación y liberación cultura, ideológica, económica, social política, etc.) sea efectiva para todos y con todos”(36). Obviamente, este proyecto ético-político no se conforma con la reducción del ciudadano al consumidor, ni al ciudadano reducido al votante. En tales casos, se estaría frente a casos espúreos de democracia.

VII

Ética sin religión.

Una ética sin relación apunta al rechazo de cualquier dogma sobrenatural junto a cualesquiera autoridades que se erijan en sus intérpretes custodios, y a cualquier intento de privarnos de la autonomía, condición necesaria para una ética digna de tal nombre.

La lucha por la autonomía es también frente a instituciones que la ven, si no con desdén, si al menos con sospecha. Instituciones que parecen orientados a mantener a los seres humanos en una minoría de edad moral, que le tienen miedo a la libertad y al “derecho” de cometer errores. Obviamente, el problema no es solo la heteronomía, sino el empobrecimiento de las posibilidades humanas, el subdesarrollo a que se someten algunas excelencias. La autonomía, por su lado, no es un estado, es un ejercicio que involucra la crítica, el análisis y la evaluación. No hay autonomía en la conformidad. La “autonomía” en el sentido amplio que le da Esperanza Guisán, tiene el aspecto autolegislativo y el aspecto autodeterminativo, de dejar atrás y proponer, de criticar y acoger. Es un concepto de gran riqueza: “La autonomía conlleva valores y vienes de la conciencia crítica, la emancipación frente a los falsos saberes, la posibilidad, por lo demás, de realizar proyectos personales, lo que implica a su vez una libertad o LIBERACION no solo en el sentido negativo de impedir o remover obstáculos a nuestros proyectos o actuaciones, sino en el sentido positivo de incentivar, acrecentar, potenciar nuestras posibilidades para devenir y hacernos mas nuestros, mas nosotros mismos”(37). En consecuencia, las religiones, los usos, las costumbres, las normas jurídicas, etc. Han de ser sometidas a la crítica, al examen ético para ponerlas en la posible al servicio de la autonomía. Todo ellos con el objetivo de hacer de los seres humanos agentes y no en fines y no sigan siendo meramente medios, para decirlo en clave Kantiana. La importancia es la madurez, el crecimiento, el florecimiento, el logro de metas areteicas y a la generación de comunidad ética.

La religión se torna rechazable por cuanto subordinada la libertad humana a una divinidad que decide por los seres humanos. Poder decidir sobre la reproducción, el disfrute del placer sexual, o cuando morir son opciones que no deben ser negadas a quien informada y lucidamente las escogen (38).

Una mezcla de pasión moral y razón moral se da cuando con humos y perspicacia dice que Camino es “el más desencadenamiento libro jamás escrito”; y, lo califica como “un libro realmente «peligroso» que atenta contra la autonomía y la integridad de la persona” (39).

VIII

Apuntes finales.

En el proyecto ético de Esperanza Guisán, se necesita el desarrollo del conocimiento, el mejor que fuere posible, el desarrollo de la sympatheia y de la empatía para poner los medios más aptos con la mira de obtener los mejores fines aunque sea provisionalmente. Se necesita de la reducción de los malestares, de los menoscabos y la ampliación de los beneficios, bienestares, avances para todos cuando se pierde o para la mayoría si otra cosa no fuere posible. No se habla tan solo de mayorías humanas, sino de seres sentientes, lo que nos emparenta con otros seres vivos y aumenta de una manera natural la comunidad. Hacerlo mejor que permitan las circunstancias y conservar las acumulados, ir decantado propios y normas conducentes a ese proyecto promisorio, con un percatamiento claro de que lo difícil lleva tiempo y lo imposible un poco mas (40).

Citas y referencias.

(1) Guisán, Esperanza. Manifiesto hedonista. Barcelona: Anthropos, 1990: 72.

(2) Guisán, Esperanza. Ética sin religión. Madrid: Alianza, 1993: 70.

(3) Guisán, Esperanza. Introducción a la ética. Madrid: Catedra, 1955, 2010: 89.

(4) Ferrater Mora, José. De la materia a la razón. Madrid: Alianza, 1979:172

(5) Introducción:69

(6) Ibid,: 28

(7) Ética sin religión: 55

(8) Ibid,: 28.

(9) Manifiesto… 109

(10) Guisán, Esperanza. Mas allá se la democracia. Madrid: Tecnos, 2000: 117.

(11) Guisán, Esperanza. Razón y pasión en ética.Los dilemas de la ética contemporánea. Barcelona: Anthropos, 1986: 13.

(12) Ética sin religión: 92-93

(13) Más allá de la democracia: 54.

(14) Introducción a la ética: 18

(15) Razón y pasión: 13

(16) Véanse ética sin religión: 17,61-62; y razón y pasión : 15

(17) Más allá de la democracia: 12-13

(18) Manifiesto hedonista: 31

(19) Ibid,: 75

(20) Guisán, Esperanza “Por qué la mayor felicidad de mayor numero no basta (una reformulación del utilitarismo)”. Sistema (142), 1998:21.

(21) Introducción : 336

(22) Ética sin religión: 157-158

(23) Manifiesto hedonista: 139

(24) Más allá de la democracia : 198

(25) Ibid,: 137

(26) Ibid,: 146

(27) Guisán, Esperanza. La ética mira a la izquierda. Barcelona: Anthropos, 2004: 69

(28) Introducción: 69

(29) Más allá de la democracia. :166

(30) Manifiesto :9

(31) Ética sin religión: 65

(32) “Por qué la mayor…” : 16

(33) Ibid,: 13

(34) La ética mira… :95

(35) Más allá… :130

(36) Ética sin… :144

(37) La ética mira… :97-98

(38) Ética sin… :32

(39) Ibid,: 45

(40) “Vivimos en un mundo en el que, desafortunadamente, no siempre nos es doble escoger lo más conveniente, lo más justo a lo más ventajoso. A causa precisamente, de que tenemos que elegir entre bienes mayores y menores, entre injusticias más o menos graves, necesitamos contar con principios generales y regla o normas intermedios que nos ayuden a hacer que un mundo decididamente imperfeto produzca el mínimo de dolor y las mínimas privaciones al menor número de personas, el máximo de goce y los máximos beneficios a todos, o a menos a una inmensa mayoría de los seres humanos, e incluso de los seres sentientes” Introducción… :265-266.

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