Civilizacion Occidental
Mariauribe5 de Agosto de 2014
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Civilización occidental
No es en modo alguno fácil ver la propia civilización en una perspectiva justa. Hay tres medios evidentes para alcanzar este fin: el viaje, la historia y la antropología, y lo que habré de decir es sugerido por cada uno de ellos; pero ninguno de los tres es ayuda tan grande para la objetividad como parecen ser. El viajero ve solamente lo que le interesa; por ejemplo, Marco Polo jamás reparó en los pequeños pies de las mujeres chinas. El historiador ordena los sucesos con arreglo a esquemas derivados de sus propias preocupaciones: la decadencia de Roma ha sido atribuida, en ocasiones diversas, al imperialismo, al cristianismo, a la malaria, al divorcio y a la inmigración -siendo estas dos últimas causas las favoritas en los Estados Unidos entre los clérigos y los políticos, respectivamente-. El antropólogo selecciona e interpreta hechos de acuerdo con los prejuicios que prevalecen en su tiempo. ¿Qué sabemos de los salvajes, nosotros, que nos quedamos en casa? Los rousseaunianos dicen que son nobles, los imperialistas dicen que son crueles; los antropólogos de mentalidad eclesiástica dicen que son unos virtuosos padres de familia, mientras que los defensores de la ley del divorcio dicen que practican el amor libre; Sir James Fraser dice que siempre están matando a su dios, mientras otros dicen que siempre están ocupados en ritos de iniciación. En una palabra: el salvaje es un chico servicial que hace todo lo necesario por las teorías de los antropólogos. Pero, a pesar de estas desventajas, el viaje, la historia y la antropología son los mejores medios, y debemos sacarles todo el partido posible.
Ante todo, ¿qué es civilización? Su primer carácter esencial, diría yo, es la previsión. Es ésta, ciertamente, la fundamental diferencia entre el hombre y las bestias, y entre el adulto y el niño. Pero la previsión, por ser una cuestión de grado, nos permite distinguir a las naciones o las épocas más o menos civilizadas, de acuerdo con la cantidad de ella que demuestran. Y la previsión es susceptible de ser medida casi con precisión. No diré que la capacidad media de previsión de una comunidad sea inversamente proporcional a la tasa de interés, aunque ésta sea una opinión defendible. Pero podemos decir que el grado de previsión implícita en cada acto se mide por tres factores: el dolor presente, el placer futuro y la extensión de¡ intervalo entre ellos. Es decir, la previsión se obtiene dividiendo el dolor actual por el placer futuro y multiplicando después por el lapso comprendido entre ambos. Existe una diferencia entre la previsión colectiva y la individual. En una comunidad aristocrática o plutocrática, un hombre puede soportar el dolor actual mientras otro disfruta el futuro placer. Esto hace más fácil la previsión colectiva. Todos los trabajos característicos del industrialismo presentan un alto grado de previsión colectiva en este sentido: los que construyen ferrocarriles, o puertos, o barcos, hacen algo cuyos beneficios no se recogen hasta años más tarde.
Es cierto que en el mundo moderno nadie demuestra tanta previsión como los antiguos egipcios demostraban al embalsamar a sus muertos, lo que hacían con miras a su resurrección al cabo de unos diez mil años. Esto me recuerda otro elemento esencial a la civilización, que es el conocimiento. La previsión basada en la superstición no puede ser tenida por completamente civilizada, aunque puede aportar hábitos mentales esenciales para el desarrollo de la verdadera civilización. Por ejemplo, la costumbre puritana de posponer el placer para la otra vida facilitó, sin duda, la acumulación de capital requerida por el industrialismo. Podemos, pues, definir la civilización como el modo de vida que resulta de la combinación de conocimiento y previsión.
La civilización, en este sentido, comienza con la agricultura y la domesticación de rumiantes. Hubo, hasta tiempos bastante recientes, una acusada separación entre pueblos agrícolas y pueblos pastores. Leemos en el Génesis, 46, 31-34, cómo los israelitas tuvieron que establecerse en la tierra de Gosen, más que en el mismo Egipto, porque los egipcios se oponían a la ocupación de los pastores: "José dijo a sus hermanos y a la familia de su padre: "Voy a subir a avisar a Faraón y a decirle: "Han venido a mí mis hermanos y la casa de mi padre que estaban en Canaán. Son pastores de ovejas, pues siempre fueron ganaderos, y han traído ovejas, vacadas y todo lo suyo". Así, cuando os llame Faraón y os diga: ¿Cuál es vuestro oficio?, le decís: "Ganaderos hemos sido tus siervos desde la mocedad hasta ahora, lo mismo que nuestros padres'. De esta suerte os quedaréis en el país de Gosen". Porque los egipcios detestan a todos los pastores de ovejas". En los viajes de M. Huc hallamos una actitud similar de los chinos hacia los pastores mogoles. En conjunto, el tipo agricultor ha representado siempre la más avanzada civilización, y ha tenido más que ver con la religión. Pero los rebaños y los ganados de los patriarcas tuvieron una considerable influencia en la religión judía y, en consecuencia, sobre el, cristianismo. La historia de Caín y Abel es un instrumento) de propaganda dirigida a hacer ver que los pastores son más virtuosos que los labradores. Sin embargo, la civilización ha descansado principalmente sobre la agricultura hasta tiempos recientísimos.
Hasta ahora, no hemos considerado nada que distinga la civilización occidental de la de otras regiones, tales como la India, China, Japón y Méjico. De hecho, antes de que la ciencia comenzara a desarrollarse, la diferencia entre ellas fue mucho menor de lo que ha sido después. La ciencia y el industrialismo son actualmente las señales distintivas de la civilización occidental; pero antes quiero considerar lo que fue nuestra civilización antes de la revolución industrial.
Si nos remontamos a los orígenes de la civilización occidental, vemos que los elementos que heredó de Egipto y Babilonia son, en lo principal, característicos de todas las civilizaciones, y no especialmente distintivos de Occidente. El carácter distintivo occidental comienza con los griegos, que descubrieron el hábito de razonar deductivamente y la ciencia de la geometría. Sus méritos restantes no fueron distintivos o se perdieron en las Edades Oscuras. En arte y literatura habrán podido ser insuperables, pero no se distinguieron muy profundamente de otras varias naciones antiguas. En la ciencia experimental produjeron algunos hombres, especialmente Arquímedes, que anticiparon los métodos modernos; pero tales figuras no lograron establecer una escuela o tradición. Las únicas contribuciones distintivas sobresalientes de los griegos a la civilización fueron el razonamiento deductivo y las matemáticas puras.
Los griegos fueron, sin embargo, políticamente incompetentes, y probablemente su contribución a la civilización se hubiera perdido, a no ser por la capacidad de gobierno de los romanos. Los romanos dieron con un modo de llevar adelante el gobierno de un gran imperio por medio de la administración civil y un cuerpo legal. En los imperios anteriores todo había dependido de la energía del monarca, pero en el Imperio romano el emperador podía ser asesinado por la guardia pretoriana y el Imperio puesto en subasta con muy escaso entorpecimiento en la máquina gubernamental -tan escaso, en realidad, como el que producen ahora unas elecciones generales-. Parece ser que los romanos inventaron la virtud de la devoción al estado impersonal como opuesta a la lealtad personal al jefe. Los griegos, es cierto, hablaban de patriotismo, pero sus políticos estaban corrompidos, y casi todos ellos, en algún momento de su carrera, aceptaron el soborno de Persia. El concepto romano de la devoción al estado ha sido un elemento esencial en la producción de gobiernos estables en Occidente.
Algo más faltaba para completar la civilización occidental tal y como existía antes de los tiempos modernos, y ello es la peculiar relación entre el gobierno y la religión que vino con el cristianismo. Originalmente, el cristianismo era absolutamente apolítico, puesto que se extendió por el Imperio romano como un consuelo para los que habían perdido la libertad nacional y personal, y tomó del judaísmo una actitud de condena moral de los gobernantes del mundo. En los días anteriores a Constantino, el cristianismo desarrolló una organización a la que los cristianos debían una lealtad todavía mayor que la debida al estado. Cuando Roma cayó, la Iglesia conservó en una síntesis singular lo que se había demostrado más vital en las civilizaciones de los judíos, de los griegos y de los romanos. Del fervor moral de los judíos surgieron los preceptos éticos del cristianismo; del amor griego al razonamiento deductivo, la teología; del ejemplo del imperialismo y la jurisprudencia romanos, el gobierno centralizado de la Iglesia y el cuerpo de leyes canónicas.
Aunque estos elementos de elevada civilización se conservaran, en cierto sentido, a través de la Edad Media, durante largo tiempo permanecieron en un estado más o menos latente. Y la civilización occidental no fue en realidad la mejor entre las existentes en aquel tiempo: tanto los mahometanos como los chinos eran superiores a Occidente. Por qué Occidente había de iniciar una tan rápida carrera ascendente es, creo, en gran parte, un misterio. En nuestra época es costumbre hallar causas económicas para todo, pero las explicaciones basadas en esta práctica tienden a ser demasiado fáciles. Las solas causas económicas no explicarán, por ejemplo, la decadencia de España, más relacionada con la ignorancia y la estupidez. Tampoco explican el nacimiento de la ciencia. La regla general es que las civilizaciones
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