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Critica Al Capitalismo


Enviado por   •  30 de Marzo de 2015  •  4.178 Palabras (17 Páginas)  •  154 Visitas

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Capitalismo y libertad

Milton Friedman

Este ensayo trata de la relación entre la libertad que disfrutan los individuos en una sociedad y la forma de organización económica adoptada por esa sociedad. Su tesis es que la organización del grueso de la actividad económica a través de empresas privadas en un mercado libre -una forma de organización que llamaré capitalismo competitivo- es una condición necesaria de la libertad individual. Aunque necesario para la libertad, el capitalismo sólo no es suficiente para garantizara. Tiene que estar acompañado por un conjunto de valores y de instituciones políticas favorables a la libertad; estas condiciones adicionales no serán consideradas en este ensayo.

El sistema económico juega un papel dual en la promoción de la libertad. En primer lugar, la libertad económica en, en si misma, un componente esencial de la libertad en general. El capitalismo competitivo, como el sistema más favorable a la libertad económica, es por esta razón un fin en sí mismo. En segundo lugar, la libertad económica es un medio para la libertad civil o política. Al permitir una efectiva separación entre el poder económico y el político, reduce los costos de la idiosincrasia política y proporciona numerosos centros independientes de potencial oposición a la supresión de la libertad. La experiencia histórica y el análisis lógico apoyan por igual esta tesis.

El crecimiento y propagación de la libertad civil en Occidente coincidió claramente con la difusión del capitalismo como el sistema dominante de organización económica. No conozco ningún ejemplo de sociedad, en ninguna época o lugar, definible como sociedad libre, que no usara un sistema de mercado privado para organizar sus actividades económicas. Es igualmente claro que el capitalismo por si solo no ha sido suficiente para garantizar la libertad. El Japón, por lo menos antes de la II Guerra Mundial, y Rusia antes de la I Guerra Mundial, eran sociedades capitalistas y, sin embargo, esencialmente autocráticas en su estructura política. La Italia fascista y la España de Franco son ejemplos adicionales aunque un poco menos claros; en ambos el estado ha jugado un papel tan amplio en el control y desarrollo de los asuntos económicos que quizás fuera mejor describirlos como sociedades socialistas o colectivistas que como capitalistas. Y esto ciertamente es válido para la Alemania Nacional Socialista.

Con todo, merece la pena observar que inclusive en estos países- con la sola excepción de la Alemania nazi- nunca la supresión de la libertad individual ha llegado tan lejos como en los modernos estados totalitarios de Rusia y China, donde el colectivismo económico se combina con el autoritarismo político y donde apenas sobreviven algunos vestigios del capitalismo. La razón parece clara. Por poco que fuera el capitalismo existente, proporcionaba algunas fuentes de poder parcialmente independiente de la autoridad política. Además, por supuesto, el capitalismo significó alguna medida de libertad económica y hasta los vasallos de la Rusia zarista podían cambiar de trabajo sin permiso de ningún organismo estatal.

La relación entre la libertad económica y la libertad política es compleja y en ningún sentido unilateral. En la Inglaterra de principios del siglo XIX, los radicales filosóficos y sus aliados consideraban la reforma política fundamentalmente como un medio para la libertad económica. Los seguidores de Adam Smith, Ricardo y Bentham, creían que una reducción en la intervención estatal en la economía, una amplia medida de laissez faire, era el principal requisito de un rápido progreso económico así como de la amplia distribución de sus frutos entre las masas. Dicho sea de paso, la experiencia subsiguiente deja pocas dudas sobre lo correcto de esa opinión (ver Indice de la libertad económica). Estos tempranos liberales veían los intereses creados de los políticamente poderosos, particularmente los terratenientes, como el principal obstáculo de esa política. La reforma política le daría el poder al pueblo y el pueblo, naturalmente, legislaría en su propio interés, es decir, legislaría laissez faire.

Desde el fin del siglo XIX hasta el día de hoy, los principales escritores liberales –hombres como Dicey, Mises, Hayek y Simons, por sólo citar unos pocos- subrayaron la relación inversa: la libertad económica como medio para la libertad política. El triunfo del liberalismo benthamita en la Inglaterra del siglo XIX fue seguido por la intervención gubernamental en los asuntos económicos y esta tendencia hacia el colectivismo se vio muy acelerada tanto en Gran Bretaña como en el resto del mundo por dos guerras mundiales. En los países democráticos, fue el bienestar social más bien que la libertad lo que se convirtió en el factor determinante. Reconociendo la implícita amenaza al individualismo, estos autores temían que un continuo movimiento hacia el control centralizado de la actividad económica demostrara ser El Camino de la Servidumbre, como tituló Hayek su penetrante estudio sobre el proceso (ver El Camino de la servidumbre).

Los acontecimientos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial presentan una relación de nuevo diferente entre la libertad económica y la política. La planificación económica colectivista ha interferido con la libertad individual. Sin embargo, por lo menos en algunos países, el resultado no ha sido la supresión de la libertad sino el cambio de la política económica. Nuevamente Inglaterra brinda el ejemplo más llamativo. El punto de viraje es, quizás, la orden de “control de compromisos” que, pese a muchas reservas, el Partido Laborista encontró necesario imponer para poder realizar su política económica. Plenamente ejecutada, la ley hubiera implicado la asignación centralizada del empleo. Pero esto chocaba tan abiertamente con la libertad personal que fue llevada a la práctica en un número insignificante de casos y rescindida tras haber estado en vigor por un breve período. Su cancelación introdujo un franco cambio de política económica, una reducción del apoyo en los “planes” y “programas” centralizados, el desmantelamiento de muchos controles y un creciente énfasis en el mercado privado. Un cambio similar de política ocurrió en la mayor parte de los demás países democráticos (ver Los Puestos de Mando).

La razón última de estos cambios de política está en el limitado éxito o completo fracaso de la planificación centralizada para conseguir sus objetivos. Sin embargo, este fracaso debe atribuirse, por lo menos en alguna medida, a las implicaciones políticas de la planificación centralizada y a la falta de voluntad de seguir su lógica cuando hacerlo requiere pisotear estimados derechos privados.

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