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Cultura - Modernidad


Enviado por   •  20 de Enero de 2014  •  4.242 Palabras (17 Páginas)  •  186 Visitas

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CULTURA – MODERNIDAD

Hay una experiencia vital que comparten hoy los hombres y las mujeres de todo el mundo. Llamaré a este conjunto de experiencias la ‘modernidad’. Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Los entornos y las experiencias modernos atraviesan todas las fronteras de la geografía y la etnia, de la clase y la nacionalidad, de la religión y la ideología: se puede decir que en este sentido la modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica, la unidad de la desunión: nos arroja a todos a una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, ‘todo lo sólido se desvanece en el aire.

si se suprimiera el título y el subtítulo -Seducciones y desengaños de la cultura moderna- quedaría un libro excelente: un recorrido sociológico en clave de ensayo por temas y autores de la predilección del autor. El libro tiene un título moderno y un subtítulo posmoderno. Al no guardar relación, uno acaba la lectura sin estar ni seducido ni desengañado, sino tan sólo desconcertado. En todo el libro no hay una definición o caracterización seria de lo que se entiende por modernidad, mientras que se analizan diversas formas de cultura sin atributos. En cuanto a su estructura, tiene la de una memoria o apuntes académicos reciclados, reescritos con soltura y claridad, pero al borde del esquematismo, con recorridos históricos galopantes y un manejo excesivo de fuentes secundarias. El soporte de todo es una antigua evidencia, la de 1988, cuando publicó la magnífica antología, Modernidad y posmodernidad.

Pero hoy día resulta de una candidez histórica extrema dar por sentado que estamos en una época posmoderna, cuando los avispados padres del invento (Lyotard, Vattimo) no querían ni oír hablar de ello desde hace años.

Conviene empezar a leer el libro por el último capítulo, pues en él se encuentra un buen resumen de lo que ha hecho y un espléndido apunte de lo que podía haber hecho.

Advertimos una asimilación de cultura a "cultura moderna", y para mostrar su desarrollo el autor se refiere al "período clásico", al Renacimiento, la Reforma y la Ilustración, pasando a los siglos XIX y XX, que es lo que realmente le interesa. Pero queda sin analizar (no simplemente citar) el proyecto moderno en el Renacimiento, la Reforma y la Ilustración, siendo Kant una de las ausencias más llamativas. El resultado es una visión monolítica y tópica de la modernidad como época de la razón, del progreso y de la libertad, que seduce con su proyecto emancipador del individuo, pero que desengaña cuando se advierte que es o se transforma en un instrumento de dominio de la naturaleza y el hombre. Ahora bien, si se hubiera analizado a fondo la modernidad, se habría descubierto que hay muchas "modernidades". ¿A qué modernidad aludimos? ¿A la estética, la filosofía, la cronológica, la política...? Y porque, efectivamente, hay muchas, el proyecto moderno es bien plural, lo suficiente para explicar la complejidad en la que estamos.

El llamado posmoderno sólo puede afirmarse como plural desde la ignorancia de una modernidad múltiple. Y ésa es la que falta en el libro. Y ya que, en sintonía con ese talante, se abre con una cita muy graciosa de Lope de Vega, quizá no hubiera sido del todo inútil hacer alguna referencia a nuestra modernidad latina. Desde el (re)conocimiento de esta pluralidad y de la existencia de una razón crítica es difícil aceptar la tesis de que la modernidad es la culpable de la globalización e incapaz de entender y responder al multiculturalismo. También conclusiones idílicas: " la postmodernidad habría superado así la sociedad de clases". De hecho, y observando la diferente terminología empleada, se advierten ciertos momentos de distancia en el autor, como cuando afirma que "hoy día asistimos en esta nueva fase que algunos llaman postmoderna y otros segunda modernidad..." No es lo mismo.

Junto a ello, hay que resaltar el mérito nada desdeñable de que sabe utilizar los más variados registros, ya sea a propósito de autores (Simmel, Weber), pero también en el ámbito del arte, la literatura, la historia después de la Segunda Guerra Mundial, los medios de comunicación, el multiculturalismo, las nuevas clases medias y la cultura de consumo.

Al hacer un repaso por la historia de Venezuela en diferentes periodos podemos decir que, el positivismo fue una puerta hacia el modernismo cultural, cuya tendencia fue la de formar una ideología al servicio del liberalismo político y anticlericalismo, es decir, contra la filosofía católica, contra la enseñanza limitada o estrecha de las universidades, contra la política entendida y practicada como oficio lucrativo.

Las características del positivismo venezolano difieren del positivismo en el resto de Latinoamérica, ya que aquí, se centra en la explicación histórica-sociológica de la realidad del país. Se interesa por el problema de las razas y da preferencia a los estudios etnográficos y antropológicos.

Desde un primer momento el "criollo" se distingue del indígena y del español. Naciendo con nueva conciencia, y sensibilidad, la mezcla de invasores e invadidos, siendo el mestizaje nuestra identidad biológica y cultural, así que se hace cada vez más importante el estudio de este factor.

Pero, contradictoriamente desde que los positivistas del siglo XIX proclamaron la rémora indígena para vivir en sociedad por carecer de inteligencia, todas las mentalidades imperialistas posteriores han tenido interés en aumentar nuestras taras para imponernos un destino, así, culpan a nuestra ascendencia indígena, negroide o hispana las limitaciones y deficiencias, perpetuando de esta manera nuestra dependencia.

En el mandato de Guzmán Blanco (1870-1888) hubo gran auge de las realizaciones científicas y filosóficas, pero, lo que más resalta de esta época es la obra "civilizadora" de Guzmán Blanco: el decreto sobre la instrucción gratuita. La creación del ferrocarril.

A partir de López Contreras, el proceso modernizador en Venezuela se ha venido realizando quemando etapas. El efecto petrolero se superpuso a las enormes contradicciones e inercias latentes. "Domesticar la barbarie era la consigna". Las torres de prospección, los oleoductos y el estilo de vida del inversor norteamericano penetraron enseguida las zonas lacustres o sabanas y golpearon los hábitos y costumbres del campo y las ciudades.

La influencia del petróleo invade las sabanas de Monagas, la Costa Oriental del Lago de Maracaibo y llega hasta los Llanos y los Andes. Caracas y Maracaibo registran el primer impacto. Se modernizan las estructuras administrativas, se abre el compás de los derechos civiles y sociales. Venezuela se asoma a las corrientes culturales más avanzadas.

Las dos caras de una Luna llamada Modernidad.

La modernidad al igual que la luna presenta dos caras, una que solemos apreciar durante las noches despejadas y otra que se mantiene oculta. Es por ello que al momento de revisar los diversos planteamientos e ideas que surgen sobre este tema, resulta confuso poder establecer una propia postura, aún más cuando muchos autores no se han puesto de acuerdo en lo que realmente significa ella, y que nos mantiene en una constante encrucijada, sobre todo hoy, cuando se anuncia su término y el comienzo de una nueva etapa que sutilmente (y muy obviamente) hemos denominado Postmodernidad.

Lo claro es que la modernidad surgió no como un acontecimiento o hecho aislado en nuestra historia, sino como una transformación en nuestras convicciones y que afectó seriamente las raíces culturales de una época que presentaba “la estrechez de criterio, el dogmatismo y sobre todo, las restricciones de la autoridad”.

Como toda transformación supuso tensión e inestabilidad, lo que implica no sólo un cambio, sino también una continuidad de aquello en cuestión. No creamos que un campesino de la Edad Media abandonó de la noche a la mañana, por decreto o mandato jurídico, una forma de pensar y concebir al mundo.

Han sido cambios extensos y de diversa complejidad, porque nosotros no estamos volando en el aire. Somos y hemos sido parte de una cultura que ha moldeado nuestras vidas. Estamos arraigados a ciertas costumbres y tradiciones que han pasado de una generación a otra (actuando negentrópicamente). Por eso, es que me atrevo en referir la existencia de una “paradoja”, en donde, por una parte, esta presente lo antiguo, lo cuestionado y por otra, lo nuevo, lo emergente, una característica propiamente moderna.

Tomando la idea desarrollada por Thomas Kuhn en su libro “Las Estructuras de las Revoluciones Científicas”, estos cambios estructurales han respondido a una crisis de los postulados y principios que sostiene a un “estilo de ver, percibir, conocer y pensar” lo que conceptualizaría como “Paradigma “. Reafirmando lo expuesto en el párrafo anterior, esto no significa que el paradigma que nos ha precedido, haya desaparecido, sino que más bien pierde válidez frente al nuevo (ambos paradigmas coexisten).

Sin duda, la fe irrestricta en Dios manifestada durante la época medieval se traspasó en una fe ciega en el ser humano y el desarrollo de sus capacidades y/o potencialidades. Surge el mito del progreso, que junto con la razón y la identidad, forman una triada que transforma al hombre en un proyecto.

Lo que asesinó Nietzche en su obra fue el Dios de la religión, pero no la fe del hombre, porque este siempre necesita creer en algo que le provea seguridad y esto por un lado, significo con el advenimiento de la modernidad, “un presunto triunfo de la libertad contra las fuerzas del mal y la ignorancia”.

Los cambios experimentados fueron configurando una alternativa de resurgimiento del hombre y de una sociedad que “privilegia el futuro”, abriendo nuevas interrogantes sobre el funcionamiento de la naturaleza y de si mismo. Es aquí en donde la inclusión del principio de duda jugó (y sigue jugando, bajo la figura de la incertidumbre) un papel importante en el área del conocimiento y que tuvieron impactos profundos, por ejemplo, en la física, trasladándonos desde el pensamiento de Galileo a la “relatividad” de Einstein.

Algunos autores como Michel Maffesoli destacan que en la modernidad “hubo grandeza al poner el acento en el libre albedrío individual”. Esto se contrapone con la idea de Max Weber quién sostenía que el proceso modernizador atrapaba al hombre en una verdadera “jaula de hierro” de opresión y manipulación. Marx iba más allá y planteaba lo ambivalente que resultaba este proceso, en donde “el desarrollo de las relaciones capitalistas de producción provocó una alteración de las relaciones sociales”

Por lo visto, la modernidad que prometía al hombre un mejor bienestar resultó en muchos de los casos un arma de “doble filo”. Por un lado la fuerte dependencia que sostuvo con el modelo capitalista o lo que llamaba Wallerstein “Economía -Sistema Mundo” generó una profunda división de la producción entre aquellos países con un desarrollo tecnológico más avanzado y los que se dedicaban a la extracción de materias primas. Esto a su vez, afecto a las estructuras sociales con otro fenómeno que se conoce como la División Internacional del Trabajo. Si bien, nos habíamos zafado de las ataduras de la estructural estamental, se da la génesis de un nuevo antagonismo (o lucha de clases) entre la clase- dueña de los medios de producción y la clase trabajadora o proletariado.

Sin duda, esto se agudizaría con el desarrollo de la Revolución Industrial en los siglos XVIII-XIX y que crearía una serie de desigualdades sociales que en su conjunto llamaríamos “Cuestión Social”, generando por un lado, la respuesta de la filosofía a través del Socialismo y por otra, la de la propia Iglesia Católica con su Encíclica “Rerum Novarum” del Papa León XIII.

Otro hecho importante a destacar, es la migración campo- ciudad que se propició, debido a que está última concentraba en ella a las industrias. Esto obligo a muchos de los campesinos a trasladarse a las ciudades, que pronto se transformarían en un símbolo del progreso, éxito y de las expectativas de un mejor estándar de vida. Pero, muchas de estas expectativas en la práctica no lograrían concretarse.

De lo que se ha tratado hasta ahora es el alcance de una modernidad que ha potenciado enormemente el desarrollo tecnológico e industrial y que no se ha detenido hasta nuestros días. ¿Podría pensarse en el fin o desaparición de este desarrollo? o como lo dijera Wallerstein, ¿se puede pensar en un fin de la “modernidad de la tecnología”?. Yo creo que no y sobre todo, cuando el mundo alcanza niveles de interacción e intercambio entre las culturas y los países (y que muchos llaman “Globalización”) nunca antes vistos en nuestra historia.

En lo que si concuerdo plenamente con Wallerstein, es que la “modernidad de la liberación”, si bien tuvo su máxima expresión con el estallido de la Revolución Francesa en 1789, aún permanece siendo una ilusión. Las ideas de representación del poder, la noción de ciudadano y la consagración de los ideales de igualdad de derechos, libertad y tolerancia fueron conformando la figura del Estado-Nación que comenzaría posteriormente a relacionarse con la idea de Democracia.

Un caso que merece un apartado, es lo que sucedió con el descubrimiento y conquista de América. No sólo significo para Europa la expansión de sus mercados, sino también la consolidación de un sistema y del propio pensamiento moderno. Para algunos, la posibilidad de que América Latina haya experimentado los procesos que ha implicado la modernidad, no pasa de ser una imposición que se ha articulado como “un artificio o mentira”. El hecho de que no se hallan registrados los mismos fenómenos que en Europa, como la revolución industrial (símbolo de la modernidad tecnológica) o la revolución francesa (símbolo de la modernidad libertaria) han dado fuerza y válidez a la tesis anterior. Pero, no debemos olvidarnos que el sometimiento americano supuso un proceso de sincretismo cultural, que “cruzó” costumbres, tradiciones y cosmovisiones entre los pueblos dominados y sus conquistadores. Claros ejemplos, son simbólicamente la Virgen de Guadalupe en México y la Virgen de la Tirana en el norte de nuestro país.

Tal vez, en América Latina lo que realmente se produjo fue una copia de la modernidad europea, que se nos fue impuesta, pero que resultaría ingenuo pensar que sea idéntica a ella. Sin embargo, hay algunos planteamientos como el de la CEPAL, en su Informe sobre “Crisis y Desarrollo: Presente y Futuro de América latina y el Caribe” , que precisan que los problemas existentes se resumen a que nuestra cultura no ha sabido adaptarse a la modernidad y necesita producir las motivaciones y actitudes requeridas para el rendimiento óptimo de los modernos sistemas de producción, reproducción y gobierno de la sociedad Los desarrollos latinoamericanos y europeos hacen que estas sean incompatibles, y que los desafíos que se propongan en ellas sean diferentes. Puede ser esto, el origen para muchos de estos problemas que se evidencian en nuestro continente. Mientras no entendamos que las diferencias culturales son más fuertes que las imposiciones, seguiremos preguntando y cuestionándonos nuestra identidad y si verdaderamente somos una sociedad.

Otro gran problema que se ha evidenciado con el desarrollo de la modernidad es el profundo protagonismo que alcanzo la razón, y que ha llevado ha plantear “las consecuencias negativas que el proceso de racionalización social tiene para la vida de los hombres” (lo irracional de la racionalidad). No siempre, ser racional significa estar haciendo lo correcto. La razón nos ha alejado de elementos tan esenciales como nuestra propia naturaleza. Hemos sido capaces de sobreexplotarla, sin considerar, los grandes perjuicios que se han generado. Otro efecto negativo de la razón, ha sido las enormes ansias de poder que los hombres han sentido, junto con el individualismo y que lo ha exteriorizado e insensibilizado de los demás. “El fin justifica los medios” de Maquiavelo refleja, sin discusión, este espíritu.

Después de todo lo anteriormente expuesto, la modernidad en su conjunto, ¿ha sido “la modernidad de la satisfacción de las necesidades humanas”?

Pero, ¿de qué necesidades?, ¿las mías?, ¿las de usted?

Todas estas ideas crean un clima de pesimismo frente a lo ha significado la modernidad. Entonces, ¿por qué seguir viviéndola?

No creo que la crítica deba apuntar siempre hacia un modelo o sistema como si estuviese fuera de nosotros. Junto a esos sistemas y modelos formamos comunidades (sino, veamos el propio lema del proceso de acreditación de nuestra universidad, “La ULA la hacemos todos), aunque con esto, no quiero decir que los responsables de los grandes conflictos como las guerras mundiales o los desastres naturales (calentamiento global, destrucción de la capa de ozono, deforestación, etc) seamos nosotros (por lo menos, no directamente). Muchas veces, las decisiones que se toman en las cúpulas de gobierno y poder, buscan proteger a ciertos intereses, y es por esto, que es fundamental que los Estados propicien la participación social o no la repriman. Hoy existe un enorme descontento con lo que se realizado (aunque no debemos desconocer los grandes avances que el hombre ha experimentado, como en el campo de la medicina). Pero ello, no nos debe llamar a querer cambiar un sistema, desadaptadonos de él. Considerando lo expuesto por Martín Hopenhayn, pienso que aún es posible realizar una revolución y no creo en su muerte. Están dadas las condiciones para lograrlo. Pero, no una revolución de los movimientos frentistas, paramilitares o terroristas, sino de aquellos movimientos sociales que representan auténticamente las frustraciones, anhelos y sueños de nuestra sociedad. Creo que seguir tirando “mierda” desde el otro lado de la vereda, no contribuye a nada. Debemos aprovechar los beneficios que nos presenta los propios fenómenos globalizadores, para conformar grandes movimientos con propuestas claras y no demagógicas, buscando siempre respetar nuestras diferencias.

Para comprender los axiomas de la Modernidad, se debe enunciar la característica principal del Renacimiento, ya que este período es un puente de enlace entre las dos épocas. El Renacimiento, enmarca al ser humano como un individuo simbólico, es decir, su base de creencias y comprensión del mundo está basada en la religión. En cambio, en la Modernidad se abandona la creencia de que todo puede ser explicado mediante la religión, y se procede a elaborar explicaciones científicas de los fenómenos, es decir, se renuncia a lo mítico y se da paso a la razón.1

Analizada la contraposición entre Renacimiento y Modernidad se puede dar paso a definir y explicar esta etapa. La Modernidad es entendida como un proceso de cambios que buscan homogenizar a la sociedad. Da paso a la creación de individualidades y permite que los hechos y objetos se hagan de conocimiento y apropiación universal. Se la considera como un proceso que necesita una actualización permanente.

La Modernidad es similar al concepto kantiano de Ilustración (la «mayoría de edad» del individuo, que ejerce su razón de forma autónoma: el Sapere aude), y antes que éste alantropocentrismo humanista del Renacimiento (por ejemplo la Oratio pro homini dignitate de Pico della Mirandola). Fue muy significativo, para entender la diferente concepción de lo nuevo entre la Edad Media y la Edad Moderna, y el debate de los antiguos y los modernos.

En la sociología de Michel Freitag, la modernidad es un modo de reproducción de la sociedad basada en la dimensión política e institucional de sus mecanismos de regulación por oposición a la tradición, en la que el modo de reproducción del conjunto y el sentido de las acciones que se cumplen es regulado por dimensiones culturales y simbólicas particulares.

La modernidad es un cambio ontológico del modo de regulación de la reproducción social basado en una transformación del sentido temporal de la legitimidad. En la modernidad el porvenir reemplaza al pasado y racionaliza el juicio de la acción asociada a los hombres. La modernidad es la posibilidad política reflexiva de cambiar las reglas del juego de la vida social. La modernidad es también el conjunto de las condiciones históricas materiales que permiten pensar la emancipación conjunta de las tradiciones, las doctrinas o las ideologías heredadas, y no problematizadas por una cultura tradicional.

También se ha introducido el término transmodernidad para el mundo caracterizado por la globalización.

Impacto

La modernidad promovió transformaciones en la organización de las naciones. Se secularizan los estados para dar paso al poder republicano, la racionalidad administrativa y la industrialización. Además, con la aparición de los Estados nación se deben reorganizar los territorios y se procede a la creación de la urbe, para conseguir un desarrollo industrial capitalista y un progreso económico y tecnológico.

Debido a la creación de la urbe el poder republicano debe establecer una constitución que encierra el conjunto de leyes que controlan la sociedad. Para que se facilite este control se crean tres poderes estatales que ejerzan las leyes en la ciudadanía: el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial. Cada uno de estos posee una función específica: el primero se encarga de dictar las leyes que conforman la constitución, el segundo de aprobar dichas leyes, y el tercero de administrar la justicia en la sociedad mediante la aplicación de la constitución.

La racionalidad administrativa permite que nazca una nueva clase social: la burocracia; misma que trabaja en las diferentes entidades públicas y colabora con el Estado para ejercer y hacer cumplir la constitución, es decir, las leyes que demuestran el poder del estado mediante el orden y el control.

La industrialización es el proceso que busca expandir la economía de un lugar específico mediante el desarrollo industrial. Comenzó con el modelo T de Henry Ford, el cual operativiza la producción de bienes comerciales (transformar la materia prima en productos terminados), permitiendo un ahorro de tiempo y un incremento en las ganancias. La industrialización, representó un cambio tecnológico y económico significativo para el Estado; en cambio, para la población una oportunidad utópica de bienestar y prosperidad; puesto que su remuneración económica y sus condiciones laborales no eran ecuánimes. Este sector de la población conformó al proletariado: clase social encargada de la producción masiva de bienes comerciales en las fábricas.

La concepción de que la realidad es un fenómeno socialmente construido motiva a develar la manera en que la cultura moderna juega un papel determinante en esta construcción de realidad y, consecuentemente, en las formas de vida actuales.

La sociedad no puede abstraerse del modelo económico imperante, del desarrollo tecnológico avanzado, de la globalización de las comunicaciones, ni de la pérdida de la seguridad que ofrecían las tradiciones y costumbres para regular las relaciones interpersonales, para dar cuenta de cómo era el mundo y cómo se debía vivir.

Conocer los efectos, en especial los no esperados, del impacto de la modernidad en la sociedad, constituye uno de los principales focos de interés

Individuo y Cultura

La sociedad moderna ha gatillado un importante proceso de individualización, una tendencia progresiva al desarrollo del YO, lo que a su vez ha traído consecuencias insospechadas para el desarrollo del ser humano y la cultura.

Sistemas Complejos

El interés por desarrollar estudios en sistemas complejos se orienta a entregar una visión particular de la sociedad, la cultura y el individuo en el mundo contemporáneo, especialmente en Chile y Latinoamérica, desde el concepto de complejidad entendido en su acepción sistémica.

Se considera que el modo más apropiado de observar el devenir contemporáneo de la sociedad, sea en su dimensión paradigmático-cultural, en la relación de lo individual con lo social y en materias de intervención social, es a través del concepto de complejidad, en tanto en éste se condensa la doble relación de autonomía e interdependencia que caracteriza a las sociedades modernas.

Colaboración

La sociedad contemporánea se describe a sí misma como inmersa en una profunda crisis, donde las prácticas económicas y el individualismo debilitan los vínculos sociales solidarios. Pareciera que la colaboración es altamente improbable, sin embargo se aprecia la multiplicación de nuevas formas de vinculación social que hacen referencia a acciones desinteresadas o destinadas a beneficios comunes.

La sociedad actual, se encuentra en una crisis permanente, debido a la ruptura de la racionalidad moderna, que configuró en un solo fundamento axiológico a la humanidad. Los tiempos cambian y el fundamento único, totalizador se ha desvanecido, instaurándose lo plural, diverso y relativo como forma fundamental de vida La educación, la escuela y especialmente el maestro, requieren en estos momentos ajustarse a estos profundos cambios de la racionalidad, para afrontar una tarea ciclópea, representada por la cultura arrolladora de lo posmoderno. La escuela a decir de Mc Laren (1998:11) se encuentra “….alejada de un presente cambiante, desposeído de valores, que hace más bien poco considerábamos como universales y que en el transcurso de proceder histórico se ha ido diluyendo.” Tal cultura, - posmoderna- se sustenta en la pluralidad y relativismo del saber y de los valores que lo soportan, como consecuencia de la gran performatividad en la transmisión y procesamiento de la información a través de las nuevas tecnologías y los medios de comunicación.

A propósito de ello, Cabrera (1996: 94) argumenta que La tecnologización del mundo, ha impactado no sólo en el saber, sino en todo el mundo de vida social,... ha erosionado el espacio público y privado del hombre, convirtiéndose en factor esencial de todo cuanto acontece, provocando su desestabilización, donde se incluye a la educación. En este trabajo, se pretende abordar el tema de la modernidad y Posmodernidad desde los interrogantes ¿Hacía donde se encamina la educación venezolana en el siglo XXI bajo la atmósfera cultural de lo posmoderno? ¿Cuáles serán las funciones de la escuela venezolana ante el panorama actual? Para ello se revisará el tema de la modernidad, abordando luego la Posmodernidad y su incidencia en el plano educativo venezolano, por cuanto, no se puede estudiar lo posmoderno si no se revisa su núcleo central crítico: la racionalidad moderna. Aquí la categoría posmodernidad de gran semántica creativa, puede entenderse de diversas maneras: oposición, agotamiento, fin, crítica o distanciamiento de la modernidad. De esta última, se versará a continuación.

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